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Una madre y su hijo separados por la administración Trump se reencuentran —por fin

Sandra Ortiz abraza a su hijo Bryan Chávez y a Yeritzel Chávez en el puerto de entrada de San Ysidro
Sandra Ortiz, a la izquierda, abraza a su hijo Bryan Chávez y a Yeritzel Chávez en el puerto de entrada de San Ysidro, en San Diego. Ortiz fue separada de su hijo en 2017 tras buscar refugio en el puerto, pero fue deportada a México.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)
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Hace más de tres años, Bryan Chávez abrazó a su madre dentro de una oficina de inmigración de Estados Unidos, aterrorizado por la idea de no volver a verla.

“No la vas a ver más”, le dijo la funcionaria de inmigración estadounidense a Chávez, según su relato. Luego la oficial se dirigió a su madre Sandra Ortiz. “Y tú irás a la cárcel”.

Madre e hijo fueron separados. Chávez fue a un centro de inmigración en California. Su madre, que no superó el examen inicial de asilo, fue deportada a México.

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Fueron de las primeras separaciones familiares durante la administración del presidente Trump, mucho antes de que la separación de familias se convirtiera en una política estadounidense publicitada. Más de mil familias siguen separadas, pero el largo calvario para Chávez y su madre por fin terminó.

Sandra Ortiz se reúne con su hijo Bryan Chávez.
Sandra Ortiz y su hijo Bryan Chávez están entre las primeras cuatro familias separadas por la administración Trump que se han reunido bajo el mandato del presidente Biden.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

El martes por la tarde fuera del Puerto de Entrada de San Ysidro, el principal punto de cruce fronterizo hacia San Diego desde Tijuana, la pareja estuvo entre las primeras cuatro familias separadas por la administración Trump que se reunieron bajo el período del presidente Biden. Chávez llevó un ramo de globos rojos, plateados y rosas del Día de las Madres para compensar los años que no pudo colmarla de regalos.

Cuando la vio, sus manos volaron hacia su cara, embargado por la emoción. Se abrazaron, llorando, mientras la gente los rodeaba en el bullicioso paso fronterizo. “La estaba viendo con mis propios ojos, pero no podía creer que estuviera allí delante de mí”, dijo Chávez.

El reencuentro de madre e hijo marca un momento clave para el gobierno del presidente Biden, que está promoviendo los regresos a casa como una forma de señalar un enfoque más humanitario de la inmigración, un alejamiento de las políticas crueles de la pasada administración. A principios de esta semana, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro N. Mayorkas, informó que un grupo de trabajo establecido por una orden ejecutiva de febrero ha estado “trabajando día y noche” en la reunificación de las familias y calificó la reunión de esta semana como “solo el comienzo” y dijo que seguirían más.

Pero los abogados y defensores que han estado trabajando durante varios años en los esfuerzos de reunificación dicen que la administración está arrastrando los pies y que estas reuniones podrían haber ocurrido antes. También critican a la administración por no hacer más para proporcionar fondos para los viajes y otros costos necesarios.

Esos fondos son necesarios porque la administración Trump guardó muy poca información sobre los padres deportados, por lo que los abogados y defensores en América Latina a veces tienen que buscar a pie y presentarse en segmentos de radio para llegar a los padres deportados.

Bryan Chávez se cubre el rostro lloroso tras reunirse con su madre, Sandra Ortiz.
Bryan Chávez se cubre la cara cubierta de lágrimas después de reunirse con su madre, Sandra Ortiz. “La estaba viendo con mis propios ojos, pero no podía creer que estuviera allí frente a mí”, dice Chávez.
(Nelvin C. Cepeda / San Diego Union-Tribune)

Los donantes de Estados Unidos han pagado gran parte de la factura hasta ahora, dijo Erika Pinheiro, directora de litigios de Al Otro Lado, una organización sin ánimo de lucro que representa a la familia. Pinheiro comentó que se alegraba de que Ortiz hubiera podido reunirse con su familia, pero que el gobierno de Biden no debería atribuirse tanto mérito por el momento. “La celebración de victoria fue definitivamente prematura”, manifestó Pinheiro.

El calvario de la familia comenzó en octubre de 2017, cuando buscaron refugio en el puerto de San Ysidro tras huir de los cárteles de Michoacán, México, que mataron al marido de Ortiz e intentaron reclutar a Chávez, según las entrevistas con la familia y los abogados que los representan.

Cuando la pareja fue separada, Chávez, de 15 años en ese momento, reveló que estaba tan conmocionado que no dijo nada. La madre y el hijo lloraron y se abrazaron por un momento antes de ser separados. Ortiz no entendía por qué los separaban. Todavía recuerda la forma en que su hijo no le quitaba los ojos de encima mientras lo escoltaban fuera.

Muchas familias fueron separadas la primavera siguiente bajo la política de tolerancia cero de la administración Trump, que exigía que cualquiera que cruzara la frontera ilegalmente fuera procesado. Pero Ortiz y Chávez no cruzaron ilegalmente y fueron separados bajo políticas mucho más nebulosas que nunca fueron publicadas formalmente. En total, más de 5.000 familias fueron separadas por la administración Trump, según los archivos judiciales. Los padres de más de 400 niños aún no han sido localizados por los defensores, según los registros judiciales.

Ortiz fue finalmente localizada en Michoacán, donde trabajaba en los campos agrícolas. Tras ser separada de Chávez, no consiguió pasar la entrevista de selección de asilo, que es la puerta de entrada al tribunal de inmigración. Muchas personas que huyen de los grupos del crimen organizado tienen dificultades para superar este paso, como el Union-Tribune encontró el caso de un joven deportado a Honduras y asesinado por los grupos de los que huía.

Ortiz tardó casi dos meses después de su separación en hablar finalmente con Chávez por teléfono, dijo.

Su hijo, después de más de un mes en un centro de inmigración, se había mudado a la casa de su hermano mayor en el sur de California. Allí se enteró de que su madre había sido deportada a México. El exilio de Ortiz significó que se perdiera los hitos de la vida de su hijo. No estuvo presente en los cumpleaños. Se perdió el baile de graduación de su hijo y, lo que es más importante, su graduación de la preparatoria hace dos años.

Chávez siempre deseará que su madre vea sus logros. “Fue muy difícil ver a todos los otros niños con sus madres abrazándolos. Las madres llorando y diciéndoles a sus hijos ‘Estamos tan orgullosos de ti’”, dijo Chávez.

Mientras tanto, Ortiz observaba el desarrollo de la vida de su hijo desde la distancia, sus sentimientos de orgullo por sus éxitos se mezclaban con la tristeza y estaban salpicados de llamadas telefónicas llenas de lágrimas. Cada vez le decía: “Ojalá estuvieras aquí”.

Lo que viene ahora para la familia no está nada claro. Chávez tiene una tarjeta de residencia, pero el estatus legal de Ortiz, a quien se le permitió entrar a EE.UU bajo libertad condicional humanitaria, aún no se ha determinado. Las autoridades estadounidenses no han formulado una política para los padres separados a los que se les ha permitido volver al país.

Para el futuro próximo, su plan estaba claro. Los dos irían juntos a comer comida china, una de las favoritas de su hijo y un recuerdo que ella guarda con mucho cariño de su infancia.

Tendrán mucho tiempo para volver a estar juntos, pero puede que no sea fácil. En cierto modo, su hijo ha cambiado. Antes de su viaje, parecía más tranquilo, sin la alegría que ella recordaba de su infancia.

Pero independientemente de lo que le depare el futuro, ambos están de acuerdo en que será mejor juntos.

Cárcamo y O’Toole son reporteras de Los Angeles Times.

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