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Solicitantes de asilo centroamericanos esperan en un puente sobre el Río Grande

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Un simple puente de dos carriles abarca el Río Grande, entre Ciudad Miguel Alemán, México, y Roma, Texas, soñolientas ciudades hermanas que durante mucho tiempo han atestiguado un flujo constante de tráfico de ida y vuelta a través de la frontera.

Los habituales todavía cruzan a diario, pero últimamente se han encontrado con algo nuevo e inquietante; decenas de familias de Guatemala, Honduras, El Salvador y Perú, algunas con bebés de apenas meses, que han pasado semanas viviendo del lado mexicano del puente, esperando ser admitidas en Estados Unidos como solicitantes de asilo.

Hasta el martes 5 de junio, casi 50 personas habían acampado en la acera del puente, procedentes de México, la mitad de ellos niños. Había poca sombra, y en la tarde, las temperaturas subieron por encima de los 100 grados.

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Algunos de los que habían cruzado el puente tejían entre bebés durmiendo, esquivando una lonchera de Peppa Pig, un libro para colorear de Moana y pilas de panes y pañales cada vez más escasos. Los padres repartían leche en polvo mezclada con agua en botellas a los niños pequeños que lloriqueaban. Las madres colgaban ropa interior en los lados de la ventosa valla del puente, para secarla con la fuerte corriente que soplaba del Río Grande.

“Todas las mañanas que venimos, esperamos en línea”, relató Marco Estrada, quien era empleado en una tienda de alimentos en Honduras. Estrada llegó con su hija de dos años de edad hace nueve días, con la esperanza de encontrarse con sus familiares en Carolina del Norte. Una pandilla lo había amenazado en Honduras, narró.

María José Álvarez extrajo dos certificados de nacimiento hondureños del bolsillo de sus pantalones vaqueros: el suyo y el de su hija de tres años, Mitzy. “Estamos aquí en la calle esperando, día y noche”, expresó Álvarez, de 20 años, antes del amanecer del martes.

Los solicitantes de asilo dicen que presentaron sus documentos a los funcionarios de aduanas de EE.UU. en el puente, pero estos afirman que las familias deben esperar del lado mexicano porque no hay suficiente espacio para acogerlos mientras procesan sus pedidos.

El martes por la noche, los funcionarios de Aduanas acordaron permitir que los primeros inmigrantes en nueve días crucen a EE.UU. desde el puente; eran quienes habían estado esperando más tiempo: una madre peruana con dos hijos y un menor de 16 años no acompañado de El Salvador, precisó Estrada. A las siguientes dos familias en la fila, ambas madres solteras de Honduras que viajan con niños, se les dijo que se les permitiría entrar a EE.UU. en la tarde del martes o temprano en la mañana del miércoles, añadió.

Solicitar asilo en México no era una opción, afirmaron quienes estaban en el puente: tendrían más problemas para encontrar trabajo, y le temen al crimen allí tanto como en sus países de origen, en Centroamérica.

El retraso en el puente surgió a medida que la administración de Trump se mueve para implementar una nueva política de “tolerancia cero”, que acusa a aquellos que cruzan la frontera sin permiso en un tribunal penal federal, en lugar de procesarlos administrativamente en una corte de inmigración. Los padres acusados han sido separados de sus hijos, que a su vez son ubicados en refugios federales cada vez más concurridos.

Muchas de las personas en el puente afirmaron que pagaron $1,000 para llegar allí, porque pensaban que si solicitaban asilo se les permitiría permanecer en EE. UU. de manera legal. “Escuchamos que si cruzas el río te separan de tu familia”, indicó Estrada, de 25 años, parado cerca de la placa que marca la línea divisoria entre los dos países. “Es por eso que llegamos al puente”.

Rubén García, fundador del grupo de defensa Annunciation House, con sede en El Paso, expuso que las demoras parecen ser parte de una estrategia para bloquear a los solicitantes de asilo. “Usan el pretexto [de que] tenemos que ser juiciosos en reconocimiento de nuestros recursos, nuestras instalaciones no están configuradas para dar cabida a mucha gente, solo podemos recibirlos a medida que tengamos espacio. Emplean esa táctica como una forma de expulsar a la gente y negarles asilo”, aseveró García.

La afluencia repentina es inusual para el puente entre Ciudad Miguel Alemán y Roma, que se levanta junto a un puente colgante abandonado que anteriormente servía de paso fronterizo. Las ciudades tienen una población combinada de alrededor de 30,000 personas y atestiguan un flujo rápido de individuos que cruzan con permiso al amanecer y al atardecer, en su mayoría trabajadores y familias.

Esta semana, algunos habituales del puente ni siquiera echaron un vistazo a los que se agrupaban a sus pies. Otros les donaron ropa, comida y agua.

Se supone que a los inmigrantes que solicitan asilo en un puerto de entrada se les da una fecha para que un juez pueda determinar si su pedido es creíble. En el marco de la Ley de Inmigración y Nacionalidad, cualquier persona “físicamente presente en Estados Unidos” tiene derecho a solicitar asilo. Pero primero debe cruzar al lado estadounidense del puente.

Dos oficiales uniformados de aduanas estadounidenses están estacionados debajo de una carpa justo en el lado de EE.UU. de la línea divisoria del puente, asegurando que ninguna de las familias pase. Ellos remitieron las preguntas al portavoz de la agencia.

El vocero, Richard Pauza, desde Laredo, Texas, dijo que la capacidad de los funcionarios de inmigración para procesar los pedidos de los solicitantes varía según “la complejidad de los casos, los recursos disponibles, las necesidades médicas, los requisitos de traducción, el espacio de detención, el volumen general del puerto y las acciones legales”.

Pauza aclaró que los funcionarios de Aduanas en varios puentes del Río Grande están “adoptando un enfoque proactivo para garantizar que los visitantes que llegan tengan documentos de entrada válidos para agilizar el procesamiento de los viajes autorizados” y están procesando los requerimientos de las personas “lo más rápidamente posible”.

Durante una visita a la frontera en el sur de Texas, el 4 de junio, el comisionado de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, Kevin McAleenan, enfatizó que la política y el procedimiento del país para recibir a los solicitantes de asilo en los puentes no ha cambiado.

“No rechazamos a quienes se acercan a la frontera estadounidenses sin documentos. Les pedimos que regresen cuando tengamos la capacidad de gestionarlos”, indicó.

McAleenan advirtió que es demasiado pronto para evaluar si la política de “tolerancia cero” de la administración Trump había disuadido a las familias de cruzar, ya que las personas contrabandeadas desde Centroamérica pueden tardar de 25 a 30 días en llegar a la frontera.

Alrededor de 50,000 individuos fueron atrapados o se entregaron en los puertos de entrada en la frontera en mayo, detalló, en consonancia con los dos meses anteriores.

Acurrucada cerca, debajo de una manta azul colgada al costado del puente como una tienda de campaña, la hondureña Katy Trochez se preocupaba por su hija de tres meses. La pequeña lucía saludable y movediza, pero las noches habían sido frías; otros niños se estaban enfermando. “Vine para pedir asilo político, pero no nos escuchan”, indicó Trochez, de 19 años, repitiendo un estribillo común entre los habitantes del puente: huyeron de las pandillas, dijo, incluidas las notorias MS-13 y la 18, que la habían amenazado con matarla a ella y a sus hijos.

“Ayúdennos, entiéndannos”, suplicó en español.

Abogados que trabajan pro bono han acompañado a los solicitantes de asilo en otros puentes, presentando sus documentos a los funcionarios y presionando en cada caso hasta que se les permita solicitar asilo y cruzar. En 2017, el Consejo Estadounidense de Inmigración presentó una demanda federal en California desafiando lo que consideró las iniciativas de la administración Trump para bloquear el paso a los solicitantes de asilo. El caso está pendiente.

No hubo abogados en el puente Ciudad Miguel Alemán esta semana. Mientras los que estaban allí observaban, otros intentaban cruzar el río por debajo, sin autorización, en balsas. Algunos llegaban al otro lado solo para ser rechazados por agentes de la Patrulla Fronteriza, una vez en tierra. Roma es uno de los puntos más calientes en la frontera para cruces no autorizados, y el Valle del Río Grande circundante lidera la nación en cuando al tráfico de drogas y personas.

A García, el defensor de El Paso, le preocupa que las demoras en el puente puedan llevar a algunas personas desesperadas a intentar cruzar el río sin permiso. “Está sucediendo en todos los cruces fronterizos”, expuso. “Se ve lo mismo en El Paso, en Nogales, en Laredo, Calexico: es una política en toda la frontera”.

García intentó acompañar a las familias para hablar con los funcionarios de aduanas de EE.UU. en uno de los puentes de El Paso, pero les dijeron que no tenían capacidad.

“Les preguntas: ‘¿Cuándo podemos volver?’. Ellos dicen: ‘Cuando tengamos espacio’”, narró el defensor.

El Proyecto Florence, con sede en Arizona, recibió informes de que familias que buscaban asilo fueron detenidas en puentes esta semana; la agrupación está enviando abogados para ayudarlos.

Mitra Ebadolahi, letrada del Proyecto de Litigios Fronterizos en la ACLU de los condados de San Diego e Imperial, confirmó que su organización se dio cuenta de que había personas detenidas en el puente a San Diego a finales de mayo, y está monitoreando la situación en toda la frontera. “Es gente que está tratando de seguir las reglas y presentarse como es necesario”, aseguró.

La respuesta del gobierno es “claramente ilegal”, expresó Denise Gilman, directora de la Clínica de Inmigración de la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas en Austin. “La falta de camas en los centros de detención no elimina la obligación que existe por ley de procesar [la documentación de] las personas que solicitan asilo. No deberían necesitar un abogado. No hay un acceso justo al proceso de asilo en este momento, lo cual es una clara violación de la ley estadounidense y del derecho internacional”.

Los legisladores del Congreso están comenzando a intervenir. El representante de EE.UU. Beto O’Rourke (D-El Paso), quien desafía al senador republicano de Texas Ted Cruz, tuiteó el número de teléfono de su oficina e instó a los detenidos en los puentes locales a comunicarse para “asegurarse de que quienes piden asilo no sean rechazados, o no se les niegue su derecho a solicitarlo”.

No está claro cuánto tiempo pueden durar las familias atrapadas en los puentes.

Después de ocho días allí, la madre soltera Wendy Yorlenis Orsoto Zambrano comentó que su hijo, de cinco años, estaba cansado. “Simplemente me dice: ‘¿Cuándo nos vamos a mudar de aquí?’ Le digo: ‘Mañana’”.

Estrada, un compañero hondureño, comentó que no comía y que guardaba el pan y otros alimentos donados para su hija, Violet. El hombre no está dispuesto a regresar a México y se opone a cruzar a EE.UU. sin autorización, lo cual sabe que resultaría en la separación de ambos.

Entonces esperan. Un día, cuando Violet corrió por el puente tomada de la mano de un nuevo amigo, él corrió detrás. La niña lloró, él la levantó en sus brazos. Su madre estaba de vuelta en Honduras con un nuevo novio. Durante el 2017, habían sido ellos dos los que intentaron ingresar a EE.UU. El pronóstico del tiempo para la semana era sombrío: todos los días de 100 grados; la máxima del martes se esperaba en 109. Aún así, esperaron.

“Estoy seguro de que tendremos una oportunidad”, aseveró Estrada. “Esperaré todo lo que sea necesario”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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