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Los cierres pandémicos alteran el ritmo de vida en pueblos a ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México

Veterinary assistant Jesus Tarazon stands for a portrait between the new border wall and the old wall.
El asistente veterinario Jesús Tarazón vive en Naco, Sonora, en México, pero trabaja en Bisbee, Arizona. Alterna la vida en ambos lados de la frontera internacional, una situación que se ha vuelto más difícil desde el inicio de la pandemia.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)
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Jesús Tarazón se agachó y guió suavemente al labrador amarillo hacia el asiento trasero del Subaru de su dueño. El asistente veterinario saludó con la mano mientras el automóvil se alejaba y luego miró su teléfono.

Eran las 5:06 p.m. - su turno estaba terminando y tenía cinco horas para regresar a casa al otro lado de la frontera, un alivio los días en que tiene que hacer mandados.

“Todos los que viven al otro lado de la línea tienen que estar al pendiente del reloj”, dijo Tarazón, un ciudadano estadounidense que viaja diariamente desde su casa rural en México a su trabajo aquí en esta ciudad del sureste de Arizona, a 12 millas de la frontera.

“La pandemia lo ha cambiado mucho”.

Para Tarazón y los miles de otros residentes locales que viajan entre Estados Unidos y México, las restricciones fronterizas relacionadas con la pandemia han alterado los ritmos de la vida diaria.

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El joven de 28 años, que adora su trabajo en el hospital de animales, a menudo cena en Bisbee después de su turno, que termina a las 5 p.m. la mayoría de los días, y se toma su tiempo para dirigirse a su extenso rancho en Naco, Sonora, donde vive con su esposa e hija, criando caballos y gallinas.

The Arizona town of Naco, left, and Sonora Mexico town of Naco, right, sit side by side, separated by the steel border wall.
Los pueblos fronterizos de Naco, Arizona, a la izquierda del muro, y Naco, Sonora, en México. Mucha gente de México trabaja en Estados Unidos y las ciudades fronterizas se han visto afectadas por el cierre de cruces durante la pandemia.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

Este viaje transfronterizo, dijo, tomaba menos de 15 minutos antes de que la pandemia condujera a cierres y restricciones, y el puerto de entrada estaba abierto las 24 horas.

Pero ahora, debe vigilar cuidadosamente la hora, asegurándose de regresar a México antes de que se cierren las puertas de la frontera a las 10 p.m., por temor a quedarse varado hasta la mañana siguiente. Las filas de tráfico se han alargado, con esperas de hasta una hora en cada sentido, ya que la gente se apresura a cumplir con el toque de queda.

En marzo, cuando se disparó la primera ola de infecciones por COVID-19, los funcionarios estadounidenses establecieron nuevas reglas estrictas sobre quién podía entrar y salir, y cuándo podía viajar, a través de los puertos de entrada terrestres a lo largo de las fronteras de Estados Unidos con Canadá y México.

Las restricciones, que prohíben los viajes que se consideran no esenciales (viajes de compras, visitas a amigos) han tenido un efecto dominó en las economías locales y en las vidas de quienes cruzan a diario entre Estados Unidos y México.

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Para pueblos pequeños como Bisbee, una fuente crítica de fondos se ha desvanecido desde que a los mexicanos, que anteriormente venían a comprar con visas de turista, se les ha negado el acceso. Los titulares de visas mexicanas relacionadas con el turismo tienen prohibido ingresar a EE.UU porque el viaje está listado como no esencial.

Si bien los viajes de Tarazón no se han restringido, los recortes de entrada a la frontera le han provocado retrasos.

A vehicle drives into the border checkpoint in Naco Sonora in view from Naco, AZ.
Un vehículo ingresa al puesto de control fronterizo en Naco, Sonora.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

Ha significado que los ciudadanos estadounidenses que pasan por trabajo en muchos puertos de entrada que anteriormente estaban abiertos las 24 horas, incluido el que Tarazón recorre para conectar Naco, Sonora y Naco, Arizona, enfrentan tiempos de espera más largos porque algunos puntos de control fronterizos están cerrados entre las 10 p.m. y 6 a.m. (Se permite volar entre los dos países, con pocas limitaciones).

Las medidas cautelares se han extendido en ambos sentidos.

Al comienzo de la pandemia, algunas ciudades del lado mexicano buscaron frenar la propagación del virus hacia el sur, instituyendo controles de temperatura y otras medidas. En Nogales, Sonora, a 90 millas al oeste de Bisbee, los funcionarios locales exigieron que quienes ingresaran a México caminaran por un túnel desinfectante. Durante el fin de semana del 4 de julio, cuando los arizonenses suelen ir corriendo a los pueblos costeros de Sonora, los funcionarios del estado mexicano prohibieron todos los viajes no esenciales.

Los ritmos de vida consagrados durante mucho tiempo en numerosas ciudades fronterizas, donde las familias tienen parientes en ambos lados y no es raro vivir en México pero trabajar o ir a la escuela en EE.UU, o viceversa, se han sumido en el caos. Las restricciones impuestas por Estados Unidos, señalan los funcionarios, permanecerán vigentes al menos hasta fines de enero.

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Tasting room associate Dakota Croog waits for customers at Passion Cellars, a wine tasting bar in Bisbee.
Un trabajador espera a los clientes en un bar de Bisbee.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

Muchos aquí dicen que comprenden la necesidad de actuar.

En el estado mexicano de Sonora, 47.000 personas han sido infectadas por el coronavirus y 3.600 han muerto. En el condado de Cochise, mucho más pequeño, donde se encuentra Bisbee, se han contagiado 6.000 individuos y unos 100 han fallecido.

Sin embargo, las facturas están pendientes y las consecuencias económicas de las restricciones, como la pérdida de ingresos de los compradores, son innegables.

El congresista Henry Cuellar, un demócrata que representa a un distrito en el sur de Texas que incluye Laredo, ha estado presionando a la administración Trump durante meses para reabrir los cruces fronterizos terrestres para viajes no esenciales.

“He visto algunos negocios en los que todos los empleados se han ido, y solo la familia aguanta”, dijo en una conferencia de prensa reciente.

Más arriba de Río Grande, en El Paso, un punto crítico para el virus, los funcionarios de la ciudad anunciaron recientemente un plan para suspender o recortar el salario de unos 400 empleados del gobierno debido a un déficit de $60 millones atribuido, en parte, a una disminución de impuestos por la falta de compradores mexicanos de Ciudad Juárez, que durante mucho tiempo han representado alrededor del 15% del comercio minorista de la ciudad.

MBER 22: Main Street in downtown Bisbee.
Los restaurantes están abiertos para cenar y las tiendas que alguna vez cerraron a lo largo de Main Street están reabriendo lentamente.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)
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En Bisbee, un pueblo minero convertido en paraíso turístico, muchos trabajos esenciales y de la industria de servicios están ocupados por ciudadanos como Tarazón, que vive al otro lado de la línea en México porque, entre otras razones, la vivienda es más barata. Trabajan como cantineros, cocineros en restaurantes y amas de llaves en los alojamientos que bordean la calle principal de Bisbee.

“La mayoría de la gente tiene algún tipo de relación, directa o indirectamente, con Naco”, dijo Ana Borrajo, una chef que ha llamado hogar al sur de Arizona durante casi una década. Ella solía ser dueña de un restaurante y empleaba cocineros que eran de México.

“Así son las cosas aquí”, manifestó. “Nadie piensa mucho en eso”.

Former restaurant owner and chef Ana Borrajo at her home in Bisbee, AZ.
La mayoría de la gente en Bisbee “tiene algún tipo de relación, directa o indirectamente” con Naco, México, dijo Ana Borrajo, quien una vez fue dueña de un restaurante en Bisbee.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

No es raro que los estudiantes del Distrito Escolar Unificado de Bisbee vivan en México y viajen aquí todos los días a través de los extensos valles salpicados de ocotillo. Son ciudadanos estadounidenses con familiares que tienen direcciones aquí.

Dado que las escuelas locales están cerradas para el aprendizaje en persona, muchos estudiantes, incluida la hija de Tarazón, están tomando clases virtuales desde sus hogares en el lado mexicano de la frontera.

David Smith, quien se desempeñó como alcalde de Bisbee durante dos mandatos, dijo que las ciudades han operado al unísono por mucho tiempo.

“Todos somos parte de la misma región y debemos ayudarnos unos a otros”, subrayó Smith.

Mientras estuvo en el cargo, se reunió mensualmente con el alcalde de Naco, Sonora. Llevaron a cabo un concierto fronterizo en ambos lados de la cerca, dijo, y cuando Naco en México tuvo un problema persistente de alcantarillado, los funcionarios de Bisbee ofrecieron asesoramiento y proporcionaron repuestos. Cuando los incendios se salen de control en los pueblos secos de Arizona, no es raro que los bomberos de Sonora ofrezcan ayuda.

“Vital”, señaló Smith, “es la única forma de describir nuestras comunidades y nuestras relaciones”.

Sin duda, así es como una chef de Bisbee llamada Francisca, que solía trabajar para Borrajo, ve la región: ambos países son igualmente hogareños, comentó. Ella tiene una tarjeta verde y divide su tiempo entre Bisbee, donde vive y trabaja, y Naco, Sonora, donde viven sus padres. La pandemia ha hecho que los desplazamientos diarios sean un dolor de cabeza más grande, dijo en una tarde reciente en el patio trasero de Borrajo, y señaló los tiempos de espera más largos en la frontera.

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Francisca, que pidió usar solo su nombre de pila porque no quiere enfrentar el acoso mientras viaja, trabaja en un café de Bisbee, donde sirve sándwiches de huevo y tocino la mayoría de las mañanas.

“A veces llevo suministros (pasta de dientes, artículos de tocador) a casa”, relató Francisca.

Borrajo asintió y agregó: “Porque ya nadie puede regresar a buscar cosas”.

Line cook Jesus Rodriguez, left, prepares meals with Francisca, right, a chef at a local cafe in Bisbee.
Jesús Rodríguez, a la izquierda, prepara comidas con Francisca, a la derecha, una chef en un café en Bisbee. Los padres de Francisca viven en Naco, Sonora.
(Brian van der Brug / Los Angeles Times)

Muchas empresas de Bisbee se han ralentizado; algunos han cerrado para siempre.

Pero en estos días, incluso cuando aumentan los casos de coronavirus en Arizona y en todo el país, la cantidad de visitantes, algunos jubilados de los estados del norte, ha incrementado. Los restaurantes están abiertos para cenar en el interior. Las tiendas que alguna vez cerraron a lo largo de Main Street tienen un flujo constante de clientes cansados de las restricciones pandémicas.

Aún así, la economía de la ciudad está sufriendo. Francisca conoce cocineras que han perdido su trabajo o les han cortado las horas, y se siente afortunada de tener empleo.

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“Estoy agradecida”, dijo. “Pero también puede dar miedo. Me lavo y me lavo las manos; mantengo la distancia de los demás tanto como puedo”.

Tarazón comparte ese sentimiento de gratitud por su trabajo.

El asistente veterinario impecable, que usa bata todos los días, fue contratado en el Hospital de Animales Cochise hace casi seis años. Durante un turno típico, que a veces dura más de 10 horas, ayuda a los dos veterinarios del pequeño hospital mientras esterilizan y castran a los animales. Él administra las vacunas y, a veces, se sienta con dueños en duelo que han tenido que poner a dormir a una mascota.

En su finca de Naco, Tarazón, que nació en Bisbee, pasa horas antes y después del trabajo dando agua, alimentando y limpiando los establos de sus caballos.

Tarazón ve el número de víctimas de la pandemia a su alrededor.

“Mi trabajo se ha ralentizado un poco”, dijo, “porque la gente no puede pagar los mismos tratamientos para sus mascotas que antes”.

Tiene amigos que han perdido sus trabajos en Bisbee y en Naco, Sonora, y algunos de sus parientes lejanos en México se han contagiado. Piensa en cómo, cuando la frontera se cierra cada noche, las personas que necesitan tratamiento de emergencia en Estados Unidos podrían quedar varadas. No hay un hospital importante en Naco.

“Tendrán que esperar hasta mañana, y para entonces, ¿quién sabe?”, dijo él.

En una noche reciente en Bisbee, tras un ajetreado día de trabajo, Tarazón se quitó la mascarilla quirúrgica, se frotó las manos y se subió a su Sedán Chrysler.

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Al doblar por una carretera de dos carriles, se podía ver en el horizonte el muro fronterizo, con sus altas vallas metálicas. En la frontera, puede girar a la derecha en la calle principal en Naco, Arizona o, como Tarazón, continuar por la carretera hacia México.

Un resplandor anaranjado brillante iluminó la pared cuando el sol desapareció por debajo del horizonte.

Eran las 6 p.m. - cuatro horas antes de que cerraran el puerto fronterizo.

Tarazón todavía necesitaba ayudar a su hija con la tarea, cuidar a sus animales y descansar un poco para luego regresar a la línea que se dirige a EE.UU al día siguiente a las 7 a.m., una hora más temprano que antes de las restricciones pandémicas.

“Algún día, pronto, espero que la vida vuelva a la normalidad”, dijo. “Todos nosotros, estadounidenses, mexicanos, mexicoamericanos, hemos estado sufriendo por esta pandemia”.

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