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El best seller del caótico primer año de Trump, un producto de esa misma disfunción

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Donald Trump tiene algo en común con Barack Obama: los primeros años de los dos presidentes generaron libros que daban cuenta de las crisis. La crisis de Obama, sin embargo, era heredada; la de Trump ha sido en gran medida generada por él.

El actual presidente incluso proporcionó el título aliterado - “Fire and Fury” (Fuego y furia)- para el libro que sacude en estos días a Washington y el país. Michael Wolff tomó la frase de una declaración particularmente memorable, con la cual Trump pareció amenazar a Corea del Norte con la aniquilación nuclear. Metafóricamente, el enunciado se ajusta a las guerras y el caos dentro de la Casa Blanca que Wolff narra en sus páginas.

Después de dos días de extractos jugosos y coberturas continuas de televisión por cable, el libro se lanzó el viernes por la mañana y llegó a las tiendas de la mano de la editorial Henry Holt & Co., que desafió una orden de “cese y desista” por parte de los abogados de Trump, que sólo avivó el interés de los compradores. En Washington, se agotó rápidamente.

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Las 32 páginas no brindan muchas cuestiones “nuevas”; la imagen del caos es en su mayoría familiar para los lectores que han seguido el informe diario de los corresponsales de la Casa Blanca. Algo de lo nuevo supera el límite de la credulidad.

Sin embargo, la obra de Wolff tiene un impacto, resultado del poder que proviene de unir los eventos vertiginosos del año inicial del líder del gobierno más su habilidad para escribir -como su subtítulo proclama- que su recuento proviene del “interior de la Casa Blanca de Trump”.

Wolff ofrece una anécdota tras otra y cita sobre cita para reforzar su meollo, pero una de las pruebas más sólidas de la incompetencia política en el Ala Oeste es el simple hecho de que él estuvo allí. Ninguna otra administración recordada hubiera permitido que un autor de alta reputación como Wolff tuviese un acceso tan amplio y sin restricciones.

La Casa Blanca actual y Trump se apresuraron a contraatacar, impugnando la credibilidad de Wolff (tanto como Bill y Hillary Clinton lo hicieron con autores poco halagadores con ellos).

En los tuits, Trump se burló del libro y lo llamó “ficticio” y “lleno de mentiras, tergiversaciones y fuentes que no existen”. Falsamente afirmó que no había hablado con Wolff. El Comité Nacional Republicano circuló críticas antiguas a Wolff efectuadas por otros periodistas en un correo electrónico titulado “Mentiroso y falso” (en un intento de imitar el nombre “Fuego y furia”, de la portada del libro).

Sin embargo, a pesar de todas las fallas percibidas en los informes de Wolff -en particular, una anécdota muy disputada en la cual el primer mandatario pregunta “¿Quién es ése?”, sobre el expresidente de la Cámara de Representantes John A. Boehner- se han corroborado partes significativas.

En contra de Trump, su propio historial de repetidas declaraciones falsas sobre asuntos -grandes y menores- le quitan mucha fuerza a sus negaciones. “Mi credibilidad está siendo cuestionada por un hombre que tiene menos credibilidad que, quizás, cualquiera que camine en la Tierra en este momento”, aseguró Wolff el viernes en el programa “Today”, de NBC.

Poco en el libro ha sido refutado; la Casa Blanca, cuando se le solicitó que señale errores específicos, citó sólo el pasaje de Boehner. La fuente principal de Wolff, Stephen K. Bannon, encabezó la campaña de Trump en los últimos meses, fue estratega en jefe en la Casa Blanca hasta su despido en agosto pasado e, incluso después, siguió siendo un arquitecto de la agenda nacionalista del mandatario.

El papel de Bannon como fuente y habilitador de Wolff escandalizó a Trump, quien en un comunicado afirmó que éste había “perdido la cabeza”. Si Bannon no está muerto para el presidente, el insurgente despechado como mínimo ha quedado reducido al tipo de apodo inmaduro que al presidente le gusta otorgar a sus enemigos vía Twitter: “Sloppy Steve”.

También se cita a otros asesores. Sam Nunberg, un exasistente de campaña de Trump, cuenta que el presidente cerró los ojos mientras Nunberg intentaba darle un tutorial sobre la Constitución.

La exjefa de gabinete adjunta de la Casa Blanca, Katie Walsh, que finalmente renunció, se quejó de su exasperación ante el despliegue de directivas de un trío de rivales del Ala Oeste: Bannon, el jefe de personal Reince Priebus (también despedido) y el yerno de Trump, Jared Kushner.

Los extractos previos a la publicación del volumen captaron muchos de los aspectos más destacados del libro. Trump no esperaba ser elegido, escribió Wolff; pensó que iba a poner su gran fama en otra cosa, tal vez un “Canal Trump”, como había sugerido el exjefe de Fox News, Roger Ailes, ahora fallecido. La noche de las elecciones, cuando quedó claro que Trump podía vencer, Melania Trump estuvo a punto de llorar, “y no precisamente de alegría”, escribe el autor (la oficina de la ahora primera dama emitió una declaración insistiendo en que ella había estado feliz con el resultado).

Tal vez lo más problemático para Trump es la condena que Bannon hace de la reunión que Kushner, Donald Trump Jr. y el exgerente de campaña, Paul Manafort, tuvieron en Trump Tower, en junio de 2016, con rusos que tenían información incriminatoria sobre Hillary Clinton.

“Incluso si se piensa que ello no era un hecho traicionero, antipatriótico o algo muy serio, y creo que es todo eso a la vez, habría que haber llamado al FBI de inmediato”, afirmó Bannon, una línea que socava severamente la larga postura de Trump acerca de que su conexión con Rusia es un “engaño” democrático.

También se cita a Bannon contradiciendo las predicciones del presidente y sus abogados de que la investigación dirigida por Robert S. Mueller III, el asesor especial, terminaría de manera rápida y satisfactoria. “Esto es todo sobre el lavado de dinero”, afirma Bannon en el libro, y agrega que la vía a Trump “pasa directo a través” de Manafort -quien está acusado-, así como a través del hijo y del yerno del mandatario.

Tal vez lo más dañino, tanto para el ego de Trump como para su reputación ante el público, son los vívidos y repetidos relatos de desprecio de quienes lo rodean. Algunas de esas observaciones tuvieron lugar frente al autor. Wolff organizó una pequeña cena después de las elecciones, en su apartamento en Manhattan, que fue condimentada con bromas de Bannon y Ailes menospreciando a Trump. En un momento, el autor recuerda a Ailes aconsejando a Bannon: “No le daría demasiado a Donald para pensar”.

En otras observaciones, Wolff permite cierta ambigüedad. No está claro, por ejemplo, cómo sabe que después de una llamada telefónica nocturna con Trump, el magnate de los medios Rupert Murdoch, exasperado por la ignorancia del primer mandatario, exclamó “¡Qué pedazo de idiota!”, después de colgar.

De manera similar deja que el lector adivine quién afirmó que Priebus y el secretario del Tesoro, Steven T. Mnuchin, llamaron “idiota” a Trump; que el asesor económico Gary Cohn dijo que era “tonto como la mierd…” o que el consejero de seguridad nacional, HR McMaster, lo llamó “un estúpido”.

Cualesquiera que sean las fallas del libro, no obstante, la Casa Blanca tiene razón al temer que le haga daño.

El estratega demócrata Joe Trippi, refiriéndose a Trump, afirmó recientemente a The Times que “el sentido del caos, la lucha constante y las alarmas sonando todo el tiempo” molestaron tanto a los votantes que ayudaron en la elección del demócrata Doug Jones, cliente de Trippi, para un escaño en el Senado en Alabama -que los republicanos siempre habían retenido-. “Hay una sensación de estar al borde”, expuso el especialista, que la mayoría de los votantes “ya no quiere más”. Según el experto, el libro de Wolff es un recordatorio de lo que los puso nerviosos hasta la fecha, y de lo que probablemente esté por venir.

El presidente Trump se consideró a sí mismo como un “genio muy estable” en Twitter el pasado sábado, y más tarde, en una conferencia de prensa televisada, se refirió al autor de un libro que cuestionaba su estado mental como un “fraude”.

Sus comentarios tuvieron lugar en un día helado en Camp David, durante un retiro de fin de semana con altos funcionarios del gobierno y líderes republicanos del Congreso para elaborar estrategias sobre la agenda legislativa del año, con asuntos como infraestructura, inmigración, reforma social y seguridad nacional.

Aún así, la explosiva refutación de Trump a los dichos del autor Michael Wolff no sólo inauguraron el día, sino también aseguraron que la capacidad del presidente para ocupar el puesto más alto es un tema que no desaparecerá.

En sus tuits a primera hora de la mañana, Trump escribió que dos de sus mayores activos “han sido la estabilidad mental y ser, de hecho, muy inteligente”.

El mandatario señaló que su exrival demócrata, Hillary Clinton, “jugó estas cartas [sobre su competencia] y, como todos saben, le salió mal. Pasé de ser un hombre de negocios MUY exitoso a ser una estrella de TV y después presidente de los Estados Unidos (en mi primer intento). Creo que calificaría eso no como inteligente, sino como un genio... ¡y un genio muy estable!”.

El libro “Fire and Fury: Inside the Trump White House” presenta un retrato condenatorio de la actual Casa Blanca, en el cual muchos de los asesores más cercanos del presidente cuestionan su inteligencia, liderazgo y madurez incluso mientras bañan su ego con elogios y atención.

La narración considera a Trump como un hombre que realmente no quería ganar la presidencia, no entiende el peso del cargo y tiene poco conocimiento de los detalles de la política. Un asesor comparó el trato con el presidente con “intentar descubrir qué quiere un niño”.

Los funcionarios de Trump y la Casa Blanca han insistido mucho en el libro, que cita a asistentes experimentados que describen al presidente como “idiota”, “tonto” y “estúpido”.

El mandatario redobló la apuesta durante su conferencia de prensa del sábado al señalar que asistió a los “mejores colegios”, fue un “estudiante excelente” y luego “ganó miles de millones de dólares y se convirtió en uno de los principales empresarios”. Entonces entró en la televisión, resaltó, y durante 10 años fue un “tremendo éxito”.

Wolff, dijo el presidente, “no me conoce en absoluto” y no consiguió las tres horas que había solicitado para conversar con Trump. “[Todo] Está en su imaginación”, aseguró el mandatario. Wolff dice que el líder estadounidense ayudó a despejar el camino para que él pudiera pasearse por el Ala Oeste durante gran parte del primer año. Sin embargo, el presidente afirmó que Wolff “nunca estuvo en la Oficina Oval” y que “no tuvimos una entrevista”. Luego reconoció haber mantenido una entrevista “rápida” con el autor, “hace mucho tiempo”.

Trump agregó que su exestratega principal, Stephen K. Bannon, quien es citado en el libro como responsable de varios comentarios despectivos sobre el presidente, facilitó el acceso.

Incluso antes de su campaña en la Casa Blanca, se sabía que Trump era sensible y jactancioso con respecto a su inteligencia. En 2013 había tuiteado: “Perdón, perdedores y enemigos, pero mi coeficiente intelectual es uno de los más altos, ¡y todos lo saben! Por favor, no se sientan estúpidos o inseguros, no es su culpa”.

Cuando se informó que el secretario de Estado, Rex Tillerson, llamó en privado a Trump “un imbécil”, el presidente respondió sugiriendo que ambos compararan sus coeficientes. Tillerson negó haber cuestionado la aptitud mental del mandatario.

Durante su conferencia de prensa, de aproximadamente 20 minutos, Trump también dijo que haría campaña este año por los candidatos a la Cámara y el Senado, haciendo foco en lo que describió como el problema de drogas sin precedentes del país y que trataría de lograr un acuerdo bipartidista con los demócratas para proteger a los Dreamers, los jóvenes inmigrantes que fueron traídos sin autorización al país cuando eran niños.

También insistió en que no habría acuerdo alguno sobre la reforma migratoria sin un muro en la frontera sur y repitió su promesa de que “de alguna forma” México pagaría por ella. No obstante, el mandatario también está pidiendo al Congreso $18,000 millones para comenzar la construcción.

Trump también pidió reformas de inmigración para poner fin a la lotería de visas y otro programa que da prioridad a los familiares de ciudadanos estadounidenses y titulares de la tarjeta verde de residencia.

También surgieron conversaciones sobre Corea del Norte y Corea del Sur. En el pasado, el presidente amenazó con aniquilar a Corea del Norte con armas nucleares, pero el sábado aseveró que dialogaría con los líderes del país bajo ciertas condiciones.

Cuando se le preguntó sobre un renovado acercamiento entre Corea del Norte y Corea del Sur que amenaza con dejar fuera a Washington, Trump indicó que “siempre cree en hablar”. Además, expresó que el reciente contacto entre las dos Corea fue un “gran comienzo” y se atribuyó el mérito de haberlo logrado. El mandatario se refirió al líder norcoreano, Kim Jong Un, que amenazó con atacar el territorio continental de los Estados Unidos con armas nucleares, y dijo: “Él sabe que no estoy jugando, ni siquiera un poquito, ni siquiera el 1%”.

Trump espera que Corea del Norte se involucre en los Juegos Olímpicos de Invierno del próximo mes, hecho que fue el pretexto para renovar las conversaciones Norte-Sur, y agregó que espera que los dos países “lleven su diálogo más allá de los Juegos Olímpicos”.

También expresó su apoyo al procurador general Jeff Sessions, quien estuvo notablemente ausente del retiro. Consultado por un reportero sobre las versiones de que, el año pasado, le indicó a su abogado de la Casa Blanca que presione a Sessions para que no se retire de la investigación federal por la presunta interferencia de Rusia con las elecciones presidenciales de 2016, Trump respondió que todo lo que hizo fue “cien por ciento apropiado”.

Sin embargo, Sessions sí se recusó de la investigación, y su interino más tarde nombró a un fiscal especial para la tarea.

Trump afirmó que el tema del complot con Rusia estaba “muerto” después de un año de investigación y que “no había existido ninguna conspiración”.

Pero el sondeo de los contactos de campaña de Trump con funcionarios rusos durante la campaña ha continuado. Según el libro, el exestratega Bannon convocó a una reunión entre los funcionarios de campaña y los rusos “traidores”.

El consejero especial Robert S. Mueller III está considerando esa reunión de junio de 2016, así como la afirmación engañosa de Trump de que la discusión se centró en la adopción.

La conferencia de prensa se inauguró con notas autocomplacientes. Trump, el vicepresidente Mike Pence, el líder mayoritario del Senado, Mitch McConnell, de Kentucky, y el presidente de la Cámara, Paul D. Ryan, de Wisconsin, destacaron por separado el progreso en su agenda en 2017. También ponderaron la reforma fiscal, el crecimiento económico, el fin de las sanciones fiscales para las personas sin seguro de salud y la expansión de la extracción de petróleo en Alaska.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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