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La canícula: en esta ciudad fronteriza de Texas, el climax de un verano mortal está rodeado de supersticiones

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Esta semana marca el final de la temporada pico del verano, los 40 días más calurosos del año, conocidos a lo largo de la frontera sur de Texas como la canícula.

Canícula significa en latín “estrella de perro”, en referencia a la constelación Can Mayor (Canis Major), que aparece sobre el sol durante los días más calurosos del año.

Incluso antes de su comienzo, el término estaba en la mente de los residentes, en parte debido a la gran cantidad de supersticiones que le rodean: los niños deben mantenerse adentro durante la temporada de canícula; no es bueno tomar grandes decisiones, como operarse. Si la canícula comienza con lluvia, el verano será templado; si empieza caliente y seco, como este año, mejor tener cuidado.

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Las temperaturas escalaron a los tres dígitos en julio, en todas las ciudades del Valle del Río Grande. La canícula estaba en boca de camareras, damas de la Sociedad del Rosario e incluso sacerdotes, algunos de los cuales la mencionaron durante sus homilías a mediados de agosto.

El padre Pablo Wilhelm les recordó a aquellos a punto de abandonar la comodidad del aire acondicionado de la Iglesia Católica Romana de Nuestra Señora del Refugio porque la salvación -al menos, a nivel terrenal- estaba a pocas semanas de distancia.

Los agentes de aduanas que pasaron el verano “horneándose” en la frontera y procesando familias inmigrantes de América Central, pueden decir con precisión cuándo termina la canícula. También pueden hacerlo los agentes de la Patrulla Fronteriza, encargados de perseguir a los migrantes a través de millas de tierras de enormes haciendas. Y, claro, también lo pueden hacer los inmigrantes. El calor aquí hace algo más que marchitar los cultivos de algodón y poner los nervios de punta: mata.

Noel Benavides, de 75 años, oriundo de Roma y dueño de la tienda de ropa deportiva J.C. Ramírez, recuerda haber visto a un inmigrante atendido por un golpe de calor en el antiguo hospital de la plaza de la ciudad, en 1959. El médico de la ciudad llenó una tina con hielo para bajar su temperatura, pero él murió de todos modos.

Ahora, los migrantes cruzan el Río Bravo en cantidades mayores que en cualquier otro tramo de la frontera de EE.UU. con México. Hasta el momento en este año fiscal, 127,778 personas fueron atrapadas en el Valle del Río Grande. “No se dan cuenta de lo caluroso que se pone. No están acostumbrados a eso”, señaló Benavides.

Los agentes de la Patrulla Fronteriza entrenados como paramédicos, permanecen cerca de la orilla del río, con sus uniformes verdes empapados de sudor. Cuando apresan a quienes cruzan la frontera, a menudo se detienen en sus camionetas para repartir agua fría antes de llevarlos al centro de detención.

Desde octubre hasta fines de junio, las muertes relacionadas con el calor en la frontera sur -la principal causa de decesos de migrantes- aumentaron a 48, en comparación con 31 durante el mismo período en 2017. A los agentes les preocupan especialmente los inmigrantes que son contrabandeados al otro lado de la frontera en vehículos de tipo tráiler, como el que fue atrapado en San Antonio en julio pasado, que transportaba a 31 personas y ocho cuerpos (dos murieron después, en un hospital).

Solo el 31 de julio, los agentes respondieron a tres llamadas al 911 para rescatar a cinco inmigrantes perdidos en grandes ranchos, a cientos de millas al noreste de Roma, después de que estos fueran abandonados por contrabandistas que trataban de esquivar un puesto de control de la Patrulla Fronteriza. Más tarde ese día, agentes que patrullaban al oeste de Roma encontraron a una madre e hijo hondureños, también abandonados por contrabandistas. La mujer comenzó a vomitar debido al calor, perdió el conocimiento y debió ser hospitalizada. Por la noche, un agente a unas 55 millas al este descubrió el cuerpo de un inmigrante en la maleza.

Desde octubre hasta finales de julio, la Patrulla Fronteriza en el Valle del Río Grande reportó más de 1,300 rescates de inmigrantes, y 80 muertes. Y la canícula aún no había terminado.

Los agentes encontraron a 18 inmigrantes comprimidos en un camión de carga, otros 16 abandonados en una choza rural y 42 parientes a pie, todo en una misma jornada, el 12 de agosto pasado. Al día siguiente, un paramédico de la Patrulla Fronteriza detuvo a una mujer mexicana que había cruzado la frontera ilegalmente y vagaba 50 millas al este de Roma. Su temperatura corporal era de 105 grados. La semana pasada, los agentes encontraron al menos cuatro inmigrantes muertos en el Valle del Río Grande, uno sobre la orilla del río.

Nadie garantiza que el calor termine con la canícula a finales de agosto, pero es de esperar que así sea. Una tormenta este mes confortó a los árboles de palma y mezquite, además de mejorar los ánimos en Roma.

El equipo de fútbol de la preparatoria y la banda de marcha comenzaron a practicar hace semanas, limitados a las mañanas debido al calor. Las clases comienzan este 27 de agosto, y llenarán las calles con automóviles de padres y autobuses que transportan diariamente a estudiantes mexicanos a través del puente fronterizo desde Miguel Alemán, en México, para asistir a la escuela legalmente en Roma.

Incluso si la ola de calor termina oficialmente el jueves 30, explicó, algunos creen que podría continuar una minicanícula de una semana de duración. Benavides señaló hacia el exterior un campo de zacate buffel reseco, un alimento selecto para el ganado, amarillo como paja.

“Hay algo que se está gestando”, insistió su esposa, Cecilia Benavides, de 75 años.

Las tormentas podrían traer otro clima extremo a Texas: el pasado 26 de agosto, el huracán Harvey azotó el estado; arrojó más de 60 pulgadas de lluvia en algunos lugares y mató a 68 personas. También se sabe que los huracanes azotan a lo largo de la frontera. Benavides recuerda cuando Beulah tocó tierra cerca de la desembocadura del Río Bravo, en 1967. El fenómeno mató a 59 personas y causó más de $200 millones en daños.

No obstante, el hombre cree que una canícula extendida es más probable que un huracán.

“¿Han visto el pronóstico?”, dijo, sacudiendo la cabeza, mientras la familia discutía las implicaciones a largo plazo del cambio climático para la región.

El máximo en Roma fue de 105 grados este 27 de agosto. No está previsto que caiga por debajo de los tres dígitos en toda la semana.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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