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La caravana de migrantes avanza hacia el norte, mientras Trump amenaza con cortar la ayuda a Centroamérica

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La caravana de inmigrantes continúa su marcha hacia el norte de México, incluso cuando el presidente Trump criticó al gobierno de ese país y amenazó con cortar la ayuda a tres naciones centroamericanas por permitir que su gente abandone sus territorios.

La caravana creció a varios miles de personas, la mayoría de ellas originarias de Honduras, y le ha generado a Trump un problema que seguramente convocará a su base de seguidores republicanos en torno a la necesidad de un control más estricto de la inmigración. Pero los migrantes con rumbo al norte expresaron poca conciencia de la política estadounidense e insistieron en que solo intentan escapar de la violencia, la corrupción y la pobreza.

“Esto no es nada contra el presidente Trump”, aseguró José Rodríguez, de 29 años. “Respetamos al presidente Trump. “Se trata de nosotros, los hondureños, y las vidas imposibles que enfrentamos, con violencia y pobreza, así como la oportunidad de una vida mejor en Estados Unidos”.

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Trump advirtió en Twitter que EE.UU. “Comenzará a recortar o reducir sustancialmente” la ayuda a Guatemala, Honduras y El Salvador por no haber evitado que la caravana siguiera rumbo al norte.

Los integrantes de la caravana pasaron la noche del domingo 21 de octubre acurrucados en la plaza central, parques y otros sitios de la ciudad subtropical de Tapachula. Poco antes del mediodía del lunes, en un clima húmedo de 90 grados, la mayoría del grupo salió a pie para llegar a la ciudad de Huixtla, ubicada 25 millas al norte.

“Hombres en la parte delantera, mujeres y niños en la parte trasera”, gritó un organizador con un megáfono.

Unas horas más tarde, la caravana sufrió su primera muerte confirmada, cuando un joven fue atropellado por un vehículo en una carretera de cuatro carriles, unas 10 millas al norte de Tapachula.

Fatigados después de tantos días de viaje, muchos miembros del grupo habían empezado a saltar sobre furgonetas y a aferrarse a la parte trasera de semirremolques.

La víctima no fue identificada de inmediato, pero por su apariencia se estimó su edad aproximada en 21 años. Su cuerpo yacía en el camino bajo el sol brillante, cubierto con una sábana blanca con dibujos de flores. Su gorra de béisbol ensangrentada estaba a su lado; la ausencia de su zapato derecho revelaba un calcetín negro lleno de agujeros.

Algunos miembros de la caravana, aturdidos, miraban en shock. “Era como todos nosotros, alguien que buscaba una vida mejor para él y su familia”, expresó un conmovido Edin Mata, de 21 años. “Podría haber sido mi hermano, o yo”.

Mata fue deportado de Florida hace seis meses, después de haber vivido en EE.UU. durante tres años. “Por supuesto que quiero volver, al menos allí uno puede tener una buena vida, ganar bien, estar a salvo. Eso es lo que todos queremos”, aseguró, mientras señalaba al hombre fallecido, tendido en la carretera. “Eso es también lo que él quería”.

Mientras avanzaba la tarde y el sol comenzaba a sumergirse en el oeste, muchos se detenían a lo largo de la carretera, claramente agotados, a unas 12 millas de Huixtla. Muchas familias arrojaron mantas frente a una oficina de inmigración mexicana, en una casilla de control en la carretera Panamericana. Ninguna autoridad de ese país revisaba documentos en el punto de control, que estaba cerrado. “Estamos cansados; ha sido un viaje largo, especialmente con los niños, pero parecen estar aguantando”, expresó Keila Montoya, de 33 años, quien viaja por tierra desde Honduras con tres niños, de uno a 10 años de edad.

El espectro de las masas de inmigrantes pobres que llegan a los países desarrollados de Occidente ha sido durante mucho tiempo una imagen potente en los círculos antiinmigrantes. La novela de fantasía del autor francés Jean Raspail “El campamento de los santos”, publicada en 1973, imagina a masas de personas del subcontinente indio que abruman a Europa occidental mientras los liberales observan y permiten que suceda. La novela, abiertamente racista, es considerada profética por quienes favorecen las políticas estrictas de inmigración.

Trump avivó los temores sobre la caravana en varios actos realizados en todo el país en los últimos días. “Parece que la gente ya está caminando por el centro de México”, afirmó el mandatario el lunes, en un evento en Texas en apoyo del senador republicano Ted Cruz. Acerca de Guatemala, Honduras y El Salvador, aseguró: “Se les paga mucho dinero cada año; les damos ayuda externa y no han hecho nada por nosotros. Nada”.

El presidente afirmó por Twitter que la caravana incluye a criminales, así como a “desconocidos de Medio Oriente”, aunque no hay pruebas que respalden sus dichos.

Un portavoz del Departamento de Estado que habló en carácter anónimo sugirió que la caravana tiene motivos políticos: “No se formó de manera espontánea. Entendemos que hay informes de que los partidos de oposición hondureños desempeñaron un papel clave en la organización de la caravana”, afirmó el funcionario. “Nos preocupa que los traficantes de migrantes hayan atraído a los miembros de esta caravana para hacer este viaje, y que puedan ser explotados, con gran riesgo para ellos y sus familias”.

Sin embargo, muchos dijeron que abandonaron Honduras simplemente porque la vida allí se ha vuelto más difícil en los últimos años.

Al igual que el vecino El Salvador, Honduras es uno de los lugares más mortíferos del mundo sin ser una zona de guerra; las tasas de homicidios superan en muchas veces las registradas en Estados Unidos. La corrupción es endémica: los miembros de la clase política del país han sido sorprendidos protegiendo a los narcotraficantes, y el estado de derecho es casi inexistente; la gran mayoría de los delitos quedan impunes.

Es imposible vivir con tal inestabilidad, consideró el miembro de la caravana José Antonio López, de 36 años. El hombre tenía una pequeña tienda de comestibles en San Pedro Sula, Honduras, pero no podía ganarse la vida, dijo, porque los pandilleros le exigían constantemente pagos extorsivos. “Un grupo viene un día y te hace pagar, y al día siguiente otro grupo también te exige dinero”, relató. “Si no pagas, te matan a ti y a tu familia. No tienen reparos en ello”.

“Nunca he estado en Estados Unidos, pero todos dicen que puedes llevar una vida digna allí”, agregó Selvin Morales, de 28 años, quien ganaba alrededor de $200 al mes como trabajador de la construcción en Honduras.

En los años fiscales 2016 y 2017, el Congreso asignó un total de $432 millones en asistencia a Guatemala, $391 millones para Honduras y $302 para El Salvador, según Washington Office on Latin America (WOLA), un think tank que rastrea los gastos.

Los programas relacionados con la seguridad y el sector judicial recibieron la mayor cantidad de fondos: alrededor de $500 millones. Según WOLA, las iniciativas vinculadas con la buena gobernación, la transparencia y los derechos humanos recibieron solo el 15% del total, alrededor de $195 millones.

No está claro aún si Trump podrá cumplir con sus amenazas de cortar la ayuda a Honduras, Guatemala y El Salvador. Si bien los presidentes estadounidenses tienen importantes poderes de política exterior como un asunto general, la ayuda externa es proporcionada por una norma promulgada por el Congreso y debería también ser modificada por ley.

El representante Eliot L. Engel (D-N.Y.), miembro del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, indicó el 22 de octubre que trabajará para garantizar que Trump no actúe sin la aprobación legislativa. “Afortunadamente, el Congreso, no el presidente, tiene el poder sobre los fondos”, expresó Engel en un comunicado. “Mis colegas y yo no nos quedaremos de brazos cruzados mientras esta administración ignora la intención del Congreso”.

El primer mandatario ha amenazado con descartar un acuerdo de libre comercio pendiente si México no detiene la caravana.

Bajo la presión de uno de sus aliados económicos más importantes, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, afirmó repetidas veces que no se permitirá a los migrantes ingresar de manera “irregular”. Pero la gran cantidad de integrantes de la caravana que marchaban por México sugería que muchos miles ya lo habían hecho.

Gerardo Hernández, jefe de la agencia de protección civil en el municipio de Suchiate, Chiapas, informó que al menos 7,233 inmigrantes que cruzaron ilegalmente habían sido registrados en un refugio en Ciudad Hidalgo, en la frontera con Guatemala.

Cuando la caravana comenzó a marchar, el domingo, grandes grupos de policías vestidos con equipos antidisturbios bloquearon el camino varias veces, aunque luego se retiraron.

Mientras el gran grupo que se abría paso a través de México atrajo la atención internacional, otra caravana de migrantes de Honduras se dirigía al norte. Al menos 1,000 personas cruzaron a Guatemala en los últimos días, en dirección a la frontera con México.

Los inmigrantes han recurrido a las caravanas en los últimos años por muchas razones. Éstas son gratuitas, en comparación con los $7,000 que a menudo cobran los contrabandistas, y hay una mayor seguridad en cuanto a los riesgos del camino.

Los robos, las violaciones y los ataques —por parte de contrabandistas, miembros de cárteles y agentes del orden— son comunes. En un incidente en 2010, 72 migrantes secuestrados fueron asesinados por un cártel en el norte de México.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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