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Familias separadas por Trump reciben terapia, pero los recursos podrían agotarse pronto

Three people share a group hug alongside balloons that say "Best Mom ever!"
Sandra Ortiz fue separada de su hijo Bryan Chávez hace más de tres años. Ella lo abraza, junto con Yeritzel Chávez, a la derecha, durante una reunión el 4 de mayo en el puerto de entrada de San Ysidro, en San Diego.
(Nelvin C. Cepeda / The San Diego Union-Tribune)
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La niña de 10 años volvía a vivir con su madre, pero todavía no podía dormir sola.

Había pasado un año desde su reencuentro, después de que fueron separadas bajo la administración Trump, pero las pesadillas aún la despertaban de un sobresalto.

Le tomó tres meses de sesiones de terapia semanales para que se sintiera cómoda en su propia cama y dejara de culpar a los miembros de la familia por lo sucedido.

“Fue un trauma horrible. Siento que hay mucho daño dentro de nosotros”, explicó su madre, Jhoseline, cuyo apellido no se ha revelado debido a su estado migratorio.

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Cientos de niños han recibido asesoramiento de terapeutas, que describen una variedad de comportamientos preocupantes: algunos se sienten como una carga para sus familias y han considerado el suicidio. Otros están tomando medicamentos para la ansiedad después de pasar meses detenidos. Las pesadillas son comunes y los niños luchan por dormir solos.

Este tipo de asesoramiento sobre salud mental se considera tan importante que un juez federal en 2019 ordenó al gobierno federal que pagara las sesiones, diciendo que la política de inmigración de “cero tolerancia” había infligido un daño psicológico severo a través de una “indiferencia deliberada”.

Pero el futuro de estos servicios está en el aire, ya que un contrato gubernamental que los coordina finalizará en julio. La incertidumbre se produce justo cuando se espera que aumente la cantidad de personas que necesitan tratamiento, a medida que la administración Biden acelera el ritmo de las reunificaciones.

Apenas la semana pasada, las primeras cuatro familias reunidas bajo el actual gobierno federal, que incluyen a niños de tan solo 3 años, se reencontraron en la frontera de San Diego.

La administración Biden no ha confirmado si extenderá su contrato con la Seneca Family of Agencies, una organización sin fines de lucro de California que ha coordinado servicios para más de 400 familias. El secretario de Seguridad Nacional, Alejandro N. Mayorkas, señaló en un comunicado la semana pasada que el gobierno reconoció “la importancia de brindar a estas familias [reunidas] la estabilidad y los recursos que necesitan para sanar”.

Un portavoz del Departamento de Seguridad Nacional subrayó que un grupo de trabajo federal estaba actuando para “establecer un sistema a fin de brindar apoyo y estabilidad de salud mental a las familias que están aquí, en Estados Unidos, y aún tratan de curarse del trauma causado por su separación”.

Los defensores dicen que el tratamiento de salud mental será crucial para que las familias superen su sufrimiento.

“Lo más asombroso para mí es lo duradero que ha sido este trauma”, señaló Stefanie Pérez, una doctora de salud conductual en La Clínica de la Raza que ha trabajado con menores afectados. “Llevamos más de dos años y todavía hay muchos niños, cuidadores, familiares que están sufriendo y que, a diario, tienen dificultades para salir adelante. Para la mayoría de las familias, será un proceso de curación de por vida”.

Los servicios de salud mental comenzaron la primavera pasada, cinco meses después de que un juez ordenara al gobierno que brindara a las familias la opción de diagnósticos y tratamiento. Cualquier familia reunida y que viva en Estados Unidos cumple con los requisitos bajo la orden, que abarca alrededor de 2.200 familias potenciales. Aproximadamente 415 familias de las casi 1.000 contactadas por Seneca han recibido servicios.

Según los términos del contrato de 14.5 millones de dólares, cada familia recibe, en promedio, 18 sesiones. Algunos han obtenido más tratamiento, pero otros han dejado de ir; varios dicen que es porque no quieren revivir el trauma. Y, añadiendo la tragedia pandémica al trauma de la separación, al menos un hombre murió por el COVID-19 antes de que pudiera comenzar la terapia con su hijo de 16 años.

En La Clínica de la Raza en Oakland, algunos niños sometidos a terapia se han culpado a sí mismos, o a sus padres, por las separaciones, según Pérez. En respuesta, la doctora les dice que las separaciones se debieron a la política de Estados Unidos. Les muestra gráficas informativas con diferentes ubicaciones donde otras familias fueron fragmentadas.

“Creo que revisar esa gráfica con los clientes les brinda información donde pueden ver: ‘No fui la única persona que pasó por esto’”, señaló Pérez. “El trauma puede ser muy aislante; les ayuda a ver que, desafortunadamente, otras personas también lo han vivido”.

Pérez ha trabajado con un puñado de niños menores de 14 años. A menudo, indicó, se han mostrado reacios a compartir sobre el tiempo que estuvieron detenidos o, en al menos un caso, el tiempo que pasaron con una familia de acogida.

Ella les pide que escriban cuentos o hagan libros ilustrados, que expresen quiénes eran antes de ser separados en la frontera y sus esperanzas para el futuro.

A una niña que le quitaron a su madre se le pidió que dibujara lo que más amaba. Dibujó una casa, con ella y su mamá tomadas de la mano. “Esté con su familia, pase lo que pase”, escribió en español, en la parte superior.

Los terapeutas dicen que, comúnmente, las separaciones han agravado los traumas experimentados antes de que los niños o sus padres cruzaran la frontera. Muchos llegaron a Estados Unidos después de huir de la violencia y las bandas criminales en sus países de origen.

Elana Story, trabajadora social clínica con licencia ubicada en Oakland, indicó que ayudó a niños con ejercicios de respiración, conexión a tierra y relajación muscular. Incorpora arte y peluches. En un caso, ofreció suministros para una quitapena, una muñeca guatemalteca contra las preocupaciones.

“Hay muchos ejemplos”, enfatizó Story, “de formas en que el juego puede ofrecer a un niño una herramienta para manejar sus sentimientos, o comprenderlos, para calmar algunos de ellos de una manera saludable”.

Story señaló que le preocupaba que los niños que no se reunieron, o no pudieron acceder al tratamiento después de ser separados, pudiesen “tener aún más probabilidades de desarrollar problemas de salud física y de salud mental en la infancia, durante la adolescencia y la edad adulta”.

“Los impactos en la salud mental de estas separaciones podrían afectar a las familias durante generaciones”, señaló.

Jhoseline dijo que huyó a Estados Unidos desde El Salvador en 2018 para escapar de las amenazas de pandillas y la extorsión, solo para verse obligada a explicarle a su hija que serían separadas.

Ella le dijo que solo sería por un tiempo y que la niña sería enviada a un lugar donde cuidaran mejor a los pequeños.

“Pensé que estaría mejor que en el lugar en el que estábamos, incluso si sufría”, comentó Jhoseline, con la voz entrecortada por la emoción. “Como madre, no quieres que tus hijos sufran”.

La niña estuvo detenida durante dos meses antes de ser entregada a su padre en Oakland. Jhoseline pasó casi un año retenida en Texas, tiempo en el que su hija lloraba constantemente, hablaba con su padre y arremetía contra los miembros de la familia.

Incluso después de que se reunieron en marzo de 2019, Jhoseline dijo, “ella todavía tenía el trauma”. Pero con la terapia organizada por Seneca, señaló que poco a poco había recuperado el amor y la confianza de su hija.

“A veces, los niños no muestran sus daños físicamente, pero los tienen psicológicamente”, comentó Jhoseline. “Espero que todos estos padres reciban ayuda para que el trauma no afecte el futuro de sus hijos”.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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