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¿Baja la vacunación? Las clínicas emergentes siguen funcionando, pero inoculan solo a unos pocos rezagados

Nancy Garcia, a San Bernardino County employee who manages a pop-up COVID-19 vaccine clinic in San Bernardino.
Nancy García, empleada del condado de San Bernardino, supervisa una clínica de vacunación emergente contra el COVID-19 en San Bernardino.
(Anna Almendrala / Kaiser Health News)
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Hace unos meses, la camioneta verde azulado estacionada en el exterior de un McDonald’s en San Bernardino podría haber atraído a cientos de personas dispuestas a hacer fila durante horas bajo el sol abrasador.

El vehículo es una unidad móvil de vacunación contra el COVID-19 del condado de San Bernardino. Pero el 15 de julio, solo 22 personas recibieron una inyección durante las cuatro horas que permaneció allí.

Aproximadamente a 12 pies de distancia, podía verse más gente esperando bajo un dosel rojo por teléfonos inteligentes gratuitos -subsidiados por el gobierno para personas con bajos ingresos- que para aplicarse las dosis que potencialmente salvan vidas.

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Barry Luque, un trabajador de lavado de autos de 37 años que visitó el dosel rojo ese día para obtener un teléfono gratis, fue atraído por el vehículo. Era elegible para una vacuna contra el COVID desde abril, pero nunca había podido concertar una cita. Si no hubiera visto el camión en el estacionamiento en su día libre, “no lo habría hecho”, reconoció.

El trabajo de Luque es guiar a los conductores hacia el túnel de lavado, pero su jefe no le permitía quitarse la mascarilla a menos que pudiera demostrar que está vacunado. “La gente viene de diferentes estilos de vida, diversos estados de ánimo, en distintos momentos”, afirmó, después de recibir su primera dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech. “Tengo que guiarlos con cuidado y gentileza, y es un poco difícil para ellos ver la sonrisa en mi rostro”.

Luque y las otras 21 personas que se vacunaron ese día -además de quienes pasaron en auto o esperaron en la fila de autoservicio de McDonald’s sin presentarse para que se aplicaran la dosis- ofrecen una imagen de lo estancada que se encuentra la vacunación en California.

La motivación de algunos que finalmente se inocularon, como Luque, les llegó por orden de sus empleadores, o están cansados de usar mascarilla. Hay quienes quieren visitar otros países, y vacunarse puede facilitar los viajes o moderar los requisitos de cuarentena. Otros fueron persuadidos, por fin, por familiares y amigos.

Aquellos que continúan resistiéndose citan principalmente los posibles efectos secundarios y la desconfianza en el sistema médico.

Encuestas recientes muestran que no importa qué tácticas se utilicen, es poco probable que la gran mayoría de la gente que no se ha vacunado ceda a hacerlo, lo cual crea un escenario cada vez más peligroso a medida que la variante Delta, altamente contagiosa, se expande en todo el país. En California, el miércoles, unas 2.800 personas fueron hospitalizadas por COVID confirmado o sospechoso, más del doble que seis semanas antes.

Aproximadamente el 61% de los californianos de 12 años en adelante estaban completamente vacunados para entonces, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU (CDC). Pero la tasa general encubre profundas disparidades entre las regiones, e incluso dentro de ellas. En el condado de San Bernardino, geográficamente y étnicamente diverso, alrededor del 47% de los residentes elegibles estaban completamente vacunados hasta el miércoles, con las tasas más bajas entre los jóvenes, los hombres, los residentes latinos y negros y quienes viven en las comunidades más pobres y menos saludables. En todo el estado, el perfil de las personas no vacunadas es prácticamente el mismo.

Una forma en que los líderes locales y estatales intentan que las vacunas lleguen a los residentes es montando clínicas emergentes, que hacen que las vacunas contra el COVID-19 sean más convenientes y accesibles para quienes no pueden o no quieren pedir una cita.

El condado de San Bernardino está organizando eventos emergentes en supermercados, escuelas, iglesias y centros comunitarios. El estado también financia clínicas de vacunación, incluidas las de 155 eventos en más de 80 locales de McDonald’s en 11 condados, hasta el miércoles.

Las opciones emergentes requieren de recursos importantes y muestran rendimientos decrecientes. Hasta el momento se aplicaron unas 2.500 dosis en las clínicas de McDonald’s, un promedio de 16 inyecciones por evento. El Departamento de Salud Pública de California se negó a precisar el costo de organización de dichas jornadas.

En el McDonald’s en San Bernardino, una ciudad de más de 200.000 habitantes que sirve como sede del condado, había ocho empleados disponibles para registrar a las personas, aplicar vacunas y observar los efectos secundarios de 9 a.m. a 1 p.m. También programaron la segunda dosis necesaria, que se aplicaría en un evento emergente posterior.

Jeisel Estabillo, de 36 años, no había sido vacunada, a pesar de que es una enfermera matriculada que a veces atiende a pacientes con COVID-19 en un hospital local. Aunque fue una de las primeras personas en el condado en ser elegible para las vacunas, en diciembre evitó su aplicación porque quería esperar para ver cómo afectaba a los demás. Dio positivo por el virus durante la oleada de invierno.

Pero Estabillo cambió de opinión y visitó la clínica de vacunación junto con su padre y su hijo adolescente porque planean ir de vacaciones a Filipinas el próximo año y esperan que la vacunación reduzca las restricciones de viaje o las cuarentenas. A Estabillo también le gusta que las personas vacunadas puedan dejar de usar la mascarilla en la mayoría de los lugares públicos, aunque ese beneficio podría desaparecer a medida que más condados de California responden al aumento del Delta pidiendo a los residentes que retomen el uso de cubierta facial en espacios interiores.

Pero Jasmine Woodson continuó resistiéndose a la vacuna, a pesar de que fue contratada para brindar seguridad y dirigir el tránsito en la clínica. Woodson, de 24 años, está estudiando para convertirse en técnica de farmacia y ha estado siguiendo las noticias sobre la vacunación. Se siente alarmada por la breve pausa en la administración de la vacuna monodosis de Johnson & Johnson ante la preocupación por los trombos, y los informes de inflamación cardíaca poco común relacionada con las dosis de Pfizer y Moderna. Además, sabe que ninguna vacuna contra el COVID ha sido totalmente aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), lo cual la pone en alerta máxima.

Woodson, quien es negra, también se muestra cautelosa porque los eventos móviles de vacunación parecen tener lugar en vecindarios negros y latinos de bajos ingresos, una táctica que, según los funcionarios de salud pública, busca aumentar la aceptación en estas comunidades. “Siempre hay algo nuevo. No estamos destinados a vivir tanto tiempo, así que si lo contraes, lo contraes, y si no, no”, reflexionó sobre el coronavirus.

Maxine Luna, de 69 años, quien llegó a la carpa roja para obtener un teléfono gratis, tampoco se dejó influir. Veterana fumadora, y a quien su médico le suplicó vacunarse contra el COVID-19, teme los efectos secundarios y menciona que una amiga luchó por dos semanas con dolores de cabeza, diarrea y vómitos después de su aplicación.

Para mitigar su riesgo, Luna solo sale cerca de su casa, que comparte con su hermano, vacunado, y su hermana y cuñado, que no lo están. “Salimos poco de casa; no vamos a espectáculos ni a lugares llenos de gente”, destacó.

La preocupación por los efectos secundarios es la razón más común que citan quienes se resisten a inocularse, comentó Ashley Kirzinger, directora asociada de opinión pública e investigación de encuestas de la Kaiser Family Foundation (la sala de redacción de Kaiser Health News es un programa editorialmente independiente de KFF). A esto le sigue el temor de que la vacuna sea demasiado nueva o no haya sido suficientemente probada.

Para Kirzinger, es importante reconocer que algunas personas simplemente no pueden ser persuadidas.

“No se ven a sí mismos en riesgo de contraer COVID. Piensan que la vacuna es un riesgo mayor para su salud que el virus en sí, y realmente no hay un incentivo, ni mensaje o mensajero que vaya a convencer a esta gente”, remarcó. “Va a ser muy difícil alcanzar los objetivos establecidos por los funcionarios de salud pública, con el entusiasmo cada vez menor en torno a la vacuna que hemos visto en las últimas semanas”.

Este artículo fue producido por Kaiser Health News, uno de los tres programas principales de la organización sin fines de lucro Kaiser Family Foundation.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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