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La pandemia resalta la necesidad de más clínicas de atención ginecológica de urgencia en California

Two women stand side by side in white coats and masks
La clínica de atención de urgencias Bascom OB-GYN, que abrió el año pasado en San José, fue un sueño de las Dras. Anita Sit, izquierda, y Cheryl Pan.
(Rachel Scheier / Kaiser Health News)
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La primavera pasada, solo unas semanas después de iniciada la pandemia, Christina García pasaba sus días luchando para ayudar a sus dos hijos pequeños a adaptarse a la educación en línea, cuando se enfrentó a un período tan intenso y doloroso, que apenas podía pararse. Después de unos días, su visión comenzó a nublarse y se sentía demasiado débil hasta para abrir un frasco.

El obstetra y ginecólogo habitual de García, como la mayoría de los consultorios médicos en ese momento, no estaba atendiendo, y ella se sintió aterrorizada ante la posibilidad de pasar horas esperando en una sala de emergencias, codo a codo con personas que podían tener COVID-19.

Cuando llegó finalmente, con una almohada contra su vientre, a la recién inaugurada clínica de atención de urgencias Bascom OB-GYN, en el Centro Médico del Valle de Santa Clara, García estaba pálida y deshidratada por la pérdida de sangre, y segura de que se estaba muriendo.

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“Si no hubiera ido a la clínica en ese momento, creo que las cosas podrían haber terminado muy diferente”, remarcó la mujer, de 34 años, quien fue sometida a una histerectomía de emergencia debido a fibromas uterinos.

Su historia ilustra una brecha de larga data en la atención médica femenina. Durante años, muchas mujeres con afecciones comunes pero urgentes, como infecciones dolorosas del tracto urinario o sangrado excesivo después de un aborto espontáneo, se han enfrentado a la sombría elección de esperar semanas para una cita con su obstetra-ginecólogo habitual o pasar horas en la sala de espera de emergencias.

Las clínicas de urgencias obstétricas y ginecológicas comenzaron a aparecer en todo el país en los últimos años, y la pandemia incrementó la demanda. Si bien no hay datos sobre la cantidad de estos centros de atención de emergencia para mujeres, son parte de un alza del interés en las clínicas de atención urgente en general y otros modelos alternativos, como las denominadas nuevas empresas de atención médica digital. Una de ellas, la startup de salud femenina Tía, con sede en Nueva York, ganó $24 millones en fondos de capital de riesgo la primavera pasada y está abriendo clínicas en todo el país.

“Está claro que el acceso y la conveniencia son cada vez más importantes para los pacientes que ver a un proveedor específico”, comentó el Dr. Rob Rohatsch, director médico de Solv, una aplicación que reserva turnos para urgencias.

La Asociación de Atención de Cuidados de Emergencia informó un aumento constante en las visitas a las clínicas -sin cita previa- de sus miembros, como alternativa a los departamentos de urgencias de los hospitales tradicionales. El tráfico en estos sitios se incrementó durante el año pasado, según Solv.

La clínica de Bascom había sido un sueño de las Dras. Cheryl Pan y Anita Sit, dos obstetras-ginecólogas en el Centro Médico del Valle de Santa Clara, un hospital público en expansión que sirve como centro regional de trauma y atiende casos críticos, como accidentes automovilísticos y víctimas de disparos, pero relega a largas esperas a aquellas personas que sufren problemas menos mortales.

“Las mujeres, tal vez embarazadas o con hemorragias, podían estar sentadas allí de 12 a 14 horas, dependiendo del momento del día”, señaló Pan.

Después del inicio de la pandemia, a las doctoras les preocupaba que las mujeres con problemas graves -o incluso letales, como el de García- pudieran dejar de tratarse por temor a contraer COVID-19. Las visitas a urgencias se desplomaron un 42% sin precedentes en los primeros meses de la pandemia, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Un informe de junio del organismo señaló que, si bien el número de visitas a la sala de emergencias por ataques cardíacos había aumentado, las consultas por dolor de pecho habían disminuido, lo cual sugiere que las personas estaban arriesgando sus vidas al evitar la sala de urgencias.

“Imaginamos que una mujer con tres hijos en casa podría estar aún más asustada”, comentó Sit. “No había forma de seguir enviando a mujeres con abortos espontáneos a esperar horas en la carpa para el tratamiento de COVID”.

En cambio, las pacientes ahora pueden ser evaluadas por teléfono y atendidas en un plazo de uno o dos días en la clínica de atención de urgencias Bascom OB-GYN, de la misma manera que lo harían en su sucursal local de Planned Parenthood para obtener anticonceptivos o un examen de detección de enfermedades de transmisión sexual. Bascom está equipada para tratar afecciones que van desde las náuseas matutinas graves hasta los embarazos ectópicos, que requieren cirugía de emergencia. En su primer año, la clínica atendió a unas 1.300 mujeres y sirvió de respaldo a centros médicos locales que brindan servicios básicos de salud reproductiva en condados a cientos de millas de distancia.

Sin embargo, todavía está en su fase piloto, y funciona de lunes a viernes de 8:30 a 5 p.m., lo cual “deja una gran cantidad de horas en las que no podemos recibir pacientes”, reconoce Sit.

Un puñado de otras clínicas llevaron el concepto de atención de urgencias ginecológicas un paso más allá. La Dra. Miriam Mackovic dirige Complete Women Care, una cadena de cuatro centros en el área de Los Ángeles -que también tiene un sitio de atención de emergencia en Long Beach- con personal las 24 horas del día, los siete días de la semana, una enfermera especializada, laboratorio y farmacia. Las pacientes que ingresan suelen ser atendidas en 30 minutos, según Mackovic, y cada paciente recibe una llamada de seguimiento al día siguiente.

Una mujer que se presentó en una clínica de Complete Women Care dijo que, después de buscar desesperadamente atención en una sala de emergencias un sábado por la noche por una infección vaginal, recibió una factura por correo de $1.500.

“En medio de la noche, los centros de atención de urgencia están cerrados. Los consultorios de obstetricia y ginecología también. Entonces, ¿cuál es la opción que le queda a las pacientes, excepto acudir a la sala de emergencias?”, preguntó Mackovic, una obstetra-ginecóloga que también tiene una maestría en negocios.

Mackovic contó historias de pacientes que llegaron a sus clínicas desde lugares tan lejanos como Arizona y Nevada después de sufrir durante semanas mientras intentaban programar operaciones de rutina para quistes uterinos o torsión ovárica. “Tenemos los avances médicos. La mayoría de las emergencias se pueden resolver de forma ambulatoria: una mujer puede someterse a una histerectomía con solo una incisión fina y regresar a casa el mismo día”, señaló. “Pero una mujer que ha tenido un aborto espontáneo llama a su obstetra, quien le responde que no tiene turnos durante semanas, entones acude a la sala de emergencias y el médico allí le dice: ‘¿Se está muriendo? ¿No? Bien, entonces haga un seguimiento con su obstetra-ginecólogo’”. Las tarifas para las pacientes sin seguro, alrededor del 20% de la clientela de Mackovic, van desde $100 hasta $600, precisó.

Las mujeres en Estados Unidos han estado por años a la zaga de las de otros países ricos tanto en su acceso a la atención médica como en su estado de salud. El país tiene la tasa de mortalidad materna más alta entre las naciones desarrolladas. Algunas mujeres ven a un médico solo en caso de emergencia.

“Hemos diagnosticado tantos cánceres en los últimos años porque las pacientes acudieron a la consulta por otro motivo”, reconoció la Dra. Adeeti Gupta, fundadora y directora ejecutiva de una cadena de clínicas que atienden todos los días en la ciudad de Nueva York, llamada Walk In Gyn Care, con atención integral sin citas.

Las tres clínicas de Gupta han crecido de manera constante desde que fueron inauguradas, hace siete años, en gran parte debido a la frustración con la espera de meses para obtener un turno en su propio consultorio de obstetricia y ginecología, en Queens. Pero desde que el coronavirus azotó duramente a la ciudad, la doctora notó un aumento en las pacientes: un 40% en una sola ubicación.

El país necesita atención médica femenina más accesible e integral para tratar todo, desde los dolores menstruales de las adolescentes hasta los sofocos de las mujeres mayores posmenopáusicas, resaltó Gupta. “Lo que pasa con las mujeres”, agregó, “es que sus problemas nunca terminan”.

Esta historia fue producida por KHN (Kaiser Health News), una redacción nacional que brinda cobertura en profundidad de temas de salud y uno de los tres programas operativos principales de KFF (Kaiser Family Foundation). KHN edita California Healthline, un servicio editorialmente independiente de la California Health Care Foundation.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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