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¿LA apoyará o rechazará la huelga de los maestros?

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El 10 de enero es la fecha en que 35,000 maestros se han puesto como límite para declararse en huelga si el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles no ofrece un contrato aceptable.

¿No te emociona el tema? ¿Te molesta? ¿Te es indiferente?

Ese es el problema.

Pocos de nosotros nos preocupamos por la inminente huelga de United Teachers Los Angeles, que sería la primera desde 1989, cuando un paro de nueve días “extendió el caos” por toda la ciudad, según un titular del New York Times en ese entonces.

Incluso si no tiene hijos en escuelas públicas o si vive dentro de los límites del distrito, la última ruptura en las prolongadas negociaciones entre UTLA y el superintendente de LAUSD (y el ex editor del Times) Austin Beutner, debería preocuparle. Porque pronto afectará a todos.

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Todo esto puede parecer una lucha interna tonta, con ambos lados acusando con el dedo y presentando quejas de que el otro no está “negociando de buena fe”, pero le importará cuando medio millón de niños no tengan a dónde ir un jueves, y cientos de miles de padres tengan problemas para llegar al trabajo.

Estamos hablando de un cierre potencialmente de una semana del segundo distrito escolar más grande de Estados Unidos. Las ramificaciones de tal evento no alterarían a L.A. como el llamado ‘carmageddon’.

¿Cómo llegamos a este punto de apatía? Fácil: es culpa de todos.
Comencemos con los conservadores que desarrollaron un odio especial hacia los sindicatos de docentes (y los sindicatos de empleados públicos, en general), porque las cuotas sindicales financian las causas liberales y a los candidatos cuando llega el momento de las elecciones.

Los ‘think tanks’ conservadores y los filántropos han sembrado el escepticismo sobre la educación pública. Lo que significa que cuando los maestros dicen que sus salarios son bajos, sus condiciones de trabajo difíciles y su costo de vida insostenible, el público simplemente pone los ojos en blanco.

Hay muchas preocupaciones legítimas acerca de cómo el sistema de educación pública de L.A. le falla a los niños. Pero declarar a los maestros y al sindicato que los apoya como el enemigo principal, demoniza injustamente a las decenas de miles de personas que pasan sus vidas guiando a nuestros niños a través de los años más importantes de sus vidas.

Una guerra tan aguda lleva a un UTLA a no soportar ninguna crítica en absoluto.

Los problemas reales y percibidos del LAUSD han llevado a miles de padres a abandonar las escuelas vecinales administradas por el distrito y poner a sus hijos en escuelas autónomas o privadas (no sindicalizadas).

Ellos también tienen la culpa. Provocaron una fuga de cerebros no solo de los estudiantes sino también de los adultos que pueden dedicar más tiempo, dinero y energía a las escuelas locales que los padres de clase trabajadora.

Una venta de capital social de los padres elimina un control crucial contra el poder del distrito y del sindicato, lo que permite que los impasses se conviertan en situaciones como la que tenemos ahora.
Pero una gran razón por la cual las personas no se preocupan por la lucha de UTLA es la propia UTLA.

Tome en cuenta lo que sucedió la semana pasada, cuando el llamado “panel de investigación” sugirió que la oferta salarial del LAUSD era razonable, solo para que los líderes sindicales la rechazaran rotundamente.

El panel sugirió un aumento retroactivo del 6% a dos niveles hasta julio de 2017; el sindicato no cambiaría su demanda de un aumento retroactivo del 6.5% hasta julio de 2016.

“¿Qué tal si te alegras de que obtengas un aumento, por no hablar de uno retroactivo?”, grita lo que queda de la clase trabajadora del sur de California.

Y cuando Beutner dijo a los reporteros que había acuerdo sobre el aumento de sueldo, el sindicato atacó.

“El último artilugio de Beutner demuestra que quiere crear confusión y caos”, descargó en un comunicado de prensa el sindicato, “en lugar de ser un socio dispuesto a la reinversión y la sostenibilidad de nuestro distrito escolar”.

Estoy a favor de las tácticas de negociación de línea dura cuando sea necesario. Pero UTLA está en un lugar diferente. La posibilidad de una huelga, en una época en la que los presupuestos familiares se tienen que estirar para que alcancen, no es buena.

¿El sindicato pagará por el cuidado diurno de todos estos padres que ahora están jodidos? ¿O dará a los niños una A extra por incomodar sus vidas?

Los maestros de L.A. habrían estado mejor si organizaran una huelga ‘salvaje’ como tantas otras que se hicieron a principios de 2018 en todo el país.

Estas acciones masivas fueron en su mayoría bien recibidas y convirtieron la angustia financiera de los sistemas de educación pública en un problema a nivel nacional.

Si UTLA realiza una huelga prolongada, tendremos que decidir qué hacer, si encogernos de hombros o agitar colectivamente nuestros puños. Buena suerte en la presentación de su caso a padres agotados y maestros frustrados, porque lo van a necesitar.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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