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Vuelve el tránsito en L.A., pero los conductores no piensan volver al pasado

Phert Em loads dinner orders for her Cambodian-inspired pop-up, Khemla, into her Mini Cooper.
Phert Em carga pedidos de cena para su tienda emergente de inspiración camboyana, Khemla, en su Mini Cooper. El regreso del tráfico en las últimas semanas la obligó a poner fin a su negocio de entrega a domicilio, que comenzó durante la pandemia, después de perder su empleo en un restaurante.
(Andrea Chang / Los Angeles Times)
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Fue el pico de la pandemia cuando a Tiffanie Trinh le ofrecieron un trabajo como técnica de soporte de tecnología (IT) para Taco Bell y le dijeron que podía trabajar de forma remota hasta nuevo aviso. El tránsito era prácticamente inexistente en ese momento, pero temía el trecho de una hora entre su apartamento en Long Beach y su nueva oficina, en Irvine, que la esperaba.

Su trabajo anterior implicaba tomar la Autopista 405 -notoriamente congestionada- y, después de trabajar desde su habitación durante meses, se resistía a volver a esos días de semana con largos períodos al volante.

“Sé que las cosas empeorarán cuando todo vuelva a abrir”, recuerda haber pensado Trinh, de 22 años. Entonces, comenzó a mirar listados de apartamentos en el condado de Orange.

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Efectivamente, el tráfico aumentó en las últimas semanas, y ya escaló a niveles casi normales en Los Ángeles y otras partes de California, antes de la reapertura oficial completa del estado, el martes. Eso desató una sensación colectiva de preocupación entre quienes se acostumbraron a trabajar desde casa y no tienen prisa por volver a la rutina diaria del estancamiento en las rutas.

Informados de que se espera que regresen a la oficina al menos a tiempo parcial, los empleados se esfuerzan por reducir o eliminar sus desplazamientos anteriores acercándose a sus oficinas, negociando nuevos términos con sus gerentes, cambiando de trabajo o, directamente, renunciando. “En el pasado, odiaba conducir a casa por la noche”, reconoció Dale Sieverding, quien vive cerca de The Grove y trabaja como director de culto en St. Monica Catholic Community, en Santa Mónica. “No importa si regreso a casa a las 2 en punto o a las 7; me toma una hora llegar”.

Sieverding trabajó de forma remota durante 14 meses, y volvió a la iglesia tres días a la semana, en mayo pasado, después de vacunarse. St. Monica reabrió sus puertas de forma gradual y los empleados han hablado con los supervisores sobre la posibilidad de una semana laboral híbrida. “Ahora lo evaluamos como grupo. Será difícil tener una política general”, reconoció Sieverding. “Mi ideal sería intentar mantener al menos un día de trabajo desde casa. Podría ser demasiado pedir dos”.

Aunque los volúmenes generales de tráfico vuelven a ser pesados en todo el país, este año surgieron nuevos patrones, reconoció Bob Pishue, analista de la empresa de análisis de datos de transporte Inrix. El tránsito está casi en los niveles anteriores al COVID los fines de semana y durante la tarde, pero bajó aproximadamente un 20% durante la mañana, posiblemente reflejo de los horarios escolares por todas partes y de muchas empresas que se abstienen de convocar nuevamente a sus empleados.

“Ha quedado como anécdota la cantidad de autos en la carretera que veía la gente, pero los tiempos cambiaron”, enfatizó Pishue. “Luce diferente a lo largo del día y durante la semana”.

La firma de análisis de datos también descubrió que hay cambios geográficos dentro de las ciudades, con menos tráfico en los microcentros de Los Ángeles, San Francisco, Nueva York y Washington, D.C., y un aumento en los suburbios. “Cuando la gente regresa al trabajo a gran escala es cuando esos viajes al centro se reanudan”, comentó el portavoz de Inrix, Mark Burfeind. “Ahí es cuando veremos que la congestión, tal como la conocemos, regresa en gran medida”.

A Phert Em, las calles desiertas del año pasado le abrieron una oportunidad de negocio después de que la despidieran de su trabajo en un restaurante: sacó su tienda emergente de comida camboyana, Khemla, a la calle.

Cada semana, la chef publicaba un nuevo menú en Instagram, ofreciendo cenas de tres platos por $40, que cocinaba en su apartamento del distrito de Fairfax y cargaba en la parte trasera de su Mini Cooper blanco. Recorriendo la ciudad, Em entregaba comidas a clientes desde Woodland Hills a Long Beach, de Venice al Valle de San Gabriel. Los repartos estaban incluidos en el precio y le tomaban poco tiempo. “Era un pueblo fantasma”, recordó Em, de 34 años. “Al principio, era fácil hacer el reparto”.

Pero en las últimas semanas, las rutas que solían tomarle 25 minutos o menos comenzaron a excederse de una hora. Avanzando poco a poco a lo largo de la Autopista 101 para dejar dos pedidos en Sherman Oaks, ya estaba agotada. “No puedo seguir haciendo esto”, reconoció. “No hubo mucha longevidad para este modelo de negocio”.

Entonces, Em anunció el fin de su servicio de entrega a domicilio la semana pasada, citando el resurgimiento del tráfico como “el factor más importante”. Ahora espera convertir a Khemla en una tienda emergente o una residencia en bares locales y festivales de comida, y eventualmente abrir su propio restaurante.

Los trabajadores con desplazamientos particularmente pesados afirmaron que las órdenes de aislamiento en el hogar les dieron una nueva forma de pensar acerca de las cosas.

Para llegar a su trabajo en Manhattan a tiempo, Cat Dean solía salir de su casa en Yardley, Pensilvania, a las 6 a.m., conducir 10 minutos hasta una estación de Amtrak en Nueva Jersey, tomar el tren una hora hasta la estación Penn y luego tomar el metro por media hora hasta su oficina. “Desperdiciaba mucho tiempo”, dijo, y además estaba pagando alrededor de $1.000 al mes por el estacionamiento, el pasaje del tren y el pase del metro. “Apenas tenía dinero suficiente para hacer algo. Pero no había manera alguna de poder pagar una renta en Nueva York”.

Dean, de 28 años, trabajó desde casa durante los primeros tres meses de la pandemia, antes de ser despedida de la compañía de giras musicales donde laboraba como desarrolladora de programas. Ahora trabaja por cuenta propia y hace malabarismos con un puñado de trabajos a tiempo parcial, incluida la enseñanza, la lectura de tarot y tareas como practicante espiritual.

Su exjefe la abordó para decirle que la volvería a contratar cuando las cosas mejoraran, pero su nuevo estilo de vida (dormir lo suficiente, tener mañanas tranquilas, un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal, así como la confianza de que la productividad no está ligada a un entorno de oficina) se volvió innegociable para ella. “Mi salud física y mental floreció al poder estar en casa”, reconoció Dean. “No puedo volver a como era antes. Sé que lograré crear algo mejor para mí, incluso si lleva tiempo, y voy a elegir eso”.

Ella consideraría un trabajo de tiempo completo nuevamente, pero “mi única condición tendría que ser que sea remoto, o a no más de 30 minutos [de casa]”, comentó. “Viajar así de nuevo, absolutamente no. Nunca volveré a hacer eso por nada, si puedo evitarlo”.

Trinh, la trabajadora de IT de Taco Bell, todavía espera saber cuándo tendrá que ir a la oficina. Mientras tanto, se mudó a un apartamento de dos habitaciones en Costa Mesa, en enero pasado. Su nuevo recorrido al final del día laboral es de tan solo 10 minutos. La perspectiva del tráfico fue “el motivo por el cual me mudé”, reconoció. “Logísticamente, tenía más sentido a largo plazo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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