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Nicaragua: manifestantes piden la destitución del presidente, quien denuncia una ‘conspiración’ en su contra

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“Creyeron que habíamos sido derrotados simplemente porque tuvimos paciencia”, afirmó Ortega a una multitud el 19 de julio pasado, día en que se conmemoraba el 39º aniversario de la revolución sandinista que derrocó a la dictadura de la familia Somoza, respaldada por Estados Unidos. “Pero llegó un momento en que dijimos ‘¡Esto es suficiente! ¡Tenemos que restablecer el orden en nuestro país!’”.

Cerca de 300 personas, en su mayoría civiles, murieron en Nicaragua desde que estallaron protestas en gran escala, en abril último, según grupos de derechos humanos y líderes de la oposición. Ortega, a su vez, acusó a la oposición de matar a docenas de policías y simpatizantes del gobierno.

El líder señaló a una “conspiración armada” financiada por “fuerzas externas” -una referencia a Washington- como responsable de las manifestaciones. Los activistas y el Departamento de Estado rechazaron la acusación y condenaron la violencia del gobierno contra los manifestantes.

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Y, luego de que la policía desalojara en julio a los opositores que mantenían ocupadas la universidad nacional y en otros sitios, los manifestantes volvieron a marchar en Managua el sábado 21 para exigir la renuncia de Ortega y denunciar lo que consideran tácticas brutales del personal de seguridad.

La imponente presencia de hombres de seguridad vestidos de civil y fuertemente armados -conocidos como “paramilitares” y ataviados con pasamontañas- no impidió que la oposición saliera a las calles, aunque la protesta del sábado fue pequeña en comparación con otras movilizaciones que ha sido masivas.

“Ortega afirmó que la oposición está derrotada; eso es mentira”, aseguró Suyen Barahona Cuan, quien estuvo entre varios cientos de individuos en la marcha y es líder del opositor Movimiento Renovador Sandinista. “La brutalidad de su gobierno, su represión, solo nos ha hecho más fuertes”.

Mientras los manifestantes avanzaban por un amplio bulevar, no había señales de policías o paramilitares. Los asistentes izaron letreros que exigían “justicia” y el fin del gobierno de Ortega.

Los esfuerzos de reconciliación hasta ahora no han logrado detener la crisis que afecta a Nicaragua. Después de que los líderes católicos buscaran mediar en la disputa, Ortega los denunció como “golpistas”.

Este fin de semana, algunos manifestantes opuestos al gobierno se pusieron máscaras o pañuelos en la cara, afirmando que huían de las fuerzas de seguridad, quienes, según la oposición, han sistemáticamente perseguido a los líderes de las protestas. Algunos llevaban morteros caseros.

Los participantes prometieron que continuarán exigiendo la salida de Ortega, quien cumple su tercer mandato consecutivo como presidente.

Los opositores acusan al mandatario y a sus aliados sandinistas de dejar de lado a la oposición y promulgar un gobierno dinástico y autocrático junto con su esposa, Rosario Murillo, quien se desempeña como vicepresidenta. Varios miembros de la familia Ortega controlan las empresas y los medios de comunicación progubernamentales.

“Este gobierno es peor que el de Somoza”, remarcó Carlos Maturana, un notario público, de 52 años, que se encontraba entre los manifestantes, refiriéndose a la dictadura familiar de derecha derrocada en el triunfo sandinista de 1979. “Necesitamos un nuevo gobierno, un plebiscito, lo que sea necesario para lograr un cambio real”.

La marcha prosiguió a pesar de una nueva ley antiterrorista aprobada por la Asamblea Nacional en julio, que según los críticos podría ser utilizada para encarcelar a activistas opositores. “Todos somos terroristas ahora, según este gobierno”, expresó Diego Delgadillo, de 58 años, un hombre de negocios que participó de la marcha.

Los manifestantes aseguran que representan la mayoría de las opiniones, pero el país parece profundamente dividido.

A pesar de las recientes protestas generalizadas, el presidente y su partido sandinista mantienen un apoyo considerable entre muchos nicaragüenses. Ortega fue reelegido en 2016 en una victoria aplastante en medio de un boicot de la oposición, que calificó las elecciones como una “farsa”.

Al mando de Ortega, Nicaragua mantuvo un crecimiento económico estable y, aunque el país sigue siendo uno de los más pobres de América, los programas respaldados por el gobierno ayudaron a reducir la pobreza. Nicaragua también está notablemente menos asolada por el delito que las naciones vecinas, Honduras y El Salvador, que tienen una de las tasas de homicidios más altas del mundo.

Ortega, quien supo ser guerrillero marxista y comandante durante el levantamiento sandinista, forjó alianzas con grupos empresariales cuando asumió como presidente, y en general moderó sus críticas a Estados Unidos.

Los partidarios de Ortega también salieron a la calle, y el más reciente de una serie de mitines progubernamentales tuvo lugar el mismo sábado. Los manifestantes izaron fotografías de policías y otros que, según dijeron, fueron asesinados por la oposición durante las protestas recientes.

Mientras tanto, en los terrenos de la Catedral Metropolitana, docenas de mujeres esperaban noticias sobre el destino de sus esposos, hijos y otros seres queridos, arrestados en recientes redadas del gobierno.

Entre las mujeres se encontraba Betsayda Guzmán, de 39 años y madre de tres hijos, quien dijo que su esposo, Oscar Danilo Mendoza, de 31 años, fue arrestado el 30 de junio en la ciudad de Sebaco.

Mendoza, un exsoldado, rechazó la exigencia del gobierno de regresar al servicio como un “paramilitar”, comentó su esposa. El hombre resultó herido en un asalto policial en un refugio donde él y otros se ocultaban de las fuerzas gubernamentales, explicó, y ahora se encuentra recluido en Managua junto con otros individuos, considerados ”presos políticos” por la oposición.

“Mi esposo juró que no derramaría una gota de sangre de otros nicaragüenses”, expresó Guzmán en el exterior de la catedral. “Esa fue una actitud honorable. Él debería estar de vuelta en casa, a salvo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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