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Tras devastador incendio, viajeros consideran que Notre Dame sigue siendo el corazón de París

La gente se abraza mientras mira a Notre Dame el después de un incendio que devastó la catedral.

La gente se abraza mientras mira a Notre Dame el después de un incendio que devastó la catedral.

(Bertrand Guay / AFP/Getty Images)
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No soy francés. Quizás usted tampoco, pero si ama París, como yo, si ama el arte, la arquitectura y la historia, se sorprendió cuando supo que la Catedral de Notre Dame estaba en llamas.

Tampoco soy católico, aunque mi madre lo era. Recuerdo cuando me leyó en voz alta una edición infantil ilustrada de “El Jorobado de Notre Dame” de Victor Hugo, probablemente una historieta glorificada, ilustrada con dibujos de fantasía diseñados para estimular la fantasía infantil. Después leí la novela completa, primero en inglés y luego en francés.

Estaban también las películas: la versión de 1923 protagonizada por Lon Chaney como el jorobado Quasimodo; la película de 1939 con el ganador del Oscar, Charles Laughton, como Quasimodo; la animación de Disney de 1996, esta vez con Tom Hulce como la voz de Quasimodo.

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El incendio puede haber tenido un significado especial para los católicos y los ciudadanos franceses, para los lectores y los amantes del cine, pero no es necesario ser ninguno de ellos para haber quedado sin aliento ante la noticia. Para los viajeros, que no son de la ciudad, ni tampoco parte de su trama, la casi pérdida indujo el tipo de pánico que se produce cuando ven en llamas una obra de arte de valor incalculable y que forma parte de nuestro patrimonio cultural.

Tras este suceso, las advertencias no deberían y no deben extinguirse.

Notre Dame es la catedral más visitada en uno de los países más visitados del mundo. Más allá de su posición de lugar de culto, es una obra maestra artística, una inspiración para escritores, artistas, arquitectos y cualquier persona movida por los grandes logros humanos, además de un símbolo para la civilización que se extiende mucho más allá de Francia.

Desde el verano de 1971, cuando visité París por primera vez, hasta hace un par de semanas en mi viaje más reciente, siempre voy a Notre Dame, aunque sea brevemente, soy uno de los 12 millones o más que peregrinan cada año. Si el tiempo lo permitiera, haría cola y pagaría 8.5 euros, un poco menos de 10 dólares, para subir los 380 escalones de la torre sur.

Lo hacía por la vista, por supuesto, o tal vez para tomar una selfie con una quimera o dos.

¡Y esas quimeras! Espantosas criaturas aladas, algunas con características felinas, otras parecidas a simios, una que roe macabramente a alguna presa. Espero que hayan sobrevivido.

Ánimo: La supervivencia parece estar codificada en el ADN de Notre Dame.

En 1548, los fanáticos hugonotes franceses dirigieron su ira puritana a algunas de sus estatuas, a las que juzgaron idólatras.

Luego se produjo lo que la Guía Verde Michelin de París llamó amargamente “mutilaciones sucesivas” y “vandalismo”, producidas especialmente por los arquitectos franceses Robert de Cotte y Jacques-Germain Soufflot en los siglos XVII y XVIII.

Las turbas de la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII no fueron más amables, destrozando y decapitando 28 estatuas de los Reyes de Judea e Israel (algunas de sus cabezas están expuestas en un museo de París) y saqueando el interior.

Gracias también a siglos de abandono, a principios del siglo XIX era casi una ruina, sus obras de piedra se desmoronaban, víctimas de la contaminación y de los elementos, sus magníficos vitrales dañados o destruidos por el tiempo, la renovación y la revolución.

En 1831, el año en que la novela de Hugo apareció con gran éxito, Notre Dame se encontraba en un estado lamentable. El gran logro de Hugo fue doble: el libro en sí, que dedica capítulos enteros a la descripción detallada de Notre Dame y la salvación de la catedral, que él logró al depositarla en la imaginación del público.

Pocos años después de su publicación, el rey Luis Felipe I encargó una restauración completa, que duró 21 años.

Para entender la devoción y la consternación por los últimos acontecimientos, tenga en cuenta que seis hashtags de Twitter mostraban tendencias a lo que hacía referencia a París y la catedral. Facebook estaba repleto de los recuerdos más gratos de los viajeros, ahora coloreados con un inesperado tono de tristeza.

Algunas noticias fueron sensacionalistas. El Daily Beast tuiteó que un símbolo de Francia se había quemado “hasta los cimientos”. No, sigue en pie, esta obra de arte de fama mundial no ha sufrido daños irreparables, y será reparada, como el presidente francés Emmanuel Macron declaró rápidamente.

Después de mi última visita a París en marzo, tomé el Eurostar a Londres y visité el Lincoln College, Oxford, donde obtuve mi título de postgrado, y cené en su salón del siglo XV. Levanté la vista hacia el alto techo de madera adornado y le dije a alguien sentado cerca de mí que desearía ver algunos aspersores allí arriba. Después de la pérdida total el año pasado del Museo Nacional de Brasil, otro edificio que había sufrido de negligencia y que carecía de un sistema de supresión de incendios, espero, todos nosotros debemos esperar, que ahora uno de esos sistemas forme parte de la reconstrucción de la catedral.

La French Heritage Society, una organización benéfica y otras entidades ya están solicitando donaciones para restaurar esta pieza de patrimonio mundial.

Las donaciones pueden hacerse en línea o por correo a la French Heritage Society Inc., Fondo de Restauración contra Incendios de Notre-Dame, 14 E. 60th St., Suite 605, Nueva York, NY 10022.

Como visitantes, no podemos devolver lo que Notre Dame nos ha dado ni lo que ha significado para nosotros, pero sí podemos hacer un guiño, tal vez, a su corazón. Por ahora, eso es suficiente.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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