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Columna De adictos y adicciones: Las oraciones de mi madre

We Pray San Diego
La madre de Armando siempre ha sido una mujer de fe, ya tiene más de veinte años como miembro de una congregación cristiana y, desde entonces, su hijo ausente está en sus oraciones.
(Nelvin C. Cepeda / The San Diego Union-Tribune)
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“Estoy vivo gracias a las oraciones de mi madre”, así inició el testimonio de Armando, un joven cuarentón, que tuvo el valor de compartir sus experiencias en el mundo de las adicciones.

Armando es originario de Sonora, nació en una familia humilde. Su infancia la pasó corriendo y jugando por el campo, hasta que se dio cuenta de que era pobre, y que pobre era también el futuro que le esperaba.

En busca de nuevos horizontes, emprendió camino hacia el norte, su primera parada fue en la fronteriza ciudad de Tijuana.

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Con la vitalidad y la locura de los dieciocho años, lleno de planes e ilusiones, Armando se colocó rápidamente en una de las tantas maquiladoras de la zona, empezó como operador, pero gracias a su empeño y habilidades en menos de un año ascendió de puesto y sus ingresos mejoraron.

“Al principio llamaba a mi casa todos los fines de semana y cada quince días les enviaba dinero a mis padres, no era mucho, pero ayudaba con los gastos. A medida que pasaba el tiempo y que mi situación laboral mejoraba, las llamadas telefónicas fueron menos frecuentes, lo mismo que los envíos de dinero. Yo me disculpaba diciendo que tenía muchos gastos, mi madre, como siempre, me decía que lo importante era que yo estuviera bien y no me pedía nada”.

Armando no vivía mejor, por el contrario, se limitaba de muchas cosas para acudir semanalmente a visitar los prostíbulos de la Zona Norte. En ese ambiente conoció el sexo y las drogas, en muchos sentidos se podría decir que Armando vivía una doble vida, durante la semana era un trabajador incansable, pero los fines de semana se adentraba en el mundanal ruido de la calle Coahuila y se perdía en fantasías.

“A veces hacía mis exámenes de conciencia, pero siempre me justificaba diciéndome: ‘No tienes esposa, ni hijos, ganas tu dinero y pagas tu renta, estoy joven y no le hago mal a nadie, además, solo uso drogas los fines de semana’”. Armando se ríe de sí mismo y agrega: “Tenía todas las justificaciones a la mano”.

Armando pudo sostener su estilo de vida por unos años, después empezaron a aparecer las consecuencias, la primera, el trabajo; su rendimiento había caído muy bajo y le dieron el ultimátum, no hizo caso y lo corrieron, para entonces ya estaba bien enganchado consumiendo cocaína o cristal.

Dicen que las madres presienten, y la madre de Armando lo empezó a llamar insistentemente. Armando respondía y se excusaba diciéndole que estaba trabajando o que después le llamaba, hasta que lo paró en seco y le dijo: “Tú andas mal, voy para allá” y colgó.

Aquella llamada fue un cable a tierra, lo despertó de su letargo; Armando sintió vergüenza tan solo de pensar que su madre lo vería en esas condiciones. Pero ya era muy tarde, no podía cambiar en unos días lo que construyó en casi una década.

El reencuentro estuvo lleno de lágrimas y perdones; ante su madre Armando quedó indefenso, una madre conoce a sus hijos y sabe cuando las cosas andan mal. Sin entrar en detalles, se pusieron las cartas sobre la mesa: no había dinero, ni lugar donde vivir por falta de pago, los ataques de ansiedad eran insoportables y terminaba en el rincón de las recaídas. El panorama se veía negro, pero el destino o la mano de Dios les tenía preparado otro camino.

La madre de Armando siempre ha sido una mujer de fe, ya tiene más de veinte años como miembro de una congregación cristiana y, desde entonces, su hijo ausente está en sus oraciones.

Gracias a una comunidad cristiana, ubicada en Ensenada, Armando y su madre recibieron alojamiento y ayuda; los primeros meses fueron muy difíciles, todo proceso de desintoxicación es doloroso, pero con la ayuda de Dios y un poco de voluntad, todo es posible.

“Siempre me consideré ateo, la fe y las oraciones de mi madre nunca las tomé en cuenta, pero como bien dicen: todo ateo cuando se ve en problemas se acuerda de Dios; eso me pasó a mí”.

“Después de algún tiempo en un centro de rehabilitación, mi madre pidió permiso para que la acompañara a su iglesia; como se pueden imaginar yo asistí lleno de escepticismo, pero cuando empezaron las alabanzas y después el pastor tomó la palabra, yo empecé a llorar, no podía parar de llorar, por primera vez en mi vida sentí que Dios me tocaba, me sentía ligero, como si hubiera descargado un gran peso de mis hombros. Ese día fue definitivo, todo cambió a partir de ese momento”.

En la congregación conoció a la que hoy es su esposa, con la ayuda de ella pudo arreglar sus papeles y emigrar a Estados Unidos, actualmente es padre de dos hermosas niñas y un ciudadano ejemplar.

Los problemas y las dificultades no se acabaron, la vida está hecha de eso, sería muy largo relatar todas las vicisitudes que vivió Armando, pero con el apoyo de su esposa y la ayuda de Dios, ha logrado salir adelante.

A nuestro amigo no le queda duda que las oraciones de su madre lo salvaron, sin embargo, no todos tienen tanta suerte, pero todos, sin excepción, tenemos abierto el camino hacia Dios y la restauración.

Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

cadepbc@gmail.com

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