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Lo que diga en un avión puede causarle graves problemas, al igual que lo que no diga

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Decirle algo incorrecto al personal de la aerolínea puede provocar serios problemas para los pasajeros. Contar una broma obscena o hacer una amenaza verbal podría excluir a un viajero problemático de un vuelo, incluso podría ser arrestado.

¿No lo cree? Considere lo que le sucedió a Trevor Davis en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles. El 18 de abril, cuando el receptor de los Green Bay Packers, de 24 años de edad, se registró en un vuelo de Hawaiian Airlines, un empleado de la aerolínea le hizo una pregunta rutinaria: “¿Guardó artículos no aprobados, como aerosoles, cuchillos o explosivos?”.

“Sí”, le respondió Davis, según Rob Pedregon, portavoz de la policía del aeropuerto. El deportista luego se volvió hacia su compañero de viaje y le preguntó: “¿Has empacado los explosivos?”.

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Davis fue arrestado, trasladado a la cárcel del condado de Los Ángeles y acusado de hacer una falsa amenaza de bomba en un aeropuerto.

Aunque los cargos en su contra fueron luego desestimados, el “chiste” de Davis es una advertencia para aquellos que piensan que las amenazas de bomba son divertidas.

Parte de mi trabajo como asistente de vuelo es reportar un comportamiento sospechoso al capitán. Si alguien aborda el avión y dice en chiste: “Tengo una bomba en mi bolso. ¿Me dan una mejora a clase ejecutiva?”, yo estoy obligado a informar la declaración al capitán.

Debo hacerlo, incluso si creo que el pasajero está bromeando, incluso si sé que el pasajero está bromeando.

En lo que respecta a la seguridad de las líneas aéreas, nada queda en la interpretación. Si alguien afirma que tiene un explosivo en su maleta, el personal de la aerolínea debe tratarlo como si tuviera un dispositivo explosivo en su maleta.

Recientemente, durante el proceso de embarque en mi vuelo a San Pablo, Brasil, un hombre estadounidense de mediana edad expresó su indignación por algo que había sucedido en su vuelo anterior. Mientras ingresaba por la puerta de embarque, dijo: “Cuando aterrice este avión, dispararé a todos los empleados de [esta línea aérea]”.

La azafata ubicada en la puerta de embarque oyó la amenaza, al igual que varios pasajeros. La azafata reportó el incidente al capitán, quien inmediatamente llamó a la policía.

Dos oficiales interrogaron al pasajero en el puente de abordaje. Me mantuve cerca para escuchar, preocupado de que alguien que había amenazado con dispararme a mí y a mis colegas intentara minimizar la seriedad de su declaración.

Uno de los oficiales le preguntó al hombre si había hecho la amenaza verbal. “Bueno... no exactamente”, respondió él. “Dije: ‘Cuando aterrice este avión, espero que alguien le dispare a todos los empleados en [esta aerolínea]’”.

No podía creer lo que había escuchado.

Al decir que esperaba que ‘alguien’ cometiera un acto espantoso de violencia contra personas inocentes en lugar de admitir que había expresado el deseo de hacerlo, intentaba desviar la culpa.

Su táctica funcionó. Las autoridades decidieron no arrestarlo. Pero después de consultar con los asistentes de vuelo - quienes tomaron en serio la amenaza- el capitán les pidió a los oficiales que bajaran al pasajero de nuestro avión.

El agente de la puerta de embarque también inició procedimientos para prohibirle permanentemente al pasajero volar en la aerolínea.

A veces, también es lo que un pasajero no dice lo que lo sacará del avión.

Al final de cada video de seguridad a bordo, la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) requiere que los asistentes de vuelo caminen por la cabina y se aseguren de que los cinturones de seguridad estén abrochados, que las mesas estén guardadas y que los asientos se ubiquen en posición vertical.

La mayoría de quienes viajan están familiarizados con el proceso. Sin embargo, durante un vuelo, cuando mi colega le pidió a un pasajero en particular que guardara su mesa, éste miró hacia adelante sin comprender y se negó a responder.

Preocupada, ella le preguntó si se encontraba bien.

Él no respondió. Siguió mirando el asiento que tenía enfrente.

Mi colega guardó la mesa y le preguntó repetidamente si había algún problema. Él seguía sin responder, mirando hacia adelante como si estuviera en trance.

Insegura sobre cómo proceder, ella me llamó. No había personas con discapacidad auditiva en la lista de información de pasajeros, por lo tanto ese no era el problema. El comportamiento del hombre era ciertamente sospechoso.

“Señor”, le dije, “¿por qué no responde? Necesitamos una respuesta de su parte”.

El hombre me miró brevemente y continuó con la vista fija hacia adelante.

Mientras nos movíamos hacia la pista, fui al frente del avión y le describí la situación a la auxiliar de cabina. Ella confrontó al pasajero, explicando que negarse a responder al pedido de un miembro de la tripulación podía ser motivo de expulsión.

“Necesito que responda antes del despegue”, dijo. “Por favor hábleme.”

Aún así, el pasajero eligió no hablar.

Momentos después, el capitán anunció que estábamos regresando a la puerta.

Cuando se abrió la puerta del avión y los agentes uniformados escoltaron al hombre hacia tierra, habló por primera vez.

“¿Cual es el gran problema?”, les preguntó.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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