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La tecnología ayuda a atrapar terroristas en serie. El ego es su mayor vulnerabilidad

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Las autoridades tardaron 17 años en encontrar al terrorista conocido como ‘Unabomber’. Les llevó 19 días encontrar al de Austin.

La diferencia se redujo gracias a la tecnología. Los teléfonos inteligentes y las cámaras de vigilancia desempeñaron un papel fundamental en la búsqueda de Mark Anthony Conditt, quien según las autoridades, fue responsable de la serie de ataques que aterrorizaron a los habitantes de Austin, Texas.

El sospechoso fue captado por un video en dos tiendas de FedEx. Las autoridades identificaron los datos del teléfono celular que lo ubicaron en el lugar de las explosiones. Después rastrearon sus búsquedas en internet y recibos de pagos. El miércoles, las autoridades lo siguieron desde su motel hasta el sitio en el que inmoló en su automóvil.

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Esa tecnología no existía cuando el Unabomber, Ted Kacyynski, enviaba sus bombas por correo entre 1978 y 1995. Irónicamente, sus artefactos, que mataron a tres personas e hirieron a más de 20, tenían como objetivo su manifiesto de protesta contra la tecnología.

Los expertos dijeron que lo que no ha cambiado desde esos días es la vulnerabilidad clave en la mayoría de ellos: su gran ego.

Siempre encontrarán una manera de ser visibles, según Mike Rustigan, profesor emérito de justicia penal en la Universidad Estatal de San José.

“Dado que hay más personas con teléfonos inteligentes y más cámaras de vigilancia en todas partes, se podría pensar que tendrían un efecto disuasorio”, dijo Rustigan. “Pero la naturaleza de estos terroristas en serie, como Ted Kaczynski, es que creen que pueden vencer al sistema. Son sus egos monstruosos los que les permiten sentir que están por encima de la ley y que nunca serán atrapados”.

Días después de que Timothy McVeigh voló el edificio federal en la ciudad de Oklahoma en 1995, Kaczynski mandó una bomba cerca de Sacramento en lo que Rustigan caracterizó como una demostración de superioridad. Luego Kaczynski exigió que el New York Times y el Washington Post publicaran su manifiesto de 35,000 palabras, lo cual hicieron.

Eso llevó al hermano de Kaczynski a reconocer el estilo de escritura, lo que a su vez llevó a que las autoridades cambiaran su búsqueda a una nueva ubicación: Montana.

Si el manifiesto no se hubiera publicado, dijo Rustigan, es posible que hubiera podido seguir atacando sin que lo atraparan.

“Es muy importante para ellos ser reconocidos y obtener cobertura de televisión y en los medios impresos”, dijo Rustigan. “Se puede ver un tremendo nivel de grandiosidad y egolatría en todos ellos, independientemente de su ideología”.

La tecnología es una espada de doble filo para los atacantes: hace que la notoriedad sea más fácil de alcanzar, pero también hace que sea más probable que los atrapen.

Enzo Yaksic, que dirige el Atypical Homicide Research Group de la Northeastern University, dijo que los asesinos en serie están enamorados de la capacidad de controlar a una comunidad, y también esperan obtener simpatías de aquellos que podrían admirarlos o compadecerse de ellos.

Ese fue el caso de Eric Rudolph, quien mató a dos personas e hirió a cientos con unas bombas entre 1996 y 1998, incluido el de los Juegos Olímpicos de Atlanta y una clínica de abortos en Alabama.

Durante esa persecución, se escondió en los bosques a las afueras de Murphy, un pequeño pueblo de Carolina del Norte que parecía compartir sus creencias anti-gays y antiaborto y que podría haber ayudado a protegerlo.

Según el Christian Science Monitor, un letrero en el exterior de la ciudad decía: “Oren por Eric Rudolph”.

Rudolph evadió la captura durante cinco años antes de ser descubierto por un oficial de policía novato. Después de su arresto, Rudolph firmó autógrafos a los agentes del sheriff de los carteles en donde se le buscaba.

Durante su sentencia en 2005, se mostró desafiante, guiñando el ojo a los fiscales. En una declaración de 11 páginas publicada por sus abogados, se comparó con un patriota en la Guerra Revolucionaria.

“El aborto es asesinato”, escribió. “Y cuando el régimen en Washington legalizó, sancionó y autorizó esta práctica, perdieron su legitimidad y autoridad moral para gobernar”.

Yaksic dijo que no está claro con cuanta antelación podría haber atrapado a Rudolph en un mundo digital.

“Los avances en la tecnología han alterado el panorama de los asesinato múltiples, ya que la disminución de los homicidios en serie desde la década de 1990 es paralela a la casi ubicuidad de la tecnología de vigilancia, el teléfono celular y el uso de Internet”, escribió Yaksic en un correo electrónico.

“La facilidad de la aplicación de la ley en los registros de seguimiento de teléfonos celulares, su devolución de historiales de búsqueda en Internet y la recepción de videos de vigilancia han ayudado en gran medida a muchas investigaciones modernas al proporcionar el paradero de posibles sospechosos y sus planes futuros”.

Bill Jonkey, un técnico retirado del FBI especializado en bombas, dijo que el teléfono celular a menudo juega un papel clave en las investigaciones, pero solo después de que el sospechoso es identificado. Hacer esa identificación es mucho más fácil ahora, con cámaras de vigilancia en todas partes.

Jonkey trabajó en el incidente de Harvey’s Hotel and Casino cerca de Lake Tahoe en 1980 y no tenía el apoyo de los dispositivos de rastreo de alta tecnología actuales. Dijo que al final una información recibida y un nombre que recibió lo llevaron al atacante, John Birges. Luego, mientras construían el caso, tenía que rastrearlo sin el beneficio de la triangulación del teléfono celular.

“Durante la última parte de la investigación, me mudé a Fresno y, hacia el final antes de que lo detuviéramos, mi trabajo era contactarlo todos los días durante probablemente un mes”, dijo Jonkey. “A veces me invitaba y me decía: ‘Bueno, si yo fuera el terrorista, habría hecho esto o aquello’. Era una forma de decirme que era muy superior a mí. Tenía un gran ego”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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