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Científicos podrían haber hallado signos de vida extraterrestre en las nubes de Venus

Astronomers detected a molecule called phosphine in the clouds over Venus. They don’t know how it got there, but one possibility is that it was produced by living organisms.

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En la búsqueda de vida más allá de la Tierra, los humanos enviaron robots a la superficie rocosa de Marte, desplegaron naves para investigar las lunas de Júpiter y Saturno y apuntaron sus telescopios más poderosos hacia sistemas solares distantes.

Pero ahora, en un giro inesperado, un grupo de científicos afirman que encontraron posibles signos de vida extraterrestre en un lugar donde pocos habían pensado buscar: en lo alto de las densas y tóxicas nubes de Venus, nuestro vecino planetario más cercano.

En ese ambiente nocivo, descubrieron un gas llamado fosfina que está asociado con la vida en la Tierra.

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La idea de que la fosfina de Venus podría haber sido producida por organismos vivos puede parecer absurda, reconocieron los integrantes del equipo, sin embargo, es una de las teorías más plausibles que tienen.

“Hay dos posibilidades de cómo llegó allí, y son igualmente locas”, reconoció la astrobióloga del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) Sara Seager, miembro del grupo que informó el descubrimiento este lunes, en la revista Nature Astronomy. “Un escenario es que se trata de un proceso planetario que no conocemos. El otro es que hay alguna forma de vida en la atmósfera de Venus”.

Seager enfatizó que ella y sus colegas no afirman haber hallado evidencia de vida en Venus. En cambio, exponen que encontraron una señal importante de un gas que no pertenece a la atmósfera de ese planeta, y que será necesario mucho más trabajo para entender cómo llegó allí.

“Lo que necesitamos ahora es que la comunidad científica se sume y haga trizas este trabajo”, expresó Clara Sousa-Silva, astrofísica molecular del MIT que trabajó en el artículo. “Como científica, quiero saber dónde me equivoqué”.

La fosfina es una molécula en forma de pirámide con un átomo de fósforo en la parte superior y tres de hidrógeno en la base. Es difícil de crear en planetas rocosos como la Tierra y Venus, porque se necesitan tremendas presiones y temperaturas para que los átomos se unan, explicó Sousa-Silva.

Tales condiciones existen en las profundidades del interior de los gigantes gaseosos Júpiter y Saturno, pero los planetas rocosos, como la Tierra y Venus, simplemente no tienen el ambiente térmico que permitiría la formación espontánea de fosfina.

En la Tierra, la producción de fosfina está asociada con la vida anaeróbica, que no necesita oxígeno para sobrevivir. Se ha detectado en marismas, campos de arroz, plantas de aguas residuales, heces de animales y en el tracto intestinal de peces y bebés humanos, detalló la especialista.

A veces es subproducto de las tareas de mala calidad de los laboratorios de metanfetaminas, y se ha utilizado como pesticida y agente de guerra. “Me encanta la fosfina, pero nunca me gustaría estar en una habitación con ella”, agregó Sousa-Silva. “Es extremadamente tóxica. Muy pocas personas la han olido y sobrevivieron”.

Debido a que ese gas está asociado con la vida en la Tierra, científicos como Seager y Sousa-Silva pensaron que también podría ser un rastro biológico de vida en otros planetas rocosos. “Consideré una gran variedad de lugares en los que podríamos buscar fosfina, pero nunca pensé en buscar aquí al lado”, reflexionó Sousa-Silva.

Aunque Venus es nuestro vecino más cercano, se ha mantenido como un lugar bastante marginal para indagar en signos de vida. Su superficie es inhabitable para la existencia tal como la conocemos, con temperaturas de hasta 900 grados Fahrenheit y una presión atmosférica aplastante, hasta 90 veces mayor que la de la Tierra.

Los científicos creen que Venus pudo haber tenido alguna vez océanos de agua líquida que se evaporaron hace al menos mil millones de años. Hoy en día, su superficie es mucho más seca que en cualquier otro lugar de la Tierra y su atmósfera se compone principalmente de dióxido de carbono, con nubes de ácido sulfúrico.

A pesar de estas condiciones infernales, un puñado de científicos desde la década de 1960 han argumentado que podría existir vida en una región particular, a 30 millas sobre la superficie, donde las temperaturas y presiones son similares a las de la superficie de la Tierra, y donde los pequeños organismos en el aire posiblemente podrían sobrevivir.

“Es un ambiente muy fértil”, destacó David Grinspoon, astrobiólogo y científico principal del Planetary Science Institute, en Tucson, que no participó en el estudio. “Las gotas de las nubes proporcionan un ambiente acuoso; hay nutrientes y otros elementos necesarios para la vida, además de muchas fuentes de energía”.

Un escenario potencial es que la vida evolucionó en la superficie cuando Venus todavía tenía océanos, luego migró a las nubes a medida que el planeta se calentaba con el tiempo. Esta vida probablemente sería microscópica y tal vez similar a algunas formas de bacterias que pasan parte de sus días en las efímeras nubes de la Tierra.

Jane Greaves, astrónoma de la Universidad de Cardiff, en Gales, y autora principal del nuevo estudio, sabía que se había sugerido a las nubes de Venus como un hábitat potencial para la vida y que la fosfina podría indicar tal condición en planetas rocosos. Así, unió cabos y se dispuso a buscar el gas en la pequeña banda de la atmósfera de Venus que podría ser habitable. “Estaba indagando específicamente en señales de vida”, remarcó.

Greaves es una radioastrónoma que trabajó en los años 80 en el telescopio James Clerk Maxwell, de Hawái. A principios de 2017, llamó a Jessica Dempsey, directora del sitio del telescopio, y le preguntó si podía hacer algo loco. Luego le presentó su plan.

“Le dije: ‘¡Por supuesto!’”, recordó Dempsey. “No vas a hallar lo que es posible si no intentas lo imposible”.

Greaves tuvo un total de ocho horas de visualización durante cinco mañanas en junio de 2017, pero no fue hasta finales de 2018 cuando finalmente pudo observar de cerca lo que había visto el telescopio. Le tomó varios meses descubrir una detección de fosfina a partir de los datos confusos, pero finalmente la encontró.

Dempsey recuerda vívidamente el día en que recibió un correo electrónico de Greaves, con los espectros de detección. “Me quedé allí sentada, parpadeando ante la pantalla”, reconoció la especialista, que no formaba parte del grupo de estudio. “Cuando recuperé el poder del habla, la llamé y le dije: ‘Me has volado la cabeza. ¿Esto es realmente lo que creo?’”.

Una segunda observación, en marzo de 2019, con el Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), en Chile, confirmó el descubrimiento.

El siguiente paso de Greaves fue encontrar expertos en fosfina que pudieran ayudarla a determinar si el gas realmente representaba un signo potencial de vida en Venus. Un amigo en común la llevó a los científicos del MIT.

“Mi primera respuesta fue: ‘¿Estás absolutamente segura?’”, expuso Sousa-Silva, quien recientemente había escrito un artículo para explicar por qué la fosfina podría ser una biofirma en atmósferas de exoplanetas. “Porque no solo es extraño, es absolutamente raro”.

Durante los siguientes meses, el equipo del MIT exploró todos los procesos químicos que se les ocurrieron y que tenían el potencial de generar fosfina en Venus sin la ayuda de vida.

Cuando incorporaron relámpagos y meteoritos en sus modelos, determinaron que se podía producir fosfina en Venus, pero solo en cantidades que eran una pequeña fracción de lo que había hallado Greaves. Además, el gas debería degradarse en la atmósfera, pero la cantidad constante sugiere que hay una constante reposición.

Desesperados, consideraron si la actividad tectónica podría haber impulsado su producción. “Ni siquiera pensamos que haya actividad tectónica en Venus, pero aún así parece menos loco que pensar en extraterrestres”, comentó Sousa-Silva.

En última instancia, no pudieron hallar una explicación plausible para la presencia de fosfina que no involucrara alguna forma de vida. No obstante, eso no significa que no la haya, destacó Matthew Pasek, un astrobiólogo de la Universidad del Sur de Florida, que no participó en el trabajo. “Definitivamente merece una mayor investigación”, consideró. “Supongo que hay algún proceso no biológico que lo está produciendo, pero ciertamente encontraron algo extraño”.

Pasek agregó que los científicos aún no están seguros de cómo la vida en la Tierra produce fosfina, o si es generada por organismos. “Creemos que es biológico, pero todavía no tenemos pruebas de eso”, destacó.

Los autores del estudio coinciden en que hay mucho más trabajo por hacer. Esperan que sus hallazgos inspiren a más científicos a estudiar la fosfina. También desean dedicar más tiempo a caracterizar ese gas en Venus para encontrar pistas de cómo llegó allí.

En ese sentido, sería útil enviar una nave espacial a Venus. La NASA tiene dos misiones a Venus actualmente bajo revisión. Pero todo llevará tiempo; podría llevar años o incluso décadas probar de manera concluyente si hay vida en las nubes venusinas, alertó Seager. “Tenemos un largo camino por delante”, apuntó.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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