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Columna: En Echo Park, un ejemplo evidente del liderazgo fallido para la atención a personas sin techo en Los Ángeles

 Police and protesters stand outside a fenced Echo Park
La policía y los manifestantes se paran frente al Echo Park cercado, donde se iba a remover a las personas sin techo el jueves.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Lo que ocurrió en Echo Park Lake esta semana, y en los últimos años, nunca debió haber sucedido.

Todos sabemos ahora que, con aproximadamente 60.000 personas sin casa en Los Ángeles, no hay respuestas rápidas o fáciles. Eso es porque a nivel macro, hemos construido una economía, un mercado de la vivienda y una sociedad que garantizan los extremos de riqueza y pobreza, ganadores y perdedores, palacios y tiendas de campaña.

Pero un parque público en las afueras del centro de la ciudad nunca debió haberse convertido en un campamento, o un foco político sobre los derechos e intereses en conflicto entre quienes habitan un domicilio y las personas en situación de calle.

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Ocurrió debido a un épico fracaso de liderazgo. Y, a menor escala, se están desarrollando docenas de dramas similares en toda la región.

Las tensiones habían aumentado en Echo Park durante meses, ya que las necesidades de los hombres y mujeres sin hogar que acampaban en sus jardines chocaban con las necesidades de quienes usaban el parque para recreación. A medida que aumentaba la fricción, los funcionarios de la ciudad reaccionaron poco, permitiendo que la situación se agravara mientras intentaban complacer a todas las partes, solo para luego atacar con mano dura.

“El hecho de que se haya alojado a más de 150 personas de Echo Park Lake es un gran logro”, tuiteó el concejal de Los Ángeles, Mike Bonin. “Pero el despliegue de decenas de policías allí con equipo antidisturbios es incorrecto, contraproducente y debe detenerse”.

Estoy de acuerdo. Pero sucedió porque los funcionarios de la ciudad y el condado, a pesar de algunos avances, perdieron el rumbo hace mucho tiempo y no han convencido a nadie de que pueden manejar las necesidades de las personas con vivienda, ni de quienes se encuentran en situación de calle.

El jueves por la mañana, los caminos que rodean el parque estaban cerrados y los residentes del parque tenían hasta el jueves por la noche para aprovechar las ofertas de viviendas temporales. En la colina del este, en Angelino Heights, varias personas miraron hacia el espacio que había sido envuelto en vallas.

Carrie Sutkin, quien solía residir cerca del parque y ahora vive en el cercano Elysian Valley, estaba feliz de ver que el conflicto finalmente llegó a un punto crítico, con los equipos de la ciudad preparándose para reparar los daños en el parque mientras ofrecían vivienda, aunque sea temporal para los habitantes del parque.

Pero no perdonó a los funcionarios por permitir que la situación empeorara, y se refirió al alcalde Eric Garcetti y al concejal Mitch O’Farrell en particular. Si te hubieran permitido quedarte en el parque durante dos años, indicó Sutkin, es natural que “sientas que vives aquí”, por lo que te resistes a los esfuerzos de desalojo una vez que el gobierno de la ciudad finalmente encontró el valor para actuar.

“La situación de la gente sin techo es horrible”, explicó Richard, un residente de Echo Park desde hace 20 años que no quiso dar su apellido por temor a represalias. “Pero esas 200 personas que vivían allí les habían quitado el parque a miles”.

Eso no quiere decir que algunos residentes cercanos a pesar de eso no usaran el parque, pero Richard comentó que cuando la ciudad perdió el control, lamentablemente evitó visitarlo. Mientras hablábamos, una pareja pasó caminando y dijo que estaba feliz de ver que los funcionarios finalmente actuaban y obligaban a una resolución, a pesar de la resistencia de los habitantes de las tiendas de campaña.

No escuché falta de compasión por los indigentes. En cambio, percibí exasperación por la continua lucha de la región para proporcionar suficientes viviendas asequibles y de apoyo para que miles de personas no vivan en sus vehículos o en las calles de la ciudad.

Cecilia Ríos, quien dirige Echo Park Barber Shop y recolecta ropa que dona a los pobres, me dijo que había estado evitando las visitas al parque, que durante décadas fue un destino popular de fin de semana para las familias latinas de clase trabajadora. Ella comentó que espera que los habitantes del parque tengan espacios de vida decentes y que los residentes del área pronto puedan regresar sin reparos a un parque limpio y recuperado.

“Hay docenas de Echo Parks en el condado”, señaló Miguel Santana, un ex funcionario de la ciudad y el condado que ahora es presidente y director ejecutivo de la Fundación Weingart. “La lección más importante aquí es que sin un enfoque sistemático, cada funcionario electo y cada vecindario está por su cuenta para hacer lo mejor que pueda. La mayoría de los esfuerzos son bien intencionados, pero están destinados al fracaso”.

El mes pasado, escribí sobre un vecindario sitiado en las afueras de Hollywood y Los Feliz, donde las personas alojadas temen represalias por hablar sobre la actividad de las pandillas y los campamentos crecientes en su cuadra. El jueves, una de esas personas me dijo que vio un paralelo entre su experiencia y lo que sucedió en Echo Park.

“No abordar el asunto desde un inicio traerá problemas mayores y consecuencias inesperadas”, me explicó, y todo lo que necesitas hacer para afirmar esa noción es mirar por la ventana, donde se construyen chozas y los conflictos se han agudizado.

En Echo Park, O’Farrell y otros funcionarios no pueden ser acusados de no hacer nada. Es más complicado que eso, en esta zona y más allá, parte de la culpa recae en las legiones de los supuestos liberales de la ciudad que hacen berrinches por las propuestas de edificios de mayor densidad, viviendas asequibles y servicios esenciales en sus vecindarios.

En realidad, miles de personas han sido alojadas en los últimos años. Pero más individuos siguen atrás de ellos: los indigentes, los enfermos físicos y mentales, los que tienen problemas de adicciónes, y estamos perdiendo terreno. Muchos de los que no alcancemos morirán, se enfermarán más o se convertirán en víctimas de delitos, por lo que no hay tiempo que perder.

Pero llevar a la gente bajo un techo es casi imposible cuando no hay suficientes lugares para que vayan, cuando el costo y el ritmo de construcción de nuevas viviendas son una locura y cuando no está claro quién, si es que hay alguien, está a cargo.

El jueves por la mañana, el obispo John Harvey Taylor recorrió el lago, que está al otro lado de la calle de la Diócesis Episcopal de Los Ángeles, donde él reside. Más tarde me dijo que no está eligiendo el lado de “nuestros hermanos con o sin techo”, pero indicó que claramente ha habido un colapso cuando las personas sin domicilio llaman a un parque su hogar.

“Los líderes políticos deben dar un paso al frente”, señaló Taylor, y crear una red de campamentos seguros en las propiedades de organizaciones sin fines de lucro, iglesias e instalaciones públicas abandonadas o infrautilizadas. Esa no es una respuesta ideal o permanente, comentó, sino una forma más humana de avanzar.

“No creo que todos los ciudadanos tengan derecho a estar en un parque y vivir allí”, señaló Taylor, “en parte porque el espacio es para toda la comunidad y, en última instancia, no se puede permitir que sea una zona residencial durante la noche. Y eso no es culpa de los que no tienen vivienda, es culpa de la ciudad”.

Además, hemos tenido miles de habitaciones de hotel vacías durante el año pasado y también miles de dormitorios universitarios desocupados, incluso cuando nuestras calles y lechos de ríos están llenos de carpas y las personas sin hogar mueren a un ritmo récord de casi cuatro diariamente.

Nos movemos a paso de tortuga y no hay nadie en los puestos de poder que de manera consistente y convincente diga que esto debe avergonzarnos, que es necesario cambiarlo, y que liderará el camino.

Hasta que eso suceda, nunca iremos más allá del eco, podría decirse, de lo que sucedió en Echo Park.

Steve.lopez@latimes.com

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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