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“Queen Mimi”, una mujer que pasó de la lavandería a la alfombra roja

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Para que quede claro, Mimi era famosa mucho antes de que se hiciera una película sobre ella. La gente la llamaba ‘la reina de Montana Ave’, pero no precisamente porque fuera rica.

Ahora, esta nonagenaria quien durante casi dos décadas durmió en una lavandería de un pequeño centro comercial, pasa sus días respondiendo pedidos de entrevistas de medios como la revista People.

Ella es el centro de atención -lo ha sido por años- apenas uno traspasa la puerta principal de Fox Laundry, sentada en una silla de plástico al lado de la máquina de refrescos. En la pared por detrás de ella hay un póster con su rostro, la publicidad del documental “Queen Mimi”.

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“Hay sol. El cielo está azul. Se suponía que hoy llovería, pero no ocurrió. Así es la vida en el planeta Tierra”, dice, mientras habla por su celular. Lleva puestos unos pantalones negros ajustados, sandalias playeras blancas y un suéter de cachemira rosado. También tiene las uñas pintadas de rosa, y mechones rosados en su cabello, teñido de rubio.

Mimi jamás fue una empleada de la lavandería, aunque por años dobló prendas a cambio de propinas. Aún ahora vigila el lugar y gruñe: “¡Sin golpes!” cuando alguien maltrata una secadora.

En la página de Fox Laundry en Yelp se advierten varios comentarios sobre ella, algunos por parte de clientes que hallaron su brusquedad un poco fuera de lugar. Pero Mimi ha hecho muchos amigos en la lavandería también.

Allí fue donde se vinculó con el actor Zach Galifianakis, a fines de la década de 1990, antes de que él se hiciera mundialmente famoso. Desde entonces, el comediante la ha invitado a fiestas y ella ha sido su cita sobre la alfombra roja. “Hablamos de sexo, Mimi y yo, y nos reímos mucho”, dice el actor en un momento del film “Queen Mimi”. “Es un honor para mí conocer a esa mujer”. Esa es apenas una de las sorpresas de la película, que se estrena este viernes en Santa Mónica. Otra es el tratamiento que Mimi recibe en una de las zonas más distinguidas de la ciudad.

A su lado en la lavandería se encuentra el carro metálico -completo, con perchero para las prendas- que ella pasea por el vecindario, aceptando actos de caridad a diario. Mimi recibe abrazos, comida y bebida gratis, y grandes descuentos en restaurantes elegantes. Si hay fila de clientes esperando, ella se ubica rápidamente al frente.

El carro contiene su bolsa y los regalos de la gente: una gran rosa amarilla, pasteles, kiwis. También le sirve como andador; su espalda está severamente encorvada, quizás por los muchos años en que su dormitorio fue un pasillo entre las lavadoras de carga simple y doble, y su cama sólo dos sillas plásticas de jardín, enfrentadas.

Hace poco tiempo, Mimi se cayó en la tienda de comestibles; su mano izquierda lleva una muñequera. Ella se retuerce los dedos de la mano derecha, que brillan con anillos que ha encontrado aquí y allá.

Un hombre joven entra al lugar; es atractivo, luce una incipiente barba y arrastra una abultada bolsa. “Me gustaría echarme encima de él”, dice Mimi, en voz no tan baja, con sus profundos ojos azules tan chispeantes y una sonrisa tan pícara que parece una niña, aun cuando ha perdido sus dientes y luce arrugas en cada pulgada de su rostro.

La realización de “Queen Mimi” tardó más de cinco años y fue financiada a través de una campaña online en la plataforma Kickstarter. Yaniv Rokah, un aspirante a actor de Israel, acababa de llegar a Los Ángeles cuando consiguió trabajo como barista en Cafe Luxxe, justo al otro lado de la lavandería, sobre Montana Avenue. Él llegaba cada día con los trapos de limpieza del café, que el personal de Fox Laundry lavaba a cambio de bebidas gratis, y comenzó a traerle café a Mimi y a frecuentar el lugar.

Afuera de Cafe Luxxe a menudo había una fila de grandes nombres de la industria, cuenta Rokah. “Nicole Kidman, Paul Haggis… ellos esperaban allí durante una hora, y de repente llegaba esta señora vestida de rosa brillante, tan llena de vida… Era emocionante ver a alguien tan diferente”.

Rokah no tenía experiencia en cine ni ningún plan en mente cuando comenzó a filmar las entrevistas con Mimi en su iPhone 4. “No estaba haciendo una película, en realidad”, asegura. “Sólo sabía que había una historia que quería capturar”.

Pero cuanto más bromeaba con la historia, más se sentía obligado a compartirla, aunque lograr que Mimi contara su vida era una experiencia dificultosa. Antes del documental, la mujer había hecho un buen trabajo para olvidar su pasado, incluso a aquellos a quienes había amado. “Una de mis frases favoritas es: ‘ayer ya es pasado, mañana aún no ha llegado, vive en el ahora’. Hace muchos años me acostumbré a la idea de ser feliz”, dice.

El nombre completo de Mimi es Marie Elizabeth Haist, y ella nació en el centro de Los Ángeles en 1925. Se casó en 1947 y, durante 29 años, fue un ama de casa suburbana, con vitrinas para la vajilla en el comedor y sábanas secándose al sol en su patio trasero de Woodland Hills.

Esa vida, en su narración, comenzó a desmoronarse cuando supo que su marido le era infiel. En 1976 se divorciaron, y ella rápidamente perdió la casa. A sus 50 años, comenzó a vivir en su camioneta. Cuando ya no pudo pagar la licencia del vehículo, éste fue removido, junto con todo lo que ella había guardado de su vida.

Fue entonces cuando Mimi se dirigió a la zona oeste, donde vivió en las calles, alineando bolsas de plástico con periódicos para hacer zapatos y comiendo alimentos descartados por los restaurantes. Durmió detrás de arbustos en lo que por entonces era Bullock’s Westwood, y en portales pegados a la Autopista Pacific Coast y sobre Montana. Un día se encontró con la lavandería, y comenzó a pasar tiempo por allí. Una noche de frío, muy lluviosa, el portero llamó al propietario del lugar y le preguntó si ella podía dormir en su interior. Esa noche se convirtió en muchas; Stan Fox le dio a Mimi su propio juego de llaves.

Los amigos que conoció en Montana también la adoptaron, le ofrecieron camas y sofás donde dormir, y la llevaron a comer; en esas ocasiones, Mimi ordenaba su trago favorito: martini con limón. Ella jamás pidió dinero a nadie, asegura, ni siquiera cuando dormía en las aceras. “Si le pides a un hombre, éste podría esperar algo de ti, así que nunca lo hice”, señala.

La clave es que ella jamás se reconoció como una persona sin hogar; es más, se hizo famosa por pedirle a la gente sin hogar que deambula por la lavandería que se retire de allí.

A veces, ella todavía cierra sus ojos, tendida en un banco delante de la ventana de vidrio. Pero ya no duerme allí; ahora tiene su propia cama y su propio departamento, al otro lado de Montana.

Rokah cuenta que filmar esa parte de la historia le costó bastante. Galifianakis renta ese apartamento para ella. Renee Zellweger, que conoció a Mimi a través del actor, amuebló los tres cuartos pequeños. Ninguno quiso captar la atención por ello. En “Queen Mimi”, Galifianakis cuenta que le consiguieron un celular para que ella pudiera estar en contacto más fácilmente. Y una cosa llevó a la otra. “Uno ve gente que está pasando una mala racha, o que vive en las calles y esas cosas, y raramente hace algo para ayudarlos a título personal”, expresa el actor. “Sólo me pareció que era lo que se debe hacer por un amigo. Y, para ser honesto, debería haberlo hecho antes”.

En cuanto a Mimi, tener un hogar no la ha convertido en una persona hogareña. Ella ama ocupar su sitio en la lavandería a diario, poco después de que el local abre sus puertas cada día.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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