Anuncio

Los escándalos enfocan el escrutinio sobre el liderazgo y la cultura de la USC

Share

El año pasado, la Universidad del Sur de California (USC) decidió destituir al veterano ginecólogo del campus George Tyndall, después de concluir que por años había realizado comentarios sexuales y tocado a pacientes de manera inapropiada durante los exámenes pélvicos.

La universidad llegó a un acuerdo secreto y Tyndall se fue en silencio, con una compensación financiera.

Pero la USC no informó a la Junta Médica estatal ni a la policía en ese momento, ni se acercó a las miles de pacientes tratadas por Tyndall en sus casi tres décadas de atención en la clínica de salud estudiantil del campus.

Anuncio

La USC hizo público el tema recién la semana pasada, luego de que The Times presentara a la universidad los resultados de una investigación de tres meses en la cual los compañeros de trabajo en la clínica y algunas de las expacientes de Tyndall detallaron años de quejas.

La forma en que la USC manejó el caso generó indignación y pedidos de cambio en la cultura de liderazgo y gestión de la universidad.

Para algunos, el tema es parte de un patrón preocupante.

Las revelaciones sobre Tyndall se conocen menos de un año después del descubrimiento del Times sobre el abuso de drogas y alcohol por parte del Dr. Carmen A. Puliafito, durante su permanencia como decano de la facultad de medicina de la universidad, mientras llevaba una doble vida, rodeado de delincuentes jóvenes y adictos.

Al igual que con Tyndall, la USC decidió no reportar al médico a las autoridades cuando los principales administradores se enteraron de las acusaciones de mala conducta.

Los escándalos han hecho que muchos, dentro y fuera de la universidad, se pregunten cómo ambos galenos pudieron haberse desempeñado en puestos tan delicados durante tanto tiempo, y si la USC se preocupó más por mantener en secreto las acusaciones de mala conducta que por investigarlas a fondo.

“Fue una flagrante violación de las responsabilidades sociales de la USC guardar silencio sobre la mala conducta del Dr. Tyndall”, afirmó Nancy Jecker, profesora de bioética en la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington. “Lejos de permanecer neutral, el silencio fue aliado del poder y el privilegio, en vez de proteger a las pacientes vulnerables”.

El presidente de la USC, C. L. Max Nikias, reconoció en una carta dirigida el viernes al campus que Tyndall “debería haber sido destituido y remitido a las autoridades hace años. Forcejeo con la pregunta -al igual que ustedes-¿cómo pudo haber durado tanto este comportamiento?”.

William G. Tierney, profesor titular de la Escuela de Educación Rossier de la USC, indicó que aprecia que Nikias reconozca los fracasos de la universidad, pero que el presidente de la escuela perdió la buena voluntad del profesorado.

“No ha reconocido nada como individuo. Es el presidente. Harry Truman dijo: ‘La responsabilidad es mía’, y no hemos escuchado eso hasta el momento”, aseveró Tierney, quien se describió como amigo de Nikias. “La universidad ha perdido el rumbo. Y mucha gente a quien le importa profundamente la USC se siente mal por eso; creo que el presidente también”.

Nikias expresó en su carta del viernes que la USC comenzaría a trabajar con las autoridades y ofrecería orientación a las expacientes, pasos que, para algunos, la universidad debería haber dado hace mucho tiempo. También remarcó que la institución planea compartir con el Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) algunos de los aproximadamente 200 reportes hechos por las expacientes de Tyndall desde que se estableció una línea telefónica especial a tal efecto, la semana pasada.

La Junta Médica, agencia responsable de proteger al público de los médicos problemáticos, informó que también está analizando los informes de The Times sobre Tyndall y cómo abordo el problema la USC.

Cuando la junta finalmente se enteró de la acusación contra Puliafito e inició una indagatoria, los investigadores efectuaron acusaciones condenatorias. Según ellos, el médico abusaba de las drogas en los días que trabajaba como oftalmólogo en las instalaciones de la universidad y “regresaba a su consultorio médico para atender pacientes horas después de usar metanfetamina”. La junta también alegó que Puliafito había consumido heroína y metanfetamina en el campus de la Escuela de Medicina Keck y en otros lugares, durante 2015 y 2016.

Jecker y otros especialistas en ética ven similitudes alarmantes entre los episodios de Tyndall y Puliafito. “Este patrón hace que el caso actual sea aún más perturbador”, dijo.

Ambos doctores han negado cualquier mal proceder.

En marzo de 2016, Puliafito anunció que renunciaría como decano de la Escuela de Medicina Keck para abordar una oportunidad en el sector privado. Eso fue tres semanas después de que una joven sufriera una sobredosis en la habitación de hotel del médico, en Pasadena, un incidente que permaneció en secreto.

Después de que una noticia del Times, publicada en julio pasado, expusiera el uso de drogas y la presencia de Puliafito durante la sobredosis, la USC reconoció que en realidad había renunciado como decano después de que el preboste de la universidad, Michael Quick, lo confrontara con quejas sobre su comportamiento. Más tarde, los colegas de Puliafito le dijeron a The Times que se habían quejado durante años sobre su consumo excesivo de alcohol y otras malas conductas.

Aún así, la universidad retuvo a Puliafito, un cirujano ocular, en la facultad de la escuela de medicina y éste continuó atendiendo a pacientes durante más de un año. Fue despedido poco después de la publicación de la investigación de The Times.

Al mismo tiempo, la USC ocultó las acusaciones contra Tyndall, a quien se le concedió un permiso pagado en junio de 2016.

Algunas de las quejas más graves se refieren a su uso de los dedos al comienzo de los exámenes pélvicos. Los testigos le dijeron a The Times que el médico insertaba rutinariamente un dedo, y luego un segundo, en las pacientes después de expresar su preocupación de que un espéculo no cupiera. Mientras hablaba, relataron, movía los dedos hacia dentro y hacia afuera, y a menudo hacía comentarios sobre la rigidez de los músculos vaginales de sus pacientes: “Dios mío, qué músculo apretado tienes. Debes ser una corredora”.

En entrevistas recientes con The Times, Tyndall alegó que su uso de los dedos tenía un propósito médico legítimo, y que algunos de sus comentarios a las pacientes fueron malinterpretados. El ginecólogo, de 71 años, no pudo ser contactado para hacer comentarios adicionales este sábado.

Una investigación interna de la USC determinó que el comportamiento de Tyndall durante los exámenes pélvicos estaba fuera de los límites de la práctica médica actual y equivalía al acoso sexual de las estudiantes.

Una portavoz de la universidad precisó que Nikias se enteró de los hallazgos a fines del otoño pasado, meses después de que la USC le pagara para que renuncie. La escuela no reportó a Tyndall a la junta médica durante varios meses, hasta marzo último. Para entonces, los periodistas del Times habían comenzado a contactar a los empleados de la universidad sobre las quejas presentadas contra el ginecólogo.

Mientras el periódico se preparaba para publicar sus hallazgos, Nikias dijo en una carta a la comunidad de la USC: “En retrospectiva, deberíamos haber hecho este informe ocho meses antes, cuando él se retiró de la universidad”.

En el marco de la ley estatal, los hospitales y muchas clínicas deben alertar a la junta médica en una variedad de circunstancias en las que suspenden, disciplinan o cancelan los privilegios de los médicos. Estos informes desencadenan investigaciones sobre la licencia de un galeno, y los líderes del hospital enfrentan fuertes multas por no notificar a la agrupación.

Pero la USC dijo que la ley no se aplicaba en el caso de Tyndall porque la universidad en sí misma no está regida por las normas para hospitales y clínicas, y porque las quejas contra él “se efectuaron como un asunto de recursos humanos”. La universidad también expuso que Tyndall había anticipado a las autoridades escolares que se retiraría de la práctica.

Además, dos abogados le informaron a la universidad que no había conducta delictiva para informar a las autoridades, indicó la USC.

En el asunto de Puliafito, la USC dijo que refirió una indagación del Times -sobre su presencia en la sobredosis de drogas- al personal médico del hospital de Keck, un panel de revisión que concluyó que “no había quejas de atención al paciente ni problemas clínicos conocidos” y no tomó ninguna medida contra el oftalmólogo. Los descubrimientos del Times provocaron una investigación de la junta médica que derivó en la suspensión de la licencia de Puliafito. Una audiencia sobre la acusación se realizará a fines de este mes.

Para Art Caplan, fundador de la División de Bioética del Centro Médico Langone, de la Universidad de Nueva York, el hecho de que la USC no reportara a los médicos a las autoridades “refleja una suerte de ‘vamos a mantener la vigilancia policial institucional, y eso es suficiente; allí termina nuestro deber’... Eso simplemente no funciona”.

El médico que reemplazó a Puliafito como decano duró poco más de año y medio en el puesto. Rohit Varma renunció cuando The Times estaba a punto de publicar un informe sobre las acusaciones de su acoso sexual a una colega en 2002. La USC le había pagado a la mujer $135,000 como resultado de su denuncia. Al anunciar la destitución de Varma, Quick citó “información previamente no divulgada”, pero no dio detalles.

Mientras tanto, la USC contrató a la firma de abogados Gibson, Dunn & Crutcher para examinar el escándalo de Puliafito y cómo lo manejó la escuela.

De acuerdo con un memorándum interno de la USC, la revisión -dirigida por un socio de la firma y la exfiscal de Estados Unidos Debra Yang, quien representó a la USC en el pasado- está en sus etapas finales. El memorando, del 24 de abril pasado, dice que Nikias, como parte de la revisión, compilará un “plan de acción para guiar a la universidad en el futuro”. La semana pasada, la USC informó que Yang y su firma no habían estado involucrados en la forma en que la universidad lidió con Tyndall.

Todavía no está claro si la USC divulgará públicamente el informe de Yang o iniciará algún tipo de investigación independiente sobre el caso de Tyndall.

La USC insistió en que los administradores no supieron de las acusaciones más serias contra Tyndall hasta 2016. La institución culpó al director ejecutivo de la clínica de salud estudiantil, quien falleció hace dos años, por manejar “independientemente” las quejas sobre Tyndall desde el año 2000.

En el caso de Puliafito, la USC afirmó que los administradores no sabían del uso de drogas del decano, a pesar de que un denunciante había llamado a la oficina de Nikias para informar sobre la presencia del oftalmólogo en la escena de la sobredosis de Pasadena. La universidad dijo que dos recepcionistas que tomaron la llamada no pasaron la información a sus supervisores porque no encontraron creíble al denunciante.

Para los expertos, tales explicaciones no eximen a los líderes universitarios de la culpa. “Si las preocupaciones, de hecho, no llegaron a la atención de los administradores sénior, esto genera inquietudes sobre una falla en las comunicaciones”, sugirió Jecker. “Esto no es una justificación para la conducta, sino la explicación de un fracaso. Y no hace nada para mitigar la falta de información, comunicación y acción del liderazgo”.

La opinión es compartida por otros en la comunidad de la USC.

Más de 700 personas firmaron una petición en línea para exigir que el consejo directivo de la USC despida a Nikias. “El presidente Nikias permite que esto suceda”, afirmó la patrocinadora de la petición, Rini Sampath, graduada de la USC en 2016 y antigua presidenta del cuerpo estudiantil. “Espero que el resto de la comunidad y la junta de administradores tengan fuerza de carácter y hagan algo”.

Sampath agregó que se había preocupado profundamente con el caso de Puliafito, pero decidió que actuar después de escuchar las acusaciones sobre Tyndall. “Cuando escuchas ‘decano de escuela de medicina que fuma metanfetamina’, hay personas que se ríen de eso; es tan absurdo”, consideró. “Pero cuando lees citas de chicas que relatan que este hombre [las maltrató], y ese es el recuerdo con el que tienen que vivir el resto de sus vidas, eso te mueve”.

Hasta ahora, el consejo de administradores ha dicho poco sobre cualquiera de los dos escándalos. La junta consta de 59 miembros con derecho a voto e incluye a destacados filántropos, exalumnos consumados, expertos de Hollywood y magnates industriales.

Nikias, quien supervisó una gran expansión de la universidad durante sus ocho años como presidente y ha hecho de la recaudación de fondos una prioridad, mantuvo el apoyo de los administradores durante el escándalo de Puliafito.

Pero el caso de Tyndall ya se convirtió en una controversia internacional, y amenaza las iniciativas fuertes de la universidad para reclutar estudiantes talentosos de China. Entre las acusaciones que los compañeros de trabajo hicieron contra Tyndall se encuentran que sus toques y comentarios inapropiados a menudo estaban dirigidos a estudiantes chinas y de otros países de Asia, con habilidades limitadas de inglés.

La semana pasada, el consulado chino emitió una declaración expresando alarma por las acusaciones y exigiendo que la USC las aborde.

Varios administradores de la USC se negaron a hacer comentarios en los últimos días, o no respondieron a las solicitudes de entrevistas sobre el caso de Tyndall.

David Bohnett, fideicomisario y graduado de la USC, remitió a un reportero a los administradores de la escuela. “Como con la mayoría de las organizaciones, y estoy en el consejo de muchas, es una práctica estándar para los miembros de la junta permitir que el director ejecutivo y los representantes de la organización hablen públicamente sobre asuntos relacionados con el manejo de la institución”, escribió Bohnett en un correo electrónico.

Después de los descubrimientos de esta semana, la USC despidió a dos altos supervisores en la clínica donde trabajaba Tyndall. Pero algunos estudiantes, así como antiguas pacientes del ginecólogo, consideran que la medida no es suficiente.

Tiana Lowe, quien se graduó hace poco más de una semana, dijo que la administración de la USC demostró que “el dinero es lo que importa”. Nikias y otros administradores, dijo, deberían ser despedidos. “El pez se pudre de la cabeza hacia abajo”, afirmó Lowe, de 22 años.

Otra exalumna que se graduó en 2016 recordó visitar a Tyndall para un tratamiento después de haber sido agredida sexualmente. La mujer, quien habló bajo condición de anonimato, relató que Tyndall introdujo los dedos en ella el comienzo del examen pélvico.

Habiendo visto a solo otro ginecólogo años antes, relató la mujer, no tenía idea de lo que se suponía debería pasar durante un examen y se sorprendió cuando leyó los informes de The Times, la semana pasada.

Cualquier administrador de la USC que sabía de las quejas contra Tyndall y no hizo nada debería ser destituido, aseveró. “Necesitan irse; simple y sencillo”, continuó. “Si no estás dispuesto a proteger a las mujeres jóvenes, entonces no tienes nada que hacer en la educación superior. En la actualidad, tratar a las víctimas de una agresión sexual de esta manera es inaceptable”.

El escritor del Times Adam Elmahrek contribuyó con este informe.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

Anuncio