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Columna de Adictos y Adicciones: La historia de Sofí y su camino a la recuperación

A parishioner holds a single white rose at mass for survivors of Suicide
Sabemos que el camino a la recuperación es largo, pero toda jornada empieza con un primer paso.
(Nelvin C. Cepeda/The San Diego Union-Tribune)
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Estimado lector, querida lectora, quiero agradecer la correspondencia de estos últimos días. Hoy deseo compartir la historia de Sofí, quien ha logrado salir del caos en que vivía.

Sofí es madre soltera, desde su separación, ha vivido y trabajado para su única hija, pero al parecer los esfuerzos de esta abnegada madre no dieron los resultados deseados.

“Katia y yo siempre hemos chocado, tenemos un carácter muy parecido y nos encendemos con facilidad. Al llegar a la adolescencia los conflictos se hicieron más grandes, bastaba que yo dijera no para que ella dijera sí”.

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Las largas jornadas de trabajo, el cansancio y los continuos desacuerdos, enfriaron la relación de madre e hija. Katia empezó a juntarse con un grupo de amigas a quienes les importaba todo, menos la escuela.

Entre conflictos y reclamos, el tiempo fue pasando; como era de esperar, Katia no pudo graduarse, no por falta capacidad, sino por su nulo interés en la escuela. En el caso de Katia, las amigas ejercieron una gran influencia; antes de salir de la preparatoria ya consumía marihuana y de vez en cuando cocaína y cristal.

Al cumplir los dieciocho años Katia se sintió liberada, aunque no era capaz de mantenerse sola, decidió salirse de la casa de su madre e irse a vivir con el noviecito de turno, “…un vago sin oficio ni beneficio que le llenó de mariposas la cabeza y la introdujo a un mundo más oscuro: la heroína”.

Está de más decir que Katia entraba y salía de la casa de su madre cada vez que terminaba con un novio; regresaba con el corazón roto, más flaca y con un genio de los mil diablos. En una de esas estancias temporales ambas se dieron el permiso de hablar de sus cosas, Katia se siente tremendamente resentida con su madre por no haberla tenido cuando era niña y adolescente, las explicaciones de Sofí sobre la necesidad de trabajar y mantenerla parece que no son suficientes. Por su parte, Sofí se ha sentido tremendamente culpable y cede ante los chantajes de Katia.

La relación de madre e hija se fue haciendo cada día más amarga, Katia le endulzaba el oído a su madre y, después de promesas y juramentos, lograba convencerla para que le hiciera un nuevo “préstamo”, se perdía por algunas semanas y volvía a repetirse la historia.

Hace más de un año que Sofí sigue esta columna, en su carta me cuenta que le costó muchísimo trabajo dar el primer paso hacia su recuperación.

Con vergüenza, desesperada, agotada física y emocionalmente, nuestra amiga localizó un grupo de doce pasos para familiares y amigos de adictos.

“Al llegar me di cuenta que las historias se parecen, por primera vez encontré un grupo de personas que entendían lo que me pasaba, nadie me dio consejos ni me dijo qué hacer, simplemente me invitaron a no dejar de asistir y me aseguraron que, con el tiempo, las cosas irían mejorando; no se equivocaron, mi vida ha cambiado radicalmente, dejé de culparme y pagar por el cariño de mi hija, entendí que la adicción es una enfermedad y que sobreproteger a los hijos rara vez da buenos resultados, por el contrario, evitamos que se enfrenten al mundo real y asuman sus consecuencias”.

Sofí tuvo que tomar una decisión extremadamente difícil para una madre: no volvió a recibir a su hija mientras andaba drogada y tampoco le dio ni un centavo. “La invitaba a comer y tomar un baño pero no a quedarse, mucho menos prestarle dinero, se me partía el corazón pero no podía seguir auspiciando su adicción y con todo el dolor de mi alma la eché a la calle”.

Cierto día, Katia llegó más mal que nunca, y por primera vez en su vida, pidió ayuda para internarse en un centro de rehabilitación. A pasado un mes, Katia está recuperándose físicamente, está libre de VIH y va recuperando la conciencia. Aún no es momento de cantar victoria, pero Sofí asegura que gracias a su renovada fe en un poder superior y a las sugerencias de su grupo, ha encontrado la fortaleza para hacer cambios en sus relaciones, no solo con su hija, sino con todos aquellos que la rodean.

Sabemos que el camino a la recuperación es largo, pero toda jornada empieza con un primer paso. Oremos para que todas las familias afectadas por la adicción logren encontrar el camino hacia una vida feliz, digna y productiva.

Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

cadepbc@gmail.com

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