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¿Qué es un campo de concentración? Se reaviva un debate que comenzó en California

Hombres en un centro de detención de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos en McAllen, Texas, el 12 de julio de 2019, mientras el vicepresidente Mike Pence visita el lugar.
Hombres en un centro de detención de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos en McAllen, Texas, el 12 de julio de 2019, mientras el vicepresidente Mike Pence visita el lugar.
(Josh Dawsey / Washington Post)

Comparan instalaciones del gobierno llenas de migrantes detenidos con campos de concentración nazis y...

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¿Qué es un campo de concentración y, más importante todavía, quién creó el nombre?

La representante de Estados Unidos Alexandria Ocasio-Cortez (D-N.Y.) inició un debate a nivel nacional el mes pasado cuando comparó las instalaciones administradas por el gobierno y repletas de detenidos migrantes, cerca de la frontera entre Estados Unidos y México, con los “campos de concentración” nazis.

Muchos republicanos rechazaron la idea en las últimas semanas, incluido Stephen Miller, asesor principal del presidente Trump, a quien los comentarios lo indignaron “como judío”.

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“Es una mancha histórica”, declaró a Fox News. “Es un comentario inmoral. Minimiza la muerte de seis millones de mis hermanos y hermanas judíos”.

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Pero este debate comenzó mucho antes de que Ocasio-Cortez tuiteara al respecto. Los japoneses-estadounidenses y los judíos han discutido durante décadas sobre cómo y cuándo usar el nombre “campo de concentración” y, en muchos sentidos, todo comenzó en California.

La primera gran controversia estalló en 1972, cuando los funcionarios del estado acordaron instalar una placa que establecía a Manzanar, el primero de los 10 “campos de concentración” en los que se encerró a 10,000 personas de ascendencia japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, como un punto de referencia histórico. La decisión enfureció a muchos en el valle de Owens, y alguien destruyó la “c” de la palabra “concentración” en la placa.

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Posteriormente, en 1994, el Museo Nacional Japonés-Estadounidense en Little Tokyo abrió la exhibición “Los campos de concentración de Estados Unidos”, que exploraba más a fondo la historia del encarcelamiento masivo de la etnia japonesa durante la guerra.

Pero cuando la entidad fue invitada a compartir la muestra con el Museo de Inmigración de Ellis Island, cuatro años después, hubo una condición: la exhibición debía ser rebautizada, afirmó la fundación que dirige el sitio, porque usar el término “campo de concentración” ofendería a la comunidad judía de la ciudad de Nueva York.

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Después de varias reuniones -y de una intervención del senador Daniel K. Inouye, de Hawái, quien hizo un llamamiento directo al secretario del Interior de Estados Unidos, Bruce Babbitt- los funcionarios de la isla dejaron atrás sus requisitos. La exposición se inauguró en abril de 1998, con un letrero que señalaba las diferencias entre los campos para japoneses, estadounidenses y judíos.

Karen Ishizuka, curadora jefa del museo japonés-estadounidense, relató esa historia en un foro reciente en Los Ángeles. Su institución nunca tuvo la intención de implicar una equivalencia moral, pero varios miembros de la comunidad, afirmó, se enfadaron con otros que trataban de regular qué palabras podían usar los estadounidenses de origen japonés, especialmente aquellos que habían estado encarcelados, para describir sus propias experiencias.

Los funcionarios del museo creían que el término más comúnmente empleado, “campos de internamiento”, era eufemístico e inexacto, sostuvo.

Técnicamente hablando, los “campos de internamiento” de la Segunda Guerra Mundial retuvieron a ciudadanos japoneses, alemanes e italianos, que habían sido arrestados bajo la sospecha de ser enemigos extranjeros potencialmente peligrosos, y a quienes se les concedían audiencias en el marco de los Convenios de Ginebra.

Ese debido proceso no se extendió a las 120,000 personas de ascendencia japonesa -dos tercios de ellos ciudadanos estadounidenses- que fueron detenidas en masa y encarceladas en otros campamentos, incluido Manzanar, en el condado de Inyo.

El presidente Franklin D. Roosevelt y otros funcionarios de EEUU se referían a los centros de detención en masa, en general, como “campos de concentración”, expuso Ishizuka. Pero la War Relocation Authority, una agencia federal creada para gestionar el proceso de encarcelamiento, en un “giro político”, creó eufemismos para hablar de ellos, indicó la experta.

Por ejemplo, la expulsión forzosa de gente de etnia japonesa de la costa oeste pasó a ser una “evacuación”. Los individuos retirados eran “internados”, no encarcelados. Y las instalaciones eran “centros de reubicación”, no campos de concentración.

El actor George Takei, quien tuiteó en apoyo a los comentarios de Ocasio-Cortez, dijo a los presentes en el foro que un diccionario los define como lugares donde “personas de patrimonio, raza, fe o cultura en común son encarceladas juntas, con fines políticos”.

Luego compartió la experiencia angustiosa de su familia. En 1942, pocos meses después del ataque de Japón a Pearl Harbor, Roosevelt emitió una orden ejecutiva que condujo al encarcelamiento masivo. Soldados estadounidenses, armados con rifles, golpearon la puerta de su hogar, en Los Ángeles.

Takei, quien entonces tenía cinco años, contó que los soldados ordenaron que su familia fuera transportada a un centro temporal, en el hipódromo de Santa Anita. Más tarde fueron trasladados a un campamento construido apresuradamente sobre un pantano en Rohwer, Arkansas.

“Estábamos en campos de concentración”, expuso Takei.

Pero el actor agregó que él mismo llama a esos sitios “campos de internamiento” en conversaciones públicas, para evitar que el enfoque cambie al Holocausto, como ocurrió en el pasado.

Varias organizaciones judío-estadounidenses han argumentado, de hecho, que los campos donde se retuvo a japoneses y los centros de detención de migrantes no son campos de concentración. En una declaración reciente, el Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos comunicó que “rechaza inequívocamente los esfuerzos para crear analogías entre el Holocausto y otros eventos, ya sean históricos o contemporáneos”.

El rabino Abraham Cooper, del Centro Simon Wiesenthal, no cree que el término deba reservarse exclusivamente para los sitios nazis. Los campos de concentración presentan brutalidad y deshumanización sistemáticas, dijo, y agregó que la definición podría aplicarse a los campos extrajudiciales de China para millones de musulmanes uigures que están siendo despojados de su idioma, tradiciones y cultura.

Cooper simpatiza con el sufrimiento de los estadounidenses de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial, pero considera inapropiado llamar a los sitios donde los detuvieron ‘campos de concentración’.

“Para mí, ofende la memoria”, afirmó. “Degrada la historia”.

Otros, sin embargo, no concuerdan. Michael Rothberg, profesor de inglés y literatura comparada de UCLA, quien ocupa la cátedra de la Sociedad Samuel Goetz, de 1939, en Estudios del Holocausto, está de acuerdo con Andrea Pitzer, periodista y experta en campos de concentración, quien los define como lugares de “detención masiva de civiles, sin que se lleve a cabo un juicio”.

Bajo esa definición, señaló Rothberg, el uso del término para los campamentos japoneses-estadounidenses y las actuales instalaciones de detención de migrantes a lo largo de la frontera con México está “dentro del ámbito de la razón”.

Rothberg notó además que los nazis no inventaron los campos de concentración. Los españoles los utilizaron a fines del siglo XIX para sofocar la oposición cubana a su dominio colonial, tal como lo hicieron los británicos, más tarde, para encarcelar a los sudafricanos durante la Guerra Boer.

El catedrático añadió que los campos de concentración nazis no apuntaban sólo a los judíos. Los nazis comenzaron a construirlos en 1933 y, al principio, reunieron en ellos a opositores políticos, socialistas, comunistas y aquellos que eran considerados “asociales”, como los homosexuales, los testigos de Jehová y los romaníes, precisó Rothberg.

Sólo después de la invasión nazi a la Unión Soviética, en 1941, comenzó el asesinato sistemático de judíos, indicó. Entre miles de campos, seis de ellos estaban equipados explícitamente con cámaras de gas y otros medios para matar judíos. “Si reservamos el nombre ‘campo de concentración’ para el Holocausto, entendemos mal la historia de ese hecho y la de los campos de concentración”, sostuvo Rothberg.

Mientras la nueva polémica gira en torno al término, Ishizuka y Rothberg enfatizan lo mismo: el nombre de los sitios importa mucho menos que el tratamiento de aquellos a quienes confinan. “Mi conclusión es que, como sea que los llamen, las atrocidades y las injusticias de la democracia deben llegar a su fin”, remarcó Ishizuka.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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