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Entrevista: Macaria España y su ‘fantasma andante’

Macaria España (Celaya, Guanajuato, 1980),
Macaria España (Celaya, Guanajuato, 1980), autora de ‘Las esquinas del mundo’ (2018) y ‘Banana Street’ (2020).
(Xosué Martínez

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Pocas obras están escritas con un rigor tan consecuente como las de Macaria España (Celaya, Guanajuato, 1980), en realidad, decirse que ‘Las esquinas del mundo’ (2018) y ‘Banana Street’ (2020) –formarían un mismo y único tratado: la literalización crítica de la sociedad moderna; integran una obra común y continuada, hecha en función de las edades interiores de la autora.

En la primera se describen las esquinas purgativas e iluminativas, mientras que, en la segunda, la unión y transformación de la venganza bajo el poder de la mujer.

Hablé con Macaria España al respecto.

¿Cuáles son los recuerdos de tu niñez que más permean en tu narrativa?

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Los recuerdos buenos regularmente los dejo en la cajita de pensamientos felices, pero los malos son los que me gusta explorar –de vez en cuando– en la escritura, como puede ser la carencia, el abandono, la maldad infantil, el terror de la adultez.

El escritor quiere escribir su mentira y escribe su verdad, decía Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), ¿cuál es la verdad de Macaria España?

Creo como escritor estás de cierta forma condenado a poseer una verdad distorsionada, porque llegas a mezclar demasiado la verdad con la mentira, aludiendo un poco a “La verdad de las mentiras” de Vargas Llosa. Así que la verdad de Macaria es difícil delimitarla en este momento, antes tal vez la tenía clara, pero ahora creo que podría ser una posverdad o tal vez mi verdad siempre ha sido un fake news y no me había dado cuenta. La única verdad es que soy un fantasma andante.

¿Todos los lectores somos niños de diez años, como me comentó alguna vez la escritora Ave Barrera?

Es una pregunta muy peculiar. En todo caso los niños de diez años, a pesar de que uno pensaría que es una edad importante, por ser decena, en realidad creo que los de once son más interesantes porque están en esa ambivalencia de abandonar la niñez y entrar a la adolescencia. Y en ese sentido, nada los conforma, son exigentes, intolerantes. En lo personal, no tengo esa idea del lector como un niño de ninguna edad. Considero que hay diferentes tipos de lectores, pero no los relaciono con ninguna etapa de la niñez. Será también que mi niñez no fue la clásica, yo trabajaba ayudando a mi mamá, acababa de perder a mi padre a los nueve, lavaba mi ropa a mano, entonces no puedo relacionar desde esos lentes al lector con un niño.

¿Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor?

(Risas) No lo aspiramos, solamente lo hacemos. A veces. Aunque tal vez si salimos de lo canónico, ese camino nos lleve a escribir mucho peor o mejor, nunca se sabe.

¿Son importantes los premios, las becas y las distinciones para un escritor?

Sí y no. Aquí depende qué tipo de escritor y persona seas. Por ejemplo, si te la pasas cazando premios y los ganas todos, ¿hasta qué punto escribes por eso? ¿Cuándo pararás de escribir para ganar concursos? Y las becas, en mi caso, nunca las he buscado por dinero, más bien, por lo que te permiten lograr, ya sea relacionarte con el medio, dedicar más tiempo a la escritura, entre otras cosas. Pero es válido que cada quien lo haga por lo que quiera. Hay escritores que ganan premios pero nadie los lee, y otros que no ganan pero son reconocidos por la gente, creo es más importante ser leído, que ser premiado.

¿De qué manera la literatura ayuda a las personas?

Esta pregunta es muy reflexiva. He pensado algunas veces que no ayuda a nada. Cuando veo el horror diario: desaparecidos, violaciones, asesinatos, corrupción, infanticidios, todo tan espeluznante, me digo, para qué escribir, en qué ayudo al mundo, a la sociedad, a esa gente que lo ha perdido todo. Y todo es una mierda. Pero precisamente, la literatura a veces es lo único que salva a los que han perdido todo. Puede ser un consuelo, un distractor, también es una y creo que de las mejores herramientas para dejar testimonio de los momentos que vivimos, del caos que a cada quien le toca presenciar.

Si es que hay un hilo conductor entre ‘La generación del desencanto’ (2013), ‘Las esquinas del mundo’ (2018), ’23 centímetros’ y ‘Banana Street’ (2020), ¿cuál sería?

Sin duda hay un hilo entre ‘Las esquinas del mundo’ y ‘Banana Street’, que es un cuento que hace de vaso comunicante con la novela. Y en general, creo que todos estos textos están conectados con una cuestión de crítica social, algunos de una manera más directa, otros disfrazados de ironías y sarcasmos. No que lo haya hecho intencionalmente, es algo que escribo de manera natural.

¿Qué es el “Dark Realistic Mexican Fantasy”?

Tal vez me excedí con ese término, pero en realidad, un día me preguntaron qué escribía, contesté cuentos cortos. Pero esa respuesta no satisfizo a la gente, querían saber más bien sobre el “estilo” y entonces necesitaba definirlo, pero yo soy muy mala para eso, así que le pregunté a mi hijo que ha leído creo que todos mis libros, y cómo definiría el estilo de mis cuentos, me contestó con ese término “Dark realistic mexican fantasy” y me gustó porque creo que engloba muy bien el tipo de narraciones que escribo, pero en realidad confieso, no fue idea mía, sino del chaval.

¿Qué estabas escuchando mientras escribías ‘Banana Street’ (Nitro Press, 2020)?

No soy mucho de escribir con música porque necesito escuchar las voces en mi cabeza que surgen cuando escribo (creo que esto suena muy esquizofrénico). Pero, escucho música por momentos claves: por ejemplo, cuando escribí la parte de la frontera, suena a cliché, pero puse a Juan Gabriel justamente con esa canción. En momentos para relajarme, escuchaba K-pop, me encanta porque me pone de buen humor. Y en realidad, el soundtrack mientras escribía la novela eran los sonidos ambientales que incluían los maullidos de mis gatos, gritos de los vecinos, la voz de mi madre, y ahora que ella ya no está, me genera mucha nostalgia recordar que mientras la escribía, le contaba que esta novela nos llevaría lejos, incluso a Hollywood, según yo.

¿Cuáles son los referentes de Isa y Violeta, las protagonistas de esta novela?

Isa es un personaje nutrido de muchas historias de mujeres con pasado difícil. Incluso se puede tratar de un alter ego. Y tiene algunos tintes de las superheroínas como Afrodita de ‘Mazinger Z’, She-Ra, en cuestión de ser poderosa; quería alguien indestructible a pesar de ser humana. Y tiene un poco de esta idea que tenemos de Dr. Jekyll & Mr. Hyde, porque esta doble vida en la que es una oficinista y se da un tiempo para ser justiciera. Y Violeta, tiene muchas referencias, desde el nombre, quería que fuera un juego de colores como decir Violeta Morado, pero era muy obvio, entonces usé el Rojo. Un poco de su personalidad la tomé de uno de los pocos criminalistas mexicanos que me parece muy interesante su trabajo.

¿Cómo es hacer narrativa desde Celaya, Guanajuato?

Complicado en términos de que el contexto siempre influye en el proceso creativo y Celaya en ese sentido, lo identificaría como un lugar árido y abandonado, ahorita en este preciso momento, la inseguridad y violencia permean en los temas que se abordan. Que no se malinterprete, me gusta mi ciudad natal, por eso mismo le conozco todos sus defectos y virtudes. Fuera de eso, escribir en sí, es decir, textualizar, imagino que es igual como hacer home office desde Lima o Seúl.

¿Cómo se compaginan la narrativa, el periodismo y la docencia en tu proceso creativo?

El periodismo ha sido lo inicial en mi carrera letrística por decirlo de alguna manera. Cuando tenía unos ocho años, escribía en unas hojas de cuaderno una especie de periodiquito con chismes familiares y lo alquilaba por 200 pesos ochenteros a mis hermanas. A los 18 años, aún estudiaba la prepa y comencé a escribir sobre los partidos de futbol del entonces encumbrado Atlético Celaya. Luego cubrí la nota roja en un periódico local y eso me dio una infinidad de historias que quería contar desde lo literario. Puedo decir que el periodismo fue la mamá de mi narrativa. Y la docencia en realidad es un gusto, porque es muy sufrida, al menos desde el punto de vista económico, y creo que no incide directamente en mi proceso creativo.

¿Qué es ‘Letróxico’ y cómo se funda?

‘Letróxico’ es un proyecto que le tengo mucho cariño porque fue un laboratorio de escritura creativa que realicé en la Escuela de Nivel Medio Superior de Celaya, donde yo estudié. Entonces, durante un semestre pude dar este taller a un grupo de jóvenes estudiantes que aparte en su mayoría eran muy talentosos y comprometidos. Logramos con apoyo municipal, imprimir un pequeño libro con todos sus trabajos y lo que me encantó es que el proyecto tuvo continuidad, ya no conmigo, ni con el mismo nombre, los chicos se organizaron para seguir realizando un taller literario que hasta la fecha continúa y han hecho sus propios libros digitales.

¿Hay alguna relación entre ‘Banana Street’ y ‘Fóllame’ (1994) de Virginie Despentes?

No creo que exista, para mí son historias distintas, y en ese sentido, Despentes maneja de una forma brutal el lenguaje.

¿Cómo se te ocurrió el nombre del arma de Isabel Tierra Frías?

Me interesaba tener un juego de palabras, en la novela hay muchos de ellos, algunos más notorios que otros. Y la frase icónica de Isabel es “ya te cargó la verga…” que es algo muy propio del barrio mexicano con el que podría utilizar este doble sentido y para que funcionara como quería, el arma debía llamarse de esa manera. En un primer momento, la novela se llamaba así ‘Ya te cargó La Verga’, pero luego lo modificamos al de ‘Banana Street’.

¿Cómo es la escena literaria en Celaya?

A pesar de todo, hay mucha gente escribiendo, algunos lo hacen en los pocos talleres literarios, otros por su propia cuenta, pero creo que trabaja cada quien a su manera. Obviamente, la escena no es tan fecunda como podría darse en otros lugares, y esto tiene que ver con muchísimas cosas, desde la carencia de políticas culturales reales, difusión, interés, un fomento de la lectura y escritura, elementos que se podrían mejorar.

¿Qué estás escribiendo ahora?

Escribo unos cuentos cortos, regularmente escribo cuentos hasta por distracción. Pero lo que me absorbe ahora el tiempo es corregir una novela en donde la protagonista es la detective Violeta Rojo, pero no es secuela de ‘Banana’, es otra historia. Y también estoy terminando el borrador de la continuación de ‘Banana Street’, que sería el volumen II.

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