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Una corporación quiere extraer oro cerca del Valle de la Muerte, pero las tribus nativas dan pelea

Three men walk in the Lone Pine area, where K2 Gold Corp. of Vancouver, Canada, is conducting exploratory drilling.
De izquierda a derecha, Bryan Hatchell, portavoz de la organización sin fines de lucro Friends of the Inyo; Jeremiah Joseph, vocero de la tribu Lone Pine Paiute Shoshone, y Seth Tsosie, también de la tribu, caminan por el área donde K2 Gold Corp., de Vancouver, Canadá, está realizando perforaciones exploratorias.
(Luis Sahagun / Los Angeles Times)
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Encaramado en lo alto de las escarpadas Montañas Inyo, entre el polvoriento suelo del Valle de Owens y el Parque Nacional del Valle de la Muerte, se alza un trozo de terreno desértico accidentado, casi sin caminos, lleno de vida silvestre y marcado por las operaciones mineras.

Las fundiciones de carbón en Conglomerate Mesa ayudaron a crear, hace 150 años, la cercana ciudad plateada de Cerro Gordo, donde se producían lingotes y se enviaban al pequeño pueblo de Los Ángeles en un barco de vapor y un equipo de 20 mulas.

Ahora, el espacio de 22.500 acres, con árboles de Joshua, pinos piñoneros y rocas de piedra caliza erizadas de conchas fósiles, está volviendo a la minería. Estimulada por el aumento del precio del oro, K2 Gold Corp., de Vancouver, Canadá, está perforando y excavando zanjas con la esperanza de vender sus hallazgos o asociarse con una empresa más grande que podría, tal vez, transformar las tierras públicas en una mina con filtración de cianuro a cielo abierto, a unas pocas millas del Valle de la Muerte.

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Pero los grupos ambientalistas y las naciones tribales se han puesto firmes en las arenas aluviales que dominan la comunidad de Lone Pine, con una población de 2.000 habitantes, en los flancos orientales de la cordillera de Sierra Nevada: no a la minería en Conglomerate Mesa, nunca más.

Hace pocos días, Bryan Hatchell, de 27 años, asociado de políticas del desierto para la organización sin fines de lucro Friends of the Inyo, y Jeremiah Joseph, de 36, experto cultural de la tribu Lone Pine Paiute Shoshone, lideraron a un grupo en una caminata por dos millas de terreno irregular, de montañas y amplias llanuras, administradas por la Oficina de Administración de Tierras de EE.UU, hasta un área donde el grupo de inversionistas canadienses dio inicio a un programa de perforación exploratoria.

Su preocupación era que Conglomerate Mesa, una franja remota de tierras tribales ancestrales, donde las explosiones de tormentas eléctricas son los ruidos más fuertes que se escuchan, sienta ahora el estruendo constante de los movimientos de tierra sobre las redes de carreteras y corredores de servicios públicos para conectar montones de minerales y equipos de minería.

Jodie Gibson holds a tray of high-grade gold ore.
Jodie Gibson, vicepresidente de exploración de K2 Gold Corp., sostiene una bandeja de mineral de oro de calidad superior, obtenido de las concesiones mineras de su compañía en Conglomerate Mesa, entre Owens Valley y el Parque Nacional Death Valley.
(Luis Sahagun / Los Angeles Times)

“No podemos seguir viendo la naturaleza simplemente como un inventario de artículos de los que sacar provecho”, afirmó Joseph. “Es hora de comenzar a proteger lo que queda de las tierras silvestres que nuestros antepasados honraron”.

“K2 está en una pelea increíble”, añadió Hatchell. “La minería aquí está fuera de discusión”.

En una entrevista telefónica, Stephen Swatton, presidente y director ejecutivo de K2, expresó que su empresa es consciente del medio ambiente. “Hay oro allá arriba, y el mundo necesita oro”, afirmó. “La minería tiene que suceder en alguna parte. Nos defenderemos lo mejor que podamos”.

En un contexto más amplio, la disputa luce como una prueba para la administración Biden y Deb Haaland, elegida como secretaria del Interior, y si planean inyectar protecciones ambientales significativas en las estrategias de gestión para proyectos mineros a gran escala en tierras públicas. “Cuando se trata de la extracción de oro en el desierto de California”, expresó Todd Tucci, abogado principal de la organización sin fines de lucro Advocates of the West, “está llegando la hora de la verdad en la pequeña ciudad de Lone Pine”.

Los funcionarios de K2 han sugerido que una mina en la meseta, con la aprobación del BLM, operaría sin escalas a cielo abierto, usando toneladas de cianuro cada día para lixiviar oro de montones de mineral triturado, una técnica que ha transformado minas previamente no rentables en bonanzas.

A toda máquina, afirman los funcionarios de K2, la mina podría atender los pedidos locales de fomentar una economía regional más estable, creando empleos y generando impuestos sobre las ventas.

Muchos pueblos rurales en la Autopista Nacional 395 en Owens Valley dependen de los turistas del sur de California que se adentran en la cordillera oriental de Sierra Nevada y compran en tiendas de artículos deportivos y aparejos, galerías de arte, restaurantes y salones con fachadas del Viejo Oeste. Pero las restricciones de viaje debido a la mortal pandemia de COVID-19 lo cambiaron todo.

Jodie Gibson, vicepresidente de exploración de K2, precisó que su compañía invirtió cerca de $2 millones en la empresa durante los últimos dos años. Hasta ahora, los resultados son alentadores. Sosteniendo una bandeja de muestras de roca triturada recolectada de varias profundidades de la meseta, Gibson sonrió y dijo: “La mayoría de la gente diría que esto parece grava sin valor. De hecho, es mineral de oro de alta densidad”, añadió. “Produciría alrededor de siete gramos de oro por tonelada, lo cual es realmente bueno”.

El oro alcanzó un precio récord de $2.060 por onza en agosto de 2020.

Los opositores, incluido el Sierra Club, Friends of the Inyo, el Centro para la Diversidad Biológica, la Tribu Lone Pine Paiute Shoshone y la Tribu Timbisha Shoshone, sin embargo, se preocupan por la contaminación del aire, la destrucción de restos históricos y sitios culturales nativos americanos, los caminos cortados que son corredores de migración de ciervos y el agua necesaria para la extracción de oro.

Temen que bombear millones de galones de los acuíferos del desierto o lagos subterráneos pueda agotar los manantiales regionales en un valioso hábitat de vida silvestre y atraer a los animales hacia estanques de agua con cianuro.

No ayuda que cuando se les cuestiona: “¿De dónde sacaría su agua una mina a cielo abierto en la meseta?”, los funcionarios de K2 respondan tímidamente: “Esa es una muy buena pregunta”.

En cualquier caso, la compañía, que posee concesiones minerales en 14.400 acres de tierras federales, asegura que su trabajo allí está lejos de llegar a su fin. “Puede que nos lleve una década completar la fase exploratoria de nuestra misión”, expresó Gibson. Una sucesión de empresas mineras ha arrendado las tierras en cuestión a la BLM desde los años 1990.

Los críticos emplean la controversia para influir en el Congreso, que lidia con las reformas de la ley federal -de 150 años de antigüedad- que regula las concesiones mineras y hace que la minería sea el mayor uso de las tierras públicas administradas por el BLM.

La ley minera de 1872, redactada antes de que se inventara el teléfono, permite que las compañías mineras multinacionales extraigan oro, plata y otros “minerales de roca dura” en tierras públicas sin compensar a los contribuyentes propietarios de la tierra. Los críticos afirman que también libera a la industria de los costos de limpieza en las minas abandonadas.

Eso puede cambiar pronto. El representante Raúl Grijalva (D-Arizona), por ejemplo, ha propuesto una legislación que reemplazaría la ley con un moderno sistema de arrendamiento diseñado para proteger a los contribuyentes y las tierras públicas. “Tengo la esperanza de que el Congreso implemente algunas reformas importantes de la ley de minería”, comentó Aaron Mintzes, asesor principal de políticas de la organización sin fines de lucro Earthworks. “La minería desplaza otros usos del suelo. Eso tiene que cambiar porque estas tierras nos pertenecen a todos”.

Alerta por las crecientes preocupaciones, una subsidiaria de K2 abrió una oficina adyacente a la Cámara de Comercio de Lone Pine, organizó reuniones comunitarias y publicó “columnas con invitados” sobre sus actividades en el periódico local, Inyo Register.

Entre ellas se incluyó un artículo reciente de Katie VanSydow, geóloga de campo de la empresa, titulado “Los múltiples usos del oro”. “Cuando hablamos de los usos del oro, nuestro primer pensamiento inmediatamente se centra en las joyas y el dinero”, escribió, en parte, “pero hay muchos otros usos que son vitales para nuestra sociedad moderna”. Por ejemplo, prosiguió, es fundamental para la eliminación gradual de los vehículos a gasolina para combatir el cambio climático. “Los automóviles, en particular los eléctricos”, añadió, “requieren placas de circuito para monitorear el rendimiento del motor e incluso reproducir el podcast favorito del conductor mediante el sistema de sonido”.

En una opinión contraria publicada en una sección del periódico titulada “Comentarios varios”, Michael Prather, un activista ambiental y residente de Lone Pine, argumentó que no se trata del valor del oro, sino de salvar una parte de las menguantes zonas naturales. “La mayoría de nosotros aceptamos la minería en el condado de Inyo”, escribió. “La extracción de piedra pómez cerca de Olancha, de carbonilla cerca de Little Lake, de borato al este del Parque Nacional de Death Valley, de carbonato de sodio en el lago Owens, de energía geotérmica en [el área geotérmica de Coso], de oro en la ladera oeste de las montañas Panamint”.

Pero “a largo plazo, al condado de Inyo le conviene oponerse a la minería a cielo abierto en Conglomerate Mesa”, añadió. “Apoyar tal pérdida ambiental, cultural y recreativa es un error; lisa y llanamente”.

Kathy Bancroft, oficial de preservación histórica de la tribu Lone Pine Paiute Shoshone, desafió la afirmación de K2 Gold de que sus sitios de perforación en la meseta son de “baja sensibilidad arqueológica”. “La falta de respeto a nuestra tierra es inaceptable”, enfatizó. “Nos opondremos a cualquier proyecto futuro de exploración o minería”.

A la controversia contribuyó un incidente apodado Pondgate: K2 Gold fue sorprendida extrayendo agua de un obstáculo de agua en el campo de golf Mount Whitney, de Lone Pine, con cuatro tanques de 55 galones para usar en sus sitios de perforación en la meseta.

Los lugareños informaron de la actividad al Departamento de Agua y Energía de Los Ángeles, que rápidamente transmitió una fuerte advertencia a K2 Gold: la propiedad del campo de golf y el agua en sus estanques pertenecen a la ciudad. “Devolvimos el agua”, comentó Gibson. “Después de eso, varios residentes se ofrecieron a vendernos agua extraída de sus pozos privados”.

La mesa es el hogar de docenas de especies de plantas y animales a pesar de las escasas lluvias, la escasez de manantiales naturales y elevaciones que van desde los 3.800 a los 7.100 pies.

Entre las especies ligadas a los riscos de la mesa, grietas y pinos piñoneros se encuentran el borrego cimarrón, los gatos monteses, los coyotes, los ciervos, los lagartos nocturnos del desierto, las lechuzas comunes y los murciélagos orejudos de Townsend.

Para Hatchell, salvar la meseta significa hacer que la gente la conozca. Por lo tanto, ha estado liderando recorridos por el accidentado ecosistema de gran altitud. “La gente necesita saber de qué se trata todo este alboroto aquí”, afirmó. “El futuro de este reino de la soledad está en peligro”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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