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Era de esperar que, en manos de James Gunn, el Hombre de Acero recibiera un tratamiento mucho más ligero que el que le dio Zack Snyder, quien comandó tres películas en las que el superhéroe asumía una personalidad particularmente cínica y oscura cuando se la compara con la que tenía en versiones anteriores.
Y es que, desde el inicio de su carrera, Gunn se ha distinguido por un uso abundante del humor y un tono narrativo juguetón, es decir, decisiones de estilo que se encuentran claramente delineadas en la saga de Guardians of the Galaxy, cuyas tres entregas hasta la fecha han sido dirigidas y escritas (o co escritas) por él mismo.
Por ese lado, el hecho de que un estudio de las dimensiones de Warner haya decidido cederle la posta de un producto tan preciado tiene indudablemente que ver con la intención de darle un giro completo a las aventuras fílmicas del oriundo de Krypton, lo que, más allá de sonar a una medida comercial desesperada, tiene que ver con los reclamos de una buena parte de la fanaticada, que no se sintió complacida con los esfuerzos lúgubres de Snyder.
En ese sentido, la entrega de “Superman” que se estrena esta semana es un decidido e intencional ‘throwback’ que complacerá probablemente a un generoso sector de los hinchas, pero decepcionará a muchos otros debido a su carácter inocente y su sencillez dramática.

No se trata tampoco de que la entrega actual sea completamente superficial. Gunn, quien firma también el guión, es lo suficientemente astuto y consciente para saber que un superhéroe como este, por más nobles que sean sus intenciones, se presta irremediablemente para hacer diferentes consideraciones sobre la sociedad estadounidense, empezando por el hecho de que, pese a ser un hijo adoptivo de este país, Superman es finalmente un inmigrante -intergaláctico y de ojos azules, claro- que decide actuar frecuentemente por cuenta propia para hacer justicia.
Esta clase de detalles, plasmados incluso durante una entrevista improvisada entre el mismo protagonista y el personaje de Lois Lane en la primera parte del filme, hacen que la misma cinta se diferencie de algún modo de sus antecesoras y tenga algo nuevo que decir, aunque está claro que la aproximación de Gunn al espinoso tema es tan cautelosa como la que emplea cuando presenta la invasión de un país a otro (es decir, una circunstancia que, en estos días, podría ser adjudicada a más de una potencia).
El problema principal es que, en más de una ocasión, el “Superman” del 2025 parece ser un remake del “Superman” de 1978 cuando no lo es, porque, para empezar, no es una historia de origen, sino una que se inicia ya con el protagonista como un superhéroe plenamente establecido que vive en Metrópolis y cuyo alter ego, el periodista Clark Kent, se encuentra a punto de publicar su primer artículo de portada en el Daily Planet.
Pese a ello, Gunn reproduce no solo el tono despreocupado de la cinta de 1978, sino también circunstancias específicas del guión adjudicado a Mario Puzo, David Newman, Leslie Newman y Robert Benton, como el tipo de táctica empleada por el villano de villanos Lex Luthor para generar caos masivo, el aspecto de la Fortaleza de la Soledad y la existencia misma de un personaje específico, Eve Teschmacher, la desencantada novia de Luthor que fue creada específicamente para esa producción.

Si bien Gunn ha dicho que su película se encuentra inspirada por “All-Star Superman”, una serie de cómics publicada entre el 2005 y el 2008, resulta difícil encontrar las semejanzas, sobre todo en términos temáticos, ya que esos comics presentaban a un protagonista afectado por una suerte de enfermedad terminal que no aparece remotamente en el filme. En todo caso, la influencia parece haber sido “espiritual”, por llamarlo de algún modo.
Lo único realmente único que la cinta tiene es un giro inesperado relacionado a los padres biológicos del protagonista que no revelaremos, y que es en teoría impactante, pero no lo suficientemente convincente para sostener el conflicto principal que atraviesa su estrella. Podemos adelantar, eso sí, que se trata de una alteración de la mitología que dará mucho de qué hablar.
Por otro lado, más allá de su aire nostálgico, no todo lo que se presenta alude al pasado. Para dejar en claro que nos encontramos ante un Superman del presente, Gunn menciona a las redes sociales y el papel que estas cumplen tanto en la celebración como en el ‘bullying’ al que es sometido el superhéroe, aunque, nuevamente, el asunto se trata solo de refilón. Afortunadamente, el humor -que, nuevamente, es el sello de fábrica del realizador- es casi siempre efectivo y pertinente, aunque nunca hilarante.
Visualmente, la cinta también es problemática, y generará con seguridad comentarios sumamente contrastados. Por un lado, la estética artificiosa y colorida que emplea traza una conexión directa con la de las historietas, pero, por el otro, revela descaradamente su origen digital, lo que entra en contradicción con sus tendencias ‘vintage’.
No cabe duda de que “Guardians of the Galaxy Vol. 2”, la cinta de superhéroes que se encuentra desde ayer en todas las salas estadounidenses, será un gran éxito de taquilla, así como un nuevo crédito a favor de su director y guionista James Gunn, quien alcanzó fama mundial con la primera entrega de esta saga, pero que antes de eso era prácticamente un desconocido para la escena del ‘mainstream’.
El empleo abundante de la CGI afecta no solo a algunas de las criaturas presentadas -hay un monstruo que parece haber sido extraído de la franquicia de Ghostbusters- y muchos de los fondos empleados, sino también -y de manera especialmente incómoda- a Krypto, el superperro que aparece por primera vez en la pantalla grande y que, pese a haber sido creado sobre la base de la mascota más querida de Gunn, se desarrolló con el uso de unos efectos especiales que lucen completamente artificiales.
Por fortuna, hay otros elementos que se pueden disfrutar con plenitud, como la manera en que se encuentran presentadas las escenas de vuelo, dueñas por primera vez de un sentido del realismo que permite por ejemplo ver cabelleras alborotadas por el viento mientras simulan haber sido hechas por camarógrafos que surcan igualmente los cielos.
Hay además algunos detalles significativos que los fans acérrimos agradecerán, como la exhibición de la mirada de calor -que ya ha sido vista-, pero esta vez en rotación; y habrá que ver como reacciona la audiencia ante el nuevo traje ‘principal’, que, entre otras cosas, prescinde del ‘six pack’ marcado.
En el plano de la actuación, el recién llegado David Corenswet (“Pearl”) resulta convincente y genera empatía, aunque sea imposible dejar de compararlo con su antecesor inmediato, Henry Cavill, quien, más allá del aspecto sombrío que se le impuso, poseía el tipo corporal perfecto para esta interpretación.

En todo caso, se agradecen los aires de vulnerabilidad que se le han otorgado al protagonista, relacionados tanto a aspectos emocionales (vinculados sobre todo a conflictos morales y familiares) como físicos (a diferencia de la versión de Christopher Reeves, su Superman tiene poderes más limitados y puede salir herido, como se demuestra desde el inicio).
Gusta también la Lois Lane de Rachel Brosnahan, una actriz destacada que había probado ya sus talentos histriónicos en la estupenda serie televisiva “The Marvelous Mrs. Maisel” (2017-2023), y que logra brindarle al personaje una modernidad insospechada sin desentonar por ello con la esencia del personaje. Por su parte, Skyler Gisondo (“Licorice Pizza”) parece haber nacido para interpretar al fotógrafo Jimmy Olsen, más allá de los aires de conquistador que se le imponen.
No emociona tanto el Luthor de Nicholas Hoult (“X-Men: First Class”, Warm Bodies”, “Mad Max: Fury Road”), un actor británico absolutamente competente que, sin embargo, no posee la intensidad necesaria para interpretar a un supervillano que, sinceramente, no ha sido debidamente encarnado desde la memorable actuación de Gene Hackman en la saga lanzada entre los ‘70 y los ‘80 (aunque es justo reconocer que Hoult lo hace mucho mejor que Jesse Eisenberg).
Finalmente, no podemos dejar de mencionar la participación de los “nuestros”, que resulta bastante generosa. La encantadora descendiente de peruanos Isabela Merced (“Dora and the Lost City of Gold”, “The Last of Us”) se pone en la piel de la ruda Hawkgirl, y hace las cosas bien en el limitado tiempo de pantalla que se le otorga.
En la otra esquina, la venezolana María Gabriela de Faría, conocida hasta el momento por su presencia en telenovelas sudamericanas, llama la atención por su interpretación de Angela Spica/The Engineer, una aliada de Luthor con poderes especialmente impresionantes que tiene una amplia oportunidad de lucimiento y que habla ocasionalmente en español -diciendo, más precisamente, malas palabras-.
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