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¿Cuál es el futuro para los salones y peluquerías de California? Los estilistas muestran preocupación

Elaina Wilcox, owner of Color & Craft Salon
Elaina Wilcox es propietaria de Color & Craft Salon en Culver City, que ha estado cerrado desde el 19 de marzo debido a la orden de estadía en el hogar relacionada con el coronavirus. Wilcox, quien dijo que el alquiler del negocio es de $3.200 al mes, no tiene ingresos constantes en este momento y teme que pueda perder su negocio.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Elaina Wilcox ha establecido el 1 de julio como su fecha límite tentativa. Si los funcionarios de California no le permiten volver a trabajar en su peluquería para entonces, podría tener que renunciar o buscar otras formas de sobrevivir.

Sin un ingreso, no quiere usar demasiado sus ahorros para pagar el alquiler mensual de $3.200 para Color & Craft Salon, la operación de dos personas en Culver City que abrió en octubre.

Wilcox tenía un pequeño salón cuando era más joven, siguiendo los pasos de su madre como estilista, pero su nuevo salón de 450 pies cuadrados en Main Street es un excelente inmueble en una zona en auge. Abrir el salón el año pasado fue un sueño hecho realidad. Creó una clientela que atraía a 200 hombres y mujeres, ofreciendo varios servicios de cabello cinco días a la semana junto con un estilista que contrató antes de que el coronavirus se desatara.

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Ahora, Wilcox, de 55 años, se pregunta si su negocio sobrevivirá un año completo a medida que aumenta el estrés. “Estoy a favor de estar a salvo, y de que estemos regulados, pero esto es demasiado”, manifestó Wilcox. “Estamos caminando en la cuerda floja. Realmente no sabemos qué hacer”.

Los estadounidenses han estado desesperados por cortes de pelo. Quieren colorear sus raíces grises. Las cejas se están saliendo de control. Se muestran en las llamadas de Zoom con barbas tupidas y, si son lo suficientemente valientes, se rapan sus cabezas. Esos son inconvenientes menores, cosas de frases y memes de Twitter, manejables hasta que el país vuelva a la normalidad. Sin embargo, muchas de las personas que brindan esos servicios no pueden darse el lujo de esperar.

Aunque algunos estados han comenzado lentamente a reabrir, permitiendo que los peluqueros y los estilistas vuelvan a trabajar, aquellos en las industrias de aseo personal en California permanecen en la oscuridad dos meses después de que se ordenó el cierre de los establecimientos.

El mes pasado, el gobernador Gavin Newsom dio a conocer un plan de cuatro etapas para reabrir partes de la economía de California. El sector del cuidado personal (peluquerías, salones de uñas y gimnasios) se consideró no esencial e incluido en la tercera fase junto con iglesias y eventos deportivos sin audiencias en vivo. California entró en la Etapa 2 el 8 de mayo, aunque algunos condados están desviando las pautas del estado con planes más agresivos.

El martes pasado, la Professional Beauty of California, una organización sin fines de lucro que representa a profesionales de la belleza con licencia, presentó una demanda contra Newsom en el Tribunal de Distrito de EE.UU en Los Ángeles. La oficina de Newsom no respondió por comentarios sobre la demanda.

Esta semana, a los peluqueros, estilistas y otros profesionales de la belleza se les dio una mejor idea de lo que está por venir. El lunes, Newsom anunció que más comunidades de California podrían comenzar a reabrir lentamente a medida que el estado afloja su orden de quedarse en casa. En el horizonte, tal vez tan pronto como a principios de junio, habría opciones minoristas de servicios en persona y algunos eventos deportivos sin espectadores.

“Estoy confundida”, dijo Wilcox. “Algunas personas dicen que es julio, y otros que podría ser hasta principios de septiembre, lo que sería una pesadilla”.

Cuando abran, las peluquerías y los salones no volverán a la normalidad. Es probable que se reinicien con los cambios. Habrá límites más estrictos sobre la cantidad de clientes y las medidas de distanciamiento social. Las tiendas y salones, que a menudo se duplican como espacios sociales y terapéuticos, funcionarán de manera diferente. Las normativas afectarán los resultados finales.

“Se está poniendo un poco aterrador”, dijo Graham Curran, un peluquero.

Curran, de 33 años, y su esposa, Mia Zdjelar, alquilan una sala de 130 pies cuadrados en Salon Republic -el WeWork de los salones de belleza- en Hermosa Beach. La pareja no tiene que preocuparse por pagar el alquiler de su salón durante el cierre. Salon Republic, con 23 ubicaciones en California, Texas y Colorado, aseguró a todos los inquilinos que los pagos de alquiler se cancelan hasta que puedan regresar al trabajo.

La pareja solicitó un préstamo de la Administración de Pequeñas Empresas seis semanas antes de que Curran despertara con un depósito de $1.000 a principios de mes. Más tarde recibieron sus cheques de estímulo y un préstamo a través del Programa de Protección de Cheques de Pago (PPP).

Sin embargo, todavía están apurados para pagar las cuentas. Curran, un artista a tiempo completo antes de la peluquería, está recibiendo encargos para pinturas y vendiendo tarjetas de regalo para su negocio de peluquería. Zdjelar se encuentra produciendo kits para teñir el cabello y personalizándolos para clientes que se componen de tintes, herramientas adecuadas y una foto polaroid de la familia: ella y Curran con sus dos perros salchicha.

Zdjelar deja los kits en las casas de sus clientes. A veces salen a saludarla, al menos a seis pies de distancia, generalmente con sus perros. Está disponible para una cita de FaceTime donde guía al cliente a través del proceso. Graba un video para aquellos que prefieren no usar FaceTime o no tienen acceso a él.

“Gran parte de esa autoestima radica en estar al servicio de las personas, y cuando eliminas esa capacidad diaria para hacerlo, afecta enormemente tu salud mental”, manifestó Zdjelar, de 31 años. “Así que es agradable sentir que estoy al servicio”.

A diferencia de otros peluqueros, Amanda Jenkins, estilista de Leo by Paul Norton, un salón en West Hollywood, no tenía la opción de atender a los clientes y ganar dinero cuando comenzó el cierre. Ella cree que contrajo el coronavirus poco después de que dejó de trabajar a mediados de marzo.

Agregó que no fue examinada oficialmente pero que tenía síntomas. Una vez que se sintió mejor, publicó un video como un tutorial en su canal de YouTube. Desde entonces ha publicado múltiples videos instructivos en Instagram y YouTube.

Jenkins solicitó beneficios de desempleo como contratista independiente, pero aún no lo ha recibido ni tampoco un cheque de estímulo.

Para obtener dinero, ella vende productos de belleza. Inicialmente no ofreció visitas a domicilio para sus clientes, preocupada de que pudiera transmitir el virus. Pero ahora ella ha decidido hacer visitas a domicilio selectas para aquellos que la buscan.

“Les he dicho que estaba enferma y ahora estoy bien”, dijo Jenkins, de 32 años. “Depende de ellos si se sienten cómodos conmigo. Ambos podemos usar mascarillas y practicar el saneamiento adecuado como de costumbre”.

Es un riesgo que más y más personas en la industria están tomando al encontrarse sin ingresos.

Danny de la Cruz, un padre de cuatro hijos de 37 años, ha cortado el pelo desde que cerró su negocio en Monterey Park. Le han ofrecido $100 para conducir una hora desde su casa en Inland Empire para cortar el cabello de un cliente, pero prefiere trabajar en su garaje donde tiene una estación de trabajo configurada. Pero su esposa se preocupa. Dijo que recibió un cheque de estímulo del gobierno federal pero que no calificaba para los beneficios de desempleo. Confía en que su hijo, que trabaja para UPS, lo ayude a pagar las facturas.

“Me aseguro de limpiar antes de cada corte”, enfatizó De la Cruz. “Sólo trato de hacer lo que puedo para pagar facturas y lo que necesitamos”.

Elaina Wilcox, propietaria de Color & Craft, teme que podría perder su salón si hay retrasos más largos para que los peluqueros de California vuelvan a trabajar.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Para los clientes, también es un proceso complicado el que están pasando. Evan Lovett, que trabaja en publicidad en línea, le rogó a su peluquero durante semanas para que fuera a su casa y le cortara el pelo. El peluquero inicialmente se negó pero finalmente aceptó. El mes pasado, fue a la casa de Lovett en Studio City para arreglar el cabello y la barba rebeldes de su cliente, lo que a la esposa del cliente no le gustó mucho. Una semana antes, un estilista se acercó para cortar el cabello de la esposa y el hijo de 6 años de Lovett.

El peluquero para perros de Lovett también cedió después de declinar el servicio y llevó a los tres perros pequeños de su familia para un aseo el mes pasado.

“Ella es extremadamente paranoica al respecto”, expuso Lovett, de 41 años. “Quiere operar el servicio al estilo de las drogas”.

Wilcox dijo que la idea de una investigación rigurosa sobre visitas domiciliarias es suficiente para disuadir a muchos peluqueros. Ella no quiere llegar a un punto en el que corra el riesgo de pagar multas o perder su licencia. En todo caso, enfatizó, obligar a las personas a buscar un servicio clandestino en lugar de ofrecerlos en sus salones aumenta las posibilidades de propagar el virus.

Cuando finalmente pueda reabrir su salón, Wilcox afirmó que no trabajaría si tuviera los síntomas del virus o tampoco permitiría que los clientes entraran al salón con algún síntoma. Añadió que comprobaría meticulosamente las temperaturas y se aseguraría de que ella y su otro estilista estuvieran a seis pies de distancia. También cree que la ganancia por los cortes y otros servicios probablemente no sería el mismo que el año pasado porque las precauciones necesarias limitarían las citas. Sin embargo, cada dólar ayudaría a mantener su salón a flote.

“Entiendo que es un proceso de aprendizaje con este virus, pero estamos muy bien entrenados y regulados en lo que respecta a la higiene”, dijo Wilcox. “Tenemos meses de cursos en saneamiento que debemos aprobar antes de convertirnos en estilistas. Sé que es porque tocamos al cliente, pero hay formas de hacerlo de manera responsable”.

Wilcox expuso que recibió un cheque de estímulo del gobierno pero no un préstamo PPP y no ha obtenido respuesta después de solicitar los beneficios de desempleo. Ella aseguró que tiene una gran relación con su arrendador y que le aplazaron el alquiler de mayo.

Sin embargo, teme que cualquier ayuda gubernamental potencial y la disposición de su arrendador de apoyar no sea suficiente para salvar su negocio a medida que se acumula la renta. Por ahora, espera ansiosa, preguntándose si alguna vez volverá a trabajar de manera regular en su propio salón.

“Estuve bien hasta que me enteré que no podíamos regresar por lo menos hasta julio”, reveló Wilcox. “Después me deprimí mucho”.

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