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El Amado Carrillo de Yazpik toma las riendas en la despedida de ‘Narcos: México’

José María Yazpik como Amado Carrillo Fuentes en una escena de la nueva temporada de "Narcos: México".
José María Yazpik como Amado Carrillo Fuentes en una escena de la nueva temporada de “Narcos: México”.
(Juan Rosas / Netflix)
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Por lo general, si no se encuentra involucrado en una saga de superhéroes o de espías secretos, es difícil que cualquier actor tenga la oportunidad de desarrollar a un personaje complejo a lo largo del tiempo. A no ser que forme parte de una serie de televisión especialmente exitosa.

Y eso es lo que ha sucedido con José María Yazpik, que lleva cuatro años en el papel del ‘capo’ del narcotráfico Amado Carrillo Fuentes, porque empezó a interpretarlo durante la tercera temporada de la “Narcos” original (ubicada en Colombia), lo ha seguido haciendo en las dos primeras temporadas de “Narcos México” que ya se vieron y adquiere un protagonismo mucho mayor en la tercera, que se estrena en Netflix este 5 de noviembre.

En la entrevista por Zoom que puedes ver también por aquí en su versión de video, Yazpik, que tiene una larga carrera internacional en la pantalla chica y en la grande, habló extensamente de los retos de encarnar al cuestionado líder del crimen, de sus propias experiencias con el fenómeno del narcotráfico y de las novedades de una temporada que nos traslada a la década de los ’90 para enfrentarnos a un fenómeno que sigue vivo.

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José María, a estas alturas, Amado Carrillo te ha dado mucho trabajo. Al menos como personaje.

Me ha dado mucho trabajo, así como la oportunidad de estudiar ciertas situaciones que son a veces los regalos que te da representar a un personaje que realmente existió, como poder meterte en el contexto de su historia y en el de todo un país.

Se podría pensar que tuviste el reto de reemplazar a Diego Luna, quien representaba al jefe de jefes en las dos temporadas anteriores; pero me da la impresión de que esta temporada tiene otros matices, de que el asunto es más coral.

No se trataba de reemplazar a nadie, porque en este caso, cada personaje va adquiriendo un peso específico. Lo que hicieron aquí los escritores era darle una coralidad [sic] a la dinámica de la historia, porque Amado fue realmente así; pese a que fue el narcotraficante más exitoso [en ese momento], no era de esas personas que buscan el protagonismo, a las que les gusta acaparar cámaras. El que aparezca con cierto misterio en toda la temporada tiene que ver mucho con su personalidad.

Además, como esta era la última temporada, había que darle a los demás la importancia que requerían. No se podían cerrar muchas de las historias porque siguen sucediendo; veinte años después, algunos de estos personajes siguen ahí, haciendo de las suyas.

Habías tenido que asumir el acento norteño desde que empezaste a interpretarlo; ¿pero qué significó para ti la evolución de un personaje que, además de mostrarse mucho más poderoso, se convierte ahora en un experto estratega?

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Tiene otros niveles, otros alcances y otras profundidades. Hay incluso un ‘flashback’ con Don Neto [el personaje de Joaquín Cosío] en el que mi manera de hablar es distinta a la actual, porque el tono y la energía de Amado cambian. Lo que se presenta aquí es como un proceso más existencial; llega a donde tiene que llegar, pero suceden varias cosas que lo llevan a cuestionar sus decisiones. No es un Amado de acción, sino uno que se va hacia adentro, lo que es gratificante como actor, porque te interesa saber por qué los personajes hacen lo que hacen.

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Pero sí es presentado en la primera escena de la temporada con una escena de acción muy espectacular que en la opinión de algunos espectadores podría servir como incentivo para quienes se sienten atraídos por el universo del narcotráfico, aunque la serie nunca ha apoyado estas conductas.

Hay argumentos buenos en los dos lados. Si es apología al crimen o no, si esto causa que a ciertas personas jóvenes se les haga muy atractivo este mundo… no hay una respuesta correcta. Pero en esta serie, nadie sale ganando: todos terminan en la cárcel, traicionados y se la pasan huyendo. Se acerca mucho a lo que es la vida real de estas personas.

Pero sí, son narcotraficantes guapos, con estos elementos que hacen que quieras verlos más y que hasta te llevan a desear que triunfen. Claro que eso no pasa solo con las narcoseries; cuando yo veía los ‘westerns’ de chico, quería que ganara el malo. Siempre tenemos la necesidad de echarle porras al malo, porque te ves reflejado en alguien que hace cosas que tú no vas a hacer en la vida real.

De todos modos, un ‘chavo’ no se va a volver narcotraficante por ver una serie; lo va a ser si no tiene posibilidades decentes de estudio, de medicinas o de comida en su poblado, básicamente porque el gobierno los ha abandonado. Al tomar esa decisión, se enfrentará a situaciones terribles día a día. Si el vivir con la presión constante de que te pueden matar es mejor que quedarte en tu lugar de origen sin poder hacer nada por tus hijos, tus padres o ti mismo… ¡híjole!, qué difícil situación.

Otra escena de Yazpik en la serie.
(Juan Rosas / Netflix)
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OK, pero después de haber trabajado durante tanto tiempo con la figura de Carrillo Fuentes, ¿consideras que era un psicópata, un ser humano amoral?

No puedes ser una persona normal y accionar como esos tipos accionan. Habrá niveles. Amado Carrillo no fue tan sanguinario como los Arellano, por ejemplo, pero sí fue un tipo que le hizo mucho daño a mucha gente. Realmente, lo que cuesta trabajo como actor con este tipo de personajes es no juzgarlos, porque es extraño prestarle los sentimientos y el cuerpo a un personaje tan nocivo; lo que yo hago es centrarme en la parte humana, en los miedos, en las añoranzas, tratando de no ver todo como un defecto.

Más allá de los guiones, ¿qué tipo de investigación has hecho para enfrentarte a este personaje?

De todo; desde entrevistarme con gente que fue a reconocer el cuerpo, hasta familiares suyos de varias edades y [la lectura de] varios libros. Es complicado conseguir información sobre él, porque no era una persona demasiado pública; pero uno de sus hijos fue compañero de escuela de varios amigos míos que estuvieron a su lado en fiestas y me contaron varias cosas.

Ahora, la tercera temporada tiene situaciones que no necesariamente sucedieron, y que se requieren en una dramatización para darle un arco más interesante al personaje; pero, en general, se apega mucho a la realidad.

Tú naciste en Ciudad de México y estás ahora por allá, pero sé que viviste en Tijuana y en San Diego -la zona de frontera-, lo que te expuso evidentemente de manera constante a las noticias sobre el ‘narco’.

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¡No solo a las noticias! Un par de ‘narcojuniors’ iban conmigo a la escuela en San Diego. Hacíamos ‘carpool’ a veces. Estuve cerca de ese mundo, pero afortunadamente, no adentro. En los ’90, en una sociedad tan cerrada como la tijuanense, era imposible no toparte con este tipo de personas en algún momento. A los Arellano los veía a cada rato en la discoteca y tuve amigos que terminaron trabajando para ellos; el 97 por ciento ya están muertos.

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Y ya que dijiste que te atraían los villanos de la ficción, ¿sentiste atracción por estos villanos de la vida real, o te daban más bien miedo?

Era un ir y venir entre esas dos emociones. Me daba mucha curiosidad saber por qué amigos míos que no tenían la necesidad de hacerlo entraban en ese mundo. Estudiábamos en una escuela de Estados Unidos, éramos socios del club campestre y vivíamos en el mismo barrio; no necesitaban dinero para estar de ‘playboys’. Eso me llamaba la atención, pero a la vez, llegábamos a una discoteca donde estaban los Arellano y no sabías lo que iba a pasar. No me tocó personalmente que se portaran de una manera agresiva, pero sí [me] tocaron balaceras y hubo varios conocidos que tuvieron roces con ellos y terminaron perdiendo.

En esta temporada también aparecen los ‘narcojuniors’, y uno de ellos es interpretado por Bad Bunny, que es puertorriqueño. Su presencia puede ser vista como un simple recurso comercial.

Pero fíjate que sí hizo casting. Él quería ser parte de esto; no lo buscaron, sino que lo buscó. Y el “Kitty” Páez [su personaje] era una de esas personas que estuvieron allí todo el tiempo, en el radar tijuanense.

Las grabaciones de esta temporada, iniciadas en el 2020, se tuvieron que interrumpir debido a la pandemia, y se terminaron recién en marzo de este año. ¿Cómo fue tu experiencia con todo eso?

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Fue complicado, porque paramos totalmente durante seis o siete meses, y no sabíamos lo que iba a suceder. Finalmente, cambiaron varias escenas; había varias muy espectaculares, con cientos de extras, y tuvieron que hacerlas mas chicas. A mí me pegó ya el bicho antes de arrancar otra vez. Me quedé en la casa mientras estuve enfermo; fue leve. De todos modos, en el set, todos andábamos con mascarillas y haciéndonos los tests a casa rato, tomando todas las precauciones.

Más allá de que los narcotraficantes aparecen con sus nombres y apellidos reales, aquí se menciona como cómplices del negocio al PRI y específicamente a Carlos Hank González, un político perteneciente a la vieja guardia de ese partido. ¿Crees que fue una decisión un poco arriesgada, o todo esto es ya vox populi?

La serie intenta retratar lo que fue esa década sin ser un documental, y por lo tanto, estos personajes tenían que estar. Al estar ya muerto Hank, se puede usar su nombre, mientras que, en otras temporadas, al enfrentarse a una posible demanda, optaron por cambiar los nombres. Serie naif pensar que la gente que está viendo esto no se da cuenta de que el narco se ha metido por todos lados, como la humedad, y que sigue ahí. Eso es justamente lo que hace que esta serie sea valiosa.

Al lado de la avioneta.
Al lado de la avioneta.
(Juan Rosas / Netflix)

¿Por qué se usó el nombre ficticio La Voz de Tijuana para un diario que alude evidentemente al Zeta?

Eso pudo ser una cuestión legal, pero no lo sé. De hecho, el reportero [que hizo las investigaciones en esa época] era un hombre, “El Gato” Félix, y no una mujer [como aparece en la serie]. Pero quizás hubo también una reportera por ahí.

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Esta serie es completamente bilingüe, pero tiene muchísimo español y toca una temática muy mexicana que afecta muchísimo a los mexicanos. ¿Crees que la seriedad con la que trata el asunto la diferencia de otras narcoseries y le ha dado una mayor legitimidad entre tus compatriotas pese a ser una producción estadounidense?

Bueno, es francesa también, porque el estudio productor es Gaumont. Me parece que eso ha sido un atributo, porque se aleja de las narconovelas de Telemundo y Univision, que cuentan ficciones basadas en personas reales, pero sin un valor histórico. No estoy diciendo tampoco que “Narcos” se deba ver en las escuelas; para eso existe otro material. Pero en México, sí ayudó a darle cierta credibilidad al producto.

La serie se ha empeñado siempre en demostrar la inutilidad de la guerra contra las drogas. ¿Cómo te sientes tú ante esa perspectiva?

Es un tema complejísimo y no soy un experto, pero esta guerra no ha servido para nada. La empezó [Richard] Nixon porque estaba perdiendo en Vietnam, y luego dijo que ya la había ganado. Luego la recuperó [Ronald] Reagan, y después de eso, se ha ido manejando según los intereses de cada gobierno, ya sea en Estados Unidos o en México. Es una guerra que no se puede enfrentar a balazos.

Habría que despenalizar las drogas, pero habría que analizar eso desde Colombia, que es donde se hacen, hasta México, que son los que la transportan; y claro, tomando en cuenta a Estados Unidos, que sigue consumiéndolas. Y esto tiene que ver también con el negocio de las cárceles en Estados Unidos. No veo una solución cerca, pero pienso que se debería empezar a hacer algo realmente efectivo.

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