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Admisión universitaria: cómo el dinero y los privilegios convierten a los padres en gente estúpida y deshonesta

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Hay una nueva definición de “descaro”: sobornar a un entrenador para que un hijo poco atlético ingrese a una universidad de élite y pagar sumas astronómicas de dinero para que otra persona tome el examen de ingreso en lugar del joven y luego declare los sobornos como contribuciones caritativas.

Con un sólo golpe, lograban robar a los contribuyentes, convertir al hijo en un tonto o, peor todavía, convertirlo en un mentiroso, y ponerse en un riesgo legal tal, que amenazara su fortuna y reputación, así como la propia libertad.

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Buen trabajo, ustedes, famosos actores, abogados, magnates de bienes raíces, empresarios y ejecutivos de capital privado, acusados el pasado martes por el gobierno federal de conspiración para cometer varias formas de fraude al sobornar a los administradores de exámenes de ingreso, entrenadores deportivos y funcionarios universitarios, y utilizar la fachada de una organización benéfica para ocultar la estafa.

La pregunta más importante: ¿Cómo pudieron enloquecer a sus hijos así?

Ellos ya estudiaban en escuelas preparatorias para universidades de élite. Ya contaban con tutores, consejeros, psicólogos, toda la ayuda adicional que sus millones ganados con tanto esfuerzo podían comprar. Uno de los padres acusados, William McGlashan, alto ejecutivo de una firma global de capital privado, habló sobre sus influencias con dos miembros del directorio de la USC, y aún así participó en este engaño, según los fiscales.

¿Por qué los esfuerzos de sus hijos no eran suficientes para ustedes? ¿Por qué no podían aceptar que su hija o hijo no era apto para Yale? ¿O para Wake Forest? ¿O para la USC?

“Tengo algunas inquietudes y quiero entender completamente el plan de juego, para asegurarnos de tener éxito en lo que se refiere a nuestra hija y enviarla a una universidad que no sea ASU [siglas en inglés de la Universidad Estatal de Arizona]”, le escribió el diseñador de modas, J. Mossimo Giannulli, en un correo electrónico a William “Rick” Singer, quien se declaró culpable de ser autor de este fraude por años.

Giannulli y su esposa, la actriz Lori Loughlin, fueron acusados de pagar $500.000 para que sus hijas ingresaran a la USC como reclutas del equipo de remo, a pesar de que ninguna de ellas remaba competitivamente.

Pobre Universidad Estatal de Arizona. Incluso le faltan el respeto en un escándalo que empaña a las escuelas de élite.

Las admisiones universitarias son notoriamente inconsistentes y misteriosas. A veces, no hay una explicación racional para una decisión o, si la hay, es desconocida por cualquiera que no esté en el comité de admisiones. Conozco a una joven que fue rechazada por UC Santa Cruz, su segunda opción, pero entró en Yale. De todos modos, la mayoría de los chicos florecerán allí donde sean plantados. Y generalmente tendrán la satisfacción de saber que entraron por sus propios méritos.

No es de extrañar que padres con mucho dinero usualmente hallen la manera de que sus hijos donen grandes sumas a una universidad. No es ni ético, ni moral, pero al menos la corrupción es directa. Puede ser un poco vergonzoso ver el apellido de tu familia en un edificio de la universidad, pero estoy segura de que la vergüenza se convierte después en orgullo.

Pero ahora vemos que hay un tercer camino hacia las escuelas de élite, la “entrada alterna” como Singer les decía a los padres que atraía. Haces trampa, mientes y compras a la gente. Bien puedes esconder el tema a tus hijos, o se los cuentas y haces que engañen junto contigo. Ya es lo suficientemente repugnante desde el punto de vista moral hacer caer a un hijo en una mentira inconcebible, pero ¿cómo se las arreglará ese hijo, ahora que la mentira está al descubierto y todo el mundo lo sabe?

¿Cómo hará Toby MacFarlane, de Del Mar, un alto ejecutivo de una compañía de seguros, para mirar a su hija a los ojos después de presentar un ensayo, como alegan los fiscales, sobre su inexistente carrera futbolística?

“En el campo del fútbol o el lacrosse, soy la que luce como un varón entre las chicas, con el pelo atado, los brazos sin mangas, sangre y moretones de la cabeza a los pies”, decía su solicitud a la USC. “A mis padres les cuesta asistir a mis partidos de fútbol porque los padres de nuestros oponentes siempre hacen comentarios groseros sobre la jugadora número 8, que soy yo, y de que juego sin preocuparme por mi cuerpo o el de cualquier otra persona en el campo. Es cierto que puedo ser un poco intensa en la cancha”.

¿Qué pensaba Elisabeth Kimmel, dueña de una compañía de medios, cuando dispuso, como alegan los fiscales, que su hijo fuera inscrito en la USC como atleta reclutado para pista y campo, sin que el chico estuviera enterado? Este dilema llegó a un punto crítico -por supuesto- cuando el muchacho asistió a su orientación universitaria y su asesor le preguntó cómo iba su carrera en la pista. ¿Mi qué? Preguntó sorprendido. Su esposo, alarmado, le envió un correo electrónico a Singer: “Mi hijo no tiene idea de esto. Y así es como queremos mantener el tema”. Considere que su secreto puede llegar a los titulares.

¿Qué le genera a una joven enterarse de que su madre fue arrestada y acusada de conspiración para cometer un fraude, pero su padre, que también lo sabía, no figura en la acusación? Esa es la situación que enfrentan las hijas de la actriz Felicity Huffman, acusada, y su esposo, el actor William H. Macy, quien no lo está. En diciembre pasado, de acuerdo con la acusación, Macy y Huffman fueron grabados hablando en conjunto con Singer sobre si le pagarían para que elevara los puntajes de las pruebas de su hija menor, como habían hecho con su hermana (finalmente no lo hicieron).

Supongo que el lado positivo es que todas estas personas tienen más que suficiente dinero para pagar una buena terapia familiar. Es decir, si sus hijos todavía les dirigen la palabra.

Leer la acusación de 204 páginas es una lección de cómo los padres ricos y privilegiados creen que pueden operar fuera del peso de la moral y la ética cotidianas.

Hablando de descaro, finalizo con esta joya de Devin Sloane, CEO de una empresa de sistemas de agua potable y aguas residuales de Los Ángeles, quien supuestamente pagó $250.000 para que su hijo ingresara a la USC, como un falso recluta de waterpolo. Cuando los consejeros de la preparatoria del chico cuestionaron la admisión, porque la escuela no tiene equipo de waterpolo, Sloane le escribió a Singer: “¡Entre más pienso en esto, me resulta indignante! No tienen derecho, comercial, ni legal, sobre las cuestiones privadas de los estudiantes para llamar y cuestionar/desafiando la solicitud de mi hijo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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