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OPINIÓN: ¿Es México importante para Estados Unidos?

ARCHIVO - El entonces vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden
ARCHIVO - El entonces vicepresidente de Estados Unidos Joe Biden, izquierda, posa con el entonces candidato presidencial mexicano Andrés Manuel López Obrador en Ciudad de México, el lunes 5 de marzo de 2012.
(ASSOCIATED PRESS)
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La respuesta es inmediata y casi automática. La pregunta sorprende. Por supuesto que México es importante para Estados Unidos. Muchos indicadores económicos, sociales, políticos y hasta geográficos sustentan la afirmación. El discurso oficial en ambos países insiste en ello. ¿Por qué entonces en la reciente visita de AMLO hubo tantas señales que indican lo contrario? Salvo la narrativa oficial mexicana (estadounidense ni siquiera hay), es cada vez más claro que estamos frente a un ejemplo de todo lo que no debe pasar cuando un presidente visita oficialmente un país para el que es “muy importante”.

El mal manejo de la reunión empezó desde antes de iniciar el viaje. Con tal de distraer en México, el presidente amenazó con exponer ante su homólogo estadounidense el caso de Julian Assange, en su opinión acusado injustamente, diciendo además que propondría desmontar la estatua de la libertad que se encuentra en Nueva York, el símbolo más importante de los valores de la sociedad estadounidense, si Assange era juzgado por espionaje. Lo dijo varias veces en el espacio más formal de su gobierno, es decir en sus conferencias matutinas.

Obviamente, en la reunión con Biden o durante su visita ni siquiera lo mencionó. Qué manera de jugar con los medios y burlarse de la sociedad mexicana y de paso de la estadounidense. Sin duda debe haberse carcajeado de todos nosotros, porque efectivamente, su estrategia distractora tuvo éxito en México.

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Como si no hubiera otros temas más importantes y urgentes para México, o no existiera un protocolo para la construcción de agendas de este tipo de reuniones o se tratara de tomarse un café y platicar de lo que se nos ocurra. Qué poca seriedad.

Sorprende, por decir lo menos, que nadie de la embajada mexicana en Washington haya detectado la enorme cantidad de indicadores de que no se estaba dando el trato digno y de excepción congruente con el discurso oficial de una relación “muy importante”. ¿Nadie supo que no lo recibiría por lo menos el secretario de Estado a su llegada?, ¿que no sería hospedado oficialmente por el gobierno estadounidense?, ¿que él tendría que buscar hotel como si fuera un turista?, ¿que el mismo día de la reunión Joe Biden viajaría a Israel y a Arabia Saudita?, visita que por cierto sí recibió atención de los medios y la sociedad estadounidenses, como para dejar todavía más claro cómo se trata a los países que para ellos son verdaderamente importantes.

Toda la visita estuvo muy mal planeada. Se redujo a un desayuno con la vicepresidenta, una reunión con Biden en la que AMLO leyó mal un documento, un desairado homenaje a Martin Luther King y a Roosevelt y una reunión a la que convocó el gobierno mexicano, en instalaciones propias, con los mismos empresarios con los que se reúne casi cada semana en México. Y ahora resulta que lo más importante de la visita, según el discurso oficial mexicano, ocurrió en esa reunión con empresarios, que nada tiene que ver con el encuentro con Biden o la visita a Estados Unidos.

¿Eso es todo lo que un presidente mexicano debe hacer en Washington? ¿a nadie se le ocurrió por ejemplo organizar un encuentro con líderes de la comunidad mexicana en Estados Unidos con quienes por cierto en cuatro años de gobierno no se ha reunido? ¿una reunión con congresistas estadounidenses o liderazgos políticos? En la visita no se firmó ningún acuerdo, ni siquiera un intercambio de libros.

Para colmo, el secretario de Estado Blinken canceló el mismo día una reunión que sostendría con el canciller mexicano. Tengo muchos años asistiendo a reuniones con funcionarios estadounidenses, la cancelación de una reunión, unas horas antes, a alguien que viene desde otro país, es un mensaje en sí mismo.

El encuentro con el presidente estadounidense fue lo peor del viaje. Dedicar 30 minutos a la lectura de un documento, solo provocó la burla de los medios estadounidenses. Por la muy sencilla razón de que no era ese el espacio para que AMLO presentara su agenda y se veía lastimosamente ridículo leyendo unas hojas mal dobladas ¿De verdad nadie sabía eso? ¿nadie le dijo a AMLO lo que tenía que hacer en esa reunión? ¿nadie acordó previamente un formato, una agenda, tiempos?

Tener a un canciller que solo piensa en que AMLO lo apoye para ser candidato presidencial, un Embajador que no tiene idea de lo que eso significa y un encargado de América del Norte cuya única cualidad es la buena relación con su jefe, le sale muy caro a México y esta visita fue el mejor ejemplo. No se puede permitir que el presidente haga el ridículo que hizo. No solamente por él, sino por México.

No es que la visita empeore la relación entre los dos países. Si la apuesta del viaje era no deteriorar la relación, es una apuesta pobre, no apunta a reflejar en hechos la importancia que Estados Unidos dice darle a su relación con México y en ese sentido es una oportunidad desperdiciada.

Parecería que México se conforma con venderle a los vecinos lo que ellos quieren, cuidar que los migrantes centroamericanos no lleguen a su país, comer tamales con su embajador y de vez en vez, con su información, bajo su dirección, detener a un narcotraficante. Eso apenas da para una relación “necesaria”. A eso reducimos una relación que podría ser mucho más benéfica para México.

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: @mexainstitute

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