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Toneladas de cocaína y sicarios: un testigo en el juicio de ‘El Chapo’ desglosó el negocio de la droga

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Si no fuera por su uniforme de prisión, el antiguo subjefe del cártel de Sinaloa, Jesús Zambada García, podría haber sido confundido con un ejecutivo graduado en Wharton mientras testificaba sobre el negocio de importación y exportación que manejó durante años al mando del narcotraficante mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Guzmán parecía escuchar atentamente mientras su exempleado, hermano de su antiguo socio y supuesto sucesor, Ismael “El Mayo” Zambada, describía cómo trasladaba hasta 100 toneladas de cocaína con marcas como Queen, Sapphire, Pac-Man y Coca-Cola desde sus “bodegas” de la capital mexicana a Estados Unidos, donde un solo kilo podría generar una ganancia de $13,000 en Los Ángeles y hasta $26,000 en la ciudad de Nueva York.

Durante las dos primeras horas de su testimonio, también detalló la estructura corporativa del cártel, sus vastas capacidades navales y terrestres y sus diversos planes de transporte.

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“El objetivo del negocio es controlar el mercado y los precios del producto que gestiona el cártel”, afirmó García en la corte. “Los principales productos que maneja el cártel son la cocaína, la marihuana, la heroína y la metanfetamina”.

García es el primero de docenas de testigos colaboradores que se espera testifiquen para el gobierno. En el idioma empresarial, él era un gerente regional, un nivel por debajo de su hermano y de Guzmán, y uno por encima del vasto ejército de trabajadores del cártel: “sicarios, transportistas, pilotos, ingenieros, conductores y guardias de seguridad”, detalló. “Ellos matan gente”, respondió García cuando le preguntaron qué hacían los sicarios. “Matan a los enemigos”.

Como parte de su trabajo, también recibía envíos de cocaína colombiana en Cancún, donde usaba cadenas humanas que se extendían hasta el mar para descargar toneladas de la droga desde embarcaciones hasta camiones que esperaban en la costa. Otros “sublíderes” manejaban operaciones uniformes por toda la costa mexicana, testificó García, de modo que los traficantes colombianos podían dejar sus drogas en cualquier lugar y tener la seguridad de que el cártel de Sinaloa podría recibirlas y procesarlas rápidamente.

García narró que conoció a Guzmán mientras ayudaba a organizar su fuga de prisión, en 2001, y que hablaron por teléfono por última vez poco antes de su propio arresto, en 2008. El testigo describió al antiguo capo como el socio comercial de su hermano, y calificó su negocio como una asociación de partes iguales (50-50). “Me dijo que habían acordado trabajar juntos y que iban a establecer una sociedad, mitad y mitad”, afirmó García sobre el acuerdo de su hermano con el acusado.

Sin embargo, los abogados defensores sostienen que Zambada ha sido el jefe todo el tiempo, y que la acusación de Guzmán es un “montaje” cínico por parte de los gobiernos de Estados Unidos y México.

Pero el magistrado federal que entiende en la causa rápidamente intervino ante la defensa. “Los motivos del gobierno no están siendo juzgados aquí”, advirtió el juez Brian Cogan al defensor Jeffrey Lichtman. “Su declaración de apertura fue un pagaré que usted no podrá respaldar”.

La parte acusadora fue aún más contundente, y pidió a la corte que instruya a los jurados a ignorar toda la declaración inicial de Lichtman.

Aunque Cogan reprendió a Lichtman por sus afirmaciones “hiperbólicas” sobre el sistema de justicia estadounidense, rechazó la solicitud “radical” de los fiscales federales de desconsiderar la declaración de apertura —aún por terminar— del defensor. En lugar de ello, dio a los jurados un conjunto de instrucciones inusuales y detalladas sobre cómo deberían interpretar lo que habían escuchado el día anterior.

“Hubo algunas referencias en la apertura del Sr. Lichtman a cierta conducta del gobierno que podrían considerarse indignantes”, le dijo al jurado. “Yo debo decidir sobre la conducta del gobierno, no ustedes”.

Con sólo 10 minutos para volver a escribir su declaración, Lichtman apuntó a los testigos colaboradores del gobierno, insinuando que la mayoría de ellos quedarían libres al final del juicio.

En una medida que parecía estar fuera de sintonía con el jurado de Nueva York, formado fuertemente por inmigrantes y minorías, advirtió que “ellos no vienen a Estados Unidos y, de repente, se vuelven humanos y estadounidenses y respetuosos de la ley”.

Entre los villanos extranjeros que retrató había un hombre con el hábito de consumir cuatro gramos de cocaína al día, —”eso equivale a cuatro fiestas de fraternidad en un sábado por la noche en la década de 1980”—, y otro que buscó consejos para traficar drogas de parte de su madre. Un tercero supuestamente sobornó al presidente de Honduras.

“Estos hombres deben cooperar en contra de una persona, ‘El Chapo’ Guzmán, para salir de la cárcel”, indicó Lichtman, y repitió: “Pronto estará libre entre ustedes”, después de mencionar cada nombre.

Guzmán permaneció sentado, casi impasible, con su camisa color lavanda y su corbata púrpura, incluso cuando Lichtman retrató a su afamado cliente como alguien ostentoso, arruinado y un temerario perseguidor de la fama.

“Para bien o para mal, disfrutó de la notoriedad”, aseveró el letrado.

La esposa de Guzmán, exreina de belleza, también parecía disfrutar del protagonismo en la corte. La mujer apareció con una comitiva de partidarios, luciendo una chaqueta azul de terciopelo, pantalones negros ajustados y tacones de aguja negros. Guzmán la miraba entre sus conferencias con el intérprete de la corte.

Sharp es un corresponsal especial.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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