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Una cafetería en India sólo emplea a sobrevivientes de ataques con ácido

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Hace más de 20 años, un hombre arrojó ácido a la cara de Madhu Kashyap. El líquido derritió la piel de sus mejillas y frente y la cegó parcialmente de un ojo.

Durante años, esta mujer no mostró su rostro con cicatrices en público pues la gente se le queda mirando fijamente. Una vez le dijeron que se veía bien por detrás, pero que desde el frente era un monstruo.

Sin embargo, una mañana reciente, su boca brillaba con lápiz labial color rubí. Había peinado su cabello negro y rizado hacia un lado, para que los detalles de su rostro fueran más visibles y sonreía.

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Kashyap, de 39 años, trabaja en Sheroes’ Hangout, una cafetería en esa ciudad turística, que emplea a sobrevivientes de ataques con ácido. Cada año se reportan más de 300 de estas agresiones en India, aunque grupos de derechos humanos afirman que el número probablemente supera los 1.000.

Los perpetradores son a menudo hombres que quieren castigar a las mujeres por poner fin a una relación, o rechazar el galanteo no deseado. El objetivo de la mayoría de los atacantes, dicen los expertos, no es matar, sino mutilar y avergonzar.

El café en Agra es un lugar para que estas mujeres ganen dinero y encuentren aceptación.

En Sheroes, las sobrevivientes no se cubren la cara. Conversan cómodamente sobre los momentos más terroríficos de sus vidas y hablan con clientes de todo el mundo. Llevan maquillaje para acentuar sus rasgos y se ríen.

Los murales de colores vibrantes que cubren las paredes del café contradicen la oscuridad de las historias que llevaron a estas mujeres hasta ahí.

La rabia brilla en los ojos de Kashyap cuando recuerda su ataque. En 1997, ella vivía en Agra y estaba comprometida. Un día, vio a un hombre cuya propuesta de matrimonio había rechazado y él avanzó hacia ella, sosteniendo una lata de Coca Cola.

El ácido puede quemar severamente la carne en sólo 30 segundos, destruyendo párpados, oídos y nariz.

Kashyap se ha sometido a varias operaciones para reconstruir su rostro. Aún así, temía salir de su casa y le costó mucho encontrar un empleador que la contratara. Una vez, durante una entrevista para un puesto de secretaria, le dijeron que era demasiado fea para trabajar en la recepción.

Después, en 2016, Kashyap comenzó a trabajar en Sheroes, como camarera. Ahora ya no esconde sus cicatrices, comentó, mientras una multitud de turistas ingresaba y se cuestionaba el aspecto del personal. Se siente con más poder, dijo.

Además, se ha convertido en la única fuente de ingresos de su hogar y mantiene actualmente a su esposo (su prometido la apoyó después del ataque) y a sus tres hijos.

Sheroes’ Hangout abrió sus puertas en 2014. El sitio fue creado por un grupo activista que lucha para lograr castigos más severos para los atacantes y más regulaciones sobre la venta de ácido.

Conforme la ley india, los perpetradores de ese tipo de violencia enfrentan un mínimo de 10 años de prisión. Pero muchos agresores no son detenidos, aunque las mujeres los ven a diario, caminando libremente. El atacante de una de las meseras se hizo presente el día de la boda de la joven.

Los delitos no siempre son denunciados y cuando lo son, la policía a veces no hace un seguimiento, explicó Alok Dixit, un ex periodista que ayudó a iniciar el grupo Stop Acid Attacks.

Cuando los perpetradores son atrapados, el sistema legal avanza lentamente; los casos pueden tardar 15 años en llegar a un juicio, dijo Dixit, quien se involucró con el tema después de que una niña de su ciudad natal sobreviviera a una agresión de este tipo.

Mientras el grupo conocía a más sobrevivientes, relató Dixit, quedaba claro que las mujeres enfrentaban dificultades económicas y psicológicas a largo plazo. Fue así que se centraron en crear un proyecto para aliviar sus cargas. La agrupación recaudó más de $10.000 en línea y poco después nació la cafetería.

Proporcionar un empleo estable a las mujeres puede elevar su bajo estatus en la sociedad, lo cual, según Dixit, es la causa fundamental de los ataques con ácido. A veces las esposas se separan de sus maridos violentos, pero eso también puede significar dejar atrás su única fuente de ingresos.

Nueve sobrevivientes trabajan en la cafetería de Agra, otra docena más, está empleada en una segunda ubicación, en Lucknow, unas 180 millas al este.

Dixit, que supervisa ambos cafés, nunca le pidió a estas mujeres que dejaran de cubrir sus rostros. Después de pasar un tiempo en el café, parecía que cada una de ellas lo decidía por su cuenta, como buscando una oportunidad de mostrar su capacidad de recuperación. “No convencemos a nadie de que lo haga”, dijo. “La mayoría de las veces, lo están esperando”.

Sheroes’ Hangout está cerca del Taj Mahal y atrae a un flujo constante de turistas extranjeros. Esa mañana, un gran grupo de viajeros europeos vio un video sobre los ataques con ácido, en un televisor montado en la pared, antes de ordenar sus bocadillos. Una mujer se secó los ojos.

En las imágenes, una joven cuenta cómo su jefe en una fábrica de ropa le arrojó ácido después de que ella rechazó sus avances sexuales. Otra, quien narra que su esposo vertió ácido sobre ella y su hija, describió la sensación de ardor y el impacto que siguió a ese día. El video termina con la declaración: “No somos víctimas, somos sobrevivientes”.

Steven Sigillito miraba el video desde su mesa, bajo la cual había colocado su mochila roja. Los colores brillantes de la cafetería, incluyendo el letrero de Sheroes -azul y amarillo- sobre la puerta, atrajeron a este joven de 18 años, residente de Colorado. Todo lucía, comentó, como el tipo de lugar que usualmente le gusta. “Y resultó ser mucho más que eso”, dijo.

Cuando el café abrió sus puertas, ninguna de las empleadas sabía cómo administrar un restaurante, comentó Dixit. Así que optaron por un modelo de pago según lo deseado, para que los clientes no tuvieran que abonar nada si el personal cometía errores.

Dos años más tarde, el sitio comenzó a ganar suficiente dinero para mantenerse y sigue con la política sin precios fijos.

Esa mañana, Rukaiya Khatoon corría entre la cocina y las mesas, sirviendo a los clientes chai y pakoras de vegetales. Cuando tenía 14 años, el cuñado de su hermana mayor le pidió que se casara con él. Su negativa fue retribuida con ácido. “Si no puedo tenerte, nadie podrá”, le dijo.

India tiene una de las tasas más altas de ataques con ácido, junto con los vecinos Bangladesh y Pakistán. Aunque algunas víctimas son hombres, la gran mayoría de las atacadas son mujeres. Eso hace que el orgullo que se exhibe en Sheroes sea particularmente poderoso, afirmó Jaf Shah, director ejecutivo de la organización internacional sin fines de lucro Acid Survivors Trust International, con sede en Londres.

“Si las mujeres que han sido atacadas con ácido son desterradas detrás de una cortina y no se muestran, eso es parte de lo que el perpetrador quiere lograr”, consideró Shah. “Pero dar un paso adelante y decir: ‘En realidad voy a seguir con mi vida’... Eso es muy inspirador”.

Khatoon, que tiende a mostrar una sonrisa traviesa, ha contado su historia tantas veces que bromea incluso mientras la narra en el café. La ira se ha calmado profundamente en ella.

Aunque presentó una denuncia policial después del ataque, la familia de su hermana presionó para que el caso fuese desestimado. El perpetrador sigue libre.

Ella volvió a presentar otra demanda el año pasado, porque quiere que lo castiguen, dijo, con su voz cada vez más fuerte. Aún así, Sheroes la ha hecho sentir fuerte, reconoció.

Durante años después del ataque, Khatoon se cubrió la cara con una bufanda. Dejó de hacerlo cuando se encontró con una sobreviviente, en una boda. La mujer, que no se cubría, le contó acerca del café.

Ahora con 33 años, Khatoon sonríe a los clientes y lleva los menús a sus mesas. Luce una camiseta y unos vaqueros. Nunca se pone un chunni, el gran pañuelo que las mujeres indias usan tradicionalmente alrededor de la cabeza o los hombros.

Unos años después de ser atacada, Khatoon se casó. Ahora, en el café, agita la pantalla de su teléfono celular y comienza a sonreír, mientras muestra una foto de su hijo, de siete años de edad. Sus grandes y oscuros ojos brillaban debajo de un sombrero de Santa Claus.

Los primeros ataques con ácido registrados en el mundo se produjeron a fines del siglo XVIII en el Reino Unido, cuando el país comenzó a fabricar esa sustancia para trabajar los metales durante la Revolución Industrial, según Shah.

Incluso hoy en día, los ataques con ácido son más comunes en lugares donde los potentes químicos -como el clorhídrico, el ácido nítrico y el ácido sulfúrico- son de fácil acceso, por ejemplo en fábricas cercanas, precisó.

En India, donde el ácido se usa como agente de limpieza y está disponible en las tiendas, los funcionarios aprobaron una ley, en 2013, que exige que las tiendas lleven un registro de ácido en su estado y que los clientes muestren su identificación antes de adquirirlo. Pero los estudios revelan que la ley no se aplica. “La aprobación de la norma se vuelve casi inefectiva, sin sentido, si no hay suficiente cumplimiento”, consideró Shah. “Hay que invertir dinero, recursos, entrenamiento y equipo para minimizar los ataques, y eso no ocurre”.

Según Shah, en todo el mundo probablemente hay 10.000 ataques anuales; las cifras han aumentado drásticamente en los últimos años en el Reino Unido, donde el ácido se usa como arma entre las pandillas. También se registran agresiones en Estados Unidos, pero las tasas siguen siendo más bajas, tal vez debido al fácil acceso a otras armas, incluidas las de fuego.

La gerente de Sheroes’ Hangout es Rupa Saa, otra sobreviviente. En 2008, cuando tenía sólo 15 años, su madrastra le echó ácido en la cara mientras dormía.

La atacante fue a la cárcel por dos años, pero cuando quedó en libertad, el padre de Saa no se separó de ella.

Ahora a sus 26 años, Saa vive con sus tíos. Aprendió a coser y también vende ropa hecha a mano en el café.

Ya no le habla a su padre y como no quiere estar relacionada con él, se quitó su apellido de nacimiento. El que adoptó ahora representa a su verdadera comunidad, remarcó: “Saa”, el acrónimo de Stop Acid Attacks, o ‘basta de ataques con ácido’.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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