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Niñas secuestradas por Estado Islámico narran el infierno que vivieron

Una mujer turca sostiene a un niño en sus brazos mientras ella y otros habitantes de un pueblo en la frontera entre Turquía y Siria huyen con sus pertenencias después de que su pueblo fue dañada durante los combates.

Una mujer turca sostiene a un niño en sus brazos mientras ella y otros habitantes de un pueblo en la frontera entre Turquía y Siria huyen con sus pertenencias después de que su pueblo fue dañada durante los combates.

(Carsten Koall / Getty Images)

El grupo extremista Estado Islámico (también conocido como ISIS) ha perpetrado violaciones y otro tipo de violencia sexual de manera sistemática contra mujeres y jóvenes yazidíes en el norte de Irak, señaló Human Rights Watch en un revelador informe.

“Las fuerzas de ISIS han cometido de manera organizada violaciones, agresiones sexuales y otros delitos aberrantes contra mujeres y jóvenes yazidíes”, indicó Liesl Gerntholtz, directora de la división de derechos de la mujer de Human Rights Watch. “Quienes han tenido la suerte de poder escapar necesitan recibir tratamiento para superar el trauma asociado con las aberraciones impensables que han sufrido”.

Las 11 mujeres y 9 jóvenes a quienes entrevistó Human Rights Watch habían escapado entre septiembre de 2014 y enero de 2015. La mitad de ellas, incluidas dos que tenían apenas 12 años, afirmaron que fueron violadas, algunas reiteradas veces y por varios combatientes de ISIS. Casi todas indicaron que fueron obligadas a contraer matrimonio, vendidas (algunas incluso varias veces) o entregadas como “obsequios”. Las mujeres y jóvenes también presenciaron cuando otras víctimas en cautiverio eran abusadas.

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“Las mujeres y jóvenes yazidíes que escaparon de ISIS siguen enfrentando enormes desafíos y continúan afectadas por la experiencia traumática sufrida”, sostuvo Gerntholtz. “Necesitan ayuda y asistencia urgentes para recobrar su salud y seguir adelante con sus vidas”.

Testimonios escalofriantes

Las mujeres y jóvenes que dialogaron con Human Rights Watch describieron actos reiterados de violación, violencia sexual y otros abusos mientras estuvieron cautivas a manos de ISIS.

Jalila (todos los nombres de sobrevivientes han sido modificados para preservar su seguridad), de 12 años, contó que varios hombres árabes a quienes reconoció como oriundos de su aldea la interceptaron a ella y a otros siete familiares el 3 de agosto de 2014, mientras intentaban escapar de ISIS. Los hombres entregaron a la familia a combatientes de ISIS, quienes separaron a Jalila, su hermana, su cuñada y su sobrino pequeño de los demás familiares y los llevaron a Tal Afar. Posteriormente, los combatientes trasladaron a Jalila y a su hermana a Mosul. Luego de 35 días, separaron a Jalila de su hermana y la llevaron a una vivienda en Siria donde se encontraban otras jóvenes y niñas yazidíes secuestradas. Jalila contó:

Los hombres venían y nos elegían. Al llegar, nos decían que nos pusiéramos de pie y luego examinaban nuestros cuerpos. Nos pedían que mostráramos nuestro cabello, y a veces golpeaban a las jóvenes que se negaban. Vestíandishdashas [túnicas hasta los tobillos] y usaban la barba y el pelo crecido.

Contó que el combatiente de ISIS que la eligió le dio una bofetada y la arrastró fuera de la vivienda cuando ella mostró resistencia. “Le dije que no me tocara y le rogué que me dejara ir”, contó. “Le pedí que me llevara con mi madre. Yo era una niña, y le pregunté: ‘¿qué quieres de mí?’ Mantuvo relaciones sexuales conmigo durante tres días”.

Jalila afirmó que durante el cautiverio le “perteneció” a siete combatientes distintos de ISIS, y que cuatro la violaron en múltiples ocasiones: “A veces me vendían. Otras me entregaban como un obsequio. El último de los hombres fue el más abusivo, me ataba las manos y las piernas”.

Otra niña de 12 años, Wafa, dijo a Human Rights Watch que en agosto fue llevada por la fuerza junto con su familia de la aldea de Kocho por combatientes de ISIS. Los hombres trasladaron a la familia a una escuela en Tal Afar repleta de otras personas yazidíes en cautiverio, y allí los combatientes la separaron de su familia. Desde ese sitio, la llevaron a varios otros dentro de Irak y luego a Raqqa, en Siria. Un combatiente de edad más avanzada aseguró a Wafa que no le harían daño, pero pese a ello la violó sexualmente en varias oportunidades, según dijo.

“Dormía en el mismo lugar que yo y me dijo que no temiera, ya que era como su hija”, contó. “Un día me desperté y tenía las piernas ensangrentadas”. Wafa pudo escapar tres meses después de ser secuestrada, pero todavía se desconoce el paradero de sus padres, sus tres hermanos y su hermana.

Las mujeres y niñas que dijeron que no habían sido violadas indicaron haber sufrido ansiedad y tensión constante debido a que presenciaron el padecimiento de otras mujeres y a que vivían con el temor de ser ellas las próximas víctimas.

Dilara, de 20 años, dijo que combatientes de ISIS la llevaron a una sala donde se ofician matrimonios en Siria, y allí vio a otras 60 mujeres yazidíes en cautiverio. Los combatientes de ISIS advirtieron al grupo que “se olvidaran de sus familiares, ya que en adelante contraerían matrimonio con ellos, tendrían a sus hijos, se convertirían al islam y rezarían”. Dijo a Human Rights Watch que vivió constantemente atemorizada por la posibilidad de ser llevada por la fuerza, como muchas mujeres y niñas antes que ella:

Desde las 9:30 de la mañana, llegaban hombres para comprar jóvenes con el propósito de violarlas. Vi con mis propios ojos cuando soldados de ISIS jalaban del cabello y golpeaban a jóvenes, y propinaban fuertes golpes en la cabeza a quienes se resistían. Se comportaban como animales... Una vez que sacaban afuera a las jóvenes, las violaban y volvían a traerlas para llevarse a otras. Las edades de las jóvenes iban desde los 8 hasta los 30 años... al final solo quedaron cerca de 20 jóvenes.

Dos hermanas, Rana, de 25, y Sara, de 21, indicaron que cuatro hombres abusaron de su hermana de 16 años durante varios meses y que ellas no pudieron hacer nada para impedirlo. Se permitió que su hermana las visitara, y esta les dijo que el primer hombre que la había violado (que según señaló era de origen europeo) también la golpeó, le esposó las manos y le aplicó descargas eléctricas, además de negarle alimentos. Contó que luego otro combatiente la violó sexualmente durante un mes, y más tarde la entregó a un argelino que la retuvo durante otro mes. La última vez que la vieron fue cuando se la llevó un combatiente de ISIS de origen saudita. “No sabemos nada de ella desde entonces”, aseveró Sara. Las dos hermanas dijeron que también ellas fueron violadas varias veces por dos hombres, uno de los cuales dijo ser ruso y el otro de Kazajstán.

Algunas mujeres y jóvenes refirieron a Human Rights Watch que los combatientes de ISIS las golpeaban si se resistían o si los desafiaban de algún modo.

Zara, de 13 años, contó que milicianos de ISIS la acusaron a ella y a otras dos jóvenes de profanación del Corán mientras estuvieron cautivas en una hacienda agrícola. “Nos castigaron a las tres llevándonos al jardín y atándonos las manos con alambre”, dijo. “Nos vendaron los ojos y nos dijeron que nos matarían si no decíamos quién lo había hecho. Nos golpearon durante 10 minutos y dispararon al aire”.

Leila, de 25 años, logró escapar de la vivienda donde estaba cautiva, pero se dio cuenta de que estaba cercada por las fuerzas de ISIS y se vio obligada a regresar. El comandante, un iraquí, le preguntó por qué había intentado escapar. Según dijo, le contestó: “Porque lo que nos están haciendo es haram [prohibido] y contrario al islam”. El hombre la azotó con un cable y también castigó al guardia que no había evitado que intentara escapar. También el guardia la golpeó. “Desde entonces, estoy muy mal anímicamente y por momentos pierdo el conocimiento”, aseveró.

Matrimonio forzado
Varias mujeres y jóvenes dijeron a Human Rights Watch que combatientes de ISIS aseveraron haberlas comprado por hasta USD 2.000 a otros miembros de ISIS.

En algunos casos, combatientes de ISIS contrajeron matrimonio forzado con las mujeres yazidíes cautivas en vez de comprarlas. Narin, de 20 años, dijo que cuando un combatiente llamado Abu Du’ad la llevó a su vivienda, la esposa del hombre abandonó el hogar a modo de protesta. Trajo a un juez religioso para que oficiara una ceremonia de matrimonio, pero Narin se negó a participar. Abu Du’ad insistió intentando obtener permiso de la familia de Narin y llamó a su hermano en Alemania. “Pero [mi hermano] se opuso al matrimonio y ofreció pagar $ 50.000 a cambio de mi liberación”, indicó Narin. “Abu Du’ad dijo que no”.

Nadia, de 23 años, contó que fue separada de los hombres de su familia cuando combatientes de ISIS la secuestraron en la aldea donde vive, cerca de Sinyar, en agosto. Intentó convencer a los combatientes de ISIS de que estaba casada para evitar ser violada, ya que había escuchado que los combatientes de ISIS preferían a las mujeres vírgenes. No obstante, tras llevarla a Siria, uno de los hombres dijo que él contraería matrimonio con ella. “Las otras jóvenes que estaban conmigo dijeron que está prohibido contraer matrimonio con mujeres casadas”, relató Nadia. “Y él contestó: ‘No si son mujeres yazidíes’”.

ISIS ha reconocido públicamente la esclavización de mujeres y niños. En un artículo titulado “El resurgimiento de la esclavitud antes de la Hora” que se publicó en Dabiq, la revista en línea publicada en inglés por la organización, ISIS señaló que estaba reinstaurando una costumbre justificada por la sharía (la ley islámica):

Tras la captura, las mujeres y niñas yazidíes fueron repartidas según la sharía entre los combatientes de Estados Islámico que participaron en los operativos en Sinyar, luego de que un quinto de los esclavos fueron puestos bajo las órdenes de Estado Islámico para ser repartidos como khums [un impuesto sobre los botines de guerra].

Un documento con preguntas y respuestas emitido por lo que parecer ser el Departamento de Investigación y Fetua de ISIS indica:

Se permite comprar, vender o entregar como obsequio a mujeres en cautiverio y esclavos, en tanto constituyen meros objetos de los cuales se puede disponer libremente... Se admiten las relaciones sexuales con esclavas de sexo femenino que no hayan alcanzado la pubertad cuando por su estado físico puedan mantener relaciones; sin embargo, cuando no estén en condiciones de mantener relaciones, se podrá gozar de su cuerpo sin penetración… Se permite propinar golpes a mujeres esclavas como [forma de] darb ta’deeb [golpizas disciplinarias].

Intentos de suicidio
Las mujeres y jóvenes que hablaron con Human Rights Watch contaron que ellas u otras habían intentado suicidarse para evitar ser violadas u obligadas a contraer matrimonio o convertirse de religión. Afirmaron haberse hecho cortes en las muñecas con vidrios o navajas de afeitar, haber intentado ahorcarse o electrocutarse dentro de tinas, o ingerir sustancias que creían que era venenosas.

Rashida, de 31 años, pudo hablar con uno de sus hermanos tras su secuestro a través del teléfono celular de uno de los combatientes, sin que este lo advirtiera. Dijo a su hermano que los combatientes de ISIS la obligaban a convertirse y luego a casarse. Le contestó que intentaría ayudarla pero que, si no lo lograba, “debía suicidarme porque las otras alternativas eran peores”. Rashida contó:

Más tarde ese día [los combatientes de ISIS] comenzaron a elegir mujeres mediante un sorteo de nombres. El hombre que me seleccionó, Abu Ghufran, me obligó a tomar un baño, pero mientras estaba en la sala de baño intenté suicidarme. Había encontrado veneno en la vivienda, y lo llevé conmigo al baño. Sabía que era tóxico por el olor que tenía. Lo repartí con las demás jóvenes y cada una mezcló el producto con un poco de agua en el baño y lo ingirió. Ninguna de nosotras murió, pero todas nos enfermamos. Algunas sufrieron colapsos.

Leila dijo que vio cuando dos jóvenes intentaban suicidarse cortándose las muñecas con pedazos de vidrio. También intentó suicidarse cuando sus captores de origen libio la obligaron a tomar un baño, pues sabía que este paso normalmente precede a la violación sexual:

Entré al baño, abrí el grifo, me puse de pie en una silla para tomar el cable de luz con el fin de electrocutarme, pero no tenía electricidad. Cuando se dieron cuenta de lo que estaba haciendo, me golpearon con una tabla de madera y con sus propios puños. Me dejaron los ojos hinchados al punto que no podía abrirlos, y los brazos cubiertos de hematomas. Me esposaron al lavabo, me cortaron la ropa con una navaja y me lavaron. Me sacaron de la habitación, trajeron [a mi amiga] y la violaron en la habitación adelante mío.

Leila contó que luego ella fue violada. Dijo que intentó suicidarse nuevamente, y mostró a Human Rights Watch las cicatrices que presentaba en las muñecas, donde se había cortado con una navaja de afeitar.

Conversiones forzadas
Aproximadamente la mitad de las mujeres y jóvenes que hablaron con Human Rights Watch dijeron que combatientes de ISIS las habían presionado para que se convirtieran al islam. Zara, de 13 años, señaló que permaneció cautiva en una vivienda de tres pisos en Mosul junto con otras jóvenes de entre 10 y 15 años:

Cuando vinieron para elegir a las jóvenes, se las llevaban arrastrándolas. Las jóvenes lloraban y se desmayaban, y tenían que llevárselas por la fuerza. Nos obligaron a convertirnos al islam y todos tuvimos que pronunciar lashahada [el creo musulmán]. Nos dijeron: “Ustedes yazidíes son kufar [infieles], y deben repetir estas palabras después del líder”. Nos juntaron en un mismo lugar y nos hicieron repetir luego de él. Una vez que pronunciamos lashahada, nos dijeron que habíamos sido convertidas a su religión y que esa religión era la adecuada. No nos animamos a no pronunciar la shahada.

Los combatientes de ISIS mantuvieron cautiva a Noor, de 16 años, en varios sitios, entre ellos Mosul. “El líder de este grupo nos pidió que nos convirtiéramos al islam y leyéramos el Corán”, señaló. “Nos obligaron a leer el Corán y comenzamos a rezar lentamente. Empezamos a comportarnos como si estuviéramos actuando”.

Atención médica
Casi todas las mujeres y jóvenes que hablaron con Human Rights Watch indicaron haberse sometido a pruebas médicas. Un médico local señaló que las pruebas incluían exámenes de sangre para detectar infecciones de transmisión sexual y embarazos. En algunos casos, los médicos proporcionaron anticoncepción de emergencia y profilaxis posterior a la exposición para prevenir el VIH, conforme lo recomienda la Organización Mundial de la Salud.

No resulta claro si los médicos obtuvieron en todos los casos el consentimiento informado de las pacientes antes de realizar los estudios. Narin, la mujer de 20 años de Sinyar, dijo a Human Rights Watch que había sido secuestrada el 3 de agosto y entregada a modo de “obsequio” a un combatiente de ISIS que intentó obligarla a contraer matrimonio con él:

No fui violada; [el miembro de ISIS] no me tocó porque le dije que estaba enferma... Me sometí a un examen ginecológico en Dohuk, donde se descartó la posibilidad de abuso. No me sentí cómoda durante el examen, y [la médica] no me explicó antes lo que haría.

Asistencia psicosocial
La asistencia psicosocial a mujeres y jóvenes que escaparon de ISIS es un servicio crucial que, en general, no está disponible en el Kurdistán iraquí. Todas las mujeres y jóvenes entrevistadas tenían secuelas traumáticas. Jalila, la joven de 12 años que fue violada por cuatro milicianos de ISIS, contó: “no puedo dormir de noche porque recuerdo el modo en que me violaron. Quiero hacer algo para olvidarme de mis problemas psicológicos. Quisiera irme de Irak hasta que las cosas mejores, no quiero ser raptada nuevamente”. Jalila no había recibido orientación profesional.

Noor, de 16 años, dijo a Human Rights Watch que combatientes de ISIS la secuestraron el 3 de agosto en Tal Afar y la retuvieron hasta septiembre, cuando pudo escapar. Un combatiente de ISIS la violó repetidas veces a lo largo de cinco días, aseveró. En los dos primeros meses tras su retorno, dijo que había quedado sumamente afectada emocionalmente y que lloraba la mayor parte del tiempo.

Noor consiguió obtener asistencia psicosocial. Un activista local pudo concertarle tres o cuatro entrevistas con un psicoterapeuta en el hospital, y la visitaba habitualmente para instarla a que acudiera a las sesiones de orientación psicosocial. Noor estaba recibiendo tratamiento psicológico en forma periódica, además de asistir a un curso de manualidades y salir del campamento para asistir a actividades sociales con coordinadores de organizaciones locales.

No obstante, representantes de agencias internacionales y organizaciones no gubernamentales dijeron a Human Rights Watch que no solo la asistencia psicosocial era insuficiente, sino que además la comunidad era renuente a aceptar este tipo de apoyo. Un activista indicó que tuvo que visitar a jóvenes y a sus tutores varias veces para persuadir a aquellas de que participaran en asesoramiento psicosocial.

Varias de las personas entrevistadas por Human Rights Watch manifestaron que desearían recibir terapia psicosocial. Narin, la joven de 20 años de Sinyar, dijo:

Nadie me ha ofrecido orientación personalizada de ningún tipo. Me interesaría recibir asesoramiento profesional que me ayude a procesar mis experiencias, si es que está disponible… Tengo problemas para dormir de noche, y solo consigo hacerlo durante algunas horas por vez. Cuando duermo, a menudo veo a mis padres y hermanos, especialmente la imagen de mis hermanos cuando fueron obligados a arrodillarse en la calle, y el rostro de mi madre.

Organizaciones internacionales y locales coincidieron en que no hay suficientes psicoterapeutas para las mujeres y jóvenes que los necesitan, teniendo en cuenta la cantidad de mujeres y jóvenes que han escapado y la posibilidad de que aparezcan más.

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