Con el propietario de los Dodgers, Mark Walter, convertido en el nuevo accionista mayoritario de los Lakers, el equipo está preparado para priorizar las victorias y los campeonatos por encima de todo lo demás.
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Durante 46 años ha sido un viaje maravilloso, la más dulce de las sagas, la familia Buss tratando a los Lakers como a su hijo precoz, nutriéndolos, abrazándolos, potenciándolos, transformándolos en la franquicia deportiva más célebre de este país.
Pero ya es hora.
Es hora de dar a su bebé a alguien que no se vea agobiado por los lazos familiares o las profundas amistades que han interferido cada vez más en la persecución de campeonatos.
Es hora de entregar a su amado a alguien con suficiente dinero para mantenerlo fuerte y suficiente visión para mantenerlo relevante.
Es hora de que los Lakers... ¿se conviertan en los Dodgers?
Esto está ocurriendo de verdad, la propiedad mayoritaria de los Lakers se está vendiendo realmente al presidente de los Dodgers, Mark Walter, y a su grupo TWGC Global por una valoración de la franquicia de 10.000 millones de dólares, lo que la convierte en la transacción más rica de la historia del deporte.
Para los aficionados al deporte de Los Ángeles, vale aún más.
Para el futuro del deporte profesional en esta ciudad, no tiene precio.
Es lo mejor que le ha pasado al panorama deportivo del Sur de California desde, bueno, la última vez que el grupo TWG Global de Walter compró algo tan grande.
Era 2012 y compraron a los Dodgers, y no hay más que ver lo que han hecho con ellos.
Desde 2013, el equipo de Walter ha estado en los playoffs todos los años, ha ganado su división 11 de esos 12 años, ha aparecido en cuatro Series Mundiales y ha ganado dos de ellas.
Desde 2013, los Lakers han ganado un título en su única aparición en las Finales durante ese periodo, mientras que han llegado a los playoffs solo la mitad de las veces.
Un gran respeto a la familia Buss, que supervisó 11 campeonatos y sirvió de escenario a grandes figuras como Magic Johnson, Kobe Bryant o LeBron James. Pero desde la muerte del patriarca Jerry Buss en 2013, la organización ha carecido de una visión de campeonato sostenida y de una cultura de campeonato efectiva.
Todo el mundo quiere a Jeanie Buss, que seguirá siendo la gobernadora de los Lakers, pero cada vez está más alejada de las exigencias del juego moderno.
Allí donde los equipos aspirantes están ahora dirigidos por mentes analíticas, ella confiaba en viejos amigos como Linda y Kurt Rambis y Rob Pelinka, que se convirtió en parte de la familia al ser el agente de Kobe Bryant.
Los Lakers de Buss siempre estuvieron atados a superestrellas que envejecían, sus esperanzas de título se estrellaron en torno a un Bryant cojo y ahora se tambalean bajo un James que se erosiona lentamente.
Desde la muerte de Jerry Buss, los Lakers, sin visión de futuro, han vagado por el desierto de la NBA en busca de un líder fuerte que pudiera construir un éxito sostenido.
En el grupo de Walter, tienen ese líder.
Si los Dodgers sirven de indicio, los Lakers van a someterse a un enorme lifting que haría sonrojar incluso a un cirujano plástico de Beverly Hills.
Se invertirá dinero en la deplorable infraestructura de los Lakers, más dinero para entrenadores, más dinero para ojeadores, más dinero para entrenadores, más dinero para las instalaciones del Crypto.com Arena.
Quién sabe, ¿quizá incluso más dinero para un nuevo estadio? No te burles, los Dodgers gastaron más de 500 millones de dólares sólo para dar brillo al Dodger Stadium. Lo harán por todo.
Si hay por ahí un candidato a director general increíblemente caro pero de gran éxito -me viene a la mente Bob Myers, ex gurú de Golden State-, los nuevos Lakers lo comprarán.
Si hay un candidato a entrenador con experiencia pero costoso, los nuevos Lakers se harán con él.
Aunque estarán algo limitados por el tope salarial, los nuevos Lakers recurrirán a cualquier impuesto para comprar a los mejores jugadores, siempre que puedan conservar sus selecciones del draft.
Los Dodgers quieren ganar todos los años, no sólo el siguiente, así que los nuevos Lakers codiciarán el futuro tanto como el presente.
Son buenas noticias para el joven Luka Doncic. No lo son tanto para James.
La familia Buss siempre se comprometió a hacer lo que fuera necesario para mantener contento a James y permitirle retirarse aquí. Los nuevos Lakers no serán tan sentimentales. James aún no ha firmado para la próxima temporada, y puede que este cambio de propietarios cambie lo que antes parecía un hecho.
Los nuevos Lakers no tendrán el corazón rico de los antiguos Lakers. Pero tampoco tendrán las antiguas lealtades destructivas.
A los nuevos Lakers sólo les importará ganar, algo que Jerry Buss comprendió y amplificó, algo que tristemente se ha perdido desde su fallecimiento.
La familia Buss fue buena para Los Ángeles, y hay que celebrar su gestión de una de las joyas deportivas de esta ciudad.
Pero ya es hora, y es perfecto que sus vecinos hayan decidido ser ellos quienes arreglen el lugar.
Antes de esta venta, lo único que compartían los Dodgers y los Lakers se producía tras las victorias, cuando los sistemas de sonido de ambos equipos hacían sonar “I Love L.A.”.
Ahora comparten una cuenta bancaria de campeonato, una visión de campeonato y un compromiso de campeonato.
Me encanta Los Ángeles.
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