Anuncio

RESEÑA. Arjona da en el ‘Blanco’ de lo que esperan sus seguidores

Share

Si eres de los que no soportan escuchar la música de Ricardo Arjona y se desgañitan lamentándose porque algunos lo consideran un poeta cuando en realidad no lo es, estás en la minoría, aunque no lo creas.

O eso es al menos lo que probaría el hecho de que, el día de ayer, 120 mil personas intentaron ingresar al mismo tiempo al portal del artista con el fin de ver un acto en vivo que él mismo realizaba, haciendo de ese modo que el sitio colapsara.

Para los fans del guatemalteco, que son evidentemente muchísimos, poder tenerlo a su lado aunque sea de este modo en medio de la escalofriante pandemia que vivimos tiene que ser absolutamente sublime. Y en los días que corren hay un incentivo mayor para ellos, debido a que, este viernes, su ídolo regresa a lo grande con el primer volumen de un álbum doble que se titulará “Blanco y negro”, y que no podrán conseguir en las tiendas o las plataformas regulares, sino a través de una suscripción pagada a MundoArjona.com.

“Blanco” se estrena entonces mañana, y hasta ahora, se ha lanzado solamente de manera pública una de sus 14 canciones, “Hongos”, aunque el mismo viernes, se difundirá una más, “El amor que me tenía”, que será seguida en las siguientes semanas por el resto. Sin embargo, nosotros hemos podido escuchar ya 8 de ellas.

Anuncio

¿Qué se puede esperar por lo tanto del disco entero en términos musicales, más allá del arte gráfico y de las fotografías que se ofrecerán en el empaque? Un gran nivel de producción, una solidez sonora que tiene sentido en vista de la experiencia de su autor y, por supuesto, esas letras que tanto convencen a sus seguidores y tanto disgustan a sus detractores, aunque, para ser claros, han cuidado en este caso más su contenido para no caer en terrenos controvertidos, pese a que recurren a una que otra palabrota.

En realidad, “Hongos” es un anticipo ideal de lo que se podrá hallar en “Blanco”, con su discreto manejo del rock’n’r lento, su órgano Hammond y la curiosa insinuación de que Dios (algún Dios) estaba consumiendo sustancias alucinógenas al darle vida a la especie humana.

En medio de la cuarentena y de la difícil situación que atravesamos, Ricardo Arjona regresa con un proyecto musical muy especial.

Abr. 14, 2020

No es el único tema sobre drogas. Más adelante llega “Tarot”, que tiene un marco musical bastante impresionante en el que destacan los arreglos orquestales, y que llega marcada por Arjona en su faceta vocal más profunda, dispuesto a hilvanar una historia fatal de adicción que va un poco por todos lados (la aguja y las cucharas de su primera parte remiten a la heroína, mientras que el ácido y las cervezas de la segunda van por otro camino) y que, por si no estuviera claro, arriba a esta proclama: “No confundas a un ‘dealer’ con doctor”.

Por su lado, “El amor que me tenía” pasa del SoHo a París (lugares muy reales) y de ahí a Macondo (un lugar muy ficticio, pero de sonoridad indudablemente culta), develando con ello las costumbres más cuestionadas del cantautor centroamericano; pero es la vez una bonita balada con un coro profundamente romántico, lo que justifica su elección comercial como segundo sencillo.

Musicalmente, hay cosas bastante predecibles, como “El invisible”, relato de una suerte de triángulo amoroso que podría haber sido incluido en una producción del pasado; pero en “Morir por vivir”, los trámites se dirigen hacia terrenos cercanos a los de los Rolling Stones, con coros femeninos y todo, pero sin el necesario solo de guitarra; y “Blues de la notoriedad”, que arranca con un solo de armónica al que se suma pronto un cadencioso piano, retoma las voces de mujeres mientras cuestiona la obsesión actual por conseguir la fama del modo que sea, dándole de paso cabida a la mejor letra del trabajo.

Finalmente, al menos en su primera parte y en las canciones que hemos escuchado (¿habrá sorpresas en las seis que nos faltaron?), esta nueva propuesta no se distingue precisamente por sus aires de innovación, pero lo hace de manera consciente, como lo demuestra la nota de prensa en la que el artista habla del proceso que lo llegó a grabar en los legendarios estudios Abbey Road con todos los músicos en vivo, a la usanza de los ’60, dándole al registro un estilo orgánico que se agradece.

Al fin y al cabo, Arjona no parece estar buscando establecer una conexión con las nuevas generaciones adeptas a ritmos electrónicos ni artificiales, sino complacer a quienes lo siguen desde hace tiempo, sin que ello signifique que haya bajado la guardia en términos de diseño sonoro.

Anuncio