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Disneyland reabre sus puertas y emerge como un faro de optimismo

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Aunque nadie, por supuesto, festejaba el concepto de control de la temperatura, los aplausos y los gritos de júbilo dejaron en claro que todos sabían lo que representaba. En medio de la nueva realidad, en la que la amenaza impredecible de un virus puede disminuir o aumentar furiosamente con las estaciones, al menos un aspecto del sur de California prepandémico estaba a punto de volver: el deseo de ir a un lugar que nos anime a soñar.

El 30 de abril, después de poco más de 13 meses de cierre, Disneyland celebró su segunda gran inauguración desde julio de 1955, habiendo cerrado solo en raras ocasiones y esporádicamente, y nunca durante un período prolongado, en los 65 años anteriores. Si había algo consistente con lo que los californianos del sur podían contar, era que las puertas de Disneyland, en Anaheim, se abrirían todas las mañanas. Aunque el parque cambió con las décadas, también duplicó su deseo y atractivo intergeneracional, lo cual lo convierte en un lugar que para muchos es de hábito y tradición.

Poco después de las 8:30 a.m. caminé bajo el arco que lleva al tren (Railroad) de Disneyland y, como casi todos los que me rodeaban, cuando Main Street apareció a la vista comencé a llorar. Las próximas 11 horas dejarían en claro que cualquier regulación pandémica (uso de mascarillas, distanciamiento social, abundancia de desinfectantes de manos) no podrían disminuir el hechizo de un diseño arquitectónico impregnado de realismo mágico. Fuera de las puertas de Disneyland están el caos, las obligaciones y la ansiedad, y cualquiera que se apresure a regresar al parque en su primera semana deberá pasar por alto las posibles molestias (el precio, los cochecitos, las filas) para encontrar un lugar que no rechaza nuestra realidad sino que trata de hacerla más armoniosa, más agradablemente surrealista.

Disneyland fue el proyecto más ambicioso de Walt Disney, una suerte de sujetalibros físico de la obra animada de 1940 “Fantasía”, en el sentido de que buscó yuxtaponer los mundos del arte alto y bajo, lo salvaje y lo domesticado. Disneyland tomó los clichés de los parques de diversiones y los convirtió en esculturas, y aunque el sitio adora la naturaleza, se enfoca en la capacidad de la humanidad -o en su terquedad- para pensar que podemos embellecerlo. Disneyland, cabe señalar, está lleno de guiños a nuestras vidas y las duras realidades de ellas: la obsesión por el trabajo, por ejemplo, en un viaje inspirado en “Snow White”, o el espíritu de muerte que impregna Pirates of the Caribbean y Haunted Mansion.

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Two girls in masks and "Oh Mickey!" shirts run into Disneyland
Los visitantes del parque corren en la reapertura de Disneyland, el viernes.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)

Disneyland nunca es un escape de la realidad; es simplemente la creencia de que existe una versión mejor y más triunfante.

Por supuesto, estar vacunado ayuda a vender esta ilusión. Por ahora, el parque no puede operar a más del 25% de su capacidad, pero eso podría cambiar pronto, ya que se cree que las altas tasas de vacunación de California han jugado un papel vital en nuestro estado, que ahora exhibe uno de los índices de casos de COVID-19 más bajos de EE.UU. Por ahora, las restricciones también significan que algunas piezas clave del entretenimiento de Disneyland, como los desfiles y los espectáculos nocturnos, sigan en pausa, pero en general, desde una perspectiva operativa, Disneyland, incluso con menos capacidad, es una experiencia tremendamente cómoda.

Eso no significa que no haya compromisos. Las reservaciones para cenar son escasas. Y como las filas para los juegos deben realizarse siempre al aire libre, las aceras sinuosas de New Orleans Square, donde la espera para Pirates of the Caribbean y Haunted Mansion ocupan gran parte del espacio, podrían convertirse en un atasco de gente si aumenta la asistencia. Por ahora, sin embargo, solo se pide regularmente a los visitantes que esperen a más de seis pies de distancia entre sí, y el personal de Disney fue afortunadamente diligente en corregir a cualquier invitado que deslizara hacia abajo su máscara facial.

Desde una perspectiva de narrativa pura, algunas escenas previas a ciertas atracciones fundamentales están temporalmente en pausa debido al límite de 15 minutos impuesto a los parques temáticos para las atracciones en espacios interiores. Esto es más notable en Star Wars: Galaxy’s Edge, donde el Rise of the Resistance, de casi 20 minutos, se ha visto obligado a omitir una escena vital en la que una holográfica Rey (Daisy Ridley) recluta invitados para la Resistencia con BB-8 a su lado.

Desafortunadamente, esta maniobra de ahorro de tiempo también despoja el atractivo de su único momento en el que nos encontramos con la heroína de la trilogía más reciente de la saga “Star Wars”. Sin ella, una escena posterior con Kylo Ren (con la voz de Adam Driver) tiene menos sentido narrativo: el momento de Kylo repite los ritmos de la historia mientras que la pieza de Rey los define.

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En tanto, en Millennium Falcon: Smugglers Run saltamos las escenas previas al embarque con audio-animatronics y ya no se nos permite vagar por el vientre de la famosa nave estelar. Por otro lado, como invitado solitario debido a las medidas socialmente distantes, pude pilotar cómodamente la nave y disfrutar más que nunca la atracción, una experiencia que mejoró sin la intervención de otros visitantes que pueden descarrilar la nave con la interacción similar a la de un videojuego. Las atracciones interactivas inspiradas en juegos se están convirtiendo cada vez más en una norma: una de Spider-Man, en el Avengers Campus de Disney California Adventure, que pronto abrirá sus puertas, también es esencialmente un videojuego, pero la forma de alentar a extraños a jugar juntos en un parque temático sigue siendo una suerte de experimento.

Dwarf figures in Snow White's Enchanted Wish.
El juego remodelado de “Snow White”, de Disneyland, presenta figuras redondeadas que parecen nacidas de la década de 1950.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)

La pandemia parece haberle permitido a Disney darle algo de amor y atención a sus atracciones.

Haunted Mansion cuenta con un puñado de actualizaciones y nuevos accesorios en todas partes, y está en plena forma, con las ilusiones fantasmagóricas de Pepper más nítidas que en otros tiempos recientes. Lo mismo ocurre con Pirates of the Caribbean, donde todos los efectos parecen funcionar con mayor claridad. Los aficionados a la historia de Disney querrán pasear hasta Tomorrowland y echar un vistazo a un mural diseñado por Mary Blair, que se ha materializado repentinamente cerca de Space Mountain, un bienvenido rescate de los archivos que observa los átomos y moléculas que componen el cuerpo humano maravillosamente.

La espera más larga que experimenté fue de unos 45 minutos para la versión rehabilitada del juego de “Snow White”, que ahora se centra un poco más en el romance de la película. Aquí, sin embargo, Disney resistió la tentación de revisar totalmente el pasado y, en su lugar, elaboró nuevas figuras que parecen nacidas en la década de 1950, todas ellas con un estilo suave, redondeado y similar al de un juguete. Ninguna otra fila me tomó más de 25 o 30 minutos, pero descubrí que pasaba la mayor parte de mi tiempo en Fantasyland, de todos modos, así que no me importó la espera prolongada para Snow White’s Enchanted Wish.

Y esto tiene mucho sentido después de nuestro año de pandemia. Los cuentos de hadas, incluso representados como solo un par de minutos en una sala a oscuras, con nosotros dentro de un vehículo en una pista, presentan historias relacionadas con nuestra propia integridad, nuestros miedos y esperanzas.

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Three empty benches separate two occupied ones on a boat at Disneyland's It's a Small World.
Un vehículo de It’s a Small World -con distancia social- se dirige hacia la atracción dentro de Disneyland.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)

Alicia en el país de las maravillas, de Disneyland, toma la imprevisibilidad de la vida y le da un giro technicolor, asegurándonos que nuestras pesadillas son en realidad sueños, mientras que Mr. Toad’s Wild Ride nos sumerge profundamente en nuestros vicios en una declaración de nuestro propio sentido de agencia. Snow White’s Enchanted Wish nos muestra que el amor verdadero llega después de que hemos puesto esfuerzo y trabajo, y a veces incluso hemos soportado algo de dolor.

El bien siempre gana, y es el “tema general del optimismo” de Disneyland lo que a muchos críticos les resulta “difícil de perdonar”, escribe Yi-Fu Tuan, quien durante mucho tiempo ha explorado nuestra relación con la geografía, en un ensayo con su colega académico Steven D. Hoelscher en el libro “Designing Disney’s Theme Parks: The Architecture of Reassurance” (Diseño de parques temáticos de Disney: la arquitectura del consuelo).

Sin embargo, sin ese optimismo, escriben Tuan y Hoelscher, “los seres humanos pueden tener que arreglárselas en un mundo gris y constantemente cauteloso que no se ve aliviado por la alegría y la esperanza, que se desliza fácilmente hacia el fatalismo, o el cinismo y la desesperación”.

Un mundo que se parece mucho a nuestra historia reciente. Entonces, en otras palabras, bienvenida nuevamente, Disneyland.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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