Anuncio

Melania Trump, ese soldado frío e impasible

Share

“Tal vez no la entendí tanto”, reflexionó el presidente Trump en “Fox & Friends”. Hablaba acerca de su esposa, Melania, cuyo cumpleaños, el 26 de abril pasado, creyó vagamente haber recordado con una tarjeta. Evidentemente, ella no estaba en la cima de sus prioridades.

Como de costumbre, ese espacio estuvo reservado para Hillary Clinton (noticia de último momento: Trump derrotó a Clinton en 2016). El presidente le recordó a los arrogantes presentadores de Fox TV su triunfo sobre la excandidata demócrata en las elecciones presidenciales, inflando como de costumbre el recuento de sus votos en la contienda.

La mente de Trump también bailó con imágenes de otras mujeres, no de su esposa. En su tambaleante e insegura diatriba, habló acerca de Stormy Daniels, la actriz de películas pornográficas que alega haber tenido una relación sexual con él poco después de que Melania diera a luz al hijo de la pareja, Barron. El mandatario dejó escapar que, contrariamente a las quejas anteriores, tenía un “loco acuerdo con Stormy Daniels”, supervisado por su atribulado abogado personal, Michael Cohen (el defensor de Daniels consideró que este ‘suero de la verdad’ de Trump fue “una confesión enormemente dañina por parte del presidente”).

Anuncio

Las famosas, si acaso ficticias, trabajadoras sexuales de Moscú también desconcertaron a Trump. Aunque no mencionó explícitamente a las posibles moscovitas fantasmas, les dijo a sus amigos de Fox: “Por supuesto que me quedé en Rusia una noche”, confirmando así otro hecho ampliamente verificado que había negado anteriormente. Parece que el mandatario tuvo todo el tiempo que necesitaba en Moscú, durante 2013, para cometer su supuesta venganza con orina. La discreción me impide elaborar sobre este rumor difamatorio, más allá de la publicación de este enlace al dossier completo de Steele.

¡Qué embrollo!

Lo ideal hubiera sido que mientras su marido se despachaba, Melania Trump pasara su cumpleaños hablando esloveno, su lengua materna, con alguien a quien realmente ama; tal vez Barron o sus padres. Uno también desea que en alegre celebración, la primera dama haya ignorado la tarjeta de su esposo y su incursión en “Fox & Friends”.

Oh, Melania. La posición feminista ortodoxa es que ella no merece “piedad”. Suelen decir que la exmodelo es responsable por sus propios actos y las cazafortunas que repiten la cuestión del birtherism -las dudas acerca del nacimiento del expresidente Obama en los EE.UU.- como muñecos de ventrílocuos no tienen cabida en esa hermandad.

Aunque yo creo que piedad es lo menos que se merece una persona casada con un abusador, no olvido la evidencia de que Melania, ahora de 48 años, no es un ser humano admirable. En abril de 2016, estuvo cerca de tolerar los ataques antisemitas contra la periodista Julia Ioffe por parte de personas a quienes ella consideraba sus “fans”. Uno de estos fanáticos representó a Ioffe -quien había escrito un perfil de Melania moderadamente crítico- vestida y lista para entrar a una cámara de gas en el “Campo Trump”.

Luego, de forma más trivial, hay que considerar el gusto de Melania. Mientras que dio en el clavo con un bonito vestido de Chanel en la cena de estado para el presidente francés, Emmanuel Macron, y su esposa Brigitte, su habitual atuendo sintético sugiere: “No me toquen”.

Los sombreros blancos, como el que usó el martes 24 de abril para saludar al matrimonio Macron, sugieren castidad, virtud o fiesta en los suburbios. Ese sombrero en particular parecía haber sido colocado con un nivel de carpintero. Melania renuncia al vivaz ángulo favorecido por Olivia Pope -fanática de los sombreros blancos- en “Scandal”.

Melania no es vivaz. Sus habituales tacones de aguja al estilo dominatrix parecen diseñados para ostentar su papel ornamental, atrofiar los músculos de su pantorrilla e incapacitarla aún más.

De hecho, ella está incapacitada. Y por ello también es difícil no tenerle lástima en absoluto. La primera esposa de Trump, la arrogante Ivana, se burla de ella. Melania solía ser cortante en sus respuestas, pero ahora se traga sus sentimientos. No se resiente cuando aparecen más noticias de que su marido es un crápula; luce desesperada, pero nunca derrama una sola lágrima.

Tal como observó la periodista Evgenia Peretz, Melania alguna vez pareció ser el “anuncio ideal de la virilidad de Trump”. Ese anuncio ahora parece un trozo desteñido del largamente olvidado ajuar de Melania. Ahora, ella vende el estado del presidente como algo físicamente repulsivo.

Cuando, durante la llegada de los Macron, ella resistió -en vano- los esfuerzos de su esposo por tomar su mano, la cuestión se volvió evidente: sobre sus agonizantes tacones altos, ella daría en su marca como un experto tirador con temple de acero, pero cuando se trata de tocar la piel de su marido, incluso esta soldado sacrificada no puede cumplir las órdenes. Especialmente en el mayor de los escenarios.

O, tal vez, en lugar de su virilidad, Melania ahora anuncia el parentesco de Trump con la “rebelión incel”, un drástico movimiento online de varones “involuntariamente célibes” que, según CNN, creen que las mujeres les han negado injustamente las relaciones sexuales que son su derecho (Alek Minassian, acusado de homicidio en un caótico hecho en Toronto, que dejó un saldo de 10 muertos en días pasados, se considera un incel y pareciera haber radicalizado su pensamiento en una misoginia exterminadora mediante la propaganda incel).

En cualquier caso, se necesita un corazón de hierro para desdeñar a Melania por estos días. Cuando se la vio riendo con Barack Obama en el funeral de la exprimera dama Barbara Bush, quedó claro que todavía puede sonreír. Como está unida a Donald Trump, simplemente carece de razón para hacerlo.

¿Recuerdan que todos solíamos sonreír más con Obama? Melania Trump se ha convertido en un representante del país, que también ha sido humillado, incluso amenazado por el temerariamente reivindicado derecho de pernada del presidente. Nosotros, como nación -una mayoría de nosotros en el colegio electoral- nos casamos con un brutal señor y también somos responsables por nuestros actos.

Cualquiera que señale a Melania por ello y por servir como un exponente del fanatismo del primer mandatario, debe hacer lo que ella no puede en su rol de primera dama: hacerle frente en las elecciones de mitad de período, calzarse unos zapatos resistentes y liberarse.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio