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No todas las personas sin vacunar son fanáticas, pero la porción que quería ‘esperar para ver’ se está reduciendo

A woman meditates next to a rally opposing COVID-19 vaccination mandates near the Santa Monica Pier.
Una mujer medita junto a una manifestación en contra de los mandatos de vacunación del COVID-19, cerca del muelle de Santa Mónica, en agosto.
(Wally Skalij/Los Angeles Times)
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Cuando la Dra. Regina Chinsio-Kwong pasó por un sitio de vacunación del condado de Orange, a fines de octubre, preguntó a la gente por qué habían esperado tanto para aplicarse sus dosis contra el COVID-19.

Algunos dijeron que no se habían hecho el tiempo, relató. Uno estaba nervioso por las agujas, pero había sido obligado por un mandato del empleador. “No es que estuvieran en contra de las vacunas, solo necesitaban ese impulso adicional”, comentó Chinsio-Kwong, oficial de salud adjunta de la Agencia de Atención Médica del condado de Orange.

No todas las personas no vacunadas descartaron el tema por completo. Algunos dicen que “esperarán para ver”, o que lo harán “solo si es necesario”, según muestran encuestas recientes de la Kaiser Family Foundation.

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Pero ese grupo, los que no están vacunados pero aún están abiertos a la idea, parece estar disminuyendo, muestra el sondeo. Entre marzo y octubre, el porcentaje que dijo que “esperaría para ver” o se vacunaría solo si fuera necesario se redujo del 24% al 9% de los encuestados.

Durante ese tiempo, la proporción de personas que aseguraron que “definitivamente no” se vacunarán creció del 13% al 16%. Los números sugieren que a medida que se ha convencido a más individuos, muchos de los que siguen sin vacunarse podrían ser los más rebeldes de convencer para los funcionarios de salud.

“Es cada vez más un grupo que está totalmente en contra”, reflexionó Liz Hamel, vicepresidenta y directora de opinión pública e investigación de encuestas de la Kaiser Family Foundation. Hamel agregó que cuando la fundación probó previamente diferentes mensajes sobre el tema, no encontró ninguno que influyera en las personas del grupo “definitivamente no”.

Los funcionarios gubernamentales y las empresas privadas intentaron aumentar la presión con nuevas reglas. En algunas áreas, los restaurantes y otras empresas están verificando si los clientes están vacunados antes de dejarlos entrar. Los hospitales, las aerolíneas y otros empleadores han exigido la vacunación a sus trabajadores.

Entre esos trabajadores de hospital se encuentra Authur Gorman, quien se enfermó tanto por COVID-19 el año pasado, antes de que las vacunas estuvieran disponibles, que tuvo que usar un tanque de oxígeno en casa durante cinco semanas. Más tarde instó a sus amigos: “Si nunca ha tenido COVID, probablemente debería vacunarse porque no querrá pasar por lo mismo que me sucedió a mí en 2020”.

Gorman, enfermero registrado en Mercy Medical Center en Redding, aplicó cientos de inyecciones en clínicas de vacunación. Este verano, la oleada de la variante Delta afectó a la zona rural de California con tanta fuerza que la Guardia Nacional envió equipos médicos para ayudar a su hospital.

Pero cuando California ordenó que los trabajadores de la salud se vacunaran, Gorman, de 39 años, protestó. Dijo que no se ha vacunado porque tiene anticuerpos naturales contra la infección. “Yo mismo he aplicado cientos de inyecciones, pero estoy etiquetado como un antivacunas”, comentó, calificando el distintivo de inapropiado.

Gorman remarcó que después de tener COVID-19 dos veces, controla sus niveles de anticuerpos con regularidad. Si estos disminuyeran demasiado, consideraría la vacuna (los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han instado a las personas que enfermaron de COVID a inocularse, puesto que las investigaciones señalan que las vacunas protegen más que la inmunidad natural por sí sola). Gorman finalmente solicitó una exención religiosa en su lugar de trabajo, que le fue concedida. Como enfermero, “estoy expuesto todo el tiempo, pero practico la medicina basada en la evidencia y me cuido con el equipo de protección personal y las medidas de control de infecciones de última generación”, enfatizó.

En Estados Unidos, los republicanos, los evangélicos blancos y los residentes rurales siguen siendo menos propensos que otros grupos a informar que están vacunados contra el COVID-19, según las encuestas de KFF de octubre. También las personas menores de 65 años que no tienen seguro, aunque es más probable que estén en la categoría de “esperar para ver” que otros grupos con tasas bajas de inoculación.

Las tasas de vacunación también se retrasaron a principios de este año entre las personas negras y latinas, pero las brechas raciales y étnicas parecen haberse reducido en los últimos meses, mientras que la política persiste. Las encuestas encontraron que el 90% de los demócratas habían recibido al menos una dosis, en comparación con el 61% de los republicanos.

Incluso antes de que la vacuna contra el COVID-19 estuviera disponible, la división política se estaba ampliando en EE.UU. Los republicanos se opusieron más entre marzo y agosto del año pasado, mientras que las actitudes entre los demócratas cambiaron poco, encontró un análisis de investigadores de UC San Diego.

Los demócratas y republicanos también tenían percepciones distintas de la amenaza que representa el virus, que los investigadores sugirieron que podría estar vinculada a los diferentes medios que consumen.

Las dudas también se han relacionado con información errónea sobre las vacunas y sus efectos, según los investigadores, y el simple hecho de transmitir información sobre su seguridad y eficacia puede no ser suficiente para contrarrestarlas. En un estudio realizado en Polonia, los investigadores encontraron que ninguno de los mensajes populares probados fue eficaz para reducir esa vacilación.

Y la desconfianza en el gobierno está ligada al escepticismo sobre las vacunas en general, lo cual sugiere que en muchos lugares, “los gobiernos pueden no ser el mensajero más eficaz para los consejos de salud”, señaló una profesora de la Escuela de Salud Pública Fielding de UCLA, Corrina Moucheraud.

En el condado de Siskiyou, Josh y JenniferJoy Cox no están vacunados por temor a los efectos secundarios, incluida la miocarditis, una inflamación del corazón. La pareja dijo que ellos y sus hijos tienen el síndrome de Ehlers-Danlos, un raro trastorno del tejido conectivo que puede debilitar la aorta.

Según JenniferJoy Cox, ella y su esposo “creen absolutamente en que el COVID-19 es una enfermedad grave” y han perdido a cuatro familiares por el virus. “No somos antivacunas”, dijo, “pero para nuestra familia en particular, creemos que los riesgos son más que los beneficios”. En octubre, ambos se unieron a más de 400 personas que protestaron por el mandato de vacunación del gobernador Newsom para los escolares en el exterior del Departamento de Salud Pública del condado de Siskiyou en Yreka, junto con sus cuatro hijos. Los Cox están dispuestos a educarlos en casa para evitar la vacunación. Pero si los niños finalmente deciden que quieren aplicarse la vacuna, agregaron, se lo permitirán.

Redding, California
Personas que se oponen a las restricciones pandémicas, las mascarillas y las vacunas contra el COVID-19 protestan en el Turtle Bay Exploration Park, Redding, en octubre de 2020.
(Luis Sinco / Los Angeles Times)

En las zonas rurales y conservadoras del norte de California, la desconfianza en el gobierno es profunda y los residentes han querido durante mucho tiempo separarse para formar su propio estado, llamado Jefferson.

Los mandatos gubernamentales en torno a las decisiones de salud no han funcionado bien allí, afirmaron los Cox. El número de casos nuevos diarios alcanzó su punto máximo en el condado de Siskiyou durante el pico repentino del verano, pero la pareja, ambos veteranos del ejército y retirados por motivos médicos, comentó que su pequeña ciudad de Fort Jones es tan remota que disfrutan naturalmente del distanciamiento social. “Vivimos en medio de la nada”, dijo Josh Cox, de 39 años, un mecánico que sirvió en Afganistán y ahora cuida a sus hijos. “Si el granjero Bob está en su gallinero a las 4 de la tarde, me mantengo alejado del gallinero. El riesgo de la vacunación es mayor que la probabilidad de que funcione para mí”.

“Es un área conservadora”, agregó JenniferJoy Cox, de 36 años, quien era médico militar y ahora trabaja en un centro de recursos comunitarios rural. “La libertad y los derechos son muy importantes para nosotros. Ambos hicimos un juramento de defender la Constitución, y creemos que los mandatos la violan y ponen ese juramento en juego”.

La Sociedad de Ehlers-Danlos ha advertido que “para la mayoría de nuestra comunidad... los beneficios de la protección contra el virus COVID-19 probablemente superen los riesgos” de infección o efectos secundarios, pero que los que tienen antecedentes de alergias a medicamentos o reacciones graves a inyecciones deben consultar a su médico.

De aquellos que se vacunaron entre junio y septiembre, muchos lo hicieron por temor al aumento de casos y los hospitales abarrotados, según encuestas de KFF. Otros se sintieron conmovidos por la enfermedad o la muerte de algún conocido. Y algunos fueron presionados por los requisitos de vacunación para ir a gimnasios o conciertos, los mandatos de los empleadores o la presión de familiares y amigos, según las encuestas.

La Dra. Jeanne Ann Noble, directora de respuesta al COVID para el Departamento de Emergencias de UCSF, expresó que las personas que no están motivadas para vacunarse por problemas de salud necesitan ver “un beneficio tangible e inmediato” al hacerlo, como poder ir a estadios deportivos o posiblemente liberarse de las mascarillas. Los mandatos de los empleadores también son “una parte importante de eso”.

En una clínica de vacunación, en agosto, en Skid Row de Los Ángeles, Jasmine Daughtry comentó que se estaba aplicando su dosis porque las agencias de selección de elencos así lo exigían. “No me iba a vacunar, pero mi carrera es lo primero”, comentó, antes de recibir la vacuna. No estar vacunada “me impidió trabajar y ganar dinero. Así que ahora estoy lista”.

Jasmine Daughtry, 31, throws her arms in the air after being vaccinated on Aug. 4, 2021 on skid row in Los Angeles.
Jasmine Daughtry después de ser vacunada, en agosto, en Skid Row en Los Ángeles.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Hernán Hernández, director ejecutivo de la Fundación de Trabajadores Agrícolas de California, argumentó que se necesitan mandatos, señalando encuestas que muestran que muchos trabajadores agrícolas se vacunarían si fuera un requisito para trabajar. “Estamos lidiando con un sector al cual no vamos a cambiar a través de la educación”, afirmó Hernández. “Este es un sector que sigue diciendo ‘No’ y tenemos que encontrar una manera de superar esta pandemia”.

Los mandatos se están polarizando, especialmente por líneas partidistas, según las encuestas de KFF. En Los Ángeles, los críticos están pidiendo una iniciativa para revocar una ordenanza de la ciudad que pronto se implementará y que requiere que los clientes demuestren que están vacunados antes de ingresar a restaurantes, cines y otros lugares cerrados.

Esas reglas representan que “el gobierno afirma ser el dueño de tu cuerpo y que puede decidir que solo eres libre de hacer ciertas cosas dependiendo de lo que suceda con el mismo”, dijo Dan Welby, representante regional del área del Valle de San Fernando para el Partido Libertario del condado de Los Ángeles.

Entre los trabajadores no vacunados, solo el 17% comentó que probablemente lo haría si su empleador lo requiriera sin ofrecer las pruebas como alternativa, según las encuestas de KFF. La mayoría, el 72%, aseguró que renunciaría.

Aun así, las encuestas de KFF encontraron que solo el 5% de los adultos no vacunados habían dejado el trabajo debido a los requisitos de vacunación. United Airlines, por ejemplo, anunció en septiembre que más del 99% de su fuerza laboral se había vacunado o había pedido exenciones.

Gorman, el enfermero de Redding, solicitó una exención religiosa de la vacuna COVID-19, y escribió que era cristiano, para los cuales la inyección es el equivalente bíblico de “comida inmunda, análoga a los alimentos no kosher para los judíos ortodoxos. Y nadie puede exigir en Estados Unidos que alguien consuma una sustancia contraria a su fe”.

Sin embargo, sí se vacuna anualmente contra la gripe. Comenzó a hacerlo hace unos años debido a un mandato del condado de Shasta: sin esa vacuna, se le habría exigido que usara una mascarilla en el trabajo durante la temporada de gripe.

Los reporteros de planta Rong-Gong Lin II y Lucas Money contribuyeron con este informe.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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