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La difícil charla preuniversitaria que hubiera deseado escuchar de mis padres

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Antes de ir a la universidad, hace cuatro años, mis padres y yo tuvimos una charla al estilo “trabaja duro en clase”, y otra de “diviértete de forma segura”. Pero no discutimos sobre qué hacer si el estrés se transformaba en ansiedad o depresión. Deberíamos haberlo hecho.

En cambio, ese verano, casi todas las conversaciones que tuve con un adulto incluían alguna variación sobre el mismo tema: “Estos serán los mejores cuatro años de tu vida”. Así que estaba preparada para las altas. Y cuando las bajas llegaron, pensé que estaba sola.

Pero no lo estaba. El estudio Healthy Minds 2017, una encuesta de 50,000 alumnos en 54 escuelas, descubrió que el 39% informó que estaba luchando con algún problema de salud mental. El informe, realizado por investigadores de la Universidad de Michigan, también encontró que el 14% tenía una depresión mayor, el 10% sufría de ansiedad severa y el 11% había pensado en el suicidio.

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Quizás esto no debería ser una sorpresa. En el 75% de los casos de salud mental de por vida, la primera aparición es antes de los 24 años. Abrirse camino entre los problemas de salud mental, propios o de un amigo, es una experiencia universitaria fundamental para muchos estudiantes, pero no se reconoce como tal. Ciertamente, no estaba en mi radar cuando tenía 18 años. Ahora, como una graduada reciente de la universidad, si hay un problema que espero que a los padres, los maestros de preparatoria y los consejeros universitarios hablen con los adolescentes, es la salud mental.

En ausencia de algún tipo de conversación fundamental, los alumnos pueden sentir temor de abrirse ante sus padres sobre la depresión o la ansiedad, o buscar el tratamiento que necesitan. Incluso ahora, una de mis amigas más cercanas quiere comenzar a ver a un terapeuta, pero ella está cubierta por la póliza de seguro de salud de sus padres y le preocupa lo que dirán cuando vean la factura (aunque las reglas varían según el estado, en California los pacientes pueden solicitar que las aseguradoras mantengan los tratamientos médicos confidenciales de los asegurados).

Otra amiga que atraviesa períodos de depresión, minimiza el alcance de esa enfermedad cuando habla con su madre. Le preocupa que ella se asuste, especialmente porque están muy lejos la una de la otra. Es comprensible. Para un joven de 20 años, es difícil apreciar cuánta experiencia vivida tienen sus padres, o imaginar que probablemente enfrentaron o ayudaron a otros durante tiempos difíciles.

Al mismo tiempo, los padres deberían saber que muchas universidades están mal equipadas para satisfacer las necesidades de salud mental de los estudiantes. Los campus grandes tienen, en promedio, un proveedor de salud mental con licencia por cada 3,500 alumnos, y el 30% no tienen un psiquiatra disponible en el campus. Hace unos años, el centro de asesoramiento de mi universidad tenía un tiempo de espera de cinco semanas para las citas de admisión a terapia. La situación ha mejorado desde entonces, aunque los estudiantes todavía hablan de la dificultad de conseguir citas.

Una encuesta reciente entre 50 universidades encontró que, en la mayoría de los campus, los alumnos esperarán de 10 días a tres semanas para un examen de admisión inicial. Para un adulto, eso puede sonar razonable, pero para los universitarios sin familia o amigos de confianza cerca, el mal humor de un día puede volverse desesperado al siguiente.

Si los padres inician una conversación sobre la salud mental antes de la universidad, algunos sentimientos de aislamiento podrían eliminarse. Los padres deben explicar que habrá altibajos en los próximos cuatro años. Si alguna vez han experimentado depresión, ansiedad u otros trastornos del estado de ánimo, este es un buen momento para compartirlo también. Durante las llamadas de chequeo a la universidad, los padres también deben preguntarles a sus hijos si conocen el centro de asesoramiento de su campus, y si están desarrollando amistades allí.

No son solo los padres quienes pueden iniciar estas discusiones. Los maestros y consejeros de preparatoria que ya están hablando sobre el éxito en la universidad deberían trabajar en salud mental. Hasta el día de hoy, mis amigos de la preparatoria y yo hacemos referencia a un discurso pronunciado por un querido profesor de química, en nuestro desayuno para estudiantes de último año, sobre su experiencia con la depresión durante sus altos estudios. No fue la charla previa a la graduación que esperábamos, pero fue valioso saber que alguien que conocíamos y admirábamos había atravesado un período tan difícil, y había logrado salir de esa situación.

Afortunadamente, mi propio momento difícil en la universidad fue relativamente pasajero y pude hablar con mis padres al respecto. Pero estas conversaciones no siempre son fáciles. La Alianza Nacional sobre Enfermedades Mentales ofrece una guía para padres y alumnos, pero aquí hay un punto de partida para comenzar esta conversación crucial: “El 30% de los universitarios dicen que, en algún momento del año pasado (2017), se sintieron tan deprimidos que les resultó difícil funcionar. Hablemos sobre qué hacer si eso sucede”.

Grace Gedye, una graduada reciente de Pomona College, es pasante editorial en el Washington Monthly.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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