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OPINIÓN: ‘DACA no es suficiente, merecemos certeza’

Es probable que el tribunal dicte un fallo en muy
Es probable que el tribunal dicte un fallo en muy poco tiempo.
(AP)
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El programa que ha transformado millones de vidas en este país ―incluso la mía― celebró el 15 de junio su décimo aniversario.

El programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) fue una luz verde para mí por parte del gobierno para que continuara con mis estudios, me integrara en el mercado laboral y explotara mi potencial.

Por una parte, DACA me ha brindado acceso a ayudas económicas para estudiar, becas y oportunidades profesionales que de otra forma serían inaccesibles. La vida increíble que tengo hoy es así en gran medida gracias a estas oportunidades.

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Por otra parte, DACA ha sido un recordatorio de mi estado perpetuo de vulnerabilidad en este país. El programa ha sido tanto el salvavidas como el vínculo que ha mantenido mi vida atada en la pasada década y soy continuamente consciente de su fragilidad.

A pesar de sus éxitos, el programa DACA siempre se ha quedado corto a la hora de brindarle a mi comunidad las protecciones que merece. Con amenazas judiciales activas y que todavía se debaten en los tribunales, el futuro de esta política, mi futuro y el de cientos de miles de personas indocumentadas como yo, está en tela de juicio.

Mucho antes del programa DACA, la juventud indocumentada a la que se le empezó a llamar comúnmente “DREAMers” luchó por nuestro “derecho a tener derechos”. Fue una labor de amor y sacrificio de jóvenes activistas y de una variedad de defensores y aliados para lograr conseguirnos protecciones temporales mediante DACA. Hoy seguimos esa lucha con la intención de preservar nuestras vidas tal y como las conocemos y eliminando los escollos impuestos sobre partes de nuestra comunidad a las que se les ha excluido de las protecciones, como la mayoría de los cien mil estudiantes graduados de secundaria que no cualificaron este año para DACA.

Mi historia no es muy diferente de aquellas de los dreamers que quizás ya haya escuchado. El 11 de septiembre de 2001 mi familia inmigró a California desde México. Ese día mis padres hicieron el mayor sacrificio posible para su familia: dejaron su país y temporalmente a dos de sus hijos atrás para buscar un mejor futuro.

Durante mi niñez mis padres trabajaban por días interminables, laborando extenuantemente para educarnos a mis hermanos y a mí. Todo ese trabajo hubiera sido en vano si no hubiera sido por DACA. Estudié Matemáticas y Sociología en Pomona College. Hoy trabajo para una organización llamada FWD.us que aboga por los inmigrantes indocumentados como yo. Si una determinación del tribunal eliminara DACA, con apenas un plumazo se eliminarían décadas de inversiones que han hecho nuestros padres, mentores, profesores, instituciones educativas y comunidades en nosotros. Un fallo negativo sobre DACA tendría consecuencias extensas por todo el país. Como beneficiarios de DACA, formamos parte de todo sector y dimensión de vida en este país. Somos sus compañeros de clase, sus colegas, sus doctores, los maestros de sus hijos, sus amigos y sus vecinos.

Independientemente de lo que decida el tribunal, los beneficiarios de DACA no son solo parte del tejido social de nuestra nación, sino que son esenciales a su progreso y futuro. En momentos en los que el liderazgo a nivel mundial de los Estados Unidos recae sobre nuestra capacidad de aumentarla inmigración, es evidente que hay que permitir que aquellos que ya están profundamente enraizados aquí en los EE. UU. puedan seguir cumpliendo con su potencial. Pero fuera del factor económico, hay un costo humano al terminar DACA. Cerca de un millón de ciudadanos estadounidenses viven en hogares con un beneficiario DACA, y se estima que unos 590,000 niños que son ciudadanos de EE. UU. viven con padres que son beneficiarios de DACA. No tener DACA no debe significar separación y devastación familiar.

Mientras esperamos que los tribunales decidan nuestro destino colectivo o mientras nos estresamos al renovar nuestro estado de beneficiarios de DACA cada dos años, lo único que pedimos en realidad es la certeza. La certeza de que podemos seguir trabajando, estudiando y sirviendo a nuestras comunidades. La certeza de que podemos salir de nuestras casas sin preguntarnos si volveremos. La certeza de que tenemos el derecho de estar legalmente en el país que llamamos nuestro hogar. Es por ello por lo que urjo a todos nuestros amigos y aliados a que hagan un llamado al Quinto Circuito para que DACA permanezca y, lo que es más importante, para exigir una solución permanente por el Congreso que brinde a los dreamers la certeza que ansiamos todos los días.

Luis Espino es un beneficiario del programa DACA y trabaja para FWD.us, una organización que aboga por los inmigrantes.

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