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Este solicitante de asilo guatemalteco, que puede perder ambas manos luego de congelarse en Texas, pone a prueba la política inmigratoria de Biden

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Douglas no podía ver nada; la nieve caía muy rápido y no había luz.

El contrabandista se había marchado hacía mucho tiempo. Aunque Douglas gritaba y gritaba, nadie acudió en su ayuda. El joven de 21 años y una docena de otros migrantes ya habían estado vagando por el desolado paisaje desértico cerca de Van Horn, Texas, durante dos días, cuando comenzó la tormenta de nieve.

Cuando escuchó clamores de ayuda a la distancia, Douglas dejó el grupo y partió en la oscuridad para tratar de encontrar a un señor que se había separado del grupo. Cuando se encontró con el hombre mayor, puso el brazo sobre su hombro y lo arrastró por la nieve hasta que finalmente se topó con una carretera y ya no pudo ir más lejos, relató.

Douglas había salido de Guatemala una semana y media antes, huyendo de las amenazas de las pandillas y esperando desesperadamente unirse a su padre en California, a quien no había visto en más de cinco años, cuando quedó atrapado en la histórica tormenta de invierno que devastó Texas recientemente. Nunca antes había visto la nieve.

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“Quería morir”, afirmó el muchacho, quien pidió usar solo su primer nombre por temores de seguridad. Luego, desde la oscuridad, escuchó las voces de funcionarios, que le decían: “Abre los ojos, abre los ojos”.

Cuando finalmente pudo abrirlos, estaba en una cama de hospital en El Paso, a unas 110 millas de donde había sido encontrado, inconsciente. Lo que vio fue sus manos congeladas: hinchadas hasta alcanzar el tamaño de guantes de béisbol, los dedos ensanchados y grises; infección, piel en carne viva y aparentemente lista para caerse en pedazos.

Los trabajadores de la salud en el Centro Médico Universitario de El Paso le dijeron al abogado de Douglas y a su tío Joel, quien había viajado desde San Francisco, que probablemente le tendrían que amputar las manos.

Pero los agentes fronterizos, anclados en su habitación del sanatorio mientras está bajo su custodia, afirmaron que Douglas sería enviado de regreso a Guatemala apenas fuera dado de alta. Una política de la era Trump cerró la frontera entre Estados Unidos y México para los solicitantes de asilo hace casi un año, supuestamente para detener la propagación del COVID-19. El presidente Biden mantiene la controvertida política, conocida como Título 42, en vigor. “Ya no hay asilo”, le dijeron a Douglas los agentes de la Patrulla Fronteriza apostados en su cuarto.

Según Linda Corchado, abogada de Douglas y directora de servicios legales en Las Américas Immigrant Advocacy Center, de El Paso, un abogado adjunto de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), la agencia matriz de la Patrulla Fronteriza, le dijo el jueves por la noche que habían acordado liberarlo para que se encontrara con su padre después de ser dado de alta.

Pero hasta el viernes, relató su tío Joel, los agentes aún le decían que no podría llevarse a casa a su sobrino, quien sería sacado del país. Joel también pidió usar solo su nombre de pila para protegerse contra represalias porque no tiene estatus legal.

“Les dije que queríamos llevarlo de regreso a California y ver si podíamos salvarle los dedos… Me respondieron que había una orden de deportación y que él no tenía derecho a nada”, relató Joel. “Les pedí que actuaran con un poco de humanidad”.

La Casa Blanca remitió a The Times al CBP y al Departamento de Seguridad Nacional. El Centro Médico Universitario no respondió.

A última hora del viernes, después de la primera publicación de este artículo, los funcionarios de Seguridad Nacional se comunicaron con Corchado y confirmaron que Douglas no sería expulsado en el marco del Título 42, sino procesado bajo el Título 8, que permite solicitar asilo, y se le emitirá un aviso para comparecer en la corte de inmigración.

Justin Long, un portavoz de CBP, advirtió el sábado por la noche que la agencia no comentará sobre casos específicos, pero “el cuidado de los que están bajo nuestra custodia es de suma preocupación”. El Título 42, dijo, sigue en vigor, y “cualquier cambio en la orden [de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades] está controlado por esa agencia”.

A última hora del domingo, aún en el hospital, Douglas recibió documentos de inmigración que permitían su liberación de la custodia de CBP a California cuando fuera dado de alta.

El presidente y la primera dama, Jill Biden, viajaron el viernes a Texas mientras el estado lidia con el daño de la tormenta, que mató a casi 80 personas, incluidos al menos cuatro migrantes, según la Patrulla Fronteriza, aunque podría llevar meses determinar la cantidad total de fallecidos.

Según el Título 42, los funcionarios fronterizos expulsaron rápidamente a cientos de miles de migrantes, incluidos solicitantes de asilo y niños no acompañados, sin el debido proceso. Los funcionarios de los CDC destacaron que la administración Trump impulsó la orden por razones políticas y que no sirvió mucho para detener la propagación del COVID-19.

En la frontera, la administración Biden reinició el procesamiento de asilo para el primero de los 70.000 que se vieron obligados a regresar al país vecino bajo la política de “Permanecer en México” de la era Trump. El nuevo programa se inició el 18 de febrero en San Ysidro para los aproximadamente 26.000 individuos que todavía tienen casos activos en los tribunales de inmigración estadounidenses; el viernes, se amplió a El Paso. Y en Washington, la administración ha presionado por lograr un proyecto de ley de reforma migratoria integral que ofrecería una vía hacia la ciudadanía a unos 14 millones de inmigrantes que ya se encontraban en el país hasta el 1º de enero pasado.

Pero los funcionarios argumentan que el Título 42 sigue siendo necesario y permanecerá en su lugar, en parte para desalentar un aumento de migrantes en la frontera sur, en medio de la pandemia.

Sin embargo, cada día cientos de migrantes como Douglas, en su mayoría familias de Centroamérica, cruzan el Río Bravo y se les permite ingresar a Texas y trasladarse con sus familias a fin de esperar sus audiencias judiciales, para exasperación de decenas de miles de individuos en la frontera que, en algunos casos, han esperado años para entrar a Estados Unidos de la “manera correcta” y quedaron varados en el primer mes de Biden.

Los funcionarios de la nueva administración instan a tener paciencia, alegando que no se pueden deshacer fácilmente las más de 1.000 acciones que Trump tomó para restringir la inmigración. Pero la situación es urgente para Douglas, quien teme perder las manos y ser enviado de regreso a Guatemala, donde podría ser asesinado. Sin embargo, no es la primera vez que el gobierno de Estados Unidos lo deja atrapado en un limbo de políticas.

Una carta del 6 de junio de 2017, de la División de Asuntos de Refugiados de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de EE.UU que fue revisada por The Times, informa a su padre y madrastra en California que Douglas fue aprobado para el programa de libertad condicional para menores centroamericanos de la era Obama, y que se le concedería una entrevista.

El programa iniciado en la presidencia de Obama permitió que los menores centroamericanos en peligro se postularan para unirse a sus padres en Estados Unidos. Uno de los primeros movimientos de Trump en el cargo fue eliminar de repente la iniciativa, dejando varados a más de 2.700 menores ya aprobados y en proceso, según detalló un funcionario de Biden, Douglas entre ellos. “Donald Trump asumió y no hubo más contacto”, afirmó el joven, desde su cama de hospital. Así, decidió venir por su cuenta. “Ya no podía estar en Guatemala”, manifestó.

A principios de este mes, Biden emitió una orden ejecutiva para tomar medidas que recuperen el programa, aunque aún no hay señales de ello. Casi cuatro años después, es demasiado tarde para Douglas.

Mientras que los funcionarios actuales instruyeron a las agencias de inmigración de que aquellos que cruzan la frontera deben ser considerados como “amenazas a la seguridad”, dicen que no están violando la ley estadounidense que otorga a los migrantes el derecho a buscar asilo sin importar cómo entren, ya sea en los puertos de entrada o entre ellos. “Las personas aún pueden solicitar asilo”, afirmó un funcionario de Seguridad Nacional en una llamada con los medios, quien habló bajo condición de anonimato sin dar la razón para ello.

Los abogados que demandaron a la administración Trump por el Título 42 alegan que viola una variedad de leyes estadounidenses. “No hay duda de que la política del Título 42 es ilegal”, remarcó a The Times Lee Gelernt, de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles (ACLU), cuya demanda ahora enfrenta el nuevo gobierno.

Los críticos establecen que la demora de la administración Biden y la confusión creada en la frontera y más allá, han tenido como resultado consecuencias crueles y arbitrarias para migrantes como Douglas, dado que los funcionarios fronterizos tienen diferentes entendimientos -y capacitación- sobre los recientes cambios de política que parecen aplicarse de manera distinta de una decisión crucial a la siguiente.

Corchado, quien representa a varios clientes hospitalizados después de cruzar durante la tormenta, así como a otros expulsados rápidamente por la Patrulla Fronteriza a pesar de las lesiones graves sufridas al caer de la barrera fronteriza, afirmó: “CBP no está siendo coherente con la forma en que está tratando estos casos”. A algunos, remarcó, “simplemente les dicen ‘serás expulsado’, y hay pocas posibilidades de que yo intervenga o sepa lo que está pasando”.

Del grupo de migrantes atrapados en la reciente tormenta de nieve -según Douglas eran 14 varones y dos mujeres, de edades varias- todavía no sabe quiénes sobrevivieron, incluido el hombre al que intentaron salvar.

Cuando el joven cruzó la frontera, no vestía ropa de invierno ni guantes; el coyote no les había advertido sobre el clima que se avecinaba. Douglas tiene congelación “profunda” en ambas manos, orejas y en un pie, según los registros del hospital obtenidos por The Times. “Varón de 21 años que fue encontrado después de estar en la nieve durante 15 horas”, afirma un reporte fechado el 15 de febrero, el día en que llegó Douglas. “Estaba con muchas otras personas que fallecieron por congelación”.

Un día después, un “informe de progreso” dice: “Consulta en la mañana con un traumatólogo, anticipando la necesidad de una eventual amputación”.

Los agentes de la Patrulla Fronteriza rescataron a más de 200 personas durante la tormenta, y al menos cuatro murieron antes de ser encontradas, según un comunicado de prensa del sector Big Bend de la agencia, donde Douglas fue encontrado. “Es lamentable que tanta gente ponga sus vidas en manos de contrabandistas sin escrúpulos, lo cual a menudo resulta en una situación trágica como esta”, remarcó en el comunicado el agente jefe de patrulla de dicho sector, Sean McGoffin.

CBP no respondió a las solicitudes de comentarios sobre cuántos rescatados en la tormenta fueron liberados en el país o expulsados.

Agentes han dicho a The Times que una combinación de nuevas secciones de barrera de 30 pies, construidas durante el mandato de Trump, y el Título 42 están empujando a los migrantes a cruzar en áreas más remotas y peligrosas, así como a repetir los intentos.

De octubre a febrero pasados, la Patrulla Fronteriza realizó casi 3.000 operaciones de búsqueda y rescate, a un ritmo de más del doble que las del año fiscal pasado, y supera con creces a las de 2019, que registró uno de los niveles más altos de migración a la frontera observados en décadas.

Corchado también representa a una pareja indígena de Guatemala que fue atrapada en el clima invernal y llevada al mismo hospital que Douglas, después de haber estado a punto de morir de hipotermia. Su casa fue destruida por los recientes huracanes que azotaron el Triángulo del Norte.

En el hospital, el hombre no dejaba de describir una y otra vez cómo su esposa le decía que ya no podía sentir los latidos de su corazón, y lo instruyó sobre cómo quería que criaran a sus hijos, relató la abogada. Ambos dieron positivo por COVID-19.

Al principio, los funcionarios de CBP le indicaron a la pareja que podrían ser expulsados bajo el Título 42 una vez que salieran del sanatorio. Pero el miércoles por la noche, sin avisar a Corchado, el hospital los dio de alta y la Patrulla Fronteriza los detuvo. Un supervisor de CBP indicó el jueves que no serían expulsados y que sus solicitudes de asilo serían consideradas, según las comunicaciones compartidas con The Times.

Por teléfono, el sábado desde el sitio de detención de CBP, el hombre le dijo a Corchado que después de que fueron dados de alta del hospital, el miércoles, los agentes de la Patrulla Fronteriza los hicieron caminar a través de la frontera sin zapatos, cuando un agente recibió una llamada por radio, frenó y los detuvo en su lugar.

Los funcionarios de CBP le dijeron a la abogada que la esposa fue liberada de la custodia de la agencia el sábado por la mañana y ahora está detenida por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). El domingo, CBP también transfirió al esposo a ICE.

En una llamada del 18 de febrero con activistas y abogados, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro N. Mayorkas, mostró su frustración cuando se le preguntó sobre otros casos en los que las autoridades fronterizas expulsaron a migrantes heridos bajo el Título 42, a pesar de que algunos no podían caminar después de haberse caído del muro, según Corchado, quien participó de la llamada.

“Estaba consternado de que las personas saltaran el muro”, comentó Corchado. “El punto es que, con el Título 42, eso es lo que sucede […] La gente se desespera cada vez más”.

La madre y la abuela de Douglas no querían que hiciera el peligroso viaje hacia el norte, pero tampoco que lo mataran, relató el joven. La familia le pagó a un contrabandista $2.000 y, cerca del 13 de febrero, Douglas cruzó el Río Grande desde Chihuahua, México.

Joel no supo que su sobrino estaba haciendo el viaje hasta que le dijeron que las autoridades lo estaban buscando.

“Le habría aconsejado que no lo hiciera, por todo lo que viví cuando vine aquí”, aseguró el hombre.

El padre de Douglas, que no tiene estatus legal en Estados Unidos, temía concurrir al hospital de Texas donde las autoridades fronterizas detuvieron a su hijo, por lo cual Joel -quien afirma tener una identificación estatal emitida por California y permiso para trabajar- vino en su lugar. Según Joel, la Patrulla Fronteriza le impidió ver a su sobrino durante días y solo le permitió entrar a la habitación del hospital el miércoles por la noche. Cuando ello ocurrió, ambos lloraron. “Era la impotencia de ya no poder hacer nada por él, y lamentarse de que su viaje y todo lo que había gastado hubiera sido en vano”, narró.

Joel debía regresar a San Francisco el viernes por la noche, ya que el hotel donde trabaja nada más le dio una semana libre. Por ahora, se queda en El Paso con su sobrino, esperando que sea dado de alta. “Solo pensaba en ver a mi papá, es lo único que quiero”, expresó Douglas. “No puedo volver a Guatemala. Me matarán si regreso allí”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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