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Un año después de Charlottesville, muchos supremacistas blancos mantienen un perfil bajo

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Hace un año, los supremacistas blancos estaban listos para una gran demostración de unidad en Charlottesville.

Cientos de ellos viajaron a la ciudad para apoyar su creencia de que los blancos son superiores. Pero la reunión se tornó violenta rápidamente, y un manifestante antirracismo murió cuando un automóvil atropelló a la multitud.

Desde entonces, muchos partidarios de los “derechos blancos” que frecuentemente aparecían en giras de conferencias o reuniones más pequeñas en todo el país se hicieron menos visibles, incluso cuando la cantidad de grupos neonazis ha aumentado, según los miembros de agrupaciones de supremacía blanca, activistas contra el racismo y otros observadores.

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El espectáculo de Charlottesville, Virginia, mantuvo al movimiento ultraderechista más escindido que unido, incluso cuando manifestaciones como la de Portland, Oregon, el sábado 4 de agosto, siguen atrayendo a extremistas de derecha y contramanifestantes, y aumentan las preocupaciones sobre la violencia.

Varios líderes de grupos de supremacía blanca han dicho durante el último año, a menudo a través de las redes sociales, que sus seguidores deben evitar tales eventos públicos.

Michael Hill, quien lidera el grupo proconfederado con sede en Alabama League of the South, les dijo a sus seguidores en un podcast de mayo que no tienen “nada que ganar” con otro Charlottesville, un sentimiento común en los foros de mensajes y redes de chat alternativos.

Brad Griffin, un prominente bloguero que ha impulsado una “América del Norte etnoestatal, blanca y sin judíos” en su sitio web Occidental Dissent, recientemente escribió que los racistas deberían cuidarse de aparecer en reuniones públicas. “No creo que debamos involucrarnos más con ellos”, escribió Griffin en julio, acerca de los contramanifestantes.

Antes y desde Charlottesville, los grupos de derechos civiles advirtieron que el país podría enfrentar una nueva era, en la cual los racistas estarían cada vez más envalentonados para mostrar sus puntos de vista en violentas manifestaciones públicas. Ese movimiento, afirman muchos ahora, se ha ralentizado.

“Uno de los efectos más importantes del año posterior a Charlottesville ha sido la incapacidad de estos grupos extremistas, de extrema derecha, para unirse como esperaban”, expuso Oren Segal, director del Centro sobre Extremismo de la Liga Antidifamación. “La reacción violenta que surgió de ese evento generó la lucha interna y división, y ha presionado sobre estos grupos en formas que no hemos visto antes”.

El fin de semana en Charlottesville, en 2017, terminó con la muerte de la contramanifestante Heather Heyer, de 32 años, un accidente de helicóptero que mató a dos policías estatales y decenas de lesionados. La reacción del presidente Trump, que le asignó la culpa a “ambos lados”, alimentó aún más las tensiones a medida que se realizaban vigilias en todo el país.

En algunos casos, los supremacistas blancos fueron condenados al ostracismo en sus comunidades. Algunos fueron expulsados de portales de recaudación de fondos en línea, o despedidos de sus trabajos. Otros optaron por no exponerse a la crítica que generan los eventos públicos.

El intento de reunir decenas de supremacistas blancos nuevamente en Charlottesville en agosto, para conmemorar el aniversario de los mitines del 2017, fracasó. La ciudad se negó a organizar una conmemoración oficial, aunque las iglesias planean servicios de sanación y los estudiantes universitarios anunciaron una protesta contra el racismo.

En lugar de Charlottesville, el organizador Jason Kessler planea realizar un mitin de aniversario de “derechos civiles blancos”, el 12 de agosto en Washington, frente a la Casa Blanca. El evento no será “sobre odiar a alguien”, sino más bien para apoyar una raza que “se está convirtiendo en una minoría en Estados Unidos”, indicó.

Sin embargo, incluso algunos de los que acuerdan con él se han desvinculado. “No tengo nada que ver con eso, y no tengo nada que ver con Jason Kessler”, escribió en un correo electrónico Richard Spencer, un nacionalista blanco que marchó con antorchas en el campus de la Universidad de Virginia en 2017.

Spencer, quien ayudó a promover la manifestación del año último, evitó a Kessler después de que este celebrara la violencia, y animó a otros grupos racistas a no seguirlo.

Ante las crecientes protestas y las multitudes cada vez más pequeñas mientras viajaba por el país, Spencer recientemente puso fin a su gira universitaria. En julio, al nacionalista blanco Christopher Cantwell se le prohibió ingresar al estado de Virginia durante cinco años después de declararse culpable de ataque por utilizar gas pimienta en una multitud, en el campus de la Universidad de Virginia, en 2017.

En el último año, otros grupos extremistas que estuvieron presentes en Charlottesville, incluidos el Partido Tradicionalista de los Trabajadores y Vanguard America, se dividieron. James Fields, el hombre de Ohio acusado de la muerte de Heyer, había posado con Vanguard America en la manifestación de 2017 mientras sostenía un escudo con símbolos neonazis.

Sin embargo, la policía en Washington, Charlottesville y otras ciudades, aseguraron que están atentos a los enfrentamientos entre grupos conocidos por buscar confrontación.

Si bien las agrupaciones de derechos civiles predijeron la violencia en 2017 y movilizaron la asistencia de opositores, ministros y observadores legales, muchos dicen que la mejor forma de responder sigue sin estar clara. “Algunas personas sostienen que no hay que prestarles atención ni darles fuerza. Otros creen que tenemos que resistir abiertamente”, aseveró Carolyn Gallaher, profesora de la American University que estudia las milicias derechistas.

La reverenda Traci Blackmon, una pastora de Florissant, Missouri, que ayudó a organizar a clérigos de todo el país para protestar contra el racismo el año pasado en Charlottesville, no está segura si asistirá al evento de Washington. “Estoy tratando de decidir si quiero darles a los nacionalistas blancos la atención que recibieron en Charlottesville y que sigan clamando”, expresó Blackmon, quien es ministra ejecutiva de la Iglesia Unida de Cristo.

En Washington, docenas de organizaciones locales, así como Black Lives Matter y grupos de derechos civiles de Nueva York, Filadelfia y Charlottesville también planean reunirse el 12 de agosto en una plaza al este de la Casa Blanca. El calendario convocó a “bandas de marcha, tambores, títeres y exhibiciones vibrantes de arte y cultura”.

Después de la violencia del 2017, docenas de ciudades como Baltimore y Lexington, Kentucky, se apresuraron a derribar estatuas confederadas, similares a las que los grupos de derecha afirmaron que querían proteger en Virginia.

En Durham, Carolina del Norte, los manifestantes se encargaron de atar la cuerda alrededor de una estatua de bronce de 93 años, de un soldado confederado, y la derribaron. En Charlottesville, la ciudad colocó lonas sobre las estatuas del parque de Robert E. Lee y Stonewall Jackson mientras lidiaba con una ley estatal que protege los monumentos de guerra de la remoción. “Ese movimiento también se ha ralentizado”, consideró Heidi Beirich, directora del Proyecto de Inteligencia del Southern Poverty Law Center.

Este 2018, un juez estatal ordenó a Charlottesville que quitara las lonas. El ayuntamiento bautizó con nuevos nombres a los parques que contienen las estatuas. Antes llamados Lee y Jackson, el año pasado fueron renombrados como Emancipation y Justice (Emancipación y Justicia). En julio, el ayuntamiento los renombró una vez más para evitar nuevas controversias: Market Street y Court Square.

“Siento una falta de urgencia” en comparación con el activismo inmediatamente después de los eventos del verano pasado, afirmó un residente de Charlottesville, el reverendo Seth Wispelwey, quien aseguró que su comunidad sigue lamentándose. La iglesia donde él es ministro, Congregate C’ville, es una de las que realizará servicios de sanación en el aniversario.

Según un informe del Southern Poverty Law Center publicado en junio, hay más de 1,700 monumentos confederados en EE.UU. Al menos 55 fueron eliminados en 2017, muchos de ellos estatuas y monolitos físicos. Este 2018, el centro ha contado solo un puñado de remociones, aunque más de una docena de escuelas y carreteras han sido renombradas.

Para Beirich, la desunión entre extremistas blancos no significa que su amenaza haya disminuido.

El recuento anual de grupos de odio de la entidad, publicado en febrero, mostró un aumento, de los 917 del año anterior a 954. Además de los supremacistas blancos, también incluyen grupos nacionalistas anti-LGBTQ, antimusulmanes y nacionalistas negros. El informe además mostró un incremento del 22% en agrupaciones neonazis el año pasado, a 121.

Ya sea que los grupos dependan o no de las manifestaciones, expuso Beirich, es importante tener en cuenta el sentimiento sobre la raza, la inmigración y la religión, áreas en las que las encuestas y las elecciones muestran divisiones cada vez mayores. “El mayor problema en última instancia, después de Charlottesville, es que pase lo que pase con estos grupos de derecha alternativa, estas ideas anti inmigrantes y antimusulmanas han penetrado absolutamente la cultura dominante”, afirmó.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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