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WhatsApp es un salvavidas para 2 mil millones de usuarios. Facebook no está haciendo lo suficiente para protegerlo

The WhatsApp icon on smartphone screen
El ícono de WhatsApp en un teléfono inteligente.
(Patrick Sison / Associated Press)
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WhatsApp se ha convertido en un salvavidas para la ayuda humanitaria y la preservación de los lazos entre familias divididas, lo que hace que la paralización de la aplicación durante varias horas la semana pasada, junto con otros productos de Facebook, haya sido más que un simple inconveniente.

Entre los hogares de refugiados sirios del Líbano en 2017, el 84% usó WhatsApp para transmitir sus necesidades a las organizaciones internacionales. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo señala que los datos en tiempo real que comparten los inmigrantes a través de la aplicación son invaluables para llevar ayuda humanitaria a quienes están en crisis, lo que permite una comunicación continua entre los contactos de WhatsApp después de los cruces fronterizos y con nuevos números de teléfono. Los avisos de zonas seguras o puntos de distribución de alimentos y ayuda se comparten rápidamente.

Cuando Facebook adquirió WhatsApp por $19 mil millones en 2014, conocía el potencial de ganar dólares de la aplicación de mensajería. Las demandas antimonopolio presentadas en diciembre pasado por la Comisión Federal de Comercio (FTC por sus siglas en inglés) y 48 fiscales generales alegan que la red social compró la aplicación como parte de una estrategia para eliminar las amenazas a su monopolio. Lo que Facebook ha descuidado desde entonces es el servicio público que WhatsApp brinda a sus más de 2 mil millones de usuarios internacionales.

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La plataforma de mensajería se convirtió en un modo de comunicación de referencia en todo el mundo, en parte debido al compromiso de sus fundadores con la privacidad del usuario (que también está en peligro). A medida que se amplía el alcance de esta plataforma móvil de mensajería cruzada, también aumenta la responsabilidad de Facebook de garantizar que proporcione un servicio fiable, seguro e ininterrumpido.

Cuando un proveedor de servicios de telecomunicaciones privado realiza lo que equivale a una función pública crítica, como es el caso de WhatsApp, debe tener la obligación de cuidado de operar en beneficio del público y no únicamente con fines de lucro. Existe un precedente de esto en las reglas de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC por sus siglas en inglés) que aplican los requisitos de privacidad de la Ley de Comunicaciones de 1934 a los proveedores de servicios de banda ancha y otras telecomunicaciones. Si bien Facebook no es una empresa de servicios públicos, California ha reconocido la necesidad para planes de respaldo en el mercado de las comunicaciones: a partir de 2020, la Comisión de Servicios Públicos del estado exigió que las torres de telefonía celular tuvieran 72 horas de energía de respaldo en situaciones de emergencia, incluidos cortes de electricidad durante las temporadas de incendios.

Al vencer a los competidores para hacer crecer rápidamente su base de usuarios, la “familia de aplicaciones” de Facebook (en donde también se incluyen Instagram, Facebook Messenger y WhatsApp) ha acumulado más de 3,500 millones de usuarios activos mensuales.

A cambio, la empresa debe hacer todo lo posible para garantizar la continuidad de WhatsApp, que ha estado conectando a miles de millones de usuarios, muchos de ellos sumidos en precarias condiciones de vida.

Tanto para los usuarios como para cualquiera que se preocupe por el acceso a las comunicaciones, es enloquecedor saber que Facebook podría haber evitado la interrupción masiva del 4 de octubre que paralizó WhatsApp, Instagram, Messenger y Oculus, su brazo de realidad virtual. Los ingenieros de Facebook informaron la semana pasada que “un cambio de configuración defectuoso en nuestro extremo” dirigido a “enrutadores de red troncal que coordinan el tráfico de red entre nuestros centros de datos” interrumpió la comunicación y detuvo los servicios.

Hay una solución: Facebook debería descentralizar su arquitectura de tecnología de Internet y poner en marcha alternativas, así como redundancias. Los servidores del Sistema de Nombres de Dominio (DNS por sus siglas en inglés) de la empresa (a menudo se hace referencia al DNS como la “guía telefónica de Internet” para dar acceso a los usuarios a la información en línea) estaban todos dentro de su propia red. Si Facebook hubiera mantenido algunos de estos servidores en la nube a través de un proveedor de DNS externo, se hubiera podido acceder fácilmente cuando los internos bloquearon a los técnicos. Y en lugar de su “plano de control global”, un punto de administración para todos los recursos globales de Facebook, los planos de control localizados pudieron haber permitido que las aplicaciones funcionaran en diferentes rincones del mundo mientras algunas estaban fuera de línea.

Si Facebook no está a la altura de las circunstancias por sí solo, la FCC y la FTC deberían promulgar reglas de manera conjunta para responsabilizar a la empresa por las fallas evitables del servicio. El Congreso no debería interponerse en su camino.

Muchos pueden sugerir que un remedio diferente es que los usuarios simplemente vayan a otro lado y utilicen otras aplicaciones. Pero WhatsApp ya se ha convertido en un servicio público crucial, y los líderes de otros países están reconociendo que el sector privado tiene una responsabilidad con el público en situaciones de derechos humanos comparables. La Asamblea Nacional Francesa en 2017, por ejemplo, adoptó una ley de “deber de vigilancia” empresarial. Lo anterior hace obligatorio que las grandes empresas francesas creen un plan de diligencia que enumere las medidas para identificar y prevenir los riesgos ambientales, así como de derechos humanos asociados con sus actividades. La ley se basa en los requisitos estándar de diligencia debida de los Principios Rectores de las Naciones Unidas sobre Empresas y Derechos Humanos.

Evitar interrupciones futuras que afecten a las comunidades vulnerables, en cosas como el acceso a la ayuda humanitaria, debe incorporarse al costo de hacer negocios de Facebook.

La compañía está bajo un intenso escrutinio. Después de compartir que la empresa se resistió a los cambios para hacer que la plataforma sea menos divisiva, la denunciante Frances Haugen subrayó recientemente que Facebook ha demostrado repetidamente que opera por “ganancias por encima de la seguridad”. Ya ahuyentó a millones de usuarios en enero pasado al actualizar los términos de servicio de WhatsApp de una manera que preocupó a las personas sobre sus protecciones de privacidad, mismas que la FTC requirió que Facebook preservara cuando adquirió la aplicación.

En esta coyuntura, la propia empresa, o más probablemente, la regulación gubernamental, debe cambiar de rumbo para proteger la comunicación democrática en todo el mundo.

Heidi Boghosian es abogada y autora de “‘I Have Nothing to Hide’ and 20 Other Myths About Surveillance and Privacy”.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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