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Columna: El arzobispo de L.A. criticó la cultura del ‘despertar’ y a los movimientos de justicia social

Los Angeles Archbishop Jose H. Gomez
El arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez, en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, en 2016.
(Patrick T. Fallon / Para The Times)
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A principios de este mes, José H. Gómez, arzobispo de Los Ángeles, pronunció un discurso en una conferencia católica en España donde apeló a conceptos medievales sobre la cultura del “despertar” y los movimientos de justicia social.

Llamado “Reflexiones sobre la Iglesia y las nuevas religiones de Estados Unidos”, Gómez se enfrentó a dos de los chivos expiatorios favoritos de la derecha con el mismo entusiasmo de Tucker Carlson. Llamó a tales movimientos “profundamente ateos […] pseudo religiones”, considerando que están siendo empujados al mundo por una “clase de liderazgo de élite” que emplea los medios de comunicación para erradicar el cristianismo.

¡Esas molestas élites a las que pertenecen todos ustedes!

El severo discurso funcionó bien entre muchos católicos conservadores, pero no recibió un gran aplauso de parte de una de las instituciones más católicas de Los Ángeles.

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Se trata de Hippie Kitchen, un edificio industrial en Skid Row utilizado por Los Angeles Catholic Worker para preparar y brindar comidas gratuitas. Allí, uno se encuentra con una buena cantidad de iconografía religiosa: múltiples imágenes de la Virgen de Guadalupe; un mural gigante de un Jesús desaliñado parado en la fila del pan entre los hambrientos, y otro con un ángel que usa sus alas para bloquear a agentes de policía que intentan interrumpir un picnic multicultural.

Volunteer hugs organizer of Hippie Kitchen.
El voluntario Alan Pulner, al frente, abraza al organizador Matt Harper al final de su turno de voluntariado, el martes pasado en Hippie Kitchen, Skid Row.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

También hay una bandera de la comunidad LGBTQ en el exterior, con la palabra “Paz”. Un letrero sobre la entrada dice: “¡Basta de guerra! ¡Impuestos para los ricos! ¡Servir a los pobres!”. Los murales y carteles denuncian la brutalidad policial, alaban la diversidad, critican el imperialismo estadounidense.

El discurso de Gómez “podría haber sido escrito por un grupo de católicos ricos y de élite”, afirmó David DeCosse, director de programas de ética del campus de la Universidad de Santa Clara, dirigida por jesuitas. El hombre de 60 años está pasando el otoño de su año sabático en la casa de L.A. Catholic Worker, en Boyle Heights. “Esta ciudad palpita con energía por la justicia, y Gómez parece decidido a juzgar, no a participar ni a escuchar”.

El movimiento católico laico practica el evangelio a la manera de su fallecida fundadora, Dorothy Day: con devoción por ayudar a los pobres y marginados. Ella está en vías de ser canonizada por sus modos revolucionarios. Pero Day, que fue arrestada durante protestas por causas como huelgas laborales y la proliferación nuclear hasta bien entrada la década de los 70, era igualmente querida por arremeter contra los líderes eclesiásticos desconectados. Tal como el arzobispo Gómez.

Este es un prelado, después de todo, que presidió una iniciativa de los obispos estadounidenses para intentar negar la Eucaristía al presidente Biden, un devoto católico, debido a su apoyo al derecho al aborto.

Pensemos: ¿A cuántos sacerdotes que abusaron de niños les ha negado comulgar la Iglesia Católica?

Gómez, de hecho, reconoció públicamente a Day en su áspero discurso, cuando dijo que ella “tenía un sentido claro de que antes de poder cambiar los corazones de los demás, tenemos que cambiarnos a nosotros mismos”.

Su diatriba no mencionó la cita atribuida a Day escrita en un cartel que se encuentra en el comedor de beneficencia de L.A. Catholic Worker. Pasó por alto la serie de contenedores a granel llenos de frijoles secos, y usó las palabras “Nuestros problemas provienen de la aceptación de este sistema inmundo y putrefacto”.

 Matt Harper is the organizer of the Hippie Kitchen
Matt Harper es organizador de Hippie Kitchen, que alimenta a personas que pasan hambre tres veces por semana.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

Cerca de allí, Matt Harper hacía de todo, desde limpiar pisos hasta apilar bandejas para hornear y al final dirigir una oración antes de que Catholic Worker cerrara el día (el pensamiento final: “La paz sin justicia es tiranía”). Luego se sentó con otros voluntarios en un comedor adornado con buganvilias multicolor, para discutir si su trabajo tenía un lugar en la Iglesia católica de hoy.

“Decepción, frustración, hipocresía”, expresó Harper, de 33 años de edad y católico desde la cuna, con gorra de camionero, aro en la nariz y pequeños expansores en cada lóbulo de sus orejas. Primero se rió nerviosamente y luego continuó, “Como alguien vinculado con los movimientos de justicia social en la ciudad, me sentí avergonzado y preocupado por el impacto colateral que puede traer al trabajo que [L.A. Catholic Worker] ha estado haciendo durante 52 años”.

Ann Boden, de 66 años, entregaba navajas de afeitar cerca de la entrada al área para comer de la instalación. “Jesús habría apoyado todos esos movimientos”, enfatizó la residente de Santa Clarita. El solo hecho de creer en Cristo no lo hace todo. “Tienes que cuidar a la gente. Si no haces eso, no haces nada”.

Parece que Gómez no lo ve de esta manera. En una ciudad con una calamidad habitacional, un sheriff fuera de control, mucho miedo por el futuro y donde la pandemia de COVID-19 sigue cobrando vidas, el líder de la diócesis católica más grande de Estados Unidos se queja de la cultura del “despertar”. L.A. anhela una voz que nos guíe a un lugar mejor, alguien con autoridad moral para consolar a los afligidos e interpelar a los que se sienten demasiado cómodos.

Como católico que cubrió a toda una generación de líderes de la Iglesia que encubrieron a los sacerdotes pedófilos, he estado esperando una voz profética local en mi fe, que pueda seguir el ejemplo del papa Francisco y arremeter contra las crecientes desigualdades de nuestro tiempo. En lugar de eso, tenemos al arzobispo Gómez.

 Volunteers hand out lunch on skid row.
Los voluntarios David DeCosse, izquierda, y Alan Pulner reparten el almuerzo en Hippie Kitchen, Skid Row.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

“Estoy furiosa”, remarcó Megan Ramsey, mientras caminaba por la acera de Hippie Kitchen para darle desinfectante de manos a cualquier persona que entrara. “Esto ahuyenta a los jóvenes, va en contra de la mentalidad de muchos”.

Aunque los católicos conservadores elogiaron -como era de esperar- las palabras de Gómez, una petición en línea exigiendo una disculpa con los católicos negros reunió 13.000 firmas. Su pecado: opinar que los millones de individuos que protestaron por el asesinato de George Floyd fueron, en realidad, movimientos malvados que, según él, “se desataron plenamente en nuestra sociedad”.

Un portavoz de la arquidiócesis señaló que el arzobispo no estaba disponible para una entrevista ya que se encuentra en la reunión bianual de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, de la cual es presidente. Gómez continuó con sus palabras de guerra cultural en la sesión pública de apertura de la conferencia, el 16 de noviembre pasado, diciendo que EE.UU estaba perdiendo su discurso nacional “arraigado en una cosmovisión bíblica y los valores de nuestra tradición judeocristiana”.

Archbishop Jose H. Gomez
El arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez, asiste a una conferencia de prensa, el martes, en Baltimore.
(Julio Cortez / Associated Press)

Gómez no ha tenido reparos en mostrar sus inclinaciones conservadoras, muy al estilo de su predecesor, el cardenal James Francis McIntyre, quien dominó la Arquidiócesis de Los Ángeles durante la década de 1960 y fue tan reaccionario que ahuyentó a un grupo de monjas por ser tan liberales. También defendió públicamente a San Junípero Serra, el franciscano que creó el sistema misionero de California, considerado por la historia moderna como una colonización abusiva.

El arzobispo también brindó una conferencia ante el Napa Institute, una organización conservadora financiada por católicos adinerados que pasaron la última década creando una sociedad católica en las sombras en oposición al papa Francisco, a quien ven como demasiado liberal. Su conferencia anual, por cierto, incluye vino, cenas de varios platillos y degustaciones de puros -porque, ya sabemos, Jesús era un hombre de gustos elegantes, aparentemente-. No es que Jesús les dijera a los ricos que no van a ir al cielo, o que elogiara a los pobres o pacificadores en el monte, en lugar de las lujosas instalaciones donde el Napa Institute celebra sus veladas.

Pero la política de Gómez se opone a un Los Ángeles católico donde el activismo social está incrustado en el ADN. Los sacerdotes han marchado en protestas por los derechos de los inmigrantes y contra la guerra durante décadas, junto a manifestantes que a menudo llevan imágenes de la Virgen de Guadalupe, entre otros santos. El ajuste de cuentas racial de este país ha despertado un renovado interés en San Martín de Porres, el primer santo negro de América.

(El papa Francisco, por cierto, llamó a los activistas por la justicia social “poetas sociales” y “samaritanos colectivos” en un discurso pronunciado en octubre, mientras que también se tomó el tiempo para criticar a las “élites económicas, que tan a menudo tienen ideologías superficiales que ignoran los dilemas reales de la humanidad”).

Estos movimientos “son un espacio espiritualmente fuerte; cualquiera que pase algún tiempo con ellos puede sentir eso”, comentó Harper. “Mi relación con Dios mejoró con esos movimientos. Pero debido a que [el arzobispo] se niega a participar, perderá a los fieles que están en ellos”.

El graduado de Loyola High y exmaestro de secundaria de la arquidiócesis dijo que los voluntarios de Catholic Worker hablaron por última vez con Gómez en 2018.

 Volunteer Jack Hastert works in the kitchen.
El voluntario Jack Hastert reabastece de pan un estante en Hippie Kitchen.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

“Lo primero que nos dijo fue: ‘He oído que su comunidad no siempre se llevó bien con nosotros’”, recordó Harper. Él y otros voluntarios salieron de la reunión pensando que habían logrado un compromiso de Gómez para visitar Hippie Kitchen y caminar con ellos por Skid Row.

Poco después, Gómez invitó a una orden religiosa brasileña a repartir comida gratis en Skid Row. Desde entonces no respondió a las repetidas preguntas de Catholic Worker. “Parece una clara señal de que no somos considerados”, comentó Kenneth Baldwin, de 57 años y residente de Santa Mónica. “Quizá no somos el tipo de católico que él quiere en la Iglesia”.

The Catholic Worker continuará, con o sin Gómez, ya que es un grupo autónomo sin relación formal con la Arquidiócesis de Los Ángeles. Pero Rick Ley, de 26 años de edad, residente de Mar Vista, quien es voluntario de Catholic Worker desde 2017, espera que el arzobispo considere que puede aprender del activismo social. “Entiendo lo que está tratando de decir, pero también creo que si hacemos declaraciones como esa, necesitamos que las acciones hablen”, dijo. “La teología es importante, pero es fácil dejarse llevar por ella y convertirse en otra facción”.

Mientras tanto, la invitación a Gómez para visitar Hippie Kitchen, de Catholic Worker, sigue abierta. “Y si él está contento de venir”, agregó Harper, “yo estaré encantado de llevarlo a una protesta”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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