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Del caviar al jugo de manzana, el coronavirus está cambiando la forma en que el mundo se alimenta

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En los doce años transcurridos desde que Lucas Papierniak exploró por primera vez Bali, Indonesia, para pescar atún, el proveedor de pescado construyó un próspero negocio que envía bowls de poke a cientos de restaurantes y atún claro para sashimi a bares de sushi de alta gama en Los Ángeles y Nueva York.

Pero casi inmediatamente después de que se anunciaron los bloqueos, el mes pasado, para frenar la propagación del coronavirus, los pedidos a su negocio cesaron. Un cliente de la costa este canceló la compra de dos contenedores de 45.000 libras de bowls de poke valorados en aproximadamente medio millón de dólares.

“El negocio acaba de morir”, afirmó Papierniak, cuya compañía cuenta con una sede en Hawái. “Tenemos que descubrir cómo seguir pagando a nuestros pescadores”.

Este hombre de 40 años de edad, padre de cuatro hijos -incluido un recién nacido-, comenzó a buscar formas de mantener a los 5.000 pescadores y 350 obreros en su nómina. Su distribuidor en el centro de Los Ángeles sugirió aprovechar la industria de comestibles extraordinariamente demandante en este momento, mediante el suministro de filetes de atún. El cambio en los negocios lo mantiene en actividad, pero cada día es una lucha; los filetes de atún cuestan una fracción del precio del sashimi.

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Incluso si los restaurantes volvieran a abrir en el futuro cercano, Papierniak estima que tomaría tres meses reiniciar su cadena de suministro. “Esto no va a detonar una vez que se levante la cuarentena en casa”, consideró.

La pandemia de coronavirus creó un cortocircuito en la intrincada red de productores y proveedores que Papierniak necesitaba para moverse en el sistema alimenticio mundial. Afecta todo, desde el caviar hasta el jugo de manzana y desde los restaurantes con estrellas Michelin hasta el comerciante que vende nueces y productos enlatados en un pueblo de la India.

Los restaurantes, una industria donde los estadounidenses gastan más de la mitad de su presupuesto anual en alimentos, están fuera de servicio. El transporte de carga y los puertos funcionan muy por debajo de la normalidad, y la mano de obra que impulsa las cosechas, el envasado y la entrega de alimentos no puede volver a su ritmo habitual hasta que las condiciones sean seguras.

La crisis ha trastornado los paladares de los consumidores de los países más ricos, acostumbrados a comer lo que quieren y cuando quieren gracias a diseños económicos sincronizados y en rápido movimiento, que pueden hacer aparecer todo tipo de alimentos, incluidos los arándanos fuera de temporada, provenientes del hemisferio sur.

“El sistema ha evolucionado para ser altamente eficiente; es capaz de llevar alimentos de Asia o Sudamérica a los estantes de las tiendas de comestibles en cuestión de días”, expuso Joseph Glauber, investigador principal del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias y ex economista jefe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. “Ahora, todas estas cosas desaparecieron de las tiendas en este país. Viví en Mali durante dos años, en la década del 70, y las tiendas de comestibles lucían siempre así. Es sorprendente [verlo ahora]”.

Según Glauber, los supermercados no fueron diseñados para absorber repentinamente todo el gasto en comidas que normalmente tiene lugar en los restaurantes. Si la escena de los estantes desabastecidos empeora hasta convertirse en una verdadera escasez de alimentos, dependerá de la duración de la pandemia y de si las naciones pueden abstenerse del proteccionismo, agregó.

Vietnam, el tercer mayor exportador mundial de arroz, suspendió las ventas a compradores extranjeros. Kazajstán prohibió las exportaciones de harina, y la Unión Económica Euroasiática, liderada por Rusia -que también incluye a Bielorrusia, Armenia y Kirguistán- puso un alto en las exportaciones de centeno, soja y algo de harina.

Para Glauber, las prohibiciones son en su mayoría simbólicas, para calmar las preocupaciones sobre la escasez fronteras adentro. Las reservas mundiales de granos, agregó, eran lo suficientemente altas como para resistir una interrupción de meses.

Eso no significa que otros sectores de alimentos no se vean ya perjudicados. El virus, como lo ha hecho en las vidas y los barrios por los que se ha extendido, forzó a muchos a recalcular el día a día.

Se dio a conocer que los productores de leche en Estados Unidos y Canadá están arrojando millones de galones de ese producto por día porque ya no pueden abastecer a escuelas y restaurantes.

El suministro de jugo de manzana que se envía a EE.UU peligra debido a los retrasos en los puertos chinos, según Mintec, una firma de investigación que estima que dos tercios de la bebida, una de las preferidas de los niños estadounidenses, proviene de China.

Los productores de almendras de California están luchando por trasladar su producto a su principal mercado de exportación, India. Hay confusión en los puertos, lo cual llevó a algunos a declarar una situación de fuerza mayor, mientras las estrictas medidas de cierre dejaron a muchos trabajadores migrantes en sus hogares.

“Es difícil ver cómo los gobiernos nacionales y estatales [en India] lograrán que la máquina vuelva a funcionar”, reflexionó Richard Waycott, presidente y director ejecutivo de la Junta de Almendras de California. “Todavía queda mucha mercancía en el agua”.

Una interrupción prolongada en los envíos podría ser costosa para la industria californiana de las almendras, valuada en $5.500 millones. Las exportaciones representaron más de dos tercios de lo enviado por el estado el año pasado.

Los precios de la panceta de cerdo cayeron a su nivel más bajo en más de dos décadas, ahora que los supermercados son uno de los únicos lugares donde los productores pueden vender el tocino.

La industria porcina de EE.UU se había preparado para amasar más beneficios de las ventas de exportación. Una gripe porcina que mató a más del 40% de la población de cerdos de China ayudó a alimentar un récord de $7.000 millones en exportaciones de ese tipo de carne desde Estados Unidos el año pasado, para satisfacer la demanda.

Los agricultores no pueden calibrar sus rebaños para ajustarse a los cambios en la demanda extranjera o, como ocurre hoy en día, acomodarse a la casi ausencia total de la industria gastronómica. Desde la cría, puede llevar hasta 18 meses preparar un rebaño para el mercado.

“La biología evita que los productores respondan instantáneamente a los cambios de precios”, comentó Lee Schulz, economista ganadero de la Universidad Estatal de Iowa. “No tenemos la posibilidad de ralentizar la producción”.

Las plantas de procesamiento diseñadas para servir a restaurantes y otras empresas alimenticias tampoco están equipadas para preparar y envasar carne de cerdo para llenar los pasillos de los supermercados, que requieren porciones más pequeñas y, a menudo, cortes diferentes.

En otra señal de cómo el brote modificó la industria alimenticia, los artículos que alguna vez fueron impopulares ahora están de moda.

La demanda de frijoles se disparó porque la larga vida útil del producto es codiciada en tiempos de incertidumbre. Goya Foods Inc., la marca de Nueva Jersey sinónimo de los frijoles enlatados, informó que los pedidos en las tiendas de comestibles se cuadruplicaron.

La demanda de vitamina C elevó el precio del concentrado de jugo de naranja congelado en los mercados de productos básicos un 25% a fines de febrero, después de que la bebida enfrentara años de disminución ante la creciente competencia y la baja de interés en la bebida por parte de los consumidores para sus desayunos tradicionales.

Incluso el atún enlatado volvió con fuerza. Thai Union Group, propietario de Chicken of the Sea, experimentó un aumento del 25% en el valor de las acciones en la Bolsa de Valores de Tailandia a mediados de marzo, cuando los compradores comenzaron a adquirir más latas de su producto distintivo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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