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“América First” se parece cada vez más a una América aislada

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La conferencia anual de seguridad en Múnich suele ser un asunto somnoliento, una renovación totalmente usual, que bien podría parecer un ritual de votos entre los Estados Unidos y sus aliados europeos. Este año fue diferente.

La canciller saliente de Alemania, Angela Merkel, finalmente dijo lo que piensa del presidente Trump.

Sin usar el nombre de Trump, ella describió su política exterior de “América First” como la de ignorar a los aliados y promover el nacionalismo, y señaló que Alemania lo intentó antes de la Segunda Guerra Mundial con resultados catastróficos.

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“Las piezas del orden clásico, con el que estamos familiarizados ... se están desmoronando”, dijo. “No podemos simplemente romperlo. Necesitamos cooperar ”.

Ella dijo que el mejor curso es “atenerse al multilateralismo, que fue la lección de la Segunda Guerra Mundial”.

La audiencia mayoritariamente europea le dio una ovación de pie. Ivanka Trump, que escuchaba con cara imperturbable, no se puso de pie.

Merkel también tenía quejas específicas.

Ella dijo que Trump se equivocó al retirarse del acuerdo nuclear de 2015 con Irán (“deprimente”). Advirtió que el plan de Trump de retirar las tropas estadounidenses de Siria podría “fortalecer a Irán y Rusia”.

Y se burló de la advertencia de Trump al declarar a los autos importados una amenaza a la seguridad nacional y así poder aumentar los aranceles. “La planta más grande de BMW está en Carolina del Sur”, señaló.

Durante los primeros dos años de la presidencia de Trump, Merkel trató de persuadirlo para que aceptara el patrón tradicional de las relaciones entre EE.UU y Europa: disputas periódicas sobre comercio o política militar, escritas con palabras tranquilizadoras sobre la amistad transatlántica y los intereses mutuos.

No más. La relación de posguerra, que mantuvo la paz y trajo prosperidad a Europa a través de la Guerra Fría y en las décadas posteriores, está bajo la amenaza de Washington.

Las alarmas suenan en Europa occidental por la política exterior unilateral y transaccional de Trump. Y por una buena razón: el gobierno de Trump ha apuntado directamente a la Unión Europea, una pieza central de la política europea desde 1957.

Si la UE se derrumba, algunos europeos temen una nueva catástrofe: una Europa fragmentada de estados en conflicto, como la que existía antes de la Segunda Guerra Mundial.

Los europeos admiten ser los causantes de crear algunos de sus problemas. No han gastado tanto en defensa como prometieron; Trump tiene razón en eso.

La UE tampoco ha cumplido su promesa de prosperidad en países del sur como España, Italia y Grecia. La afluencia de millones de refugiados y migrantes ha provocado una reacción populista, e incluso ayudó a elegir gobiernos autoritarios en Hungría y Polonia.

Pero la Administración Trump está empeorando esos desafíos.

Además de cuestionar la necesidad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Trump ha atacado a la UE como una amenaza para los intereses de los Estados Unidos. Al preguntársele el año pasado a quién veía como los adversarios globales de Estados Unidos, el primer nombre en la lista de Trump, antes de Rusia, China, Corea del Norte o Irán, era la Unión Europea.

“Creo que la Unión Europea es un enemigo por lo que nos hacen en el comercio”, dijo.

Incluso ha afirmado que la UE se fundó principalmente para dañar a los Estados Unidos. “Se formaron para aprovecharse de nosotros”, dijo en un mitin político el año pasado.

Los diplomáticos europeos declaran en privado que la postura de Trump es principalmente una estrategia para ganar ventaja en las negociaciones comerciales. “Prefiere negociar uno a uno con países pequeños que con un grupo grande que es un competidor equitativo”, explicó uno de los diplomáticos.

Pero la UE no se trata solo de comercio. No se fundó para sabotear las exportaciones de los EE.UU se fundó para evitar que Alemania y Francia volvieran a la guerra, como lo hicieron tres veces entre 1871 y 1945.

“La UE es la organización de mantenimiento de la paz para Europa”, afirma un funcionario europeo.

Entonces, cuando Trump y sus ayudantes se adentran en los asuntos internos de Europa e intentan impulsar a los políticos que quieren destruir la UE, eso no es solo una táctica de negociación difícil. Es una amenaza existencial para un proyecto en el que los gobiernos europeos han estado trabajando durante más de 60 años.

“Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?”, tuiteo Donald Tusk, el presidente del Consejo Europeo nacido en Polonia, el año pasado.

Incluso mientras Trump trabaja para socavar a la UE, está pidiendo a los europeos que hagan más por él y sus prioridades.

Los ha presionado, sin éxito, para que también renuncien al acuerdo nuclear de Irán, aunque la mayoría está cumpliendo con las nuevas sanciones de los Estados Unidos.

Quiere que envíen más tropas a Siria, a pesar de que está retirando las fuerzas de los Estados Unidos.

Quiere que Alemania cancele un contrato para un gasoducto de gas natural de Rusia y, en cambio, compre gas estadounidense.

Y cuando se oponen, cuando los europeos dicen que una alianza debería ser una ruta de doble vía, los funcionarios de la administración a veces han amenazado con represalias a través de sanciones económicas o aranceles.

Se está convirtiendo en un círculo vicioso: la Administración Trump presiona. Los europeos se resisten. El efecto es hacer que a los antiguos aliados les resulte más difícil cooperar en las áreas donde están mayormente de acuerdo.

Parece un matrimonio conflictivo, sin consejero matrimonial. A menos que cuenten con el ex vicepresidente Joe Biden, quien fue a la conferencia de Múnich y aconsejó a los europeos que esperen a que Trump deje de ser mandatario.

Hasta entonces, la política exterior de “América First” de Trump está produciendo un resultado que el presidente insiste en que no quiere: un Estados Unidos aislado.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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