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Incluso cuando Ómicron comienza a mitigarse en California, los hospitales enfrentan condiciones sombrías

Emergency room
En un día frío y lluvioso, un paramédico coloca una manta sobre un paciente que llevó a una sala de emergencias en el condado de Los Ángeles.
(Francine Orr / Los Angeles Times)

Los pacientes atendidos en urgencias esperan hasta dos días para conseguir una cama en otro hospital mientras California alcanza el punto de crisis del COVID-19

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Incluso en medio de las señales de que la ola de este invierno impulsada por Ómicron puede estar comenzando a llegar a su punto máximo en California, la situación en centros de atención médica como el Hospital Sharp Grossmont en La Mesa está empeorando.

Los pacientes a veces esperan uno o dos días para ser admitidos y conseguir una cama. Los asilos de personas mayores están rechazando las solicitudes del hospital para transferir pacientes en recuperación, argumentando que ellos mismos tienen poco personal debido al coronavirus. En todo el sistema de salud de Sharp, uno de los más grandes del condado de San Diego, más de 1.000 empleados no pueden laborar en estos momentos por razones relacionadas con el coronavirus.

En el Centro Médico Olive View-UCLA en Sylmar, la enfermera certificada Sandra Beltrán señaló que la escasez de personal ha llevado a que los pacientes tratados en la sala de emergencias a veces tengan que esperar 20 o 30 horas por una cama en otro lugar del hospital. Eso tiene un efecto dominó en la sala de urgencias, donde las esperas se hacen más largas y el personal ha tenido que encontrar nuevas formas de evaluar a los pacientes.

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“Se está atendiendo gente en los pasillos”, comentó Beltrán. “Es agotador. Estás literalmente, durante 12 horas, yendo de una habitación a otra”.

Incluso en medio de las crecientes señales de que Ómicron se está estabilizando en California, los nuevos datos muestran que la cantidad total de personas hospitalizadas en todo el estado se acerca al punto más alto del aumento de COVID-19 del invierno pasado.

A fines de la semana pasada, California promedió 52.000 personas al día en sus hospitales por todos los motivos, más de lo que se observó durante cualquier período de siete días en el aumento de la variante Delta del verano. El estado ahora se acerca a su récord pandémico de 55.000 personas hospitalizadas, establecido el invierno pasado, según datos del Departamento de Salud Pública de la entidad revisados por el Times.

Los pacientes positivos al coronavirus continúan representando una gran parte del censo general. Hasta el martes, 15.179 de estos pacientes fueron hospitalizados en toda California, el nivel más alto desde el 29 de enero de 2021, según muestran los datos estatales.

Muchas salas de emergencia de hospitales han estado tan abarrotadas y el personal es tan escaso debido a los contagios de los trabajadores, que se han pospuesto varias cirugías y procedimientos programados. Esos retrasos pueden afectar la salud de las personas que necesitan tratamiento para el cáncer u otros problemas médicos importantes, donde la atención oportuna puede marcar la diferencia.

La demanda de atención en la sala de emergencias ha alcanzado récords que no se vieron ni siquiera en la devastadora ola del invierno pasado. Hace poco más de una semana, California promediaba casi 47.000 visitas diarias en sus salas de emergencia por todos los motivos; un año antes, la cifra rondaba los 32.000.

Las visitas de personas que buscan atención de emergencia por motivos relacionados con el coronavirus se han más que duplicado desde que comenzó el aumento de Ómicron, con casi 12.000 visitas diarias registradas recientemente. Eso es incluso peor que lo experimentado el invierno pasado, cuando hubo casi 11.000 visitas al día.

Los funcionarios del hospital reconocen el consenso médico de que, para cualquier paciente, es menos probable que Ómicron cause una enfermedad grave, en comparación con las variantes anteriores. Pero California ahora está experimentando un incremento tan gigantesco de personas infectadas simultáneamente que los hospitales todavía están sobrecargados. El ritmo no tiene precedentes, con 1 millón de casos de coronavirus registrados la semana pasada; el invierno anterior, transcurrieron más de tres semanas para que se reportara 1 millón de casos.

“Creo que hay una percepción en la comunidad de que [Ómicron] no es tan serio”, comentó el Dr. Jeffrey Smith, vicepresidente de operaciones y director de operaciones del Cedars-Sinai Medical Center. “Pero sigue siendo una carga para el sistema de salud, ya sea por los servicios médicos de urgencia o las ambulancias en las salas de emergencia en los propios hospitales. Realmente es la gran cantidad de pacientes por sí misma lo que causa desafíos”.

El hospital de Los Ángeles se ha visto obligado a posponer algunas cirugías programadas, como la ortopedia, mientras sigue realizando otros procedimientos “como cirugías de cáncer o cirugías cardíacas que no pueden esperar”, señaló Smith. Era necesario que la medida se llevara a cabo a fin de “asegurarnos de tener suficientes camas y personal para atender a los pacientes”.

En Cedars-Sinai en general, 1 de cada 4 pacientes está hospitalizado por COVID-19, y la mayoría de esas personas no están vacunadas, se encuentran parcialmente inoculadas o no están al día con la dosis de refuerzo. Casi sin excepción, los que están al día con sus vacunas no necesitan cuidados intensivos, informó Smith.

Algunas personas descartan la amenaza de Ómicron, pero “díselo a los 11 pacientes en mi unidad de cuidados intensivos que luchan por sobrevivir”, enfatizó el Dr. Bernard Klein, director ejecutivo del Centro Médico Providence Holy Cross en Mission Hills. “Sigue siendo una infección muy peligrosa”.

En Providence Holy Cross, solo había ocho pacientes hospitalizados con COVID-19 hace poco más de un mes. Ese número ahora supera los 100, “un aumento fenomenal en un período de tiempo muy corto”, detalló Klein.

Esta vez, “lo que ha hecho que este aumento sea tan único y desafiante es que la variante Ómicron es tan infecciosa que está afectando a nuestros empleados y sus familias”, agregó el director ejecutivo. Desde el miércoles por la mañana, señaló Klein, aproximadamente el 8% de la fuerza laboral del hospital estaba fuera y se ha tenido que operar a un poco más del 90% de su capacidad.

El hospital nuevamente instaló una carpa para clasificar a los pacientes afuera, reabrió unidades designadas para atender únicamente a pacientes con COVID y está retrasando las cirugías programadas para pacientes hospitalizados que no son “emergentes o urgentes”, como resultado de la escasez de personal y sangre, expuso Klein.

“Nuestra sala de emergencias, y casi todas las salas de emergencia que conozco, tienen pacientes que ingresan porque no tenemos una cama en el hospital principal”, subrayó el jefe ejecutivo. Eso “tiene ramificaciones potencialmente enormes”, que incluyen esperas más largas para nuevos pacientes que intentan ingresar a la sala de urgencias, así como demoras en descargar a las personas de las ambulancias y que sean atendidas para darles salida, expuso.

En Arcadia, el Hospital Metodista del Sur de California tiene licencia para más de 300 camas, pero el miércoles pudo dotar de personal a menos de 200, lo que limita la cantidad de pacientes que pueden ser admitidos, señaló el vicepresidente sénior Cliff Daniels.

“Seguimos luchando todos los días para encontrar enfermeras a fin de poder disponer de más camas” porque muchos trabajadores de la salud están infectados o cuidan a la familia, manifestó.

Hasta ahora, el hospital no ha buscado que regresen de inmediato los trabajadores de la salud asintomáticos que dieron positivo por el coronavirus, un paso que California autorizó para aliviar la escasez de personal en los hospitales. En cambio, confía en las enfermeras temporales cuando puede contratarlas.

El creciente número de pacientes con COVID-19 se vio enfrentado a la escasez de personal en el hospital de Arcadia, que aumentó de cero a 60 en el último mes y medio, detalló Daniels.

El resultado es un bloqueo para los pacientes que reciben tratamiento en la sala de emergencias pero que están lo suficientemente enfermos o lesionados como para necesitar ser admitidos. Daniels reveló que la espera para que las personas que reciben atención en la sala de emergencias obtengan una cama en otro lugar del hospital ha superado las 50 horas.

“Si no se pueden liberar pacientes del hospital, entonces es difícil que ingresen porque las camas están ocupadas”, informó el director ejecutivo del Sharp Grossmont Hospital, Scott Evans. “Creo que la gente está subestimando el gran volumen de pacientes que están experimentando los hospitales”.

“Tenemos, por ejemplo, más de 40 pacientes que necesitan ir a centros de enfermería especializada que no podemos enviar a ningún lado. Eso significa que hay como 35 pacientes en la sala de emergencias, esperando que se desocupe una cama, pero no contamos con ninguna que se encuentre libre”, agregó Evans.

En el hospital Sharp en La Mesa, los funcionarios han tratado de no cancelar las cirugías tanto como sea posible, especialmente para el corazón o la extirpación de tumores cerebrales. Sin embargo, el personal limitado y muy pocas camas para el cuidado postoperatorio y la recuperación pueden complicar las cosas.

Las largas esperas para la atención hospitalaria y la admisión han significado que los trabajadores de la salud ahora se enfrenten a la ira de los pacientes y sus seres queridos. Los recuerdos de los trabajadores de la salud siendo honrados como héroes en las primeras semanas de la pandemia se han desvanecido.

“Creo que las personas no se han mostrado necesariamente tan agradecidas o comprensivas, ni respetuosas, con los proveedores de atención médica, como lo eran al comienzo de la pandemia”, señaló Evans. “Pienso que eso ha sido desplazado por un poco de enojo”.

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