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Después de que el ‘efecto Trump’ frenara la inmigración, las cifras vuelven a crecer mientras empeora la situación en Centroamérica

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Los cruces ilegales a lo largo de la frontera entre los Estados Unidos y México, después de haber disminuido a principios de 2017, comenzaron un repunte inesperado la primavera pasada que recién ahora volvió a retroceder, según las nuevas cifras del gobierno.

Los números reflejan la naturaleza fluctuante de la inmigración ilegal y son un recordatorio de que múltiples factores, desde la política hasta el clima y las condiciones en los países de origen, influyen en quién intenta llegar a los Estados Unidos, y cuándo.

Las detenciones en la frontera sur en octubre de 2016, un mes antes de la elección de Donald Trump, superaron las 66,000. Después de su victoria electoral, el número de inmigrantes que intentaron ingresar sin autorización alcanzó el mínimo en 17 años.

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Los arrestos mensuales siguieron cayendo en 2017 hasta llegar a 15,766 en abril, cuando se revirtió la tendencia de baja. Las detenciones aumentaron cada mes hasta 40,513 en diciembre pasado.

Los defensores de inmigrantes remarcaron que el “efecto Trump”, que desalienta la inmigración no autorizada, podría estar desapareciendo.

Sin embargo el mes pasado, los arrestos disminuyeron nuevamente. No está claro si la baja registrada después de la Navidad es estacional, o si continuará.

En enero hubo 35,822 inmigrantes detenidos en la frontera sur, según cifras divulgadas este miércoles por Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. La cifra no es tan alta como la de diciembre, pero es superior a las registradas mensualmente entre febrero y octubre pasados.

El número de familias y niños no acompañados atrapados cruzando la frontera -que subió casi todos los meses desde la primavera última- también decreció ligeramente el mes pasado, a 25,980, pero superó en más del doble al total de abril, que fue de 11,127.

Al dar a conocer los números, el miércoles, el portavoz de Seguridad Interna, Tyler Houlton, señaló que las cifras de detenciones para niños y familias seguían siendo altas. “El personal en el frente está obligado a liberar decenas de miles de niños extranjeros no acompañados y familias indocumentadas en los Estados Unidos cada año, debido a las lagunas actuales en nuestras leyes de inmigración.

Este mes vimos una cantidad inaceptable de UAC [acrónimo de unaccompanied children, o ‘niños no acompañados’] y las unidades familiares inundan nuestra frontera debido a estos apresamientos y las lagunas jurídicas”, aseveró. “Para asegurar nuestras fronteras y hacer que los Estados Unidos sean un país más seguro, el Congreso debe actuar y cerrar estas lagunas jurídicas que han creado incentivos para los inmigrantes no autorizados”.

En el Valle del Río Grande, Texas, llegan tantas familias de inmigrantes con niños pequeños a diario -más de 15,500 parientes en lo que va del año fiscal- que los voluntarios de un refugio local han instalado un área de juegos.

Cuando el número de detenciones de niños migrantes no acompañados comenzó a aumentar, en abril, menos de 1,000 de ellos eran capturados mensualmente. Para el mes pasado, la cifra había crecido a 3,227. El número de parientes atrapados ascendió aún más rápido durante ese lapso, de 1,118 en abril a 5,656 el mes pasado.

Cuando, en enero, Elvis Antonio Muniya Méndez llegó al refugio, desde Honduras, con su hijo de 15 años, el parque estaba repleto de los hijos de 100 compañeros migrantes centroamericanos que habían sido atrapados cruzando la frontera sin permiso y liberados ese día. Muniya, de 36 años, huyó de la pandilla que el mes anterior había matado a su hermano, de 26 años. El hombre tenía la esperanza de unirse a otro de sus hermanos, en Indiana. Él y su hijo fueron liberados con una notificación para comparecer ante el tribunal de inmigración, donde planea asistir. “Quiero vivir aquí legalmente, sin miedo”, afirmó.

Los funcionarios de la administración Trump han propuesto detener más familias, pero eso no está sucediendo en el Valle del Río Grande, donde muchos son liberados, como Muniya, con avisos para comparecer ante el tribunal. En el refugio fronterizo donde llegó Muniya, Sacred Heart, la cantidad de inmigrantes arribados cayó a fines del año pasado y sólo aumentó recientemente, indicó la directora, la hermana Norma Pimentel. ”Nunca había visto tantos niños ser parte de esta migración”, afirmó, mientras inspeccionaba el refugio, que había recibido a 60 inmigrantes el día anterior.

Los pequeños que cruzan la frontera sin la compañía de un adulto son protegidos por la Oficina Federal de Reasentamiento de Refugiados, y colocados al cuidado de parientes u otros patrocinadores en los Estados Unidos. La agencia tiene alrededor de 9,900 camas de refugio distribuidas en varias instalaciones. Hasta esta semana, albergaba a 7,800 menores.

Los niños que cruzan la frontera con un padre pueden ser liberados con órdenes para comparecer ante un tribunal, o retenidos en centros especiales de detención familiar. Los funcionarios de la administración Trump propusieron arrestar más familias, pero el espacio es limitado. Hasta el lunes, los centros de detención reunían 1,896 personas. Solo uno de ellos puede albergar a padres, y los abogados remarcan que siempre está lleno, por lo cual los hombres que se cruzan con niños a menudo son liberados con un aviso para comparecer ante un tribunal.

Quienes abogan por mayores restricciones a la inmigración dicen que se necesita hacer más para responsabilizar a los padres que cruzan con sus hijos. Esos padres, sostienen, ponen en riesgo a sus pequeños al hacer un viaje peligroso. Andrew Arthur, un exjuez de inmigración que ahora se desempeña como experto residente en derecho y política en el conservador Center for Immigration Studies, con sede en Washington, considera que la forma en que se trata a los inmigrantes en la frontera fomenta la migración familiar. “La razón por la cual los niños están allí, en primer término, es la creencia de que un padre con un hijo no será detenido”, expuso Arthur. Esa suposición es errónea, afirmó.

También señaló que el Congreso y la falta de voluntad de la administración Trump para poner fin al programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) también alentó a las familias migrantes a hacer el viaje ahora, con la esperanza de beneficiarse de una “amnistía DACA”, aunque el programa se limita a aquellos que crecieron en los Estados Unidos.

Pero los migrantes y sus defensores remarcan que se ven impulsados a cruzar la frontera más por las condiciones en Centroamérica (violencia de las pandillas y recesiones económicas) que por las políticas de los EE.UU.

Rubén García, director de Annunciation House, un albergue de El Paso para inmigrantes recién llegados, vio un aumento en los arribos a fines del año pasado y principios de enero, que cayó recientemente.

“Hasta que haya una mayor capacidad para detener a todos los que entran, veremos estas oleadas periódicas”, consideró García. “En muchos de estos países, simplemente, no se puede vivir. La gente dice: ‘Es peligroso caminar por nuestro vecindario, no puedes ganarte la vida, tienes miedo de que alguien te extorsione, tienes miedo de enviar a tus hijos a la escuela’”.

Eda Marleny Gonzalez, una ama de casa, huyó de Honduras el mes pasado debido a la violencia de las pandillas y el abuso sufrido por parte del padre de su hijo de cinco meses. Ella paró en el refugio Sacred Heart antes de dirigirse a Carolina del Sur. González, de 28 años, no le tiene miedo a la promesa de Trump de tomar medidas enérgicas contra los cruces ilegales. “Solo quiero una vida mejor para mi hijo”, expresó.

Cerca de allí, el granjero guatemalteco Elcoque Batén Mejía se sentó bajo una cruz de madera con su hijo de 17 años, mientras debatía si ir a Virginia Occidental, donde tiene un primo, o a la zona de MacArthur Park, en Los Ángeles, un área considerada como un refugio para los migrantes centroamericanos.

Batén, de 34 años, dejó una esposa y tres hijos pequeños en su país, y emigró porque no podía ganarse la vida cultivando maíz, frijoles y plátanos en el Quiché rural, y quería que su hijo mayor aprendiera inglés.

Ante los planes de Trump para construir un muro y otras restricciones a la migración familiar, se encoge de hombros. “Está bien”, dice. “Nosotros ahora estamos aquí”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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