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La brutalidad y la belleza se combinan en la memorable ‘28 Years Later’

Jamie (Aaron Taylor-Johnson) y su hijo Spike (Alfie Williams) en una escena de "28 Years Later".
Jamie (Aaron Taylor-Johnson) y su hijo Spike (Alfie Williams) en una escena de “28 Years Later”.
(Miya Mizuno)

Solo han pasado 23 años desde el estreno de “28 Days Later” (2002), por lo que no faltará el listo que pretenda poner el grito en el cielo ante el título de la tercera cinta de la saga, “28 Years Later”, que se estrena este fin de semana a nivel nacional.

Quejarse ante el supuesto desfase no tiene sentido por el simple hecho de que la película original no estaba ubicada en fechas específicas y porque su secuela, “28 Weeks Later” (2007), se desarrollaba -obviamente- 28 semanas después del estallido del ‘virus de la rabia’ que transformaba a sus víctimas en seres absolutamente descontrolados (y no en zombis, como muchos creen todavía).

Pero no vale la pena enfrascarse en discusiones pueriles, porque lo que se debe hacer en estos momentos, en cambio, es celebrar la excelencia de una película que sacude y conmueve por partes iguales, y es que es no solo uno de los mejores estrenos de terror de los últimos tiempos, sino de toda la Historia.

La primera buena noticia por aquí es que el filme se encuentra comandado por la misma dupla dorada que hizo “28 Days Later”, es decir, la que se encuentra conformada por el director Danny Boyle y el guionista Alex Garland (quien también se ha convertido en un celebrado director por cuenta propia).

Eso no quiere decir que le estemos quitando méritos a “28 Weeks Later”, que fue muy bien dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo, y que incrementaba sabiamente los conflictos morales de su antecesora; sucede, simplemente, que tener de vuelta a los gestores de todo este desorden tiene que ser un motivo de satisfacción para cualquier cinéfilo que se precie de serlo.

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El flamante trabajo adopta una posición mucho más ambiciosa que el original al extender su cobertura geográfica y ubicarnos en medio de una comunidad campestre supuestamente idílica que sirve como refugio aparentemente seguro para quienes se han librado hasta el momento del virus en una Inglaterra que ha sido separada del mundo. Sin embargo, una vez que los eventos empiezan a desarrollarse, la obra se convierte súbitamente en una suerte de ‘road movie’ que, además, adopta diferentes estilos y técnicas.

En otras manos, esta acumulación podría sentirse excesiva, y la verdad es que llega a veces a serlo. Pero Boyle y Garland tienen la suficiente experiencia y el talento necesario para lograr que sus ambiciones funcionen y que sean además de largo aliento, porque, como se ha anunciado, este es solo el inicio de una trilogía cuya segunda parte, igualmente escrita por Garland pero dirigida por Nia DaCosta (“Candyman”), se encuentra ya filmada.

“28 Years Later” es también el título de la franquicia con el mayor desarrollo de personajes, lo que resulta posible porque, en medio del nivel épico que plantea, se esmera en mostrar a sus protagonistas durante un periodo de tiempo razonablemente largo antes del estallido de la violencia, permitiéndonos de ese modo establecer vínculos de empatía con la familia nuclear conformada por el cazador Jamie (Aaron Taylor-Johnson), su esposa Isla (Jodie Comer) y su hijo pre adolescente Spike (Alfie Williams).

Protagonizada por Kirsten Dunst y Cailee Spaeny como periodistas que narran una guerra en su país, la película de acción del guionista y director Alex Garland provoca un escalofrío de reconocimiento.

Como sucede en otros relatos semejantes, la tranquilidad de estos seres humanos, su convivencia y su número de integrantes irán variando con el transcurso de los minutos; pero, incluso en esos términos, el guión de Garland busca situaciones novedosas que, en este caso, se inclinan hacia un empoderamiento inesperado, es decir, el de Spike.

En ese sentido, y pese a que todo el mundo actúa brillantemente (no hay que olvidarse del gran Ralph Fiennes, quien aparece más adelante), Williams es una auténtica revelación, porque se trata de un niño actor que tiene que interpretar a un niño del apocalipsis que termina convertido en un niño de la guerra y hasta en una suerte de refugiado, y que, en el camino, tiene que aprender a sobrevivir, a luchar y a comportarse como una persona mucho mayor de lo que es.

De hecho, aunque la primera parte de la cinta parece indicar otra cosa, Spike termina siendo el verdadero protagonista de una historia que se siente más intensa de lo que ya es debido a su participación y a lo que se ve obligado a hacer en un mundo amenazado no solo por los infectados de la primera entrega -que rompieron moldes en su momento al desplazarse a toda velocidad-, sino por tres clases diferentes de “criaturas” como producto de una insólita evolución que se convierte en excusa para la presentación de una circunstancia particularmente arriesgada que dará mucho de qué hablar.

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Desde la primera escena, Boyle y Garland demuestran que nadie está libre de las atrocidades que suceden en este futuro distópico, y que, sin tirar mucho de la cuerda, pueden ser comparadas con sucesos actuales y muy reales, más allá de que los mismos cineastas se hayan negado a trazar paralelismos específicos por ese lado.

Un infectado en otro momento del filme.
(Miya Mizuno/Columbia Pictures/Sony Pictures)

Visualmente, la cinta, que se filmó en gran medida con iPhones 15 Pro Max, nos mantiene constantemente entretenidos, aunque la aceptación plena de su puesta en escena dependerá en gran medida de lo que se piense del estilo de Boyle, un director que no es precisamente adepto al clasicismo, sino que busca impactar con su elección de tomas, sus movimientos de cámara, el empleo que hace de la música y la manera en que edita sus trabajos.

Por ese lado, “28 Years Later” puede llegar a ser una locura, porque, además de la manera en que muestra los enfrentamientos con los infectados, repitiendo a veces los impactos desde diferentes ángulos, tiene interludios delirantes que se valen de alusiones a diferentes momentos históricos (hay imágenes de soldados y de caballeros medievales), pero que resultan difíciles de interpretar.

Afortunadamente, el resultado de esta combinación es tan explosivo como sobresaliente, y funciona sobre todo porque sirve para potenciar el impacto emocional de un trabajo que no podría ser más impresionante, aunque, por supuesto, no está hecho para todos (y no debería estarlo).

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