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Columna: Nuestro verano de incendios e inundaciones predice un futuro catastrófico

Two photos, one of a firefighter setting backfires, the other of flooded cars
La mitad de la nación se enfrenta a sequías e incendios forestales; la otra porción, a inundaciones. Un bombero prende un fuego para evitar que el incendio de Caldor se propague cerca de South Lake Tahoe, el miércoles. Automóviles y camiones quedaron varados por la marea alta, el jueves pasado, en la autopista Major Deegan Expressway, en la ciudad de Nueva York.
(Jae C. Hong / Associated Press; Craig Ruttle / Associated Press)
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La periodista Ginia Bellafante dio en el clavo cuando tuiteó que la frase trillada “evento meteorológico histórico” debe ser retirada de circulación.

“Le da a la catástrofe climática en curso la sensación de algo novedoso y divertido”.

La destrucción de dos importantes torres de oficinas en la ciudad de Nueva York hace 20 años nunca fue considerada un “evento histórico de aviones”; la devastación de dos ciudades importantes de Japón en 1945 no fue un “evento atómico histórico”.

En cambio, estos “eventos” fueron inmediatamente entendidos como parte de los horrores globales más grandes del terrorismo y la guerra.

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La crisis climática también debe abordarse no como una serie de inconvenientes únicos -los incendios actuales en California y las inundaciones en Nueva York- sino como una convulsión global que ya está estructurando nuestra geopolítica, nuestra vida cotidiana, nuestro futuro.

La catástrofe climática hace que sea cada vez más probable que muchos de nosotros en las próximas décadas enfrentemos lesiones, traslados e indigencia, ya que nos veremos obligados a abandonar nuestros hogares y lugares de origen dañados o destruidos.

Una forma de comprender la convulsión planetaria es considerar el mapa que el New York Times generó esta semana utilizando datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.

El mapa divide la nación en colores cálidos y fríos. Las variaciones no indican afiliaciones políticas; no muestran quién “cree” y quién no “cree” en la crisis climática. Representan algo mucho más elemental: fuego y agua.

Los datos capturan el cambio de tres décadas en la precipitación promedio anual en Estados Unidos, y es asombroso. La mitad de la nación lucha con la sequía, mientras que la otra se inunda.

El oeste reseco da paso al este ahogado a través de una frontera sorprendentemente clara que corre por el medio de las Dakotas y atraviesa Texas.

A la izquierda de la línea, hay muchos tonos ámbar, lo cual indica que la lluvia ha disminuido entre una y cinco pulgadas desde 1991.

La derecha es en gran parte de color verde agua medio a oscuro. Las precipitaciones en estas áreas han aumentado entre 2 y 5 pulgadas en el mismo período. La excepción es una franja de los estados del sur, principalmente Georgia, Carolina del Norte y el norte de Florida, que en algunos lugares están tan deshidratados como Arizona.

En resumen, el mapa da contexto a los incendios devastadores de la costa oeste, las marejadas ciclónicas letales en Louisiana, las inundaciones repentinas en Tennessee y las secuelas del huracán Ida que inundó casas y cerró escuelas en Nueva York esta semana.

Todo se suma a un siglo que ha roto los patrones climáticos más estables del pasado, en el que las inundaciones y las sequías eran de hecho “eventos”.

Señala un colapso del clima pero, lo que es más importante, una equivocación del gobierno y la industria estadounidenses, que han fracasado rotundamente en los últimos 50 años para modificar una economía rapaz que todavía depende de sacar cosas de la tierra y quemarla.

El resultado se puede denominar como: cambios en las precipitaciones.

En California, dos años de sequía profunda prepararon al estado para incendios forestales sin precedentes. Ya en 2021, se han quemado más de 1.9 millones de acres. Los bomberos advierten que, a pesar de su esfuerzo total, el incendio de Caldor en el borde del lago Tahoe aún puede arder hasta Nevada.

La sequedad de la vegetación, provocada tanto por la sequía de larga duración como por las olas de calor de corta duración, facilita el inicio de los incendios y su propagación.

Jul. 14, 2021

En el este, la atmósfera cada vez más cálida retiene bastante agua y luego la vierte en comunidades que no están construidas para sostenerla. Unos 41 millones de estadounidenses, la mayoría en el este, viven lo suficientemente cerca de una llanura aluvial como para estar en peligro urgente de inundaciones.

Nos acostumbramos a estos números, que alguna vez nos habrían aterrorizado.

La gran inundación de Mississippi de 1927 dejó 500 muertos y 700.000 personas sin hogar, y le costó al gobierno federal alrededor de mil millones de dólares, un tercio del presupuesto federal de 1927. En respuesta a la devastación, decenas de miles de habitantes negros de Mississippi abandonaron sus hogares y se trasladaron al norte y al oeste.

En esa migración histórica, los estadounidenses de hoy pueden ver su futuro. Nuestra nación de mar a mar brillante se está volviendo cada vez menos habitable.

Aquellos con medios económicos pueden moverse más al norte, pero incluso en Canadá, los mapas de precipitación proyectados son siniestros. Casi ninguna parte del continente norteamericano está a salvo de incendios o inundaciones.

¿Cómo prepararse? Una famosa cita de 2007 de John Holdren, entonces asesor científico principal de Barack Obama es acertada: “Básicamente tenemos tres opciones: mitigación, adaptación y sufrimiento. Vamos a hacer un poco de cada una. La pregunta es cómo será la mezcla”.

Para reducir el sufrimiento, es mejor que comencemos a mitigar y adaptarnos rápidamente. La lista de verificación es simple pero drástica. Dejemos de sacar combustible fósil del suelo y quemarlo, reduzcamos la ganadería, cambiemos a la electricidad sostenible. Construyamos casas elevadas, reubiquemos granjas y plantemos árboles tolerantes al calor. Admitamos que esto está sucediendo.

La única esperanza que queda es que los estadounidenses no vean la evidencia de tonos ámbar a verde como un pretexto para más luchas internas y culpas, sino más bien como un llamado al sentido común, la acción pragmática y la responsabilidad moral. La mitigación y la adaptación son de vital importancia, pero solo una sociedad más humana nos ayudará a cuidarnos unos a otros en la crisis que se avecina.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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