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Para los expertos, la suspensión de la ayuda internacional contra el COVID por parte de EE.UU. prolongará la pandemia

Ugandans queue to receive COVID-19 vaccinations at the Kiswa Health Centre III in Kampala.
Ugandeses hacen fila para vacunarse contra el COVID-19 en el Kiswa Health Center III, Kampala.
(Hajarah Nalwadda / Associated Press)
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En el último paquete del Senado destinado a detener el coronavirus, los legisladores de EE.UU. redujeron casi todos los fondos para frenar el virus más allá de las fronteras del país, una medida que muchos expertos en salud calificaron como peligrosamente miope.

La suspensión de la ayuda para los países más pobres, comentaron, podría permitir en última instancia una transmisión sin control que podría derivar en la próxima variante preocupante y deshacer gran parte del progreso logrado hasta ahora.

Estados Unidos ha sido el mayor contribuyente a la respuesta global a la pandemia, con la entrega de más de 500 millones de vacunas; la falta de fondos será un revés importante.

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El dinero pagó numerosas iniciativas, incluida una campaña de vacunación masiva en la capital de Camerún en la que cientos de miles de personas recibieron su primera dosis, así como la construcción de un centro de atención de COVID-19 en Sudáfrica y la donación de 1000 respiradores a ese país. Otras campañas de vacunación financiadas por Estados Unidos en docenas de países, incluidos Uganda, Zambia, Costa de Marfil y Malí, también podrían cesar por completo.

“Cualquier interrupción de los fondos nos afectará”, reconoció Misaki Wayengera, funcionario ugandés que encabeza un comité técnico de asesoramiento al gobierno sobre la respuesta a la pandemia. Wayengera señaló que Uganda se apoyó en gran medida en la ayuda de los donantes (recibió más de 11 millones de vacunas de EE.UU.) y que cualquier recorte “haría que sea muy difícil continuar”.

“Esto es como una patada en los dientes para los países pobres, a los que se les prometieron miles de millones de vacunas y recursos el año pasado, en grandes compromisos hechos por el G7 y el G20”, afirmó Michael Head, investigador de salud global en la Universidad de Southampton en Gran Bretaña.

“Dado lo mucho que hemos fallado en la equidad de las vacunas, está claro que todas esas promesas ahora se han roto”, destacó, y agregó que sin un esfuerzo concertado y dinero para luchar contra el COVID-19 en los próximos meses, la pandemia podría persistir años.

Mientras que casi el 66% de la población estadounidense ha sido completamente inmunizada contra el coronavirus, menos del 15% de las personas en los países más pobres tienen al menos una dosis. Los funcionarios de salud que trabajan en la vacunación contra el COVID-19 en los países en desarrollo apoyados por EE.UU. temen un retroceso una vez que desaparezcan los fondos.

“La vacunación se detendrá o ni siquiera comenzará en algunos países”, señaló Rachel Hall, directora ejecutiva de defensa del gobierno de EE.UU. en la organización benéfica CARE. La funcionaria citó estimaciones de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) de que la suspensión de los fondos significaría eliminar las pruebas, el tratamiento y los servicios de salud para unos 100 millones de individuos.

Aunque las vacunas son más abundantes este año, muchos países más pobres tuvieron problemas para vacunarse y cientos de millones de vacunas donadas vencieron, fueron devueltas o no se utilizaron. Para abordar esos obstáculos logísticos, la ayuda de EE.UU. financió servicios críticos en países de África, incluida la entrega segura de dosis, la capacitación de trabajadores de la salud y la lucha contra la información errónea sobre el tema.

Por ejemplo, en noviembre, la Embajada de EE.UU. en la capital de Camerún instaló una carpa para la vacunación masiva: en los primeros cinco días, más de 300.000 personas recibieron una dosis. Ese tipo de eventos ahora será más difícil de realizar sin fondos estadounidenses.

Hall también señaló que habría consecuencias mucho más allá del COVID-19, y comentó que los países que luchan contra múltiples brotes de enfermedades, como el Congo y Mali, enfrentarán decisiones difíciles. “Tendrán que elegir entre luchar contra el ébola, la malaria, la poliomielitis, el COVID y más”, precisó.

Jeff Zients, el líder saliente del grupo de trabajo de COVID-19 en la Casa Blanca, lamentó que la legislación no incluya recursos para la lucha internacional contra la pandemia, y señaló que eso también comprometería los esfuerzos para rastrear la evolución genética del virus. “Es una verdadera decepción que no haya financiamiento global en este proyecto de ley”, aseguró. “Este virus no conoce fronteras, y es de nuestro interés nacional vacunar al mundo y protegerlo contra posibles nuevas variantes”.

Aún así, Zients anunció que EE.UU. sería el primero en donar “decenas de millones” de dosis para niños a países más pobres, y señaló que más de 20 países ya habían solicitado las inyecciones.

J. Stephen Morrison, director del Centro de Políticas de Salud Global en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, lamentó que los legisladores fuesen demasiado optimistas sobre la pandemia, precisamente cuando podría estar llegando otro brote. En las últimas semanas, los casos de coronavirus causados por la subvariante BA.2 de Ómicron, enormemente infecciosa, crecieron en toda Europa, y las autoridades estadounidenses esperan un pico en este país pronto. “Hemos cometido ese error varias veces durante esta pandemia”, dijo Morrison. “Y es posible que lo estemos haciendo de nuevo”.

A otros expertos les preocupaba que la suspensión del apoyo global de EE.UU. para el COVID-19 pudiera incitar a los funcionarios a abandonar los objetivos de vacunación actuales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se había fijado el objetivo de inmunizar al menos al 70% de las personas en todos los países para mediados de este año, pero con casi 50 países vacunando a menos del 20% de sus poblaciones, es muy poco probable alcanzar ese objetivo.

En cambio, algunas organizaciones como la Fundación Rockefeller han presionado para que los funcionarios “reorienten los objetivos de vacunar al 70 % de todos los adultos para el verano, a vacunar al 90 % de los que corren mayor riesgo en cada país”, en lo que algunos críticos reconocen que se trata de un implícito reconocimiento de los fracasos repetidos del mundo para compartir las vacunas de manera justa. Otros señalan que no debería haber objetivos de vacunas en competencia y que las autoridades sanitarias simplemente deben hacer más, en lugar de ajustar los objetivos globales.

En Nigeria, que hasta ahora recibió al menos $143 millones en ayuda por el COVID-19 de EE.UU., las autoridades descartaron las sugerencias de que sus programas contra el coronavirus sufrirían como resultado de la pérdida de fondos. La oficina del presidente de Nigeria afirmó que la ayuda de EE.UU. fue principalmente “en especies”, a través del desarrollo de capacidades, el apoyo a la investigación y las donaciones de equipos de laboratorio y vacunas. “Confiamos en que esto no causará ninguna interrupción de nuestros programas actuales”, destacó.

Sin embargo, otros advirtieron que la decisión de EE.UU. sentó un precedente desafortunado en la cooperación global para poner fin a la pandemia en un momento en que nuevas preocupaciones, como la guerra de Ucrania, llaman más la atención.

El presidente Biden originalmente planeó convocar una cumbre virtual en el primer trimestre de este año para mantener los esfuerzos internacionales encaminados, pero no se ha programado ningún evento. “A la luz de la guerra en curso en Ucrania, aún no tenemos una fecha final para la cumbre, pero estamos trabajando en estrecha colaboración con países y socios internacionales para avanzar en los compromisos”, remarcó un alto funcionario de la administración Biden, que no estaba autorizado para comentar públicamente.

Hasta este mes, la OMS dijo que había obtenido solo $1800 millones de los $16.8 mil millones necesarios de los donantes para acelerar el acceso a las vacunas, medicamentos y diagnósticos de COVID-19. “Nadie más está dando un paso adelante para llenar el vacío en este momento y la decisión de EE.UU. de suspender la financiación puede llevar a otros países donantes a actuar de manera similar”, advirtió el Dr. Krishna Udayakumar, director del Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke.

Keri Althoff, epidemióloga de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins, describió la suspensión de fondos como “devastadora”. “¿Cómo podemos siquiera estar debatiendo esto en este momento?”, se preguntó. “Es una obligación moral con el resto del planeta seguir contribuyendo a esta respuesta global a la pandemia, no solo para protegernos a nosotros mismos, sino también a las personas de todo el mundo”.

Megerian informó desde Washington. Los periodistas de AP Rodney Muhumuza, en Kampala, Uganda; Mogomotsi Magome y Andrew Meldrum, en Johannesburgo, y Chinedu Asadu en Lagos, Nigeria, contribuyeron con este despacho.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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